jueves, 28 de febrero de 2013

La génesis del mal, según Haneke



Uno de los Oscar más cantados del pasado domingo fue el de mejor película extranjera, que fue a parar a Amor, de Michael Haneke. Hollywood reconocía así, por fin, a uno de los grandes del cine europeo, que al igual que Almodóvar ha tenido que esperar más de lo que hubiera sido normal para alzarse con la estatuilla. Curiosamente (o más bien no), el premio a Haneke (que sabe a poco, dado que la cinta también estaba nominada a mejor película, director, guión y actriz), llega con una película que, por lo que parece, se aleja bastante de lo que nos tiene acostumbrados su director.

Sirva esto de introducción para el análisis de La cinta blanca (2009), precisamente el anterior trabajo de Haneke, Palma de Oro en Cannes entre muchos otros premios, y que también estuvo nominada a los Oscar, pero se quedó con la miel en los labios. No sé si los Oscar han tenido algo que ver, pero la echaron en La 2 este lunes y aproveché para verla, el tercer film de Haneke en mi cuenta particular, después del remake de Funny Games (2007) y Caché (2005), la obra anterior a La cinta blanca.

Aquí sí hablamos de las constantes de Haneke, películas difíciles de ver, por cuanto no ahorran malos tragos al espectador, dado que el objetivo del director es precisamente remover conciencias y huir de la estructura clásica hollywoodiense, en la que se da todo mascado y todo se resuelve felizmente. Pero el cine de Haneke no es de evasión, sino de revolución.

Y en La cinta blanca, lo mejor que he visto de Haneke, el director se muestra más ambicioso que nunca, puesto que busca no solo explicar los orígenes del nazismo, sino de la maldad humana. Para ello nos sitúa en un pueblo alemán en los albores de la Primera Guerra Mundial, aunque el film acaba teniendo vocación universal y lo que ocurre allí podría haber ocurrido en cualquier parte.

Haneke presenta una pequeña comunidad rural aparentemente idílica (pronto veremos que de eso nada), donde una serie de incidentes de creciente magnitud van dinamitando esa paz social lenta pero inexorablemente. Como suele ocurrir con Haneke, pese a que el film tiene una trama de misterio, no esperéis que os resuelva todas las incógnitas, o más bien ninguna. Lo suyo es dar que pensar al espectador, y ahí La cinta blanca da en el clavo, y es una de esas películas a la que le seguiréis dando vueltas en la cabeza. 

Porque como en toda obra maestra que se precie, cada vez que la veais, descubriréis algo que se os había pasado por alto, un nuevo mensaje del autor, una nueva interpretación, todas ellas válidas. Y como ocurría en Caché, el plano final encierra buena parte del mensaje del autor, no siempre claro, pero contundente.

Más allá del guión del propio Haneke, donde se puede debatir si hay lagunas más o menos involuntarias y algún que otro error, la dirección es modélica, y es donde el cineasta alcanza su cumbre como artista. Con un blanco y negro inmaculado, una fotografía e iluminación portentosas (pocas películas he visto que alcancen tal belleza visual), y sin apenas banda sonora, Haneke logra que el espectador se meta en esa comunidad tan particular y siga todos sus avatares, de manera confiada al principio, y recibiendo después impactos cada vez más perturbadores. Desde luego, estamos ante una película para ver completamente a oscuras, sumergiéndonos en el blanco y negro y en la peculiar cadencia de las imágenes.

La dirección de actores también es sencillamente perfecta, con un amplísimo reparto en el que todos y cada uno de los intérpretes, entre ellos muchos niños, alcanzan un nivel impresionante.

Y volviendo al principio, La cinta blanca es una de las películas más brutales de Haneke, que sin embargo, apenas muestra escena alguna de violencia. Cada vez que esta se manifiesta, con un castigo o una paliza, queda fuera de plano: sabemos lo que ocurre, aunque no lo veamos, lo que perturba aún más.

El director sí se recrea en la violencia verbal sin medida, y de la peor clase: la que ejercen los hombres sobre las mujeres, habitualmente sus esposas, y los padres sobre los hijos. Aunque también hay una violencia invisible y sorda pero asfixiante, porque cuando eres un trabajador y el pan de cada día depende del patrón, ni siquiera puedes plantearte que él sea el culpable de la muerte de tu mujer. En resumen: la intimidación del poderoso sobre el débil.

Y en medio de tanto horror, el director inserta como desahogo para el espectador una historia de amor, aparentemente inocente, pero que también apunta detalles oscuros.

En última instancia, Haneke nos muestra cómo una educación represora y cruel engendra monstruos capaces de superar en sadismo a sus verdugos. Otra cuestión es si el director está obsesionado con el sexo, tal como ocurre con la práctica totalidad del reparto masculino del film, empeñado de puertas afuera en presentar el sexo como algo sucio que ha de evitarse, y de puertas adentro buscando siempre la manera de dar rienda suelta a sus apetitos.

Soy el primero en reconocer que tras esta primera visión de La cinta blanca se me escapan muchas cosas, pero también esa es una virtud de un film que te captura con imágenes desasosegantes y la constatación de que el ser humano es capaz de lo peor.


SPOILERS

Esclarecer las incógnitas que ofrece La cinta blanca da para mucho, y como he comentado, no basta con un solo visionado del film, dejando al margen que el propio Haneke no da todas las respuestas, y por tanto hay mucho que debatir.

