Este verano he revisado la primera temporada de una de mis series de animación favoritas, por la que, afortunadamente, no pasa el tiempo: ‘Futurama’ (1999). Vale, ‘Los Simpson’ son ‘Los Simpson’, pero la otra gran creación de Matt Groening es una delicia para todos aquellos a quienes desde siempre les haya fascinado la ciencia ficción en su vertiente más o menos friki.
Lo que es romperse la cabeza, pues no se la rompió mucho el bueno de Matt: un repartidor de pizzas con una vida anodina es congelado por error y se despierta en el año 3.000. Obviamente Fry se convierte así en el alter ego del espectador, que descubre con asombro ese mundo futuro, aunque no acaba de ser el mejor personaje de la serie. Sí lo es Bender, un robot alcohólico, jugador, egoísta, ladrón y un largo etcétera, pero al que no puedes evitar adorar. El trío esencial se completa con Leela, la única que parece estar en su sano juicio, una extraterrestre con un solo ojo, cuya relación con Fry no acaba de quedar clara.
Por lo que respecta a los secundarios, este es uno de los puntos flojos de la serie, ya que a excepción del profesor Farnsworth, una suerte de cerebro privilegiado en el cuerpo del padre de Homer, ni Hermes ni Amy tienen demasiado interés y, francamente, el doctor Zoyberg siempre me ha aburrido bastante.
Por contra, y como ocurriera con 'Los Simpson', poco a poco la nómina de secundarios fue ampliándose con personajes que reaparecían una y otra vez. Entre ellos destacan el capitán Zapp Brannigan, una especie de parodia del capitán Kirk de ‘Star Trek’, y su inseparable Keez. Y no nos olvidamos de ‘Mordisquitos’, la mascota de Leela, totalmente desaprovechada en esta primera temporada, pero que dará mucho que hablar más adelante.
También como ocurriera en ‘Los Simpson’, se suceden las parodias de películas famosas, desde ‘Titanic’ a ‘Independence Day’, pasando por ‘Ally McBeal’ o esa tronchante versión de ‘Charlie y la fábrica de chocolate’ (previa al remake de Burton) que es ‘Fry y la fábrica de Slurm’, en la que por fin se desvelan los ingredientes de la bebida que hemos visto toda la temporada”.
Cada capítulo arranca con unos fotogramas de la animación norteamericana más clásica (incluido algún autohomenaje) y la serie cuenta con unos efectos superiores a los de ‘Los Simpson’, especialmente en las secuencias en las que la nave de los protagonistas (repartidores espaciales) se trasladan de un planeta a otro.
La temporada arranca con la llegada de Fry al año 3000 para viajar después a la Luna, algo con lo que Fry soñaba pero que le va a decepcionar, ya que el satélite no es ahora más que un parque de atracciones. Luego Fry y Bender comprobarán las dificultades de compartir piso antes de la presentación de Brannigan y su comentadísimo (en posteriores episodios) affaire con Leela.
Tiempo habrá luego para que Bender desate sus instintos de aniquilación humana en un planeta robot y de que se presente otro personaje mítico, Mamá, una viejecita de aspecto encantador que oculta a una arpía que solo piensa en su multinacional. Tampoco tienen desperdicio los capítulos dedicados a desvelar cómo se solucionará en el futuro el problema de las basuras (lanzándolas al espacio) y la caída de Bender en manos de una ‘iglesia de evangelización’.
La única pega de esta primera temporada es que es muy corta, ya que por lo visto en la Fox no confiaban demasiado en la nueva criatura de Groening (al fin y al cabo la cancelaron tras la cuarta temporada) y solo se filmaron 13 capítulos que, eso sí, siguen tan frescos y desternillantes como el primer día, y eso que ha pasado ya una década desde su realización. No se me ocurre nada mejor para combatir el aburrimiento.
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