sábado, 30 de noviembre de 2013

El estreno: El cine galo, a caballo ganador


Elección curiosa para una semana de estrenos un tanto rara. De los USA nos llegan tres estrenos. El más interesante, a priori, debería ser lo nuevo de Ridley Scott, El consejero, con un reparto estelar en el que tenemos a Javier Bardem y Penélope Cruz, aunque no coinciden en ninguna escena. Pero me temo que después de tirar todo su prestigio por la borda con aquel empastre titulado Prometheus, Scott sigue cuesta abajo y no ayuda, más bien todo lo contrario, que el autor del libreto sea el mismo de otro desastre, el No es país para viejos de los Coen, uno de los films más sobrevalorados de los últimos tiempos, al igual que la actuación de Bardem en dicha cinta. En fin, que la taquilla norteamericana de El consejero ha sido poco menos que ridícula.

Como ridícula imagino que será la última 'comedia' de Vince Vaughn, ¡Menudo fenómeno!, en la que descubre que ha tenido 533 hijos fruto de sus donaciones de espermas... Y también nos llega Frozen, nueva cinta de animación que según algunos tráilers promete más de lo mismo, y en otros pinta mejor,

Nuestro cine estrena un par de cintas de las que apenas encuentran salas: Diamantes negros, sobre dos jóvenes inmigrantes que tratan de triunfar en el fútbol, y Viral, una de terror en la FNAC repleta de caras televisivas.

Así que esta vez lo mejor parece llegar de Europa, empezando por Bienvenidos al fin del mundo, con el director Edward Wright y el actor Simon Pegg cerrando su 'trilogía' de comedias en la que ya parodiaron los policiacos y las pelis de zombies. Y también tenemos doble ración francesa: Mis días felices, a mayor gloria de Fanny Ardant... 

...y Jappeloup, mi elección, que gustará a los fans de Seabiscuit, de nuevo con la historia de un jinete y su caballo, y uno de mis actores favoritos, Daniel Auteil, en papel secundario.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Estrategia + corazón = 'El juego de Ender', una eficaz ilustración


Me cuento entre los fans acérrimos de El juego de Ender (y su extraordinaria secuela, La voz de los muertos), así que no las tenía todas conmigo al enfrentarme a su esperada versión cinematográfica. Digo lo de esperada porque el libro original se publicó en 1977 y su autor, Orson Scott Card, ha exprimido al máximo el filón con múltiples entregas más.  

¿Está la película a la altura del original? Evidentemente no, lo que no significa en absoluto que sea una mala película. Para empezar, difícilmente puede estar ninguna adaptación a la altura de un libro en el que su autor expone de una manera tan completa y realista la mente de Ender (y muchos personajes más), que lo ha convertido en uno de mis mejores amigos y una de las personas que más respeto, a pesar de ser un ¿personaje? literario.

Esa es la parte más complicada en el reto de convertir la saga de Ender en imágenes, así que Gavin Hood, guionista y director, opta por lo más sencillo: centrarse en el entrenamiento de Ender, la sucesión de batallas, que son la parte que ofrece más posibilidades visuales… y comerciales. No extraña, pues, que obvie toda la trama política, una de las más interesantes del libro (más detalles en los spoilers), eliminando así casi por completo el personaje del hermano mayor de Ender, Peter, y reduciendo a su hermana, Valentine, a un osito de peluche al que abrazar. En buena medida, es como si se hubieran limitado a adaptar el relato corto que Scott Card desarrolló más tarde hasta convertirlo en la novela El juego de Ender

También se dejan muchas cosas por explicar, de manera que el espectador se quedará sin saber el significado de palabras como ansible, hegemón o tercero. Y, como era de esperar, la acción que en el libro abarca años se concentra en la pantalla en unos pocos meses, sin que veamos crecer a Ender. Todo ocurre a velocidad de vértigo, como en la escena inicial en el colegio o la esquemática presentación de los hermanos del protagonista, por lo que es imposible profundizar en los personajes, sus motivaciones y sentimientos, como hace el autor en el libro. Un claro ejemplo de ello es el juego ‘La bebida del gigante’, al que en el original Ender se enfrenta una y otra vez hasta resolverlo, mientras que en la película apenas juega un par de partidas.