Baste, pues, con señalar que, sean o no los niños los culpables de todos los incidentes, la moraleja final, una de tantas es que es tan culpable quien comete un crimen como quien lo encubre. Y ahí, tanto el pastor como el propio narrador, de quien conviene desconfiar, acaban echando tierra al asunto, cada uno por sus propios motivos.

De ahí la imagen final, en la que todos se reúnen felices en la iglesia como si nada hubiera ocurrido. Y es que mientras no se rompa el equilibrio, el orden social establecido, mientras eso no se cuestione, el resto no importa, parece querer decirnos Haneke.

En cuanto a momentos cumbre del film, destacan por supuesto la escena de la ruptura entre el doctor y la comadrona (al parecer copiada del film Los comulgantes) o aquella en la que el pastor le dice a su hijo que morirá de la manera más horrible si sigue masturbándose, antes de atarlo a la cama para evitarlo.

En mi caso, destacaría la visita de Eva al maestro tras ser despedida, o aquella en la que el hijo del doctor descubre que este abusa de su propia hija, en las que el uso de la iluminación es sencillamente magistral.

domingo, 24 de febrero de 2013

'Argo': la película más sobrevalorada del año



A pocas horas para la entrega de los Oscar, vamos con la crítica de una de las películas que está arrasando en todos los premios que sirven de antesala, por no decir que está siendo la gran triunfadora del año gracias a su éxito en los Globos de Oro o los Bafta. Y la verdad, de manera totalmente incomprensible. Estamos, de hecho, ante la película más sobrevalorada del año, ese premio sí se lo merece.

Pero empecemos por el principio. Ben Affleck se ha ganado más respeto como director con solo tres películas que con toda su carrera como intérprete… lo cual tampoco era muy difícil que digamos. Estamos, básicamente, ante el nuevo Clint Eastwood, un actor tampoco muy apreciado por los críticos que digamos (aunque por supuesto está a años luz de Affleck), pero que ha conquistado a todos como director.

Cierto que a Affleck no le ha costado tanto, pero las similitudes no acaban ahí. Y es que Affleck, si algo ha demostrado en sus tres películas como director, es talento para contar historias al modo más clásico de Hollywood, al igual que Eastwood. Sin embargo, algo está fallando, y es que cada uno de sus films me gusta menos que el anterior.

Tal vez sea por el giro final del guión, por la soberbia interpretación del hermano de Ben Affleck, Casey, o por estar basada en una novela de DennisLehane (autor, por cierto, de Mystic River, una de las cumbres de Eastwood), Adiós, pequeña, adiós, el debut de Affleck en la dirección, continúa siendo su mejor obra. En la siguiente, The town, se metamorfoseaba en Michael Mann para dirigir con brío una de policías y ladrones, de nuevo en su Boston natal, a la que solo le fallaba el guión para ser un nuevo Heat.

Y ese, sin lugar a dudas, es el gran (o no tanto, la verdad) problema de Argo, la más ambiciosa y a la vez decepcionante de sus películas. El film nos sitúa en 1980, durante la crisis de los rehenes en Irán. Por resumir, y en eso el arranque de la cinta nos sitúa a la perfección: los iraníes eligieron a un presidente democráticamente, el cual expropió el petróleo y lo devolvió a su pueblo, así que Estados Unidos organizó un golpe de estado y colocó a un nuevo presidente, que instauró un régimen de terror mediante torturas y asesinatos. Hasta que llegó Jomeini y una revolución tomó el poder, mientras el presidente se refugiaba en Estados Unidos, que se negó a extraditarlo para ser juzgado por sus crímenes. Finalmente la embajada estadounidense en Irán es asaltada y sus ocupantes retenidos durante más de un año…

…pero mientras, los seis trabajadores principales huyeron y fueron ocultados en la embajada canadiense, así que la CIA organizó un rescate. Ahí entra el personaje interpretado por Affleck (que va ganando peso como actor, pero sin estar más que correcto), quien idea un plan de lo más surrealista: viajará a Irán y hará que los seis se hagan pasar por el equipo (director, guionista…) de rodaje de una película canadiense de ciencia ficción, Argo, que buscan exteriores en Irán, y con esa nueva identidad tomarán un vuelo de salida.

Con estos mimbres Argo acaba convirtiéndose en un thriller impecable que va creciendo en intensidad y que, al igual que en la parte final de Lincoln, logra clavar al espectador en la butaca a pesar de que ya sabe cómo va a acabar la cosa. Affleck maneja los hilos a la perfección, y encima cuenta con magníficos secundarios, entre los que destacan Alan Arkin y John Goodman, la parte hollywoodiense del plan, y que, básicamente, cargan con la parte humorística del film, para rebajar la tensión. Eso sí, Alan Arkin, espléndido como siempre, y que al igual que Tommy Lee Jones en Lincoln se lleva las mejores frases, no debería ganar el Oscar al secundario, ya que interviene muy poco y, por poner un ejemplo, debe estar en pantalla como un minuto por cada cinco de Tommy Lee Jones, que sigue siendo mi apuesta para el Oscar.

Affleck le saca todo el partido a la historia que cuenta, y estoy convencido de que ningún director podría haber logrado una película mejor con dicho guión. De hecho, dudo que con cualquier otro director hubiera alcanzado el nivel al que llega. Pero a pesar de todo, Argo no deja de ser una buena, incluso muy buena película, pero nada más.

Para que quede claro: si The Town era Heat pero con un guión mucho más endeble, Argo parece dirigida por el Spielberg de Munich, solo que esta última era 10 veces mejor por su guión, con muchas más tramas, reflexiones, puntos de vista y profundidad. También tenía su parte de thriller, pero era mucho más que eso.

