Érase una vez ha sido uno de los últimos grandes éxitos en nuestro país de
una serie norteamericana, un producto que, con sus fallos y sus aciertos, se ha
convertido en una de las revelaciones de la temporada, capaz de atraer a todo
tipo de público.
Original, original, tampoco es que lo sea. Hay un cómic, Fábulas, creado
por Bill Willingham, con una trama similar: los personajes de los cuentos de
hadas viven en Villa Fábula, un barrio residencial de nuestro mundo,
desterrados tras una guerra en su mundo con un misterioso adversario.
Aquí se repite lo de un pueblecito de nuestro mundo, Storybrooke (algo así
como ‘historia rota’), pero la causa es el hechizo de la bruja de Blancanieves,
que para frustrar su felicidad con el Príncipe Azul ha hecho que todos olviden
quienes son en realidad. Ahí es donde, sobre todo en los primeros episodios, el espectador puede
jugar a adivinar qué personaje es en realidad cada vecino del pueblo, mientras
las tramas empiezan a desarrollarse. Algunos personajes son obvios, pero otros
no lo son en absoluto.
Hay que reconocer que con la trama
se han arriesgado, puesto que no es nada fácil de seguir. Para empezar, y
siguiendo al pie de la letra el modelo instaurado por Perdidos, cada capítulo
alterna dos tramas: la de Storybrooke y la del pasado en el universo de cuento
de hadas, que es donde se luce la serie a nivel de producción, con decorados,
vestuario y efectos especiales que apenas tienen que envidiar a una
superproducción de cine.
Pero es que, además, si bien algunas de las tramas en el pasado son
autoconclusivas, centradas habitualmente en un personaje, otras abarcan varios
episodios, pero sin orden cronológico, saltando adelante y atrás en la acción,
escamoteando hasta la recta final de la temporada los momentos claves del pasado que explican
los secretos mejor guardados.
Una estructura, pues, no precisamente fácil de seguir, pero eficaz para
mantener el interés capítulo a capítulo. Ahí, la mejor parte se la lleva sin
duda el pasado, con capítulos realmente potentes y las tramas más extensas. En
el presente, sin embargo, la acción no avanza ni a la de tres, e incluso tienen
que recurrir a la investigación de un asesinato, como si de un procedimental se
tratara, para no perder audiencia.
A la hora de reinventar los cuentos clásicos, al margen de los múltiples
cambios introducidos en la historia de Blancanieves, la central, con aciertos
como convertir a la protagonista en asaltante de caminos pero también momentos en los que se bordea el ridículo como el asalto a un castillo a cargo de Blanca y los siete enanitos, ha habido
de todo, desde versiones cargadas de originalidad y que han renovado por
completo a los personajes, como los casos de Caperucita Roja, el Sombrerero o
Pepito Grillo, hasta otros en los que se ha querido rozar demasiado el rizo,
como el origen del espejo de la bruja de Blancanieves.
La serie también se ha mostrado muy fiel a las últimas versiones
cinematográficas de los cuentos a la hora de abordar su propuesta. Así, los
vestidos que luce Bella son los mismos que en la versión animada de Disney, el
País de las Maravillas muestra idéntico aspecto al del film de Tim Burton y el
cuento de Caperucita también recuerda visualmente a la película protagonizada por Amanda Seyfried, mucho más realista.
Por lo que respecta al reparto, es evidente que Lana Parrilla, como la
reina malvada de Blancanieves, se come con patatas a Jennifer Morrison, la mítica Cameron de House, que
pone toda su voluntad, pero no puede con un personaje mucho más interesante. Y
es que la reina no es mala porque sí, como en los cuentos tradicionales, sino
que tiene sus motivos… aunque estos tardan en desvelarse por completo.
Lana Parrilla, en una interpretación para la que reconoce haberse inspirado
en Hillary Clinton, está cerca de ser el gran personaje de la serie, pero ese,
con mayúsculas, es Rumpelstiltskin, que aquí forma parte de
todas las historias, revelándose, por ejemplo, como la Bestia. Un soberbio
personaje, del que, de manera modélica, iremos descubriendo paso a paso (y
desde luego no por orden cronológico), cómo llegó a ser lo que es. Y un
personaje que tiene la suerte de estar encarnado por un Robert Carlyle en plena
forma, brillando como hacía tiempo que no le veíamos, más histriónico en los
flashbacks, más sobrio en el presente, pero siempre magnífico, la auténtica estrella de la serie.
Puestos a hablar de fallos, la historia de Blancanieves es demasiado larga
y demasiado ñoña, y tampoco se le acaba de sacar todo el partido a la idea que
propone Erase una vez, pero tras unos primeros capítulos dubitativos la cosa
mejora y hay grandes episodios, sobre todo cada vez que la historia se centra
en Rumpelstiltskin.
En la recta final se precipitan los acontecimientos, con la resolución del
misterio en torno al asesinato y el ¿definitivo? enfrentamiento entre la
reina/alcaldesa y la recién llegada Emma por el hijo que comparten como madre
adoptiva y natural, respectivamente, en el mundo real, mientras en el pasado se
aclaran las motivaciones de los dos villanos, la reina y Rumpelstiltskin, al
tiempo que concluye (o casi) la historia de Blancanieves y se revela la
identidad de un misterioso forastero llegado a la ciudad.
Lástima que el desenlace de esta primera temporada (ya se está emitiendo la
segunda en los USA), no me haya dejado del todo satisfecho. Esta vez es al
revés: en los dos últimos capítulos la trama del pasado apenas interesa, por ya
sabida, mientras que los acontecimientos se precipitan en el presente para
mostrar por donde van a ir los tiros a partir de ahora. Por el camino encontramos unas
escenas con un dragón que no acaban de salir bien paradas, y ciertos
reencuentros muy, muy esperados, resueltos de manera demasiado apresurada.
Erase una vez supone una apuesta diferente a las series
habituales, una relectura estimulante de los cuentos de hadas, a ratos cursi, a
ratos aterradora, ideal para enganchar a todo tipo de público y con una factura
visual a gran altura. Pero lo mejor es su capacidad para sorprender.
¿Quién se sumará a la fiesta en la segunda temporada? Habrá que estar
atentos.
El detalle: Y hablando de Perdidos, en Storybrooke encontramos a la dulce Claire, reconvertida ahora en una joven capaz de seducir a una bestia...
El detalle 2: Storybrooke, hablando ahora de geografía, está en Maine, ese estado donde transcurren la mayoría de novelas de Stephen King... y donde reside el propio escritor...