En 2010 en FX y en 2022 en una Amazon que daba los primeros
pasos en las plataformas audiovisuales arrancaron sendas series que partían de la misma
premisa: un policía mata a un delincuente en acto de servicio. A partir de ahí, dos producciones diferentes,
pero ambas con sello propio.
La más antigua era Justified, cuyo título alude a que la
muerte del primer delincuente estaba justificada. Aquí sí hablamos realmente de
un policía de gatillo fácil, un tal Raylan Givens, que si bien vive en nuestros
días, viste como un cowboy y se comporta como tal, de ahí el subtítulo de la
serie, La ley de Raylan. A ello se suma el escenario, Kentucky, a donde es
enviado Raylan como castigo, esa América profunda de paletos que se acuestan
con sus primas, por acudir al cliché, que remacha el ambiente de western.
La otra serie, Bosch, está protagonizada por Harry Bosch, un policía de Homicidios en
Hollywood que vive en un lujoso ático con vistas increíbles. Más serio e
introspectivo, también es de los que van a la suya, aunque eso implique darle
un puñetazo a algún superior. Lo de llevarse mal con los jefes también se le da
bien a Raylan, que como Bosch tiene ciertos traumas relacionados con sus
progenitores, en su caso un padre al otro lado de la ley, en el de Bosch la
trágica muerte de su madre, de la que no desvelaremos más, unido a su posterior
paso por el orfanato. Vamos, que ninguno tuvo una infancia feliz, y a ello Bosch suma que tampoco se le da bien ser padre con una hija que vive en California.
Ambas series parten de unos cimientos sólidos en forma
literaria. Raylan es un personaje surgido de la pluma de Elmore Leonard, uno de
los mejores autores contemporáneos de novela negra norteamericana, a quien
podríamos emparentar por algunas de sus características con el estilo
Tarantino, de hecho el director adaptó una de sus novelas, Jackie Brown, en la
que me sigue pareciendo su película más redonda.
Bosch, a su vez, protagoniza una larga serie de novelas de
Michael Connelly, que al igual que Leonard figura como productor de su adaptación televisiva.
Y ambos personajes encontraron al actor perfecto para
encarnarlos. En el caso de Raylan, Timothy Oliphant, que acababa de ver
cancelada la magistral Deadwood y encontró la excusa para seguir poniéndose el
sombrero de vaquero, aunque su personaje aquí es más descarado y más imperfecto
que el insobornable sheriff de Deadwood.
Curiosamente, también procede de Deadwood –aunque esto se
puede decir de casi cualquier serie o película actual—el intérprete que da vida
a Bosch, Titus Welliver, que encontró por fin un papel protagonista en el que
brillar tras un sinfín de secundarios.
Entre las diferencias también encontramos que, mientras
Justified es un procedimental al uso, con una trama autoconclusiva en la
mayoría de episodios, además de la que da cohesión a toda la temporada y que es
la que tiene un mayor tono de western, Bosch cuenta con una sola trama lineal,
o mejo dicho, varias, ya que su primera temporada adapta hasta tres novelas:
Cementerio de huesos, Echo Park y Una rubia de hormigón, combinando sus tramas,
especialmente las de las dos primeras.
Por lo que respecta a la conclusión de sus primera tanda de
episodios, Justified cuenta con un final más épico y logrado, mientras que
Bosch comete, a mi modo de ver, el error de cerrar la trama más potente en el
penúltimo capítulo, lo que le resta fuerza al siguiente.
Lo que también une a las dos series es su éxito. Tras el
cierre abrupto de Deadwood, como decía, Oliphant encontró la producción donde
lucirse durante seis temporadas, y recientemente volvió a la carga con uno de
tantos revivals a los que ya nos hemos acostumbrado, aquí con la gracia de
adaptar la novela de Leonard Ciudad salvaje con la incorporación de Raylan en
una propuesta de lo más inusual. En cuanto a Bosch, tras siete temporadas ha
tenido su continuidad natural en Bosch Legacy, donde el protagonista sigue
desentrañando crímenes, ahora como investigador privado.
Personalmente, en lo referente a la primera temporada, me
quedo con Justified, digamos que es más divertida e imprevisible, y se agradece
ese toque western, mientras Bosch quizás resulta un tanto demasiado clásica y
formal pese a su innegable calidad. Al final, ambos policías acaban imponiendo su particular modo de
ver la ley.