domingo, 28 de octubre de 2012

'Salvador', mejor en la intimidad



Salvador Puig Antich (2006) nos cuenta una de las páginas más tristes de los últimos coletazos del franquismo: cómo un atracador de bancos, a quien movían motivos ideológicos, acaba convirtiéndose con 25 años en mártir de la lucha contra la dictadura al ser el último ajusticiado en nuestro país (marzo de 1974) por el horrendo método del garrote vil.

Salvador se incorporó al MIL (Movimiento Ibérico de Liberación), cuya manera de luchar contra la dictadura consistió básicamente en atracar bancos para repartir el dinero a los obreros. Su desorganización y amateurismo les hizo presa fácil de la policía, pero en el caso de Salvador, la mala suerte quiso que en el tiroteo que se produjo tras su detención no solo él resultase herido sino que un policía de 23 años muriese por sus disparos y los de otros policías. Sentenciado a pena de muerte en un proceso que en la actualidad su familia sigue pidiendo que se revise, lo normal en una época próxima a la transición hubiera sido el indulto, pero el asesinato de Carrero Blanco a manos de ETA le convirtió en el chivo expiatorio, y como dice el propio Salvador en el film: “Esa bomba también me ha matado a mí”.

Rodada originalmente en catalán y castellano, ha de agradecérsele que, en lo posible, huya del maniqueísmo. Ni se nos muestra a todos los policías, militares, etc. del aparato franquista como monstruos (ojo a Joaquín Hinojosa, impecable), ni al protagonista como un inocente angelito. Por otra parte, es en la primera mitad de la película, en la que tras la detención de Salvador se narra cómo ha llegado hasta ahí, donde esta más flojea y se nota que Manuel Huerga está más acostumbrado a dirigir documentales que ficción.

Por el contrario, la película funciona mejor en la intimidad, cuando se centra en el periodo que Salvador pasa en la cárcel, y sobre todo la larga espera de las últimas horas antes de ser ajusticiado, convirtiéndose junto a Pena de muerte, de Tim Robbins, en la cinta que mejor ha abordado las últimas horas de un condenado, y donde el toque español lo aporta un verdugo que por momentos recuerda al personaje encarnado por Pepe Isbert, limitándose a cumplir con su trabajo. Ahí es donde de verdad llega al espectador, para cerrar con su entierro, donde las imágenes de Huerga sí alcanzan la perfección que se le escapaba en la primera hora, culminando con unos planos que son pura poesía.

Y es que, más que a la hora de retratar el momento político y las motivaciones de Salvador, que también, el film brilla a la hora de abordar las relaciones humanas: la lucha del abogado de Salvador por evitar la ejecución de la pena, con uno de los mejores trabajos de Tristán Ulloa; la difícil relación entre Salvador y su padre, con un Celso Bugallo que vuelve a bordarlo pese a no tener apenas una línea de diálogo; y sobre todo las últimas horas que pasa con sus hermanas. Sin olvidar la escena en la que trata de convencer a la más pequeña para que se marche de España, posiblemente el mejor momento del film.

También tenemos un par de relaciones amorosas, la primera con la casta primera novia, a la que da vida de manera magistral, una vez más, LeonorWatling, y la segunda con la hippie que encarna Ingrid Rubio, que aporta poco más que alguna escena de cama.

Mención aparte para la relación que se establece entre Salvador y su carcelero, que pasa de ver en él a un asesino de policías a un buen chico que tal vez ha cometido algunos errores. Una subtrama cargada de tópicos si se quiere, desde los partidos de baloncesto a obligar al preso a hablar en español al principio para finalmente pedir que le dejen escribir una carta en catalán, pero que salva la labor de un casi irreconocible Leonardo Sbaraglia.

Como Salvador tenemos a Daniel Brühl, en el que posiblemente haya sido hasta ahora su mejor papel, con una interpretación que al igual que la película se crece a medida que transcurre el metraje, aunque no acapara tanto la pantalla como pudiera pensarse, ya que, ante todo, estamos ante una película coral con un reparto estelar de intérpretes catalanes, españoles e incluso internacionales.

Que a la postre Salvador solo se llevase el Goya al mejor guión adaptado (Lluís Arcarazo) se debe a que aquel fue uno de los mejores años que ha dado el cine español en los últimos tiempos: además de la cinta que nos ocupa estaban nominadas a mejor película Alatriste, El laberinto del fauno y Volver, la gran triunfadora de la noche, sin olvidar otros títulos tan destacados como Azuloscurocasinegro o Vete de mí.

El detalle: Uno de los momentos que mejor ilustran el momento histórico que aborda el film es cuando la plana mayor de los partidos de la oposición, imagino que lo que se convertirá en el PSOE y el PCE, son encarcelados, y uno de los carceleros le dice a su compañero “trátales bien, que vas a acabar trabajando para ellos”.

El detalle 2: Igual es mejor que paséis del tráiler, porque es como ver la película completa en dos minutos.

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