A punto de estrenarse la segunda temporada televisiva de ‘The walking dead’, vamos con el tercer arco argumental, ‘Seguridad tras los barrotes’, que abarca los números 13 al 18 del cómic original.
Y la verdad es que, sin desvelar nada, puedo garantizaros que si el primer año de la colección resultó duro, os parecerá un cuento de jardín de infancia comparado con lo que nos espera en la primera mitad del segundo. Cargada de violencia aún más extrema (pero de la buena, no la pirotécnica que asombra, sino la auténtica, la que te muestra que la violencia real es cualquier cosa menos divertida), esta nueva saga confirma que estamos ante una serie poco apta para estómagos sensibles, ya que abunda en escenas que te dejan con la moral por los suelos… y que imagino serán obviadas o rebajadas en la versión televisiva. El guionista, Robert Kirkman, parece empeñado en sacudir al lector con continuos puñetazos, y como muestra ahí queda el número 18, con una escalada sin freno al final de la cual queda un paisaje desolador y la evidencia de que esto no es un tebeo para niños.
A pesar de ello, la lectura de estos números vale la pena para ver cómo continúan tratando de sobrevivir y retomar sus vidas de la manera más ‘normal’ posible Rick y los demás, en un mundo devastado por los zombis. Todo arranca con la llegada a una cárcel que el grupo de supervivientes confía en convertir en su nuevo ‘hogar’. Como es de esperar, allí encontrarán un desafío tras otro y muchos acabarán arrepintiéndose de haber pensado en instalarse en dicho lugar. También descubrirán que a veces hay que temer más a los vivos que a los muertos vivientes, quienes por cierto, pierden mucho protagonismo en esta historia.
En la recta final de esta trama Kirkman introduce el debate sobre la pena de muerte y acaba imponiéndose el criterio de Rick para aplicarla como una de las primeras normas en el ‘nuevo mundo’ tras la epidemia zombi. Kirkman recurre aquí a un recurso muy fácil para que el lector se ponga de parte de Rick, ya que el asesino al que pretende ejecutar es tan depravado que su ejecución parece la única opción posible.
Por lo demás, gana protagonismo el personaje de Tyreese, con la resolución de la trama de su hija; reaparecen Hershel y su familia, y Kirkman sigue luciéndose con sensacionales ‘continuará’ al final de cada número. Inolvidable (por desgracia) el del número 15 (repito, abstenéos si sois de espíritu sensible) y su continuación en el arranque del 16. Por cierto que el 15 contiene también (y la elección es difícil) la mejor y más dura escena de la saga, en la que Rick ha de resolver un asunto pendiente que podemos calificar, como poco, de desagradable.
En cuanto al aspecto gráfico, Charles Adlard continúa realizando un trabajo notable, aunque personalmente sigue sin hacerme olvidar la extraordinaria labor de Tony Moore en los seis primeros números con su dibujo mucho más detallista.
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