Si la versión sueca de ‘Los hombres que no amaban a las mujeres’ me gustó en el cine y aguantó en la revisión en DVD, su secuela, ‘La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina’, me decepcionó, por lo que ya pasé de la tercera y última entrega. Con su revisión en DVD ha ocurrido lo mismo que con el primer capítulo, mantengo mi opinión.
La idea no es mala. Tenemos un nuevo misterio, en este caso el asesinato de un periodista que estaba a punto de destapar una trama de trata de blancas, con lo que el autor de la novela original, Stieg Larsson, insiste en su crítica hacia quienes se ceban en las mujeres. Para que el caso sea aún más interesante, la víctima trabajaba con Blomkvist y además hay un montaje para que Lisbeth parezca haber cometido el crimen. Muy buen punto de partida pero…
Para empezar, los dos protagonistas principales vuelven a vivir tramas paralelas, sin encontrarse hasta el último momento, un recurso literario que sigue perjudicando a la película. Además, ésta no arranca hasta pasada media hora, tras un inicio centrado en la reaparición de Lisbeth tras el fallecimiento de su madre.
Pero, sobre todo, lo que acaba por dejar la historia por debajo de lo que podría ser, es el empeño, supongo que de Larsson, en que su serie parezca obra de David Lynch. Y es que alrededor de Lisbeth tenemos a un gigante albino mudo que no puede sentir dolor, un enano cojo con la cara quemada, un amigo boxeador y una amante (esta segunda entrega sí incluye una escena lésbica con Lisbeth, mostrando su bisexualidad de manera más explícita que en el primer capítulo) kickboxer.
Sumémosle, por ejemplo, el personaje del policía que investiga el asesinato inicial, que está poco definido, y una pelea entre Lisbeth y dos moteros, ridícula en su ejecución, y tenemos demasiados elementos raros que, al menos para mí, le restan credibilidad a la trama principal y me apartan continuamente de la misma, de modo que para cuando llegamos al baño de sangre final (clímax de grand guignol que también encuentro forzado), hace mucho que me ha dejado de importar lo que le ocurra a Lisbeth.
En cuanto a dicho personaje, Noomi Rapace está muy lejos de la buena interpretación del primer film. Aquí tenemos a Lisbeth aún más rara y convertida en una caricatura, con sus extraños andares y aún más piercings en el arranque, aunque casi es peor lo que viene después, con esa peluca rubia que la hace parecer un travesti.
Cierto es que se van desvelando más detalles del escabroso pasado de Lisbeth, y de todos los abusos de que fue objeto, en diálogos demasiado extensos (resulta evidente el origen literario), pero todo acaba siendo demasiado estrambótico, hasta llegar a un final abrupto... aunque para eso está la siguiente entrega.
Por lo demás, el cambio de director no le viene nada bien a la saga, ya que donde el primero, Niels Arden, aportaba cierto empaque cinematográfico y una narrativa eficaz (sobre todo teniendo en cuenta que la versión para cines elimina escenas que sí aparecían en la versión televisiva), el segundo, Daniel Alfredson, se muestra demasiado rutinario, con un estilo más de televisión (mala, no esas series que ahora nos deslumbran), y en casos como la citada pelea con los motoristas, naufraga por completo.
En definitiva, si a la primera entrega le perjudicaba el personaje de Lisbeth, pese a lo cual era un más que solvente film de intriga (tal vez demasiado largo), esta segunda (con menos metraje), al centrarse más en su protagonista femenina y rodearla de una serie de personajes a cuál más estrambótico, pierde credibilidad y echa a perder lo que podía haber sido una buena trama policíaca. Veremos qué nos depara el capítulo final, y si la serie recupera el buen pulso de su arranque
PD: Bueno, Lisbeth será muy rara, pero usa muebles de Ikea...
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