lunes, 28 de octubre de 2013

La chica de 'Speed' se nos ha hecho mayor


Antes de ir con la aclaración del titular, dejemos clara una cosa: Gravity empieza a antojarse como el Argo de esta temporada, o sea, el gran bluff, sobrevalora que algo queda.

Vaya también por delante que nunca le encontré la gracia a Y tu mama también (2001), y que el Harry Potter de Cuarón siempre me pareció, de lejos, el peor de la serie (simplemente no entendió a los personajes), hasta que cogió los mandos David Yates (salvando la quinta y última entregas).

Así que únicamente me descubro ante Cuarón por Hijos de los hombres (2006), infinitamente superior a su último trabajo, y que a diferencia de este sí es una película de ciencia ficción. No me extraña que el estudio que ha pagado Gravity no confiase en ella, y sigo sin entender el éxito de la cinta: ¿una hora y media –ni siquiera dura eso el metraje- viendo a dos astronautas flotando en el espacio? ¿Quién va a ver algo así?

Y a pesar de todo la película funciona. Pero ojo, no nos engañemos, lo único que ha logrado Cuarón es facturar una buena cinta de acción, nada más. Para que quede claro: prácticamente su único mérito en Gravity se limita a los aspectos técnicos. Un apartado en el que, por ejemplo, Tony Scott, siempre vilipendiado por la crítica, le da un baño en su último trabajo, Imparable (2010), una obra maestra del género en la que el menor de los Scott demostró que para eso sí servía (pero ya reincidiremos en ello en un futuro post).

Para eso, francamente, no hacía falta tantas alforjas, y más si buena parte del mérito hay que otorgárselo a James Cameron, que al parecer le echó una ayudita. Y pese a ello, en menos de hora y media incluso hay tiempo para aburrirse en más de un momento. Porque si Cuarón se cree que va a deslumbrarnos con un par de panorámicas del planeta Tierra, habría que decirle que eso ya se ha visto mil veces, y que está muy lejos de 2001, una película que fue rodada… en los 60. Ya no hablemos del 3D, que, habiéndola visto en versión normal, no creo que aporte absolutamente nada, más bien todo lo contrario.

El mayor mérito de Cuarón y su hermano Jonás, curiosamente, y en contra de la mayor parte de críticas que he leído, es precisamente haber humanizado una trama mecánica y más simple que un botijo –básicamente es como un videojuego, en el que los protagonistas deben ir resolviendo desafíos para volver a casa- introduciendo un personaje que no tiene nada por lo que vivir, y que sin embargo acaba sacando fuerzas para luchar por su vida como nunca antes se ha visto en una pantalla de cine… a excepción de La piel que habito (2011), claro está. Lástima que esa fuerza la encuentre en un sueño que casi le resta toda la credibilidad al film, la enésima concesión en pro de la comercialidad de los directores que trabajan en Hollywood.

Al final, la suerte de Cuarón es que le hayan fallado todas las actrices previstas para encarnar a la protagonista y se haya quedado con una Sandra Bullock que, fijo va a caerle una nueva nominación al Oscar a la mejor actriz, y no sería nada, pero que nada raro, que le cayese el segundo. Ella ES la película, el único motivo para seguir en la butaca y no mandar a paseo a Cuarón y a toda su cohorte de palmeros.

A punto de cumplir 50 tacos, Sandra Bullock ya no es aquella joven que se quedaba atrapada en un autobús a la espera de que Keanu Reeves la rescatase, hace casi dos décadas. Ahora es capaz ella sola de salir airosa de prueba tras prueba en el espacio profundo, y más aún, de echarse sobre los hombros toda una película y sacarla a flote. Cuarón no pasará a la historia por esta película, por mucho que algunos se empeñen, pero la Bullock sí deja huella.

Y para terminar: Clooney bien, como siempre, cumpliendo más que sobradamente con la parte que le dejan, y con una interpretación que, visto lo visto, apenas hubiera cambiado con el actor previsto inicialmente: Robert Downey Jr. Y la banda sonora, a ratos excelsa, a ratos abrumadoramente innecesaria: Cuarón debería haber sido coherente y haber prescindido de ella, porque tal como nos recuerda en los títulos iniciales, en el espacio no hay sonido.




SPOILERS

Pese a todo, a Cuarón hay que reconocerle su capacidad para crear algunos momentos poéticos: la Bullock en posición fetal, las lágrimas que flotan sin gravedad, y por encima de todo, la imagen final de la protagonista irguiéndose a duras penas, luchando con la gravedad tras regresar a casa. De lejos, lo mejor de la película.

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