martes, 21 de agosto de 2012

Prometheus: Bicho, bicho, truño, truño (o cómo Ridley Scott firma el peor capítulo de Alien)



Pues sí, y ya puestos, el peor, de lejos, blockbuster de este verano, incluso superando la infame Blancanieves de la Crepusculita, que al menos en el cine se dejaba ver con cierta gracia. Scott, eso sí hay que reconocérselo, ha sabido vendernos la burra y se la hemos comprado. Lo que ya está más complicado es que se la volvamos a comprar, porque ya está confirmada la secuela, y queda muy claro cuál será su argumento una vez visto el final de Prometheus. Porque aquí, de lo que se trata, es de seguir exprimiendo el filón del bicharraco especial.

Para ello durante un par de años, desde que se empezó a hablar del proyecto, han sido constantes los rumores sobre esta película, con los que han ido acrecentando el interés de los fans de la saga. Esa labor la han hecho de lujo, y desde luego, quienes han estado involucrados en el film no se puede decir que hayan sido modestos. El propio Scott llegó a afirmar que “los fans incondicionales reconocerán ciertos elementos del ADN de Alien, pero las ideas abordadas en este filme son absolutamente únicas, provocadoras y de muy largo alcance”.

Uno de los guionistas, John Spaihts, aseguró que “lo más difícil a la hora de escribir este relato fue que no había ningún antecdente, había que inventar absolutamente todo”. Y como remate, el otro guionista, Damon Lindelof (atentos, porque hablamos de una de las mentes detrás de Perdidos) decía que “el original enfoque que Ridley da a la película es audaz, visceral y, confiamos, lo último que alguien podría esperar”.

Efectivamente, en eso confiábamos, así que la decepción es mayúscula. Porque Prometheus es serie B, de la mala, con un presupuesto y reparto de lujo, pero sin una sola idea original que no hubiéramos visto ya en la primera, e infinitamente superior, Alien. Prometheus es un absoluto despropósito que te hace indignarte por haber tenido que soltar 7 euros en taquilla (ya ni hablamos de si se os ha ocurrido verla en 3D).

Scott y sus guionistas han procurado un envoltorio sesudo a lo que no es más que un vulgar intento por estirar el filón de Alien con lo que parece una historia que no tiene nada que ver con el bicho. Algo que no hay quien se lo crea. Dado el final (que no vamos a desvelar… todavía), podían haberlo titulado Alien Begins, pero así no hubiera pasado por taquilla nadie ajeno a la saga, solo los fans de toda la vida.

Asi que nos inventamos una trama en la que unos arqueólogos muy bien financiados viajan hasta lo que creen el planeta de los dioses-alienígenas que crearon al ser humano. Tema de enjundia, pero que apenas se explora a fondo. Porque una vez en el planeta la estructura de la película es de risa: visita a las ruinas alienígenas-regreso a la nave-segunda visita a las ruinas-vuelta a la nave-tercera visita a las ruinas. No, muchos escenarios no había, desde luego.

Por supuesto aparecerá un bicho que se los comerá a todos, o casi, lo que me suena de algo, aunque no se trate exactamente del bicho habitual. Casquería a mansalva, y de la manera más cutre, mientras la historia se va convirtiendo a velocidad de vértigo en un despropósito monumental, donde no se salva nadie.

Bueno, sí, Noomi Rapace, la Ripley para los nuevos tiempos, capaz de marcarse una césarea a lo vivo, al grito de “¡Sácamelo, sácamelo!”. Secuencia tan impactante como risible, y no es la única, porque miedo no pasé, pero descojonarme, me descojoné a gusto durante todo el metraje.

Y lo siguiente no son spoilers, porque:
¿Nadie se imaginaba que los dos que se quedan en las ruinas iban a palmarla? ¿A quién se le ocurre decirle al bicho ‘Ven, bonita, ven’? ¿No habían visto las anteriores películas de la saga?
¿Nadie se imaginaba que el personaje de Charlize Theron, a la que por lo visto le duraba el semblante avinagrado de la madrastra de Blancanieves, era la hija o mujer del vejete que financia el viaje?
¿Nadie se imaginaba que las famosas ruinas no eran sino una nave (vaya, como cierta isla).

Desde luego la mano de Lindelof se nota a base de bien, porque las incongruencias y las preguntas sin respuesta son la tónica dominante en este film. Por cierto, a Lindelof no lo esperéis en la secuela, que parece que está ‘muy ocupado’… Algunos ejemplos: si nuestro querido alien no aparece hasta el desenlace (uy, se me ha escapado, pero en el fondo da igual), ¿cómo es que en la nave hay una estatua suya? ¿Qué son las lombrices? ¿Por qué el bicho solo emite latidos una vez cada hora? ¿Qué leches pasó en la nave? ¿Por qué hay más naves? ¿Cómo reaparece el primero que la palma? Y así hasta el infinito. Claro, que para eso estará la secuela, o un par de ellas puestos a seguir exprimiendo, hasta el infinito.

Por lo demás, además de a los humanos buscando a sus padres, tenemos también a un robot buscando, más bien joder, a sus padres los humanos, y a una hija buscando el respeto de su padre. Esta última línea argumental tan solo se apunta, con lo que podía haber dado de sí, y en cuanto al robot, pues bueno, como aprendimos en 2001, y por ahí siguió el Alien original, si en las novelas victorianas el asesino es el mayordomo, en las pelis de terror galáctico el malo siempre es el robot, aunque se peine a lo Lawrence de Arabia. Lo que no quita para que Michael Fassbender sea lo único que se salva, medianamente, de la quema, junto a la Rapace.

Repito, ideas originales, ni una. Refrito y más refrito de la saga alien, en un ‘quiero y no quiero’ hacer una precuela, revistiéndola de ínfulas pseudointelectuales. Un insulto a los fans de la saga, la más floja de toda la serie, carente de la aventura, humor y terror de Alien: Resurrección, por ejemplo, que sí tenía además un gran momento dramático: aquel en el que Ripley se encontraba cara a cara con los horrores creados por los científicos en su intento por resucitarla y traer de vuelta al bicho.

No hay nada en Prometheus que no se hubiese visto ya en la saga, desde el space jockey a los ‘huertos’ de aliens, aunque les hayan cambiado un poco la forma. El talento de Scott apenas se muestra en los apabullantes planos iniciales, de una belleza sobrecogedora, antes de que la película caiga en un cúmulo de lugares habituales y un aburrimiento sin límites.

El detalle: Lo del capitán negro (¿alguien esperaba que sobreviviera?) de la nave dispuesto a sacrificarlo todo para salvar a su mundo ya lo habíamos visto en Horizonte final. Allí era Laurence Fishburne, tan macho como siempre, y aquello sí era un gran film de casa encantada, solo que la casa era una nave. 

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