Pese a ello la película de Hood mantiene la mayor parte de la trama que narra Scott Card y resulta más valiente que lo que hemos visto hasta ahora de Los juegos del hambre, empezando por la paliza que le da Ender a su compañero de clase en la primera escena… aunque luego se nos oculte cierta información. Tampoco se eluden varias claves del libro, como el tormento interior de Ender, que solo desea la paz mientras todos se empeñan en convertirle en el mejor soldado de la historia, la discusión sobre si debe prevalecer la guerra preventiva o intentar un diálogo con aquel a quien llamamos enemigo solo porque no entendemos su manera de comportarse, o ya puestos, el dilema moral que supone convertir a niños en guerreros.

Hood logra cierto equilibrio entre la parte dramática del film y la acción, que, eso sí, es donde pone toda la carne en el asador, logrando algo no exento de dificultad como es hacer que el espectador siga con facilidad las batallas, que siempre me parecieron lo más abstracto del libro. Y lo hace con tal eficacia que podemos estar ante la mejor película de batallas de la historia, donde el director resulta un maestro a la hora de plasmar estrategias.

La otra gran baza del film es su actor protagonista, Asa Butterfield, capaz de insuflar a su papel todo el corazón del Ender literario y evitar que naufrague la parte más complicada del film, la de los conflictos y dilemas morales que afrontan los personajes. Desde luego no me quejaré si le dan el Oscar al mejor actor, porque él sí está a la altura de uno de los mejores personajes que ha dado la literatura. Tal cual.

El resto del reparto cumple con lo que toca, excepto un Harrison Ford cuya mejor época ya pasó, y que nos recuerda por qué solo lo nominaron al Oscar por Único testigo. Es el único al que no te crees en ningún momento, y teniendo en cuenta que su papel es mucho más determinante que en el libro, resulta un grave inconveniente.

Todo ello me sirve para recomendar la película principalmente a quien siempre haya querido ver las batallas de Ender en pantalla grande y a quien no haya leído el libro, invitándole luego a sumergirse en la obra de Scott Card para profundizar en la lectura superficial, pero más que eficaz, que ha realizado Hood.

Posdata: Que nadie espere secuelas. Los que hemos leído el segundo libro de la saga, ya sabemos por qué.




SPOILERS

La trama política y el paso del tiempo, ambas ausentes en el film, dan lugar en el libro a que Peter, el hermano mayor de Ender, se convierta en el dirigente del gobierno mundial mientras Ender pasa de héroe a ser considerado el mayor genocida de todos los tiempos, una carga con la que tendrá que vivir.

El libro también apunta cómo, una vez eliminado el enemigo común de la humanidad, las rencillas entre países vuelven a aparecer, etc., etc.


sábado, 23 de noviembre de 2013

El estreno: Binoche es Claudel


El cine francés gana este fin de semana, pero vamos primero con el resto de estrenos. De los USA nos llega En llamas, la secuela de Los juegos del hambre, que a punto ha estado de ser la elegida. Y es que aunque la primera entrega fue un tanto decepcionante, de esta se espera que sea lo que no fue aquella. Y es que, ateniéndonos al guión, y sin desvelar nada, la primera parte resultaba totalmente innecesaria. Y también nos llega Plan en Las Vegas, suerte de Resacón para jubilados, con nada menos que Robert de Niro, Morgan Freeman, Michael Douglas y Kevin Kline. Ahí es nada.

En lengua hispana tenemos dos únicos estrenos y de esos que apenas encuentran salas: la catalana La por, sobre el maltrato, y la mexicana Heli, sobre el tráfico de drogas. Completamos con la japonesa Una familia de Tokio y la británica Metro Manila...

...y nos quedamos con Camille Claudel 1915, que nos devuelve a la mejor Juliette Binoche interpretando a la escultora francesa durante su internamiento en un psiquiátrico. Lo sentimos por Jennifer Lawrence y Katniss, pero la Binoche es mucha Binoche, y más en un proyecto de estas características.


sábado, 16 de noviembre de 2013

El estreno: Woody Allen, de vuelta en los USA


Siguen multiplicándose los estrenos, en un fin de semana en el que ha resultado fácil elegir, y es que habiendo estreno de Woody Allen... Pero no adelantemos acontecimientos.

La apuesta española de la semana es ¿Quién mató a Bambi?, original título para una comedia de enredo con guión y dirección del debutante Santi Amodeo, en la que destaca su pareja protagonista un cada vez más omnipresente Quim Gutiérrez, y Ernesto Alterio, últimamente desaparecido.

