‘No
trates de convertirme en un héroe, no me va’
‘Ey,
al menos conseguí salir en la tele’
Rick Santoro
Corrección.
‘Misión: Imposible’ (1996) no ha sido la
última obra mayor, hasta ahora, de Brian de Palma. Entre esta y ‘Misión a Marte’ (2000) el director
italoamericano nos dejó una pequeña joya que ha resistido muy bien los 14 años
que han pasado desde entonces, ‘Snake
eyes’ (1998). El título hace referencia a la jugada en la que la banca gana, y es
que toda la película transcurre en el interior de un casino.
‘Snake eyes’
es una perfecta pieza de relojería en la que todo funciona a la perfección,
nada que ver con ‘La dalia negra’.
El film es comedido en su ambición y se pone unos límites muy claros, porque
como si del teatro clásico se tratara, tenemos unidad de tiempo, espacio y
acción. La película dura una hora y media, que es, prácticamente, el tiempo que
transcurre en la ficción entre su inicio y su final, una hora y media para
esclarecer un crimen. Como espacio, el casino en el que se ha cometido el
asesinato, y la investigación del mismo como única trama.
‘Snake eyes’ también
es el producto de un momento en el que sus principales implicados estaban en estado
de gracia. De Palma acababa de lograr su mayor taquillazo con la película
protagonizada por Cruise, así que tenía carta blanca para hacer lo que
quisiera. Al guión, de nuevo David Koepp, el mismo autor del libreto de ‘Misión: Impossible’. Como protagonista,
un Nicolas Cage que acababa de recibir el Oscar por ‘Leaving Las Vegas’, y como secundario principal, Gary Sinise, que había
sido nominado al Oscar al mejor actor secundario por su papel de teniente Dan
en ‘Forrest Gump’. Junto a ellos,
una Carla Gugino de 26 años que empezaba a darse a conocer y aún no había
rodado ninguna de las cuatro entregas de ‘Spy
kids’. Incluso De Palma se permite el lujo de contar con Ryuichi Sakamoto
para la partitura, y aunque no se encuentra entre las mejores del autor de ‘El último emperador’ o ‘Feliz Navidad, Mr. Lawrence’, sí se
nota su impronta en el tema principal.
La
trama arranca con un asesinato durante un combate de boxeo en un casino, en
medio de una tormenta que va convirtiéndose poco a poco en huracán. El asesino
es ejecutado de inmediato por uno de los guardaespaldas de la víctima, que se
culpa por no haber impedido el crimen. Su mejor amigo, Rick Santoro,
encarnado por Cage, es detective en la zona y le convence para asumir la
investigación durante la hora y media
que tardarán en llegar los federales, para probar que actuó en legítima defensa
y que no tuvo ninguna culpa en el crimen, que es un héroe. Pero pronto
descubrirán que hay una conspiración detrás de lo ocurrido, que incluye un combate de boxeo amañado, y la clave de todo es
Julia, una joven que hablaba con la víctima en el momento del asesinato.
El
personaje de Santoro es un bombón para Cage, presentado en el arranque como un vividor
egoísta que solo mira por su beneficio, que engaña a su mujer con una amante y que
es, o pretende ser, una especie de celebridad local, e incluso sueña con llegar
a alcalde. La primera sorpresa será que con la pinta de inútil que tiene será
capaz de atar todos los cabos. Y entonces viene lo mejor, cuando se enfrenta al
dilema de sacar tajada como siempre… o
hacer lo correcto por una vez.
Si
en mi análisis de ‘La dalia negra’
ya comentaba que en dicho film apenas se apreciaban las características como
autor de De Palma, en ‘Snake eyes’
las encontramos en cada plano. Para empezar, la película arranca con un
portentoso plano secuencia de unos 10 minutos, que fue lo más alabado por la
crítica en su momento, en el cual seguimos a Santoro desde el exterior
del casino hasta que se sienta frente al ring. Un plano secuencia que nos
recuerda sobre todo al que realizó Martin Scorsese en ‘Uno de los nuestros’.
El
plano secuencia se encadena con la escena del asesinato, a la que hay que estar
atento, ya que como dice el slogan del film: 'Cree cualquier cosa menos lo que veas'. Así que durante la investigación reviviremos esa escena una y otra vez, desde
múltiples puntos de vista, hasta reconstruir lo ocurrido como si de un puzle se
tratara, en el que todas las piezas encajan a la perfección gracias a la
habilidad de Koepp y De Palma, que lo han planificado todo al milímetro.
El
director, que imprime un ritmo trepidante a la cinta, no deja de probar además nuevas
soluciones visuales, como la escena en la que nos da una visión aérea de las
habitaciones de una planta del hotel, cuando nos muestra la miopía de Julia
tras perder sus gafas, o en la escena final con la tormenta.
De
Palma también muestra una vez más su condición de heredero de Hitchcock, cuando desvela
quien es el asesino ante los ojos del espectador pero no del protagonista, y
presenta a un inocente a quien persiguen por el casino alguien que quiere
matarlo y alguien que quiere salvarlo, creando el mayor suspense.
Y
en medio de todo, Cage se luce con un personaje que le permite sobreactuar todo
lo que quiere, en una de las composiciones más sólidas de su mejor época (que
fue muy breve, por cierto).
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