Antes
de que apareciera Adele, Duffy fue la única capaz de plantarle cara a AmyWinehouse y discutirle su reinado, sobre todo a raíz de lograr un hitazo como Mercy. Hay que reconocer que su debut, Rockferry, es una delicia, aunque no
llega a las cotas de magia pura de sus dos rivales, y es que, por decirlo de
algún modo, en comparación con ellas, Duffy es más una estrella de andar por
casa, sin que ello suponga restarle ningún mérito.
Duffy
no tiene el chorro de voz de Adele ni aborda unas canciones tan poderosas, pero
os encantará si adoráis el soul norteamericano de los 50, al que remite cada uno
de sus temas, con un sonido propio muy definido, marcado por su voz de
caramelo.
En
Rockferry sobresale Mercy, el tema más potente del disco,
muy movido para lo que es habitual en la cantante, que muestra aquí un carácter
que cuesta más encontrar en otros temas más suaves. Carácter que también
encontramos en la soberbia Stepping
Stone o en esa preciosa balada que es I’m
scared.
Tampoco
hay que perder de vista el tema que da título al disco, Rockferry, nostálgico y evocador, o el impecable cierre del mismo,
la espectacular Distant dreamer. Sin
olvidar canciones como Warwick Avenue
o la juguetona Serious, en todos los
cuales se luce la galesa.
Rockferry
también tuvo su versión deluxe, con nada
menos que siete temas más. Aquí encontramos a una Duffy más bailable, como en
la soberbia Rain on your parade o Stop, pero también a su versión más
dulce, con la breve pero preciosa Oh boy
y una de sus mejores canciones, Breaking
my own heart.
Puede
que Duffy haya quedado a la sombra de Amy Winehouse y Adele, que, realmente,
parecen jugar en otra liga. Pero pasando de comparaciones, la galesa es una de
las últimas joyas de la música inglesa y su disco debut se disfruta en cada
escucha.
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