domingo, 1 de julio de 2012

...y la vida sigue en el Seattle Grace



Y después del cierre de House, nueva ración de serial médico norteamericano. Con ‘Anatomía de Grey’ voy más retrasado (‘gran idea’ la de Cuatro, de pasar la serie a Divinity…), así que toca la séptima temporada, en la que, como ocurre con tantas series, prosigue la lenta decadencia de las desventuras amorosas en el Seattle Grace.

La temporada arranca con las consecuencias del tiroteo que cerró la sexta entrega, y que en el caso de Cristina, se prolongarán hasta mediada esta nueva tanda de episodios. Para qué negarlo, como ocurriera con Urgencias o la propia House, aquí también se ha perdido la frescura y esa necesidad imperiosa de ver cada capítulo. La calidad sigue ahí, pero a mucha menor altura.

Una de las causas de ello es la marcha de los, al menos para mí, mejores personajes de la serie: George O’Mailey, primero, e Izzie, después. Para sustituirlos, más o menos, tenemos a los supervivientes de la fusión con el Mercy West, Jackson y Kepner, que están muy lejos de aquellos, sobre todo el primero, que sigue con su función de guaperas, iniciando un romance con la menor de los Grey, que solo parece justificarse porque los dos son muy monos.

Otra cosa es April Kepner, que, al margen de la sorpresa personal con la que cerrará la temporada, va ganando cada vez más peso y cayéndome cada vez mejor. De hecho, casi acaba siendo el único personaje carente de lado antipático.

En cuanto a nuevas incorporaciones, tenemos a Peter MacNicol, tras su pase por ‘Ally McBeal’, ‘Numbers’ o ‘24’, aquí, precisamente, en su versión más antipática, y también a la espectacular Rachael Taylor, que aparece mediada la temporada como nueva tentación de Carew (personaje con el que parece que los guionistas ya no saben qué hacer) pero tendrá un paso fugaz por la serie, ya que se convirtió en una de las nuevas (y breves) Ángeles de Charlie.

También tenemos un nuevo (y divertido) interés amoroso para Bailey, tal vez el personaje que ha perdido mayor interés, por no decir todo, y eso que era uno de mis favoritos. En cuanto a Meredith y su marido, todo gira en torno a su obsesión por ser padres, después de que ella perdiera el niño que esperaba en el tiroteo, y el ensayo clínico de Derek para combatir el alzheimer… que traerá mucha cola, sobre todo cuando descubran que la mujer del jefe padece esta enfermedad. Ojo a la secuencia del capítulo 19, en la que Adele confunde a Meredith con su madre y le pide que deje a su marido: escalofriante.

Con todo, diría que los auténticos protagonistas de esta temporada son la pareja lésbica formada por Torres y Arizona, que vivirá una auténtica montaña rusa emocional, con Sloan como tercer elemento de conflicto y finalmente componente de un nuevo modelo de familia nada tradicional, que reivindica la serie.

Pero el tono general de la serie se pasa de cómico en demasiados momentos, y el romanticismo cae a veces también en lo ridículo. Y no lo digo por la trama entre la doctora Altman y su nuevo marido-paciente, que es una de mis favoritas en esta temporada, aunque no va a pasar a la historia de la serie.

A pesar de todo, hay momentos en los que la serie vuelve a ser la que fue, la que cada año era para mí la mejor de todas las que veía. Aquí la primera vez es en el capítulo 11, donde el Seattle Grace, apenas recuperado del tiroteo, tiene que atender a los pacientes de otro hospital tiroteado. Para Cristina, este capítulo supondrá el cierre de la trama que ha vivido hasta ese momento… y la pérdida de interés de su personaje. También volverá a plantearse la eterna pregunta: ¿salvarías a alguien que acaba de cometer una masacre? Y la respuesta, tal vez sea la mejor que se haya dado nunca.

El siguiente ‘do de pecho’ llega en el capítulo 18, centrado en la operación a vida o muerte de uno de los protagonistas, convertido en un musical. No es nada nuevo, ya lo hemos visto, por ejemplo, en Buffy, cazavampiros o House, pero la mayor parte del reparto se luce (ojo a Torres, espectacular) repasando las canciones más míticas de la banda sonora de la serie, desde Chasing Cars a la imprescindible How to safe a life.

A continuación vendrá un episodio, modelo de condensación, en el que transcurre un periodo de tres meses, y tras una boda, el penúltimo capítulo de la temporada actúa de prólogo al 22 y último, en el que se quedan muy lejos del interés del año anterior (bien es cierto que lo tenían muy, muy difícil), pero desde luego crean expectación de cara a la octava temporada. Un último capítulo, oscuro y dramático como pocos, en el que todas (o casi) las parejas saltan por los aires, y otro gran hallazgo nos devuelve a la mejor Anatomía de Grey: ¿qué ocurre cuando en lugar de llegar una avalancha de heridos (eso lo hemos visto mil veces, y la última en el capítulo 11 de esta temporada), no llega ninguno porque no hay supervivientes. ¿Cómo se les dice eso a los familiares? Ahí, la serie vuelve a dar lo mejor de sí.

Muchas incógnitas de cara a la octava temporada, aunque tal vez sería mejor tomar nota de House, e ir cerrando el Seattle Grace, antes de que sus tramas resulten totalmente irrelevante. De momento, habrá novena temporada, y posiblemente décima.

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