Calidad. A menudo, sobre todo cuanto uno ha visto ya tantas películas, escuchado tantos discos o leído tantos libros (y aún así apenas ha llegado a una minúscula parte de todo lo filmado, cantado o publicado), uno se pregunta qué es realmente bueno, qué tiene calidad en mayúsculas. Uno se cuestiona, y más en tiempos de mediocridad generalizada, si lo que le parece bueno lo es de verdad, o si dentro de un par de años le seguirá pareciendo que vale la pena dedicarle unas horas.
Pero entonces llega esa película, ese libro, ese disco tan especial, y de pronto, sin sombra de duda, sabes que es bueno, sin matices, con total seguridad, de manera incuestionable: es bueno, y punto. Y eso es lo que pasa con el segundo trabajo de Adele, '21' (2011). Ya se sabe que, 'muerto el rey, viva el rey', así que no ha estado vacante demasiado tiempo el trono dejado por la malograda Amy Winehouse. Adele es otra blanca con voz de negra, que domina el soul y el blues como nadie. Ya empezó a darse a conocer en 2008 con su primer álbum, '19', pero ha sido el siguiente el que la ha convertido en toda una estrella.
Y no es para menos. Como dije al principio, '21' es lo que se dice, sin peros, una obra maestra. Del principio al final, Adele encadena una joya tras otra, temazo tras temazo (y además siendo coautora de la mayoría de ellos), de manera que se hace muy difícil elegir unos temas por encima de otros. La inglesa conquista al oyente por completo con una voz y un sonido que te hacen viajar al pasado, a las salas de fiesta de los 50, a una película de gangsters de Scorsese, a la época en la que importaba más la pureza de la música que el look del artista.
En mi caso, creo que prefiero a Adele en su versión más espectacular, cuando se suelta la melena y lanza todo su chorro de voz, en las celebérrimas 'Rolling in the deep' o 'Someone like you', imprescindibles (vamos, como el resto del disco) pero sobre todo 'Set fire to the rain', con ese estribillo que es una tremenda explosión de energía.
La cantante no se queda atrás cuando toca ser romántica. Ahí es capaz de entonar maravillas como 'Turning tables', 'He won't go' o 'Lovesong' (versión de The Cure), que te conmueven al tiempo que te dejan sin adjetivos a la hora de aplaudir el arte de esta mujer. '21' es igual a 11 piezas inolvidables, a las que en la versión extendida se le suman dos deliciosas miniaturas, entre las que sobresale especialmente la primera, 'If it hadn't been for love', desenchufada, casi a capella, y con Adele sonando más negra que nunca, puro blues.
Y encima, Adele parece una mujer de lo más normal, sin divismos ni excentricidades. Ojalá podamos seguir disfrutándola muchos años más.
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