Por segunda vez desde la emisión del primer episodio de 'House' la serie corría peligro de agotamiento, así que esta vez la solución fue... convertirla en una comedia.
La sexta temporada concluía con el inicio del romance entre House y Cuddy, lo que crea un nuevo escenario: un House feliz (o colocado más bien) y un tono de comedia mucho más evidente que en temporadas anteriores. Lo mejor, que Hugh Laurie ha podido dar (aún más) rienda suelta a su vena más histriónica.
La apuesta por el humor queda bien evidente en uno de los episodios más dramáticos, en el que la enferma es la propia Cuddy y todo apunta a que va a morir. La trama es interrumpida una y otra vez para ofrecer parodias de otras series (muy buena la de 'Dos hombres y medio') o películas (soberbios House y Cuddy en el final de 'Dos hombres y un destino'), e incluso un número musical. Y también veremos a House 'ejerciendo' de padre y conociendo a su suegra, la gran Candice Bergen.
Eso sí, el humor no le ha ido tan bien a todo el reparto. Chase se ha convertido en una caricatura (salvo momentos puntuales), Foreman también parece un caso perdido para los guionistas y Taub es el único que sirve para la comedia, sobre todo por su vida amorosa. Incluso la sustituta de Trece (es lo que tiene que Olivia Wilde encadene 'Tron' con 'Cowboys and aliens'), Masters (una Amber Tamblyn que es la revelación de la temporada) casa a la perfección con el nuevo tono de la serie, una niña prodigio a la que House despide una y otra vez, y que es como la versión 'infantil' y exagerada de Cameron. Por no hablar de Wilson, casi desaparecido en esta temporada, en la que básicamente se dedica a mantener tontas apuestas con House.
Y la comedia aún pisa el acelerador cuando ocurre lo que todos veíamos venir desde el primer episodio, la ruptura entre House y Cuddy. A partir de ahí el buen doctor se va de putas, se casa con una rumana y practica el balconing (uno de los momentos más bajos de la temporada, aunque con la versión de Peter Gabriel del 'My body is a cage' de Arcade Fire), en un camino de autodestrucción.
Y entonces el drama acaba volviendo, y a marchas forzadas. Primero la despedida de Masters, que huye de la mala influencia de House, y el regreso de Trece, que oculta una tragedia personal. Y finalmente dos episodios antológicos en los que se mantiene la habilidad de los guionistas para cerrar cada temporada de manera soberbia. Y esta vez consiguen que tengamos más ganas que nunca de ver el siguiente episodio, el primero de la octava temporada... que parece que puede ser la última.
Episodios a destacar, pues por ejemplo el del regreso de Trece, con hasta cuatro tramas perfectamente entrelazadas, o el de la ruptura, con ese diálogo entre House y una pareja casiadolescente (la niña se sale).
PD: Un poco de spoiler. Masters se va porque quiere ser una gran médica, como House, pero no a costa de perder su humanidad y volverse como él. Y en el último episodio House afronta el caso más difícil: una paciente que está enferma de verdad pero también finge otros síntomas para ponérselo difícil. Una paciente que al final elige el amor en lugar de su carrera, al revés que House, que hasta ese momento ha antepuesto su trabajo como médico a la relación con Cuddy.
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