Con el titular queda todo dicho. ‘Porco Rosso’ (1992) es uno de los clásicos del Studio Ghibli y de su director, el gran Hayao Miyazaki, por algo volvió a reestrenarse en cines coincidiendo con su 20 aniversario. Fue también la obra que le empezó a dar a conocer en occidente, antes del bombazo de ‘La princesa Mononoke’ y el Oscar y el Oso de Berlín para ‘El viaje de Chihiro’. A diferencia de otro de los títulos míticos de sus inicios, ‘Mi vecino Totoro’, de la que ya comenté que me pareció preciosa, pero una obra menor en todos los aspectos, aquí tenemos a un Miyazaki a pleno rendimiento que firma su primera gran obra, iniciando una portentosa trilogía que completan las dos películas ya citadas, cada una con sus particularidades.
Y pese a que las otras dos me encantan, creo que me quedo con ‘Porco Rosso’, menos compleja que aquellas pero más fresca e inocente. En mi visionado de este film, largamente postergado, he comprobado que las alabanzas no eran exageradas. La pantalla vuelve a llenarse de imágenes perfectas y preciosistas, con Miyazaki elaborando cada plano hasta el último detalle, creando un mundo de ensueño, y eso que esta vez tiene una dificultad añadida, y es que la acción no transcurre en un universo de fantasía, sino en la Italia de los años anteriores a la segunda guerra mundial. De hecho, el único elemento fantástico es que el protagonista fue transformado mágicamente en cerdo, pero al margen de ese detalle, es el típico héroe descreído, bravucón pero bonachón, que en otro tiempo hubiera interpretado Humphrey Bogart y que, muy acertadamente, dobló Jean Reno en la versión occidental.
La película es un canto a la aviación, a la época de aquellos pilotos que se atrevían a navegar los cielos en cacharros inestables, y mezcla piratas de buen corazón con pizpiretas jovencitas que no se arredran ante nada, caballeros galantes y damas que esperan durante años a su enamorado. Todo ello con un sentido del humor más presente que nunca, posiblemente el film más cómico de Miyazaki (imposible no reírse con el arranque, cuando Porco Rosso rescata a un batallón de niñas traviesas que han sido secuestradas por los piratas). Y que encima acaba con una pelea al más puro estilo John Ford, a quien sin duda le hubiera encantado esta cinta.
Lo dicho, mientras esperamos que Miyazaki termine su proyecto actual, la secuela de ‘Porco Rosso’ que al parecer transcurre durante la guerra civil española, cualquier momento es bueno para subir de nuevo al hidroavión rojo de Porco y surcar los cielos en la mejor compañía, rumbo a la aventura, el romance y unas buenas risas.
La frase: ‘Prefiero ser un cerdo que un fascista’. Sí, también hay tiempo para cosas serias.
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