Salvador Puig Antich (2006) nos cuenta una de las páginas más tristes de
los últimos coletazos del franquismo: cómo un atracador de bancos, a quien movían motivos ideológicos, acaba convirtiéndose con 25 años en mártir de la lucha
contra la dictadura al ser el último ajusticiado en nuestro país (marzo de
1974) por el horrendo método del garrote vil.
Salvador se incorporó al MIL (Movimiento Ibérico de Liberación), cuya
manera de luchar contra la dictadura consistió básicamente en atracar bancos
para repartir el dinero a los obreros. Su desorganización y amateurismo les
hizo presa fácil de la policía, pero en el caso de Salvador, la mala suerte
quiso que en el tiroteo que se produjo tras su detención no solo él resultase
herido sino que un policía de 23 años muriese por sus disparos y los de otros
policías. Sentenciado a pena de muerte en un proceso que en la actualidad su familia sigue
pidiendo que se revise, lo normal en una época próxima a la transición hubiera
sido el indulto, pero el asesinato de Carrero Blanco a manos de ETA le
convirtió en el chivo expiatorio, y como dice el propio Salvador en el film: “Esa
bomba también me ha matado a mí”.
Rodada originalmente en catalán y castellano, ha de agradecérsele que, en
lo posible, huya del maniqueísmo. Ni se nos muestra a todos los policías,
militares, etc. del aparato franquista como monstruos (ojo a Joaquín Hinojosa, impecable), ni al protagonista como
un inocente angelito. Por otra parte, es en la primera mitad de la película, en la que
tras la detención de Salvador se narra cómo ha llegado hasta ahí, donde esta
más flojea y se nota que Manuel Huerga está más acostumbrado a dirigir
documentales que ficción.
Por el contrario, la película funciona mejor en la intimidad, cuando se
centra en el periodo que Salvador pasa en la cárcel, y sobre todo la larga
espera de las últimas horas antes de ser ajusticiado, convirtiéndose junto a Pena
de muerte, de Tim Robbins, en la cinta que mejor ha abordado las últimas horas
de un condenado, y donde el toque español lo aporta un verdugo que por momentos
recuerda al personaje encarnado por Pepe Isbert, limitándose a cumplir con su
trabajo. Ahí es donde de verdad llega al espectador, para cerrar con su
entierro, donde las imágenes de Huerga sí alcanzan la perfección que se le
escapaba en la primera hora, culminando con unos planos que son pura poesía.
Y es que, más que a la hora de retratar el momento político y las
motivaciones de Salvador, que también, el film brilla a la hora de abordar las
relaciones humanas: la lucha del abogado de Salvador por evitar la ejecución de
la pena, con uno de los mejores trabajos de Tristán Ulloa; la difícil relación
entre Salvador y su padre, con un Celso Bugallo que vuelve a bordarlo pese a no
tener apenas una línea de diálogo; y sobre todo las últimas horas que pasa con
sus hermanas. Sin olvidar la escena en la que trata de convencer a la más
pequeña para que se marche de España, posiblemente el mejor momento del film.
También tenemos un par de relaciones amorosas, la primera con la casta
primera novia, a la que da vida de manera magistral, una vez más, LeonorWatling, y la segunda con la hippie que encarna Ingrid Rubio, que aporta poco
más que alguna escena de cama.
Mención aparte para la relación que se establece entre Salvador y su
carcelero, que pasa de ver en él a un asesino de policías a un buen chico que
tal vez ha cometido algunos errores. Una subtrama cargada de tópicos si se
quiere, desde los partidos de baloncesto a obligar al preso a hablar en español
al principio para finalmente pedir que le dejen escribir una carta en catalán,
pero que salva la labor de un casi irreconocible Leonardo Sbaraglia.
Como Salvador tenemos a Daniel Brühl, en el que posiblemente haya sido
hasta ahora su mejor papel, con una interpretación que al igual que la película
se crece a medida que transcurre el metraje, aunque no acapara tanto la
pantalla como pudiera pensarse, ya que, ante todo, estamos ante una película
coral con un reparto estelar de intérpretes catalanes, españoles e incluso
internacionales.
Que a la postre Salvador solo se llevase el Goya al mejor guión adaptado (Lluís Arcarazo) se
debe a que aquel fue uno de los mejores años que ha dado el cine español en los
últimos tiempos: además de la cinta que nos ocupa estaban nominadas a mejor
película Alatriste, El laberinto del fauno y Volver, la gran triunfadora de la
noche, sin olvidar otros títulos tan destacados como Azuloscurocasinegro o Vete
de mí.
El detalle: Uno de los momentos que mejor ilustran el momento histórico que aborda el film es
cuando la plana mayor de los partidos de la oposición, imagino que lo que se
convertirá en el PSOE y el PCE, son encarcelados, y uno de los carceleros le dice
a su compañero “trátales bien, que vas a acabar trabajando para ellos”.
El detalle 2: Igual es mejor que paséis del tráiler, porque es como ver la
película completa en dos minutos.
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