Tristeza
y asombro. Esas son las sensaciones que provoca el visionado de This is it (2009), el film póstumo de Michael Jackson.
Tristeza.
¿Habéis deseado algo alguna vez con mucha fuerza? ¿Habéis trabajado al máximo,
durante meses o años para lograrlo? ¿Y habéis visto cómo en el último momento
todo se iba al traste? El ejemplo más reciente es el de Rafa Nadal, que no
podrá participar en los Juegos Olímpicos de Londres ni ser el abanderado
español por una lesión de última hora.
Imaginad
ahora que lo que siempre habéis deseado es bailar o tocar música junto al
artista vivo más grande de todos los tiempos, Michael Jackson. Que os han
elegido para actuar con él en su nueva gira, 50 conciertos. Que llevais
meses ensayando con Michael, dando forma al proyecto. Y que nada de eso va a
ser realidad, que nadie os verá bailando a su lado, porque Michael muere antes
del inicio de la gira.
Tristeza,
porque en lugar de poder asistir a la nueva gira del mayor artista de la
historia tenemos que conformarnos con el making of del concierto. Era la única
manera de que todo el trabajo y esfuerzo de músicos, cantantes, bailarines,
directores, etc., derrochado para que la gira This is it fuera una realidad llegase al público, aún en su versión
más primaria. Era, también, supongo, la única manera de recuperar el dinero
invertido en el show.
Y
ahí, mención especial para lo que habían preparado en las canciones que
propiciaron los dos mejores videoclips del cantante: Smooth Criminal y Thriller, of course. El primero, con un montaje en blanco y negro que quita
el aliento, con Michael compartiendo plano con la Rita Hayworth de Gilda, el mismísimo Humphrey Bogart y
hasta Edward G. Robinson. Y el segundo, con un minifilm zombie en 3D
apabullante y una araña gigante en el escenario… de la que sale el propio
Michael ya zombificado.
Atención
también a las imágenes rodadas para Earth
Song, dignas de Planeta Tierra; al
numerito que se montan mientras suena The
way you make me feel, o al momento Jackson Five, tan espectacular como
emotivo. Beat it sigue sin haber
perdido un ápice de fuerza, y Billie
Jean es, simplemente, Michael en estado puro.
Asombro.
Porque pese a la pinta de adefesio que tenía Michael Jackson en los últimos
tiempos (en realidad desde Bad,
aunque entonces no parecía importarle a nadie), delgado como un palillo, con
una figura desmadejada que parecía a punto de derrumbarse en cualquier momento,
cuando pisaba el escenario (y hablamos de ensayos), se transfiguraba como en
sus mejores momentos, de los que no parecía haber pasado un día.
This is it
nos recuerda que, hasta el día de su muerte, Michael seguía tocado por algo
divino: su voz continuaba siendo la de un ángel (ahí está I just can’t stop loving you para recordárnoslo) y cuando bailaba
se movía como el mismísimo diablo. Al margen de lo polémica que pudiera ser
su vida personal, en lo suyo, seguía siendo el mejor, el número uno absoluto. Y
en cuanto a lo otro, si uno se fija en el film, da la impresión de que
mentalmente seguía siendo el niño que nunca le dejaron ser.
So long, Michael.
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