Toca western, aunque un
tanto atípico. ‘El perdón’ (2000), dirigida por el británico MichaelWinterbottom, es una de las cintas con mayor presupuesto de este cineasta, que
adaptó para la ocasión ‘El alcalde de Casterbridge’, una novela de Thomas Hardy, el autor de
‘Tess’, trasladando la acción al oeste norteamericano, y concretamente a un
punto clave de su historia. Si en ‘Sin piedad’ era la creación de un nuevo
estado, aquí es la llegada del ferrocarril, o lo que es lo mismo, la
civilización. En ambos casos, los cambios ponen en peligro la posición de los
primeros pioneros del far west,
quienes se habían convertido en algo similar a reyes, dominando pequeñas poblaciones a su antojo, sin más ley que su voluntad.
En el caso que nos
ocupa, no solo el ferrocarril pone en peligro al personaje interpretado por
Peter Mullan con su habitual sobriedad, sino especialmente la llegada al pueblo
de dos mujeres relacionadas con su pasado, que desencadenarán una serie de
acontecimientos de final imprevisible. Aquí, la cuestión reside en si puede
haber perdón o qué castigo merece el acto de traición más vil que cabe
imaginar.
Por cierto que el
título original y sus traducciones dan para bastante. El original es ‘The
claim’, es decir, ‘La demanda’, la reclamación por aquel hecho innombrable. En
cambio, en España se decidieron por ese perdón que a su vez pide el protagonista,
en tanto que los franceses también apostaron por esa ‘Redención’ que
¿alcanzará? Mullan, mientras que en los USA prefirieron el sonoro título de
‘Kingdom Come’, que es el nombre del
pueblo donde transcurre la acción, y cuyo significado es ‘La venida del Reino’,
hablando en términos teológicos.
La película, más drama
que western, no olvida la épica, presente sobre todo en los escenarios helados (al director se le congelaron las orejas durante el rodaje) que rodean Kingdom Come y las expediciones de los operarios del ferrocarril,
además del apocalíptico desenlace. También destaca la banda sonora de MichaelNyman, muy en la línea de ‘El piano’, menos omnipresente eso sí, y acaparando
la atención precisamente en esas escenas de exteriores.
Para dar la réplica a
Mullan como el ingeniero del ferrocarril tenemos a un Wes Bentley que acababa
de saltar al estrellato gracias a ‘American beauty’, y a ello le sumamos un
trío de ases femenino: Nastassja Kinski (la 'Tess' de Polanski), Sarah Polley y Milla Jovovich en un
papel que inicialmente era para Madonna y en el que (no sé si con su voz
original) canta un par de temas en portugués, que completan la excelente banda
sonora. Por cierto que, visto lo visto, creo que salimos ganando con el cambio y esta mujer a la que se le da tan bien matar zombies firma aquí una de sus mejores interpretaciones, con un personaje más que interesante.
A medio camino entre Clint Eastwood y Lars von Trier, la estética fría del
film y su ritmo pausado tal vez le restan algo de fuerza, pero la propuesta es
más que interesante y al final queda clara su moraleja: hay que saber elegir el
amor ante la tentación de la codicia. De lo mejorcito el plano final, en el que
la cámara también se queda con quienes anteponen su amor a todo lo demás,
después de mostrarnos como hay quien nunca aprende y solo piensa en el dinero.
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