Todo
lo bueno se acaba, y si a finales del pasado año me tocó despedir dos series
míticas como ‘Urgencias’ (¡15
temporadas!) y ‘24’, ahora le ha
tocado a otra no menos histórica, ‘House’,
tras ocho temporadas, las mismas que duraron las andanzas de Jack Bauer.
Las
aventuras del doctor encarnado, más que magistralmente, por Hugh Laurie (grandísimo actor inglés al que por fin han descubierto en USA y en medio mundo), han
seguido las pautas habituales en este tipo de producciones, con una paulatina
decadencia. La serie deslumbró cuando hace ocho años Bryan Singer, catapultado
al éxito gracias a títulos como ‘Sospechosos
habituales’ y las dos primeras entregas de la Patrulla X, dirigía el primer
episodio de la serie, ‘Todos mienten’,
asumiendo después la producción ejecutiva de la serie.
DavidShore, creador de ‘House’, combinó
con acierto dos grandes ideas. La primera consistía en un híbrido perfecto
entre serie médica y policíaca, donde no había que descubrir quién había matado
a la víctima, sino qué enfermedad estaba matando al paciente. Una premisa
original a la que han sabido sacarle mucho partido… pero que seguramente no
habría tenido el éxito que obtuvo la serie de no haber sido por otra apuesta
mucho más atractiva: convertir al protagonista en un Sherlock Holmes moderno,
el mejor diagnosticador de enfermedades, que las trata como si fuesen puzles
intelectuales y dirige un equipo de médicos. Un doctor asocial, como el
propio Holmes, y como este, adicto a las drogas, sin pelos en la lengua, y al que no le importa para nada su
paciente sino curarlo, por los medios que sean.
Vale,
me quedo muy corto a la hora de definir a Gregory House, pero baste decir que
la controvertida personalidad del galeno disparó la audiencia, aunque Shore
cometió un pequeño error. La serie tenía muy pocos personajes fijos, y después
de tres temporadas ya había agotado todas las posibilidades. Tras aquel final
en el que House pierde a todos los componentes de su equipo, el recurso fue
original y efectivo: buena parte de la cuarta temporada consistió en un casting
en el que House buscó a los nuevos miembros de su equipo, de los que con el
tiempo solo se ha mantenido uno, mientras la mayoría de los viejos han vuelto.
Quienes
siempre han estado ahí han sido el fiel Wilson, el único amigo de House, y
cuyos diálogos con él son posiblemente lo mejor de la serie, y Cuddy, la jefa y
amor secreto de House, hasta el romance que viven durante la séptima temporada.
Que Cuddy haya desaparecido en la última tanda de episodios, únicamente debido
a la necesidad de recortar sueldos, ya suponía un mal inicio, pero esta octava
temporada ha sabido estar al nivel de las mejores.
Si
la sexta temporada arrancaba con House en el psiquiátrico, en su particular ‘Alguien voló sobre el nido del
cuco’, aquí empezamos en la cárcel, como consecuencia de lo ocurrido al
final de la temporada anterior. Con invitados como Jude Ciccolella (‘24’) o Jaleel White (‘Cosas de casa’, ¡sí, Steve Urkel!),
también debuta Odette Annable, que junto con Charlyne Yi se convertirán en los dos nuevos fichajes
de la temporada. La primera aporta belleza, pero acaba siendo un personaje
desaprovechado, y la segunda sirve para la comedia y da bastante más juego.
Los
primeros episodios discurren así, entre la presentación de las nuevas chicas
(incluyendo el fugaz regreso de 13 para que House tenga a sus Ángeles de
Charlie) y el regreso de Chase y Taub (cuyas dos hijas también tendrán su
protagonismo), además de situarnos a Foreman como sustituto de Cuddy al frente
del hospital.
Tras
los primeros capítulos la serie vuelve a caer al nivel de las últimas
temporadas, por encima de la media, pero lejos de las etapas más inspiradas,
hasta llegar al capítulo 11, donde un enfermo apuñala a Chase, protagonista
absoluto de este capítulo y del siguiente, así como de parte de lo mejorcito de
la temporada.
Seguirán,
como nuevos golpes de efecto, unos más acertados que otros, el regreso de la
esposa rumana de conveniencia de House (el último toque romántico en la serie)
y el de la propia madre del doctor adicto a la Vicodina, antes de que el final
del capítulo 18 nos deje sin palabras y abra la última trama, que llevará a
Greg a plantearse una vez más su manera de ser y su futuro.
En
cuanto a los casos, siguen encontrando razones exclusivamente médicas para
explicar cambios en el comportamiento como una generosidad ilimitada, un hombre
que deja de ser machista o una mujer que quiere meterse a monja.
Posiblemente,
‘House’ acaba cuando tenía que
hacerlo, ya que corría el peligro de seguir repitiéndose, con demasiados capítulos
anodinos, tras haberle dado todas las vueltas posibles al comportamiento y
personalidad de sus protagonistas. Nos quedan magníficos capítulos, entre los
mejores de la historia de la televisión, especialmente a la hora de despedir
las temporadas, como la primera, con la aparición de la ex mujer de House y la
revelación del origen de su cojera; la quinta, cuando descubre que su adicción
le hace confundir realidad y fantasía, y sobre todo la cuarta, con el díptico ‘La cabeza de House’ y ‘El corazón de Wilson’. Tan
inolvidables como el capítulo de la chica violada, en el que House se abre más
que nunca, o aquel en el que no paraba de hablar con una adolescente mientras
ambos estaban castigados en el despacho de la directora.
Y
ahora, SPOILERS:
El título del último capítulo, ‘Todo el mundo muere’, y la trama centrada en el cáncer de Wilson, no dejan dudas sobre el tono de los últimos episodios, en los que House se asoma al abismo más que de costumbre. Tras un durísimo capítulo 19 (dirigido por el propio Laurie), con Wilson afrontando un tratamiento muy arriesgado para curarse mientras el equipo trata a una niña enferma terminal (y con uno de los finales más divertidos de la historia), el desenlace de la serie sirvió para recuperar a multitud de personajes ya desaparecidos, bien fallecidos o apartados por House de su vida, en un recurso que no me gustó demasiado, y que me recordó a esa ‘necesidad de trascendencia’ del final de ‘Perdidos’… aunque sirvió para radiografiar la mente de House, más obsesionado que nunca en esta temporada con resolver sus puzles, lo único que le interesa de verdad, al igual que ocurre con Sherlock Holmes.
Lo
de la aparente muerte de House tampoco me gustó demasiado, es un recurso fácil
demasiado utilizado, aunque aquí, en el fondo, todos nos esperábamos la última
jugada de House, y no nos equivocamos. Al fin y al cabo, todo el mundo miente.
Al
final, como Jack Bauer, House finge su muerte y se marcha hacia el horizonte.
¿Un hasta luego?
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