Del mismo modo, si Argo es una muy buena película, Lincoln es una obra maestra que sí se recordará en el futuro, con un reparto 10 veces mayor que el de Argo y que en cada visionado permite descubrir nuevos detalles y matices. Comparar los dos films es poco menos que ridículo.

Para acabar: el dvd de Lincoln caerá, pero no tengo la menor intención de volver a ver Argo. De las cuatro nominadas al Oscar a mejor película que he visto, Lincoln es, de lejos, la mejor, y le sigue La vida de Pi, también bastante superior a Argo o Los miserables

sábado, 23 de febrero de 2013

El estreno: El viaje en el tiempo de los Wachowski


Llegamos a una de las semanas más interesantes del año en cuanto a estrenos. Entre la resaca de los Goya y la cuenta atrás para los Oscar, tenemos un buen puñado de películas de las que no hacen ruido pero que cuentan con argumentos más que atractivos para acercarnos al cine.

Es el caso de Blue Valentine, duelo actoral entre Ryan Gosling y Michelle Williams, que no son precisamente lo que llamaríamos estrellas pero tienen una trayectoria más que sólida a sus espaldas, en un film que le da la vuelta al romanticismo al uso, para hablar de cómo se rompe una historia de amor. Triste y melancólica, puede ser una de las sorpresas del año.

Y uno de los films británicos del año puede ser Siete psicópatas, mezcla de thriller y comedia (me huelo que la sombra de Tarantino es alargada...) con un reparto de lujo: Woody Harrelson, Christopher Walken, Olga Kurylenko, Sam Rockwell, Colin Farrell... y más.

También encontramos otra comedia a cargo del nuevo rey del género en Hollywood, Judd Apatow, que en Si fuera fácil reflexiona sobre la crisis de los 40 (el título original es precisamente This is 40 y Apatow tiene 45) a partir de una pareja encarnada por Paul Rudd y Leslie Mann que se resiste a crecer.

Y otra agradable sorpresa puede ser La extraña vida de Timothy Green, en la que el personaje de Jennifer Garner y su marido sueñan con tener un hijo y una noche de tormenta el joven Timothy aparece en la puerta de su casa.

Pero el estreno de la semana es El atlas de las nubes, adaptación de la novela (al parecer es mucho más que una novela al uso) de David Mitchell a cargo de los hermanos Wachowski y Tom Tykwer, el director de Corre, Lola, corre (1998) y El perfume (2006). Más de dos horas y media y un reparto espectacular (Tom Hanks, Halle Berry, Hugh Grant, Susan Sarandon, Jim Broadbent...) para narrar seis historias paralelas a través del tiempo. Una de las películas más ambiciosas y arriesgadas del año, que supone además el regreso de los Wachowski a la dirección tras el fiasco de Speed Racer (2008). Habrá que ver si han acertado en un proyecto más que complejo, aunque desde luego estamos ante uno de los tráilers del año.

miércoles, 20 de febrero de 2013

'Kick ass': Entre el realismo y la patochada



Kick Ass (2010) ha sido uno de los últimos éxitos del cine de superhéroes, al tiempo que una de las propuestas más originales del género. La idea, fruto del guionista Mark Millar, uno de los más irreverentes y rompedores del mercado, consiste en responder a la pregunta que se ha hecho todo fan de los cómics de superhéroes: ¿Qué pasaría si me pusiera capa y leotardos y saliera a la calle a cazar criminales? Y la respuesta de Millar es, básicamente: te van a dar de hostias.

El cómic ya tuvo una gran acogida, aunque no deja de ser una obra muy sobrevalorada, salvo por el apartado gráfico, donde John Romita Jr., que siempre me ha parecido un pésimo dibujante, realiza, sin duda, su mejor trabajo. Eso sí, la obra no es precisamente para espíritus sensibles, ya que guionista y dibujante abusan de la violencia más gore, una de las señas de identidad de Kick Ass, regodeándose en escenas a cuál más salvaje, al más puro estilo Tarantino. Uno de los puntos flojos del cómic.

En cuanto al argumento, el protagonista es un chaval de instituto que un buen día prueba a vestirse de superhéroe y le dan tal paliza que acaba con un montón de planchas de metal bajo la piel, lo que le va a ayudar mucho a la hora de soportar los más que frecuentes golpes que va a recibir cuando, tras pensarlo mucho, decida continuar con su carrera superheroica. Las redes sociales, cómo no, le convertirán en un fenómeno social. Luego empezarán a aparecer más superhéroes, la mafia… y todo se irá complicando hasta acabar en la enésima orgía sanguinolenta.

Por supuesto en la traslación del cómic a la gran pantalla (en la que por cierto intervinieron los dos autores del cómic) hay diversos cambios, unos más drásticos que otros. Y es que aunque los primeros números (la mini serie tiene un total de 8, de unas 25 páginas cada uno) son adaptados con bastante fidelidad, la película reduce el nivel de violencia (o más bien de hemoglobina) y potencia la espectacularidad, sobre todo en la batalla final.

El film tiene la suerte de contar con un director como Matthew Vaughn, que parece haberse especializado en el género. Así, tras rodar una atractiva adaptación de Stardust, novela de Neil Gaiman, creador del mejor cómic de los 90, Sandman (si no lo habéis leído, ya estáis tardando), rodó Kick Ass, para luego relanzar la franquicia mutante con X-Men: First class. Y siempre con un nivel de calidad sobresaliente.

