Debut más que prometedor el de Kike Maíllo, otro de los talentos salidos de la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Catalunya (ESCAC), que nos ofrece una propuesta inédita, o casi, en el cine español: un film de ciencia ficción en el que lo que lo
importante son los sentimientos. La dirección es posiblemente lo mejor de esta
película, en la que el guión acaba siendo menos potente de lo que debería, y
tal vez apenas esboza lo que quiere contar, pero Maíllo muestra habilidad para
atrapar al espectador e involucrarle en lo que le está contando.
No le falta ambición al
argumento, que se acerca a la ‘I.A.’ de Spielberg en su reflexión acerca de qué
diferenciaría a humanos y robots si estos pudiesen sentir, y si es posible
lograrlo. Todo ello partiendo del regreso de un experto en robótica a su ciudad
de origen, una década después de dejar a su novia, ahora casada con su hermano
y madre de una niña… de 10 años.
La escasa duración de
la cinta, una hora y media, tal vez no permite profundizar bastante en los
temas que plantea el argumento, aunque por otro lado evita alargar
innecesariamente la trama. Lo que no tengo nada claro es que el prólogo
beneficie a la película. Su función es enganchar de inmediato al espectador,
pero creo que adelanta demasiado sobre lo que va a ocurrir a continuación,
restando parte de la sorpresa y provocando que el espectador esté demasiado
pendiente de cómo se va a llegar a esa escena.
Daniel Brühl acaba
echándose sobre sus hombros la película, en la que Marta Etura, y sobre todo
Alberto Amman, aparecen con cuentagotas. Al menos Brühl transmite las dudas y
todo lo que siente su personaje, y tiene como partenaire de lujo a la niña Claudia Vega, que
se hubiera llevado un Goya de no haber cambiado las normas de los premios. Está
fantástica como Eva, y sus escenas con Brühl son lo mejor del film, tal como
era de prever. Ah, y no os perdáis a Lluís Homar y el gato mecánico, menuda
pareja cómica.
La cinta también tiene
a su favor una estupenda banda sonora, incluyendo un tema de Bowie que
convierte una escena en inolvidable. Sumémosle a ello los títulos de crédito
más bellos del cine español, y el apagado de un ordenador más emotivo desde el
de HAL en ‘2001’. Son palabras
mayores, pero aquí están a la altura, o incluso lo superan.
PD1: El frío de estas
semanas es perfecto para ver una película en la que la pantalla casi siempre
está cubierta de nieve.
PD2: Y con todo, pueden
empezar a darle todos los Goya a ‘La
piel que habito’, porque pese a estar lejos de lo que pretendía Almodóvar,
y ser bastante más irregular que ‘Eva’,
va a resultar que ha sido lo mejor del cine español en el último año.
Y ahora vamos con
algunos SPOILERS
No se aclara en ningún
momento por qué se fue el personaje de Brühl 10 años atrás, lo que le resta
fuerza a la parte dramática y frustra al espectador, que está esperando que se
aclare qué es lo que ocurrió entre el trío protagonista en el pasado. Al final, parece presuponerse que el protagonista prefirió seguir investigando y dejó
a su novia, que acabó casándose con su hermano, sin que hubiera un hecho
dramático que explicara la marcha y la separación de los tres.
Lo mejor del guión y
del trabajo de Maíllo es como despistan a todo el mundo con el triángulo
amoroso y la posibilidad de que Eva sea hija del protagonista, mientras se va
dando toda la información sobre el trabajo de este con los robots de manera que
el espectador la sitúa en un segundo plano, pero le da todas las claves para
entender el desenlace. Bien es cierto que, si te planteas esa alternativa a la
más factible, como hice yo desde el primer minuto, se comprende mejor todo lo
que plantea la película, aunque el final no sorprende tanto… pero emociona
igual.
‘¿En qué piensas cuando
cierras los ojos?’. Pues anda que no estaba claro, desde la primera vez que
suena la frase con los caballitos, que acabaría usándose para algo mucho más
decisivo…
Por lo demás, la última
escena es bastante interpretable: ¿es el sueño imposible del protagonista, o
significa que ha culminado su obra y las ha recuperado a las dos… como hizo con
su gato?
PD3: Sí, Brühl, sin darse cuenta, elige a un robot como modelo para otro robot.
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