De los USA, un poco de todo, empezando por lo último de Luc Besson como director, Malavita, con Robert de Niro, Michelle Pfeiffer y Tommy Lee Jones, además de un argumento que recuerda bastante al de lo último de Jennifer Aniston, con una familia mafiosa que tiene que ocultarse bajo una fachada falsa en un programa de protección de testigos.

La huida es el thriller de la semana, con Eric Bana y Olivia Wilde, y The Collection la última ración de gore, siguiendo la saga The Collector, que parece haber tomado el relevo a Saw. Y completamos los estrenos principales con Adore, traducida aquí como Dos madres perfectas, que supone el regreso de Naomi Watts a Australia, bien acompañada por Robin Wright.

Pero como dije al principio, el estreno de la semana no es otro que Blue Jasmine, lo nuevo de Woody Allen, que regresa a casa tras su periplo por Londres, París y Roma, y que podría darle otro Oscar a Cate Blanchett. La actriz interpreta a la triste Jasmine del título, que, no sé si en una alegoría de la crisis, se queda sin dinero y sin marido, por lo que tiene que abandonar su vida de lujo en Nueva York para ir a vivir a San Francisco con su hermana, perteneciente a la clase trabajadora. Con un reparto menos 'lujoso' que en los últimos tiempos, Alec Balwin es la otra estrella del elenco. Habrá que ver con qué nos sorprende esta vez el genio neoyorquino.

jueves, 14 de noviembre de 2013

'Crepúsculo': El sopor...


Es lo que tiene ser crítico de cine, a veces tienes que perder dos horas de tu vida de la manera más tonta. Es lo que me pasó el otro viernes, cuando decidí darle una oportunidad a Crepúsculo (2008), la primera entrega de la saga, a pesar de todas las críticas negativas. Y perdí el tiempo. De qué manera.

Mira que me cuesta ponerle un cero a cualquier película, y siempre suelo encontrar algo bueno en cada una de ellas, pero estamos ante uno de los mayores despropósitos cinematográficos que haya visto. Lo único salvable, y eso solo aumenta mi indignación, es el derroche de presupuesto para darle cierto empaque visual y una cuidada fotografía que se te atraganta desde el primer fotograma, dándole a la película ese aire gélido y artificial, por no hablar del maquillaje que hace que parezcan cadáveres andantes tanto los vampiros como los humanos.

Aunque, para empezar, habrá que dejar claro que Crepúsculo no es una película de terror, ni mucho menos de vampiros. La protagonista, Bella, más parece que se enamore de Spiderman, y la elección de este superhéroe en concreto no es aleatoria, ya que a su pareja, Edward, le encanta subirse a los árboles, algo más propio de Tarzán que de Drácula. Y encima se saltan varias reglas de toda la vida, porque estos vampiros sí se ven en los espejos (para ver lo monos que son) y la luz del sol no les mata sino que… los hace brillar como diamantes ¿?

Pero lo del vampirismo solo es la, muy simple, excusa para revestir el típico rollete de instituto con un toque sobrenatural y hacer imposible el amor entre los protagonistas. Una historia romántica en la que también naufraga la película, ya que no hay quien se la crea, empezando por las pésimas interpretaciones de su pareja protagonista, que son de lo peor que he visto en una pantalla en mucho, pero mucho tiempo.

El film apenas tiene argumento, y después de que Bella llegue a su nuevo instituto, se integre en la pandilla de frikis y aparezca la aún más friki familia de Edward, el ‘romance’ avanza de cualquier manera hasta llegar a un bochornoso partido de béisbol, ridículo a más no poder, que hace que los partidos de quidditch de Harry Potter parezcan una escena de El Padrino.

Solo entonces llega la ‘acción’, reducida a una simple cacería en la que otro vampiro se encapricha de Bella y a una pelea de medio minuto. La nada.

El único consuelo es que, o mucho me equivoco, o estamos ante la peor entrega de la saga, cuyos próximos derroteros se empiezan a  insinuar en las últimas escenas a través de dos personajes que apenas intervienen en este primer capítulo: el amigo indio que convertirá la pareja en triángulo y servirá para introducir a los hombres lobo, y Victoria, que apunta a futura némesis.