También tiene a su favor un excelente reparto, con Aaron Johnson bordando al protagonista y dos secundarios de lujo como Mark Strong, haciendo de malo para variar, y Nicolas Cage en uno de los escasísimos aciertos que ha tenido en los últimos años. Aunque la estrella es la jovencísima Chloe Moretz como Hit Girl, una heroína de 10 años que parece salida de unos dibujos animados… dirigidos por el Tarantino más desencadenado, of course.

No estoy de acuerdo con algunos críticos que le echan en cara al film haber convertido al protagonista en un héroe de verdad, cuando en el cómic no es más que un idiota. En realidad, poca diferencia hay entre las dos obras, aunque es evidente que la película se toma bastante más en serio, sobre todo a medida que avanza el metraje.

Pese a todo, y aunque la carga paródica del cómic es mayor, este no pasa de ser un punto de partida original muy estirado, aunque con oficio, pero que se traiciona a sí mismo al mostrar la violencia como algo divertido. La película, mucho más convencional, sí logra destacar a pesar de ello al mostrar una perspectiva poco vista en el medio, aunque también negándose a seguirla hasta el final. Será que para héroes realistas ya está Watchmen (y me refiero al cómic).

Y para abordar los cambios más trascendentes en el viaje del papel a la pantalla,  entramos ya en los

SPOILERS


En el film Big Daddy es un expolicía que pretende vengarse del mafioso que arruinó su vida, cuando en el cómic finalmente se desvela que este origen se lo inventó: en realidad es un pobre tipo que se aburría en su vida diaria y dejó a su mujer para vivir la ficción de ser un superhéroe, arrastrando además a su hija… Por tanto, el origen de Big Daddy refuerza en el cómic la desmitificación del género, mientras que en la película potencia el heroísmo de los protagonistas.

En la misma línea, si en las dos obras Kick-ass finge ser gay para estar con la chica de la que está enamorado, cuando al final le confiesa la verdad, en el cómic ella lo manda a freír espárragos, mientras que en la película también le revela su identidad secreta y se convierten en pareja. Es decir, en el cómic Millar sigue desmitificando, mientras el film no renuncia al recurso de la trama romántica.

Por último, un cambio menor, pero con importantes consecuencias, es que en el film sabemos desde el primer momento que el superhéroe con el que se alía Kick-ass no es otro que el hijo del capo mafioso y todo es un plan para acabar con Big Daddy, mientras que el cómic opta por ocultarlo al lector para desvelarlo en el último momento como golpe de efecto.

La secuela: Efectivamente, ya se ha publicado la segunda mini serie, que también está siendo llevada al cine (con Jim Carrey!). Así que este post tendrá continuidad…

domingo, 17 de febrero de 2013

La crueldad a través de la mirada de un niño



A escasas horas de la entrega de los Goya, vamos con el repaso a la gran ganadora de hace dos años, Pa negre. Estamos ante una obra mayor, la culminación de la carrera de Agustí Villaronga, que fue doblemente premiado como guionista (adaptando una novela de Emili Teixidor) y director. Un cineasta poco complaciente, que ha ido siempre a la suya, con títulos difíciles de ver por la crudeza de sus imágenes. En Pa negre digamos que se ha ‘ablandado’, y como muestra de ello en la escena de la castración la cámara muestra el rostro de la víctima y no… Aunque sí deja su firma en el arranque, con un brutal crimen y las tripas de un caballo volando por el aire.

Truculencias aparte, Pa negre es algo así como la secuela oscura de La lengua de las mariposas. Si en aquella se nos mostraban los días previos al inicio de la guerra civil española a través de los ojos de un niño, y el metraje concluía con el estallido del conflicto, aquí es otro niño el que descubre las consecuencias del mismo en plena posguerra.

El gran acierto de Villaronga es captar esa mirada, convirtiendo la película en una suerte de cuento de pesadilla, donde el bosque o las casuchas donde viven los protagonistas, esconden fantasmas y maravillas. El crimen con el que arranca el film cambiará la vida del niño para siempre, sobre todo al relacionarse con un oscuro episodio del pasado de su padre, que se convertirá en uno de los ejes de la trama, mientras asistimos a cómo los vencedores abusan cuanto quieren de los vencidos. Y es que Franco no fue Mandela, precisamente.

Eso sí, tampoco los ‘rojos’ aparecen como ángeles puros, ya que estamos ante una de esas películas donde todos tienen algo de qué arrepentirse, y donde acaba siendo imposible que los niños se dediquen “solo a jugar y crecer, como deberían”, tal como dice uno de los protagonistas.

Pero Pa negre es mucho más. Como en toda obra de iniciación, también asistimos al primer amor del protagonista, al despertar sexual y al empezar a cuestionarse su vida y su futuro, de manera que al final, acabará siendo obligado a dejar la niñez mucho antes de lo que debería.

Al magistral trabajo de Villaronga se le suman las extraordinarias interpretaciones de cuantos aparecen en el film, empezando por dos actrices de raza, Nora Navas y Laia Marull, que obtuvieron los Goya a actriz principal y secundaria, respectivamente, y siguiendo por secundarios de lujo como EduardFernández o Sergi López (un poco repitiendo el papel de El laberinto del fauno). Pero quienes se adueñan de la pantalla son el chaval protagonista, Francesc Colomer, inmenso, y Marina Comas, que encarna a su joven y perturbadora prima.

En cualquier caso, tampoco hubiera pasado nada si el Goya a la mejor película hubiera ido a parar a También la lluvia o Lope, otros magníficos títulos de la cosecha de aquel año.

