Al igual que ocurriera, por ejemplo, con la séptima temporada de 24,
Anatomía de Grey ha perdido una gran oportunidad para cerrar la serie en su
octava entrega, tras haber explotado personajes y situaciones más allá de lo
conveniente. Ocho temporadas en las que se han narrado los cinco años de
aprendizaje en el hospital Seattle Grace de los protagonistas. Un periodo que culmina en esta temporada con los exámenes
finales que han de pasar los futuros cirujanos (capítulo 22) y con la marcha de
todos ellos a distintos hospitales de Estados Unidos. Era, pues, la ocasión
perfecta para despedir una serie que marcó época en sus primeras temporadas,
con su explosiva combinación de cirugía y sexo. Pero habrá temporada 9, lo
cual, a estas alturas, parece bastante innecesario.
En las últimas temporadas, como ocurriera con el otro gran drama médico de
los últimos tiempos, Urgencias, Anatomía de Grey ha ido perdiendo chispa. Han
desaparecido personajes claves como George o Izzie, a los que no han hecho olvidar ni de lejos sus sustitutos, Avery y Kepner; hay personajes que ya se
han emparejado con todo el mundo, y la relación entre Meredith y Shepherd
parece más que explotada. Peor aún, la serie ha multiplicado en los últimos
tiempos los toques de comedia, que no le hacen ningún bien. Así ha quedado patente en esta octava entrega, que solo ha recordado a los
mejores momentos de temporadas precedentes cuando se ha puesto dramática 100%.
Ahí es donde siempre ha dado lo mejor de sí.
La temporada arranca con las consecuencias de lo ocurrido en el desenlace
de la anterior, lo que entre otras cosas llevará a que tengamos nuevo jefe de
cirugía, con el jefe Webber pasando a un discreto plano, en el que alternará momentos
brillantes con otros demasiado surrealistas. Lo mejor: la trama del alzheimer
de su esposa, que tras ponerse en marcha en la temporada anterior será
explotada a conciencia en estos capítulos, mostrando la enfermedad en toda su
crudeza.
Por supuesto Meredith también tendrá que afrontar lo ocurrido, lo que
supondrá un nuevo cambio en su relación con Derek, aunque la clave de la
primera mitad de la temporada será la problemática adopción de Shola. Y si Meredith quiere tener descendencia, Cristina no quiere ni oír hablar, así
que su decisión de abortar chocará con los deseos de Hunt, en una relación que
se convertirá en un infierno… aunque acabará por cansar bastante.
Una clara muestra del bajón de la serie es el elevado número de personajes con los que los guionistas ya no parecen saber qué hacer y que pierden protagonismo a marchas forzadas. Para empezar, la pareja formada por Callie y Arizona, que prácticamente le robó el protagonismo a los personajes principales en la temporada anterior, y que aquí va a pintar bastante poco. En cuanto al tercer vértice de dicho triángulo, Mark Sloan, es uno de los más perjudicados por el creciente tono cómico de la serie en sus escenas con Avery, al que toma como discípulo en otra relación de tintes ridículos.
Y hablando de triángulos, tenemos el de Sloan, Avery y Lexi, sin demasiado
interés, y con esta última casi ausente de la primera parte de la temporada,
pasando por sus peores momentos como personaje, mientras Carew sigue en su
línea, alternando su fachada dura con momentos tiernos (atención a la trama del parto prematuro, de lo mejorcito de la temporada), e incluso Miranda se
pierde en triángulos amorosos.
Pero para personaje echado a perder el de April Kepner, que pasa de un buen
inicio, en el que se aprovecha su nueva condición de jefa de residentes, a
convertirse en poco más que un chiste, hasta los capítulos finales, donde se
apuntan por donde van a ir los tiros en la siguiente temporada. Ojo, por
cierto, a su cambio de imagen, con una melena pelirroja espectacular.
Mención aparte para Debbie Allen, la mítica profesora de Fama, que se incorpora como
invitada especial, interpretando a la madre de Avery, como otro de los puntos
fuertes de esta temporada, y para el capítulo 13, la curiosidad de esta
temporada. Si en la anterior tuvimos un musical, aquí van de realidades
alternativas, jugando a mostrar cómo hubieran sido las cosas si, para empezar,
la madre de Meredith no hubiera tenido alzheimer y se hubiera casado con Webber. Versiones alternativas de todos los personajes (atención a Lexi y a
Carew)… para un mismo final.
Una octava entrega que, por lo demás, tiene como imprescindibles los
capítulos 9 y 10. El 8 sirve como preludio, con el regreso de la madre de
George, que sirve para rememorar con nostalgia tiempos mejores, antes de una
larga y dramática noche que lo cambiará todo. Ah, y no nos olvidemos del episodio 20, La chica sin nombre, con la traumática historia de una joven que ha pasado años secuestrada. Ya se sabe, la realidad siempre supera a la ficción.
Aunque para cambios los que se avecinan en la novena temporada, y es que el
último capítulo de la octava ya anuncia varias bajas tras un nuevo cataclismo
absolutamente imprevisto y un 'continuará' brutal, a diferencia de las últimas temporadas, que habían terminado de manera bastante cerrada. Como ocurriera en Urgencias, toca renovar el reparto. Veremos si aciertan.
El detalle: Hasta en la banda sonora se nota el agotamiento de la serie. Si en las primeras temporadas Anatomía de Grey destacó por las canciones que subrayaban magistralmente los momentos más intensos, al tiempo que nos descubría a toda una serie de artistas de gran nivel (ey, incluso tengo los recopilatorios de las dos primeras temporadas), el repertorio musical ha ido perdiendo entidad hasta volverse de lo más banal. Y si en la séptima temporada el episodio musical recurrió a los grandes temas de aquellos primeros años, desde el emotivo Chasing Cars de Snow Patrol al imprescindible How to save a life de The Fray, pasando por el juguetón Ruby Blue de Roisin Murphy, en esta octava entrega vuelven a recurrir a dichas canciones cuando se ponen nostálgicos o llegan los grandes momentos de verdad.
El detalle: Hasta en la banda sonora se nota el agotamiento de la serie. Si en las primeras temporadas Anatomía de Grey destacó por las canciones que subrayaban magistralmente los momentos más intensos, al tiempo que nos descubría a toda una serie de artistas de gran nivel (ey, incluso tengo los recopilatorios de las dos primeras temporadas), el repertorio musical ha ido perdiendo entidad hasta volverse de lo más banal. Y si en la séptima temporada el episodio musical recurrió a los grandes temas de aquellos primeros años, desde el emotivo Chasing Cars de Snow Patrol al imprescindible How to save a life de The Fray, pasando por el juguetón Ruby Blue de Roisin Murphy, en esta octava entrega vuelven a recurrir a dichas canciones cuando se ponen nostálgicos o llegan los grandes momentos de verdad.
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