No sé, igual como no soy una adolescente de 14 años no le veo la gracia…


domingo, 10 de noviembre de 2013

Volem Canal 9, i no de qualsevol manera


Hoy toca un, esperemos que breve, paréntesis en la cotidianeidad cinematográfica para ocuparnos del último expolio al que el PP somete a la Comunitat Valenciana. El último gran cacique, Alberto Fabra, a quien nadie votó como alcalde de Castellón ni como president de la Generalitat, siempre lo pusieron a dedo (curiosa la carrera política de este hombre), ha ido hoy a Cheste para "hablar de motos". Así que ha habido que preguntarle hasta cuatro veces por las manifestaciones en las que miles de valencianos se opusieron ayer al cierre de Canal 9 en las capitales de las tres provincias. Y al final ha soltado que "la decisión ya está tomada y ya lo hemos dicho por activa y por pasiva", en declaraciones a Radio 9. O sea, aquí mando yo y punto. Habrá que verlo.  

Ignoro si la ocurrente idea de cerrar RTVV ha salido del propio Fabra, del Consell en general, o directamente de Génova. Tampoco tengo muy claro que hayan medido sus consecuencias. Desde luego tengo claro que en el PPCV ni se esperaban la reacción de los, hasta ahora, sumisos y serviles trabajadores de la casa, ni la reacción popular en la calle. Claro que para ellos solo cuenta la 'mayoría silenciosa' o sus propias manifas.

Lo que también evidencian las palabras de hoy de Fabra es la eterna costumbre española de no dar un paso atrás (aunque esta semana Wert y sus becas han demostrado que se puede hacer) y no reconocer los propios errores ni muerto. Decía Císcar en su última comparecencia que el PPCV ha cometido errores en Canal 9, pero yo más bien hablaría de delitos, uno tras otro. Igual que ahora Fabra comete una ilegalidad tras otra, tal como se encargarán de sentenciar los jueces, salvo que los tenga comprados el PP... y a la vergonzosa actitud de la Fiscalía en casos como los de la Infanta o Bárcenas me remito. Pero igual tardan 10 años en juzgarle, como al otro Fabra, y Canal 9 ya estará criando malvas.

Si Alberto Fabra se ha leído el Estatut de Autonomía sabrá que no puede privar a los valencianos de un derecho como es tener un medio de comunicación propio, y no le he oído hablar en ningún momento del escenario posterior al cierre de Canal 9. Es cierto que la televisión valenciana necesita un profundo cambio en todos los aspectos y una reducción de plantilla, pero pactada, aunque al menos se ha quitado la mordaza que le había puesto el PPCV, convirtiéndola en su aparato propagandístico. Hace muchos años que los peperos (Zaplana, el gran Paco Camps...) nos robaron la tele a los valencianos, y ahora parece que quieren hacerlo definitivamente. Eso, señor Fabra, se llama prevaricar y dar un golpe de estado.

En fin, el PP sigue dominado por el liberalismo y la obsesión de cargarse todo lo público para defender a los suyos. Porque esto, como siempre, no es más que una lucha de clases. Y hay que tomar partido.

Por cierto, no es la primera vez que el PPCV cierra una televisión autonómica. Ya cerraron TV3.

sábado, 9 de noviembre de 2013

El estreno: El nuevo desafío de Ender


Y esta semana se rompe la racha de estrenos españoles destacados, aunque no será por falta de candidatos. El más firme, Séptimo, nueva entrega de 'terror' con Belén Rueda, muy bien acompañada en este caso por Ricardo Darín. La premisa promete: el personaje interpretado por Darín, casado con Rueda, suele jugar con sus hijos a ver quien baja más rápido desde el séptimo piso en el que viven, él por las escaleras, o ellos en el ascensor... hasta que un día desaparecen. Falta por ver si sabrán desarrollar esta idea, que a punto ha estado de darles el estreno de la semana.

Pero hay mucho más cine español, aunque apenas se estrene y no lo publiciten por la TV: Alpha, thriller con tres delincuentes que se reencuentran años después de un golpe fallido; Del lado del verano, comedia con Antonia San Juan como actriz y directora; Esto no es una cita, otra comedia, en este caso premiada en Málaga y con la televisiva Alexandra Jiménez; Las mejores cosas del mundo, tercera comedia de la semana, de origen gallego; Frontera, con una original premisa: el reparto de una nueva versión teatral de 12 hombres sin piedad queda aislado por epidemia en la celda de una prisión: un reparto integrado por presos y personas del exterior; y por último, otra triunfadora de Málaga, Stockholm, con una original historia de amor por la que Aura Garrido se llevó el premio a la mejor actriz.