El detalle: Una de las notas positivas de que Pa negre se llevase el Goya a la mejor película fue que era el primer título en catalán que lo lograba, todo un avance hacia la normalización lingüística de España. Una lástima que anoche TVE optase por emitir la versión doblada al castellano, en la que las interpretaciones no son tan naturales. Imagino que se nota la mano del PP.



Y ahora vamos con mi quiniela de los Goya, es decir, los que creo que ganarán, no los que pienso que lo merezcan, porque los únicos estrenos españoles que he visto en el 2012 son The Pelayos y Madrid, 1987.

Película: Blancanieves. Habrá que ver si pesan más las ganas de emular a los Oscar con The Artist o la taquilla de Lo imposible.

Director: J. A. Bayona (Lo imposible). Me huelo reparto en las dos categorías principales, que igual va a la inversa.

Actor: José Sacristán, de calle.

Actriz: Maribel Verdú, qué leches.

Actor secundario: Antonio de la Torre, ya que no se llevará el principal.

Actriz secundaria: Ángela Molina, otro premio a una excepcional trayectoria.

viernes, 15 de febrero de 2013

El estreno: Pues, una de Russell Crowe


Pues sí, a punto de conocerse los ganadores de los Goya y los Oscar, pocos estrenos de interés, y eso que tenemos algunos nombres importantes, pero en baja forma. Caso, por ejemplo, de Bruce Willis, que con su estrella apagándose se agarra como un clavo ardiendo a la saga Die hard (Duro de matar), conocida por estos pagos como La jungla. De ahí el título original de esta ¡quinta! entrega, que en España sirve como subtítulo: Un buen día para morir. Y como si de Indiana Jones se tratara, McClane viene acompañado por su vástago.

Otros que no levantan cabeza son los Coen, que por primera vez en muchos años han dejado que otro dirija un guión suyo. Lo de propio es un decir, puesto que, como hicieran con Valor de ley, tiran otra vez de las ideas de otros partiendo de una película protagonizada por Michael Caine en los 60, y que ahora, titulada Un plan perfecto, tiene como estrellas a Colin Firth y Cameron Díaz.

Tenemos también una comedia, Dos días en Nueva York, con la curiosa pareja formada por Chris Rock y Julie Delpy, a la que ya tenemos ganas de ver en Antes de la medianoche, tercera entrega de Antes del amanecer.

Y otra cinta cargada de estrellas hollywoodienses es La Trama (título original, Ciudad rota...), con Mark Wahlberg como un ex policía al que el todopoderoso alcalde, Russell Crowe, encarga que espíe a su esposa, Catherine Zeta-Jones. La cosa acabará con la muerte del amante de ella, y a partir de ahí todo se irá enredando. No es que prometa demasiado, pero visto lo visto, parece la apuesta más segura. Y es que tras los films oscarizables, llegan las vacas flacas.

miércoles, 13 de febrero de 2013

La madurez de Ender



Con el estreno de la versión cinematográfica de El juego de Ender cada vez más cerca, toca revisar la primera secuela literaria de la gran creación de Orson Scott Card, La voz de los muertos, que acabo de leer con sumo placer. Y que, dicho sea de paso, tengo claro que no será llevada al cine, o al menos no de manera integral.

La secuela de la primera aventura de Ender logró algo nunca visto: que su autor volviese a ganar los principales premios de la literatura de ciencia ficción y fantasía por segundo año consecutivo. Si El juego de Ender obtuvo el Nebula en 1985 y el Hugo en 1986 (sí, la versión cinematográfica se ha hecho esperar, aunque por motivos obvios: ciencia ficción y un protagonista de 13 años que es adiestrado como soldado al más puro estilo de La chaqueta metálica), La voz de los muertos recibió los mismos galardones un año más tarde.

Y es que, desde luego para un servidor, esta secuela está a la altura de su predecesora o incluso la supera, y eso que el reto es mayúsculo. Eso sí, vaya por delante que no tienen nada que ver la una con la otra. Olvidaos de videojuegos, estrategias de batalla, peleas físicas o batallas espaciales, todos ellos elementos indispensables en El juego de Ender. Tampoco tenemos a los insectores como enemigos ni aparecen los hermanos de Ender, Peter y Valentine (esta última solo interviene en uno de los primeros capítulos) y, para dejar bien claro que Orson Scott Card no repite su exitoso modelo, Ender ya no es un niño sino un hombre de 35 años.

Lo que no ha cambiado un ápice es la habilidad del autor para abordar las relaciones, volviendo a crear personajes tan reales como cualquier persona. Tampoco cambia el gran mensaje de esta obra, que, aún más que en su predecesora, no es otro que el del respeto absoluto a lo diferente, a aquel al que no comprendemos porque tiene una cultura distinta a la nuestra.

La trama de esta secuela parte precisamente de un malentendido en las relaciones iniciales del ser humano con una nueva especie alienígena inteligente que acaba provocando una tragedia que marcará a todos. Tres mil años después de los acontecimientos de El juego de Ender, el protagonista será el único capaz de hacer que humanos y esa nueva especie, los cerdis, puedan vivir en paz, precisamente desde el respeto mutuo, por extrañas que a cada especie puedan resultarle las costumbres de la otra.

De extensión similar a El juego de Ender, unas 500 páginas, podría decirse que en La voz de los muertos ocurren menos cosas, e incluso que su autor tarda demasiado en contar lo que se propone, pero no hay una página en la que decaiga el interés, y aunque la trama no es tan frenética como en su predecesor, en el que dominaban el thriller y la acción, resulta tan absorbente como aquel pese a basarse casi exclusivamente en diálogos.

