A pocas horas para la entrega de los Oscar, vamos con la crítica de una de
las películas que está arrasando en todos los premios que sirven de antesala,
por no decir que está siendo la gran triunfadora del año gracias a su éxito en
los Globos de Oro o los Bafta. Y la verdad, de manera totalmente
incomprensible. Estamos, de hecho, ante la película más sobrevalorada del año,
ese premio sí se lo merece.
Pero empecemos por el principio. Ben Affleck se ha ganado más
respeto como director con solo tres películas que con toda su carrera como
intérprete… lo cual tampoco era muy difícil que digamos. Estamos, básicamente,
ante el nuevo Clint Eastwood, un actor tampoco muy apreciado por los críticos
que digamos (aunque por supuesto está a años luz de Affleck), pero que ha
conquistado a todos como director.
Cierto que a Affleck no le ha costado tanto, pero las similitudes no acaban
ahí. Y es que Affleck, si algo ha demostrado en sus tres películas como
director, es talento para contar historias al modo más clásico de Hollywood, al
igual que Eastwood. Sin embargo, algo está fallando, y es que cada uno de sus
films me gusta menos que el anterior.
Tal vez sea por el giro final del guión, por la soberbia interpretación del
hermano de Ben Affleck, Casey, o por estar basada en una novela de DennisLehane (autor, por cierto, de Mystic River, una de las cumbres de Eastwood),
Adiós, pequeña, adiós, el debut de Affleck en la dirección, continúa siendo su
mejor obra. En la siguiente, The town, se metamorfoseaba en Michael Mann para
dirigir con brío una de policías y ladrones, de nuevo en su Boston natal, a la
que solo le fallaba el guión para ser un nuevo Heat.
Y ese, sin lugar a dudas, es el gran (o no tanto, la verdad) problema de
Argo, la más ambiciosa y a la vez decepcionante de sus películas. El film nos
sitúa en 1980, durante la crisis de los rehenes en Irán. Por resumir, y en eso
el arranque de la cinta nos sitúa a la perfección: los iraníes eligieron a un
presidente democráticamente, el cual expropió el petróleo y lo devolvió a su
pueblo, así que Estados Unidos organizó un golpe de estado y colocó a un nuevo
presidente, que instauró un régimen de terror mediante torturas y asesinatos.
Hasta que llegó Jomeini y una revolución tomó el poder, mientras el presidente
se refugiaba en Estados Unidos, que se negó a extraditarlo para ser juzgado por sus crímenes.
Finalmente la embajada estadounidense en Irán es asaltada y sus ocupantes
retenidos durante más de un año…
…pero mientras, los seis trabajadores principales huyeron y fueron
ocultados en la embajada canadiense, así que la CIA organizó un rescate. Ahí
entra el personaje interpretado por Affleck (que va ganando peso como actor,
pero sin estar más que correcto), quien idea un plan de lo más surrealista:
viajará a Irán y hará que los seis se hagan pasar por el equipo (director,
guionista…) de rodaje de una película canadiense de ciencia ficción, Argo, que
buscan exteriores en Irán, y con esa nueva identidad tomarán un vuelo de
salida.
Con estos mimbres Argo acaba convirtiéndose en un thriller impecable que va creciendo
en intensidad y que, al igual que en la parte final de Lincoln, logra clavar al
espectador en la butaca a pesar de que ya sabe cómo va a acabar la cosa.
Affleck maneja los hilos a la perfección, y encima cuenta con magníficos
secundarios, entre los que destacan Alan Arkin y John Goodman, la parte
hollywoodiense del plan, y que, básicamente, cargan con la parte humorística
del film, para rebajar la tensión. Eso sí, Alan Arkin, espléndido como siempre,
y que al igual que Tommy Lee Jones en Lincoln se lleva las mejores frases, no
debería ganar el Oscar al secundario, ya que interviene muy poco y, por poner
un ejemplo, debe estar en pantalla como un minuto por cada cinco de Tommy Lee
Jones, que sigue siendo mi apuesta para el Oscar.
Affleck le saca todo el partido a la historia que cuenta, y estoy
convencido de que ningún director podría haber logrado una película mejor con
dicho guión. De hecho, dudo que con cualquier otro director hubiera alcanzado el nivel
al que llega. Pero a pesar de todo, Argo no deja de ser una buena, incluso muy
buena película, pero nada más.
Para que quede claro: si The Town era Heat pero con un guión mucho más
endeble, Argo parece dirigida por el Spielberg de Munich, solo que esta última
era 10 veces mejor por su guión, con muchas más tramas, reflexiones, puntos de
vista y profundidad. También tenía su parte de thriller, pero era mucho más que
eso.
Del mismo modo, si Argo es una muy buena película, Lincoln es una obra maestra
que sí se recordará en el futuro, con un reparto 10 veces mayor que el de Argo
y que en cada visionado permite descubrir nuevos detalles y matices. Comparar los
dos films es poco menos que ridículo.
Para acabar: el dvd de Lincoln caerá, pero no tengo la menor intención de
volver a ver Argo. De las cuatro nominadas al Oscar a mejor película que he
visto, Lincoln es, de lejos, la mejor, y le sigue La vida de Pi, también
bastante superior a Argo o Los miserables.
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