También avalancha de estrenos procedentes de los USA. Sobre todo terror, con la segunda entrega de El último exorcismo, y la esperadísima La cabaña en el bosque, con guión de Joss Whedon y dirección de Drew Goddard, una original vuelta de tuerca al género... que ha tardado casi tres años en estrenarse en España. Pero también hay espacio para la comedia, o algo así, con Somos los Miller y Jennifer Aniston tratando de reverdecer laureles.

Pero el estreno de la semana, no podía ser de otra manera, es El juego de Ender, aunque sea para ver cómo ha quedado en pantalla grande uno de mis libros favoritos. Como me ocurre con Séptimo, voy poco convencido al cine, pero todo sea por un clásico de la ciencia ficción que ha tardado lo suyo en ser traducido a imágenes. Y con reparto de lujo: Harrison Ford (aunque parece actuar en modo piloto automático), Ben Kingsley y las jovencísimas Hailee Steinfeld y Abigail Breslin.

Después de la decepcionante Gravity, el espacio aguarda de nuevo.


viernes, 8 de noviembre de 2013

La gran dama valenciana del cine español



Como las desgracias nunca vienen solas, la misma semana en la que los valencianos estamos sufriendo el terremoto provocado por el cierre (o en ello está el PPCV) de Canal 9 (y no comento más porque esta señora me merece un respeto enorme), nos llega la triste noticia del fallecimiento la pasada noche de Amparo Rivelles, muy posiblemente la mejor actriz valenciana de todos los tiempos, y una de las grandes damas de la escena española.

De Amparito Rivelles a doña Amparo Rivelles, su extensa carrera empezó convirtiéndose pronto en la estrella de Cifesa, aquella productora valenciana de la posguerra que imitó el modelo de producción hollywoodiense, para la que protagonizó multitud de películas como Eloísa está debajo de un almendro, Malvaloca o, sobre todo, El clavo, mostrando una arrebatadora belleza juvenil.

No abandonó el teatro, y tras filmar en España Mr. Arkadin (1955), a las órdenes de Orson Welles, se embarca para México, donde sería una de las reinas del culebrón durante 20 años. Su siguiente etapa volvería a traerla a nuestro país, para seguir alternando cine y teatro, convertida ahora en una madura intérprete cuyo talento se encontraba en plenitud. 

Así le llegaría en 1986 el Goya a la mejor actriz por Hay que deshacer la casa, y también dejaría huella en la televisión, primero con su participación en Los gozos y las sombras (1982), pero sobre todo por su extraordinario papel en La Regenta (1995), donde mostró todas las tablas aprendidas durante una vida entera dedicada a la actuación.

Perteneciente a una gran saga familiar de actores, hija de Rafael Rivelles y María Fernanda Ladrón de Guevara, y hermana de Carlos Larrañaga, supo además preservar su vida privada, y no exhibirla a los cuatro vientos como han acabado haciendo muchas compañeras de profesión de su generación.

Para mí siempre será, obviamente, la jovencita de El clavo, y la señora de La Regenta.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Y Tony Scott se despidió con una obra maestra


Tony Scott siempre fue ‘el otro Scott’, el comercial, el videoclipero. Aunque debutó en la gran pantalla con The hunger (1983), film de culto con un original acercamiento al vampirismo, ahí se quedarían los elogios de la crítica, que siempre prefirió a Ridley. Y es que con su siguiente trabajo, Top Gun (1986), Tony se apuntaría al cine más orientado a la taquilla, en el que altenaría títulos más inspirados (Superdetective en Hollywood 2 (1987)) con otros más flojos (El último boy scout (1991)).

Dos años antes de su suicidio en 2012, Tony filmó su último trabajo para la gran pantalla, Imparable (2010), despidiéndose, aunque entonces nadie lo sabía, con una de sus películas más redondas. Lo más curioso es que esta cinta llega después de su remake de Pelham 1, 2, 3 (1974), película con la que Imparable tiene bastantes similitudes. En la primera el argumento gira en torno al secuestro de un vagón de metro, y en la que nos ocupa el ‘protagonista’ es un tren que circula sin control.

En ambos casos tiene un importante papel la central desde la que se dirige, en un caso la circulación del metro, y en el otro la de los trenes, que en cierto modo juegan el rol del departamento informático, puesto de moda por 24 y la saga Bourne.