Cierto es que Orson Scott Card se raya un poco con las lecciones de exobiología (biología extraterrestre), con propuestas casi inverosímiles, y que introduce el debate religioso con la confrontación entre católicos, hijos de la mente (otro tipo de seguidores de Cristo) y seguidores del Portavoz de los muertos (la, digamos, religión impulsada por Ender al final del primer libro), lo que puede echar para atrás a algún lector.

Tampoco acaba el autor de explotar al máximo las posibilidades de la inteligencia artificial, apenas apuntadas en el primer libro y que aquí aparecen de una manera mucho más contundente, aunque sin explayarse en ellas como hace con otros aspectos de la obra.

Lo que nos lleva a otra de las principales diferencias de La voz de los muertos con respecto a la obra precedente. Y es que si El juego de Ender es una novela autoconclusiva, de modo que no es necesario leer las entregas posteriores para disfrutarla al máximo, La voz de los muertos, si bien cierra la mayoría de tramas y resuelve todas las incógnitas sembradas a lo largo de sus páginas, también concluye dejando perfectamente listo el escenario para una continuación que promete bastante, y en la que todo indica que habrá más acción… o no.

Desde luego, pueden contar conmigo para la nueva entrega, Ender el Xenocida. Y es que Ender ya es uno de mis personajes favoritos de ficción, y uno de los grandes personajes de la literatura, no solo de ciencia-ficción.

Y no me resisto a dejaros un pasaje realmente magistral, que demuestra el talento del autor:

Un gran predicador está enseñando en la plaza del mercado. Y resulta que un marido encuentra pruebas esa mañana del adulterio de su esposa, y la muchedumbre la lleva a la plaza para lapidarla hasta la muerte. (Hay una versión familiar de esta historia, pero un amigo mío, un Portavoz de los Muertos, me ha hablado de otros dos predicadores que se encontraron en la misma situación. De éstos es de quienes voy a hablaros.

El predicador se adelanta y se coloca junto a la mujer. Por respeto a él la muchedumbre se detiene y espera con las piedras en la mano. “¿Hay alguien aquí que no haya deseado a la esposa de otro hombre, al marido de otra mujer?”, les dice.

Ellos murmuran y dicen: “Todos conocemos el deseo. Pero, Maestro, ninguno de nosotros ha cometido el acto”.

El predicador dice: “Entonces arrodillaos y dad gracias a Dios porque os hizo fuertes”. Toma a la mujer de la mano y la saca del mercado, y justo antes de que ella se marche, le susurra: “Dile al señor magistrado quien fue el que salvó a su amante. Dile que soy su siervo leal”.
Así que la mujer vive, porque la comunidad está demasiado corrupta para protegerse del desorden.

Otro predicador, otra ciudad. Se acerca a la mujer y detiene a la multitud, como en la otra historia, y dice: “¿Quién de vosotros está libre de pecado? El que lo esté, que tire la primera piedra”.

La gente se avergüenza y olvidan la unidad de su propósito al recordar sus pecados individuales. “Algún día –piensan-, puedo ser como esta mujer, y esperaré el perdón y otra oportunidad. Debo de tratarla como me gustaría que me tratasen”.

Y cuando abren las manos y dejan que las piedras caigan al suelo, el predicador recoge una de ellas, la alza sobre la cabeza de la mujer y golpea con todas sus fuerzas. Aplasta su cráneo y esparce sus sesos por el suelo.

-Yo tampoco estoy libre de pecado –le dice a la multitud-. Pero si dejamos que sólo la gente perfecta cumpla la ley, pronto la ley morirá, y nuestra ciudad con ella.

Así que la mujer muere porque su comunidad era demasiado rígida para soportar su desviación.

La versión más famosa de esa historia es notable porque es rara en nuestra experiencia. La mayoría de las comunidades se encuentran a caballo entre la podredumbre y el rigor mortis, y cuando se desvían demasiado, mueren. Sólo un predicador se atrevió a esperar de nosotros un equilibrio tan perfecto que pudiéramos cumplir la ley y perdonar la desviación. Por eso, naturalmente, le matamos.

domingo, 10 de febrero de 2013

Russell Crowe, bueno; Russell Crowe, malo



La presencia de Russell Crowe al frente de un reparto suele ser una garantía bastante alta de que la película valdrá la pena… aunque no siempre es así. Vamos con un par de ejemplos, el primero de cuando da en el clavo, y el siguiente de cuando la cosa está más bien lejos de lo que uno espera.


La sombra del poder (2009)

Este film supuso una de las primeras ocasiones, cada vez más frecuentes, en las que Hollywood, ya sea en la gran o en la pequeña pantalla, echa mano de la producción cinematográfica y sobre todo televisiva (digamos, BBC) británica para inspirarse. Adaptación de una serie, que imagino bastante superior, la película norteamericana resulta bastante irreprochable, convirtiéndose en un eficaz film de intriga que se maneja mejor en el misterio que en la acción.

Entre sus aciertos, el abordar una cuestión que también hemos visto en las series 24 y Jericho, por ejemplo, sobre el peligro de la privatización, no ya de la educación o la sanidad (¿nos suena de algo?) sino de la propia seguridad de un país, con el creciente poder de los ejércitos privados que van camino de sustituir a las fuerzas armadas tradicionales, con el peligro que ello conlleva.

