No, ‘Los juegos del
hambre’ no es tan mala como puede hacer pensar el titular, pero está muy lejos
de lo que podía haber sido, ese es el problema. No conozco el libro en el que
se basa el film, por lo que no voy a comparar, pero desde luego la idea daba
para mucho más. Así que le echaremos la culpa a Gary Ross, que volvía a dirigir
una década después de ‘Seabiscuit’ y 15 años después de ‘Pleasantville’, y que también se ha encargado del guión, junto a la autora del libro, Suzanne Collins, aunque
buena parte del mediocre resultado final se deba a la obsesión por hacer una
película para todos los públicos.
Muy lejos de ‘John
Carter’, por ahora el auténtico blockbuster de palomitas de 2012 (y cuyo
fracaso creo que solo se explica por una pésima promoción por parte de Disney, y el
hecho de que sea un personaje muy poco conocido por el público actual, a
diferencia de Spiderman, Batman, Vengadores, Alien o los hobbits, protagonistas
de los grandes estrenos que vienen), ‘Los juegos del hambre’ carece por
completo de épica, incluso cuando llega un conato de rebelión popular, y en
ningún momento parece una superproducción, con unas vistas exteriores del
Capitolio hechas por ordenador y más de la mitad del metraje en un bosque.
La película tenía más
posibilidades como drama de crítica social, y por ahí parece que vayan los
tiros al principio, con la contraposición entre el distrito (léase estado o
comunidad autónoma) de la protagonista, atrasado, con los hombres trabajando en
las minas o en el campo y apenas nada que comer, y el Capitolio, el estado que
ganó la guerra y tiene a los demás sometidos, con una tecnología de
ciencia-ficción y riquezas sin fin… aunque depende de los recursos del resto
para sobrevivir y por eso los tiene sojuzgados.
Los Juegos del Hambre
son el circo romano de ese futuro alternativo, donde el lema 'los que van a morir te saludan' es sustituido por el estúpido 'que la suerte esté siempre de tu parte'. Un pasatiempo televisivo para los ricos
(con un gusto hortera a más no poder para vestir…) a modo de Gran Hermano, en
el que participan 24 jóvenes, dos de cada distrito que se sublevó, quienes
luchan a muerte hasta que solo queda uno.
Hay algunos apuntes, y
los mejores corresponden a Donald Sutherland, como el dictador de este mundo.
En el mejor de ellos explica que hay un vencedor para dar esperanza a la gente,
no tanta como para provocar una rebelión, pero sí la suficiente para evitar una
rebelión por no tener nada que perder. Algo que los ricos aprendieron ya hace
tiempo con la revolución francesa, cuando el pueblo moría de hambre en las
calles mientras el rey montaba fastuosas fiestas en palacio… hasta que la gente
se fue a por él y le cortó la cabeza. Algo similar ocurrió en Rusia, pero en nuestros días es más complicado, porque se había creado un estado del bienestar que parecía
garantizar unos mínimos a todos… algo que empieza a estar en cuestión.
La película de
Ross (el director de 'Pleasantville' ni aparece ni se le espera) apenas profundiza en ello, aún menos que ‘In time’, superior a esta cinta
en dicho aspecto. Como tampoco se aprovechan todas las posibilidades que da
este sangriento Gran Hermano. Esta parte está más explotada, y resulta
magistral ver cómo el público responde cuando surge un romance entre dos de los
participantes, lo que les hace ganar popularidad. Pero estamos hablando de un
programa televisivo en el que los concursantes… mueren de manera violenta, y
ahí es donde falla la cinta.
Falla porque
mueren, una y otra vez, niños, y eso no queda muy bien en pantalla si queremos
llenar los cines de adolescentes. Así que Ross recurre de manera torpe a la
cámara al hombro para que la pantalla se mueva y se emborrone, restándole dramatismo
y seriedad al film. Nada que ver con los recursos poéticos que utiliza
Spielberg en ‘War horse’ para que todas las muertes ocurran fuera de plano… al
margen de que eso es lo que ocurre porque en esos momentos no está presente el
protagonista del film, el caballo.
‘Los juegos del hambre’
acaba incluso pecando de aburrimiento, con la mitad del metraje esperando a que
empiecen los Juegos y el resto mostrando el enfrentamiento entre los 24, sin
trasladar en ningún momento (vale, hay uno) la brutalidad de que la gente se
divierta viendo a niños matarse entre sí… hasta un desenlace cerrado que solo
hace esperar que esto haya sido el primer acto, el prólogo, y que la cosa se
ponga mucho más interesante en el segundo capítulo de la trilogía, ‘En llamas’.
De lo contrario, estaremos ante un nuevo bluff. Por cierto, ya queda claro qué
significa el título de la segunda entrega.
A pesar de todo, la
película no se hace larga aunque dura dos horas y cuarto, y se sigue con cierto
interés. Algo que se debe, única y exclusivamente, al extraordinario trabajo de
su protagonista, Jennifer Lawrence, que se echa todo el film a sus espaldas y
lo sostiene de manera admirable, aportándole intensidad a cada escena, algo en
lo que naufraga Ross una y otra vez.
En cuanto al resto del
reparto, tenemos el mismo problema que la película. El mejor caso es el del
personaje de Woody Harrelson, del que estamos todo el tiempo esperando que
confiese que se ha convertido en una esponja humana, un borracho sin remedio,
por el trauma de haber tenido que matar a otros niños para ganar los Juegos.
Una escena que nunca llega, restando profundidad a su personaje y fiándolo al
buen hacer del actor, que sí le aporta ese carisma que falta en el guión. Lo
mismo puede decirse del estilista, que se salva porque ahí está Lenny Kravitz,
y mientras Stanley Tucci se luce como presentador de los Juegos, el otro
presentador, Toby Jones, casi ni sale, y Wes Bentley, como el director del
programa, apenas es una excusa para las eficaces intervenciones de Sutherland.
Al final lo que podía
haber sido una gran película se queda en espectáculo tirando a aburrido y desde
luego instrascendente. ¿Cuál será el argumento de la secuela? Esa será la
clave, aunque las prisas que está dando la productora para seguir explotando este
filón comercial no presagian nada bueno. Ross se ha descartado por ello mismo,
así que habrá que ver quien se pone a los mandos. Al menos seguirá Jennifer
Lawrence…
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