A
punto de estrenarse el cierre de la fastuosa trilogía que Christopher Nolan ha
dedicado al hombre murciélago, toca repasar la apertura de esta nueva revisión
de las aventuras de Bruce Wayne. El director, que entonces solo había rodado
dos cintas, la original ‘Memento’ y la incomprendida ‘Insomnio’, apostó por
algo que no se había hecho en las cuatro películas anteriores, las apreciables
de Burton y los despropósitos de Schumacher: contarnos el origen de Batman.
No,
no hablamos de la muerte de sus padres (¿queda alguien que no sepa lo que es el
‘callejón del crimen’?), sino de CÓMO Bruce Wayne se convierte en Batman. Para
ello tomó prestados numerosos elementos de la que sigue siendo la mejor versión
de su origen en el cómic, el ‘Año uno’ de Miller (cuando el guionista-dibujante
estaba en su mejor momento), optando por tanto por un enfoque realista. Eso
significa que tenemos a mafiosos como Falcone que gobiernan Gotham a su antojo,
pero habrá más enemigos, como comentaremos después.
Nolan,
al menos aquí, sigue la famosa pauta de dividir la acción en tres partes de
igual duración. En la primera de ella, durante 40’, aborda las motivaciones de
Wayne, por qué hace lo que hace, explicado en 3 flashbacks: el primero, para
mostrarnos al niño que teme a los murciélagos, y ya de paso, para meter el
elemento romance, no demasiado habitual en Batman (Superman tiene a Lois Lane,
pero Wayne no ha tenido un amor similar y es más bien solitario), con una amiga
de su niñez; el segundo, para abordar la muerte de sus padres, y el tercero, para mostrar cómo es asesinado el hombre que mató a sus padres.
El
director, autor también del guión junto a David S. Goyer, es muy listo, y sabe
que en una película como ésta no puede aburrir al espectador, así que alterna
esta parte dramática y poco superheroica con el entrenamiento que sigue Wayne a
las órdenes de la Liga de las Sombras de Ra’s Al Ghul. Así, Nolan, que no nos
mostrará a Wayne vestido de Batman hasta la mitad del film, sorprende al
público mayoritario haciendo que el protagonista luche con ninjas espada en
mano, además de enviarle a unas montañas heladas, muy lejos de Gotham.
El
segundo tercio del film nos muestra a Wayne de vuelta a Gotham, aplicando todo
lo aprendido para convertirse en Batman. Nolan piensa en todo: cada elemento
del traje de Batman tiene una justificación; vemos a Wayne saltando por los
tejados, tropezando y cayendo, dándose cuenta de que tiene mucho que aprender;
busca a aliados como el policía Gordon (a quien Nolan convierte en el hombre
que se ocupó del caso de los padres del muchacho); Wayne se forja su fachada de
playboy millonario que solo vive para divertirse y que pasa de los negocios
familiares; se reencuentra con su amor de juventud, convertida ahora en
ayudante del fiscal… e incluso tenemos un nuevo enemigo.
Porque
uno de los aspectos que más interesan a Nolan en este film es el miedo, cómo
Batman utiliza el miedo para lograr sus fines. Y ahí entra el Espantapájaros,
que siempre ha tenido el potencial para ser el archienemigo de Batman, ya que
su ‘poder’ es el mismo de este: causar terror. Y
para rematar la faena, se abre el misterio sobre el enigmático jefe del
Espantapájaros, de quien no sabemos ni su identidad ni sus objetivos.
Así
entramos en el último tercio, que transcurre en el cumpleaños de Wayne, con
este enfrentado a todos sus enemigos, con la vida de la chica en juego y toda
la ciudad en peligro. A Nolan le va la épica y aquí va a por todas, aunque el
final tal vez sea demasiado estruendoso. Ah,
y hay un bat-coche, nada que ver con la elegancia de la versión de Burton. Aquí
se apuesta por el estilo de otra obra de Miller, ‘El regreso del Caballero
Nocturno’, la mejor versión crepuscular del hombre murciélago, con un vehículo
que es más un tanque que otra cosa.
Nolan
mueve los hilos a la perfección. Como guionista, teje una historia que nos
cuenta el origen del personaje y explora sus motivaciones como no se ha hecho
con ningún otro superhéroe, al tiempo que monta una historia a escala épica,
llena de tiroteos, duelos a espada, artes marciales, investigación
detectivesca, persecuciones de coches y una gran traca final. Como director,
sabe rodarlo todo a la perfección, tanto las escenas de acción (y no, no todos
saben hacerlo, y si no, ved ‘Quantum of solace’, por ejemplo) como las más
intimistas, ayudado por una banda sonora de lujo.
El
director es un admirador confeso de los films de Bond, por cierto, y eso se
nota en varios aspectos, como el hecho de que lleve a Wayne a lugares distintos
de Gotham, o con el personaje de Lucius Fox, que parece el Q de Bond, el que le
proporciona los gadgets y los coches.
Pero
lo que más se le agradece a Nolan es su gusto por los super-repartos, y aún nos
quedamos cortos. Que escena tras escena desfilen por la pantalla Michael Caine
(como el Alfred más humano que hayamos visto), Gary Oldman (el comisario
Gordon), Morgan Freeman (Lucius Fox), Rutger Hauer (el replicante de ‘Blade
runner’, convertido aquí en el presidente de Industrias Wayne y clave del
argumento empresarial del film), Liam Neeson (magistral como el mentor de
Wayne, antes de echar a perder su carrera), Tom Wilkinson (impecable como el
mafioso Falcone) o Cillian Murphy (inquietante como el doctor Crane, alias
Espantapájaros) es un auténtico lujo.
Y
junto a todos ellos Christian Bale, echándose a la espalda buena parte de la
película, convertido en el mejor Bruce Wayne fílmico, dando veracidad a todos
los matices del personaje: playboy descarado, joven que ansía vengar a sus
padres, enamorado, luchador, detective… Nolan sabía que en esta película
veríamos más a Wayne que a una máscara y necesitaba a un actor que pudiera
representar la etapa joven del personaje. Ahí apostó por Bale, y le salió
redondo.
Puestos
a poner pegas, igual hay algunas, como lo desaprovechado que está Ken Watanabe.
Otra cosa es la vuelta de tuerca que le da al personaje de Ra’s Al Ghul. Como
fan del personaje que soy, no es la que más me hubiera gustado, pero lo cierto
es que en el film funciona. También hay algunos momentos en los que se nota que
el presupuesto tenía las limitaciones propias de lo que no era una apuesta
segura, el relanzamiento de Batman, como sobre todo la destrucción de la
fortaleza de Ra’s o unos Barrens demasiado digitalizados. Incluso la parte
final tal vez resulta demasiado acelerada y sobrecargada. Pequeños defectos que
el director supo subsanar en su regreso al personaje, del que hablaremos en el próximo post.
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