Ocurre que La sombra del poder va mucho más lejos, y tras arrancar con un par de muertes aparentemente inconexas, nos sirve también una reflexión sobre el periodismo actual, con el enfrentamiento entre el papel e internet (léase el periodismo reflexivo y de investigación frente a la inmediatez y la opinión no siempre contrastada), a través del clásico periodista avezado en mil batallas que sigue su intuición (precisamente un Russell Crowe en plena forma) y una joven e inexperta periodista de redes sociales dispuesta a todo por lograr la gran noticia, encarnada por una Rachel McAdams que pedía a gritos ser elegida como la nueva Lois Lane.

Aún más, el film acaba mostrando la corrupción que anida en la política, en este caso norteamericana, hasta en los lugares más insospechados. Rutinaria en su inicio, tan eficaz como vista mil veces, la trama se va creciendo, atrapando al espectador mientras se revela más oscura y compleja de lo que se preveía, hasta un final, tal vez tramposo, pero más que sorprendente y perturbador. Y lo mejor, ese plano final de los dos periodistas abandonando la redacción del periódico a oscuras tras cumplir con su labor, mientras vemos cómo se imprime una edición más.

El film, que adolece de una dirección demasiado anodina, se beneficia de un reparto plagado de secundarios de lujo: Helen Mirren como la directora que todos querríamos tener en nuestro periódico; RobinWright como la sufrida esposa de un congresista; Jeff Daniels como político, y Jason Bateman en un breve pero agradecido papel.

Crowe se echa a la espalda la mayor parte del film, eso sí, como protagonista indiscutible, interpretando a ese periodista que busca la verdad pero también exculpar a su mejor amigo, papel que recae en Ben Affleck. Y ahí tenemos el gran error de casting de la película. No solo, por edad, no acaba de cuadrar que Affleck pueda ser compañero de estudios de Crowe y marido de Wright, sino que el joven actor naufraga por completo en un personaje que se revela con muchos más matices de los que parece en un primer momento, haciéndole un flaco favor a un más que digno film de intriga política, que nos recuerda a los clásicos del género. 



Los próximos tres días (2010)

Russell Crowe también es el gran reclamo de Los próximos tres días, tercer film como director de Paul Haggis, quien ha dilapidado todo su prestigio a velocidad de vértigo. Guionista habitual de Clint Eastwood en películas como Million Dollar Baby o Cartas desde Iwojima, debutó de manera espectacular con Crash, que ganó muy inmerecidamente un Oscar a la mejor película, simplemente por ser la película menos políticamente incorrecta de aquel año, para luego dirigir la mediocre En el valle de Elah y por último este despropósito.

El punto de partida está entre lo original y el telefilm de toda la vida: una mujer es encarcelada por un asesinato que el espectador no sabe si ha cometido y su marido está dispuesto a todo para evitarle la cárcel… incluso a organizar su fuga.

Cierto, tenemos a Elizabeth Banks como la esposa, aunque se tira más de media película sin aparecer en pantalla dado que está en la cárcel; a Liam Neeson en una única y breve escena, e incluso a Olivia Wilde como una vecina que no acaba desempeñando ningún papel de relevancia en la historia, pero es Crowe quien de nuevo se echa a la espalda todo el film… solo que aquí va con el piloto automático, sin trasladar al espectador todo lo que pasa por la cabeza de su personaje.

Tampoco es que el actor tenga toda la culpa de que el film no tenga pies ni cabeza. Haggis se tira demasiado metraje preparando la fuga y luego va a cien por hora cuando toca mostrar la huida, sin que en ningún momento se vea qué quiere contar con esta historia. Ni siquiera le saca partido a la posibilidad de que la esposa sea realmente culpable de asesinato.

Y es que, al final, el mensaje de Los próximos tres días parece ser: si la justicia no funciona, estamos legitimados para escapar a las Bahamas y no cumplir la pena.

El detalle: Eso sí, vale la pena ver Los próximos tres días por las breves apariciones de Brian Dennehy, en las que apenas suelta palabra pero expresa más que con un largo discurso. Un gran actor de la vieja escuela.

sábado, 9 de febrero de 2013

El estreno: Gael García Bernal dice No a Pinochet


Pues por lo visto ya se estrenaron todos los títulos oscarizables, así que esta semana no tenemos ningún gran estreno, pero sí variedad. De Hollywood nos llegan dos posibles taquillazos: Gangster Squad, nueva vuelta de tuerca a los gangsters en su mejor época, pero que por lo visto echa a perder un reparto plagado de estrellas (Ryan Gosling, Sean Penn, Josh Brolin, Emma Stone...) por una apuesta demasiado espectacular y cool, y Mama, enésimo film de terror apadrinado por Guillermo del Toro (al que preferiríamos dirigiendo algo, lo que sea), con la actriz más trabajadora del momento, Jessica Chastain (atención al cambio de look) y dos niñas terroríficas.

Si preferís la comedia, tenéis otras dos para elegir: la española Muertos de Amor, con los televisivos Marta Hazas y Javier Veiga, y la norteamericana Las ventajas de ser un marginado, con Emma Watson tratando de hacer olvidar a Hermione.

Pero la palma se la lleva No, otra muestra de cine político que nos viene de Chile, donde Gael García Bernal interpreta al publicitario que dirigió la campaña a favor del No en el referéndum de apoyo a Pinochet que el dictador convocó en 1988. No es que el actor sea precisamente santo de mi devoción, pero la última vez que vi una película suya fue También la lluvia, y eso cuenta a su favor. Otra oportunidad de revisar la historia reciente para conocerla mejor.

jueves, 7 de febrero de 2013

'Boardwalk Empire': Bienvenidos a Atlantic City



El estreno de Boardwalk Empire levantó una gran expectación, no en vano suponía el debut de Martin Scorsese en televisión. El director se ocupó del piloto, que, dicho sea de paso, es el episodio mejor dirigido de la primera temporada. La serie nos sitúa, y ese es uno de sus grandes aciertos, en 1920, principalmente en Atlantic City, ese 'Imperio del Embarcadero' al que hace referencia el título, y arranca con la entrada en vigor de la prohibición de beber alcohol que inició el reinado de la mafia.

Pero en esa época también pasaban otras cosas, como la lucha por el sufragio femenino y, en el caso que nos ocupa, las elecciones a la alcaldía de Atlantic City y a la Casa Blanca. No hay duda de que, en cuanto a argumento, Boardwalk Empire es ambiciosa, mezclando en sus 12 capítulos de una hora drama, crimen y política. Todo en torno a la figura de Nucky Thompson, el tesorero de Atlantic City y mano que mueve los hilos del Ayuntamiento y de la mafia local. Un gran personaje para un gran actor, Steve Buscemi, que brilla como nunca, y más si hablamos de la versión original de la serie, con su peculiar voz.

Nucky Thompson es un personaje con muchas caras. En el último episodio descubriremos un secreto bien guardado que nos lo revelará aún más humano, pero en su relación con cierta viuda y con su padre, ya se deja apreciar su lado ‘bueno’, aunque también es capaz de cometer cualquier crimen, si bien prefiere que la mano ejecutora sean otros. Veremos a Nucky dirigiendo el Ayuntamiento y la mafia local, tratando de ganar las elecciones locales y las del país, debatiéndose entre seguir con su amante o unirse a la viuda, enfrentándose con capos de otras ciudades, con continuas apariciones de Chicago y Nueva York, enfrentándose a su hermano en una trama que irá in crescendo y manteniendo una relación pseudo paterna con Jimmy Darmodi.

Interpretado por Michael Pitt, en su mejor papel hasta la fecha, Jimmy es otro de los grandes personajes de la serie. Hijo de una mujer que podría pasar por su esposa (ya que lo tuvo a los 13 años con el mandamás de Atlantic City, y gran papel, por cierto, para Gretchen Mol), a la que tiene en un pedestal, fue a la universidad y se casó con la mujer de su vida, pero sirvió en la Primera Guerra Mundial y eso le ha traumatizado, además de costarle la cojera en una pierna. Se convertirá en el brazo ejecutor de Nucky, con quien también, como tantos, mantiene una relación amor-odio.

Y el tercer personaje en importancia es el de Margaret Schroeder, magníficamente interpretada por Kelly McDonald, una mujer que acaba abortando por las palizas de su marido, algo a lo que Nucky pondrá fin de una manera brutal. Al inicio de la serie ella solo conoce la cara amable del tesorero y se enamora de él. ¿Qué ocurrirá cuando empiece a descubrir su lado oscuro?

Con una ambientación perfecta en cuanto a vestuario, decorados, etc., y un reparto impecable, en el que se incluyen como personajes Al Capone y Lucky Luciano cuando eran poco más que dos guardaespaldas, Boardwalk Empire también recurre a esa violencia a la que nos han acostumbrado las películas de mafiosos, empezando por la masacre inicial, bajo la dirección de Scorsese, y destacando un par de escenas  de ejecuciones encadenadas, al más puro estilo de El Padrino.

Sin embargo, y tal vez porque los modelos sean tan elevados, uno tiene la sensación de estar viendo precisamente, una versión light, más en cuanto a argumento que otra cosa, de Uno de los nuestros. Posiblemente, el aspecto que más debería mejorarse es la dirección y no abundar tanto en los lugares comunes en el guión. En ese sentido, el desenlace de la primera temporada no acaba de estar a la altura de lo esperado, tal vez porque más que cerrar tramas, muestra por dónde irán los tiros en la siguiente entrega, dejando claro que aquí hay historia para rato.

Todo ello no impide que hablemos de una de las mejores series del momento, un claro ejemplo de que el mejor cine se hace ahora en televisión, y desde luego resulta una gozada ver cada episodio, aunque sea solo por Steve Buscemi. Ojo al capítulo 11, con un par de escenas en las que te hiela la sangre.


El detalle 1: Puestos a ponerle pegas a la serie, para mí la trama más floja es la del agente de la ley que persigue a los contrabandistas de alcohol. Pese al gran trabajo del actor, Michael Shannon, esta trama va derivando hacia tintes cada vez más ridículos, de manera que no solo desentona con el resto, sino que se pierde la ocasión de hacer tan interesantes a aquellos que tratan de acabar con los mafiosos como a estos.

El detalle 2: Una vez más, y van, las televisiones españolas castigan a su público cuando la audiencia no responde como quieren. En plenas navidades, mientras la mayoría de canales interrumpían sus series (caso de El Barco o Anatomía de Grey), La Sexta estrenó Boardwalk Empire, al parecer solo para cubrir el descanso de Salvados. Que en el tercer domingo de emisión ya echasen tres capítulos en lugar de los dos iniciales empezaba a apuntar que la audiencia no respondía lo suficiente. La semana siguiente volvieron a emitir dos capítulos, pero retrasando el horario de las 21:30 a las 23:00, después de las aventuras culinarias de Chicote. Y para rematar, la quinta y última semana de emisión echaron los tres últimos capítulos (y hablamos de episodios de una hora de duración cada uno) ¡a las 0:30! de la noche. Si lo que se proponían era que nadie viera el desenlace, casi lo consiguieron. Por desgracia, no solo no ha sido la primera vez, sino tampoco, mucho me temo, la última.