Pero lo realmente curioso es que donde el remake de Pelham naufragaba en todos los aspectos, quedándose muy lejos del original, con un Denzel Washington que no hacía olvidar a Walter Matthau, y sobre todo un Travolta que hacía añorar a Robert Shaw, Imparable funciona y atrapa al espectador (casi) de principio a fin.

Lo del ‘casi’ viene por un arranque un tanto desconcertante, en el que la trama tarda demasiado en arrancar, y también tarda en quedar claro cuál será el papel de los dos protagonistas, encarnados por Washington y Chris Pine. A partir de ahí, el menor de los Scott borda lo que siempre se le dio mejor: mover a la perfección los hilos de una superproducción de acción, con escenas de gran complejidad que involucran trenes, coches y hasta helicópteros, imprimiendo al montaje un ritmo infernal.

Imparable es puro cine palomitero. Tampoco es nada más que eso, pero cuando Tony le pilla el punto, se convierte en un mecanismo de relojería imparable que clava al espectador a la butaca. Por supuesto también ayuda a ello la habitual eficacia de Washington, uno de los pocos actores a los que da gusto ver actuar incluso, como es el caso, van con el piloto automático puesto. Solo que el intérprete afroamericano le aporta siempre a sus personajes una dosis de humanidad que los hace únicos.

Washington trabajó en Imparable por quinta ocasión con Tony Scott, de quien se acabó convirtiendo en actor fetiche. Y eso que entre su primera y segunda colaboración, Marea Roja (1995) y Man on fire (2004), casi pasó una década. A partir de ahí, Denzel se convirtió en imprescindible para Tony, que salvo en su siguiente trabajo, Domino (2005), protagonizado por Keira Knightley, contó con él para sus tres últimas películas: la pasable Dejà vu (2006), el pésimo remake de Pelham (2009) e Imparable (2010).

Junto a Washington encontramos a Chris Pine, que como en Star Trek (2009), muestra cierto carisma y mantiene el tipo, y a Rosario Dawson, que también repite el papel de Matthau en Pelham y sale más que airosa.


Por fortuna Tony no se despidió con Pelham, sino con Imparable, impecable cinta de acción, que con la más compleja Spy game, está entre lo mejorcito del director.  

El detalle: Ojo al arranque de la película y a cómo empieza a gestarse el desastre. Casi parece que la acción transcurra en España, con tanto incompetente suelto.


viernes, 1 de noviembre de 2013

El estreno: Javier Cámara meets John Lennon


Y ahora ya hablamos de récord: cuarto fin de semana consecutivo con estreno español en lo más alto del podio, y eso que con la festividad de Todos los Santos llega una buena catarata de estrenos. Vamos a ello.

La secuela de Thor nos demuestra que en otoño también hay tiempo para los blockbusters. De los USA también nos llega Solo Dios perdona, con Ryan Gosling repitiendo papel de duro a las órdenes de Nicolas Winding, que ya le dirigió en Drive; y Pacto de silencio, el regreso a la dirección de Robert Redford, que además encabeza un reparto absolutamente increíble: Shia Labeouf, Nick Nolte, Julie Christie, Richard Jenkins, Chris Cooper, Susan Sarandon, Sam Elliott, Anna Kendrick, Brendan Gleeson, Terrence Howard y Stanley Tucci. Ahí es nada.

De Hollywood también nos llega Hojas de hierba, rara incursión en la comedia de Edward Norton, que, eso sí, interpreta a dos gemelos, algo ya más propio de él; y otra comedia, Don Jon, con Joseph Gordon Levitt delante y detrás de la cámara, muy bien acompañado por Scarlett Johansson y Julianne Moore.

También tenemos ración doble de cine galo, con el drama El viaje de Bettie, a mayor gloria de Catherine Deneuve, y El postre de la alegría, con Carmen Maura y unas viejecitas que complementan su pensión traficando con hachís.

Y ración doble también de cine patrio. Por un lado, Al final todos mueren, película de episodios con el escenario común de los últimos días de vida antes de que un meteorito se estrelle contra la Tierra...

...y por otro, Vivir es fácil (con los ojos cerrados), último trabajo del bueno de los Trueba, David, que tras el impecable duelo entre José Sacristán y María Valverde que nos ofrecía en su anterior y teatral Madrid, 1987 (2010), otorga ahora el protagonismo a Javier Cámara como un profesor que en 1966 trata de conocer a John Lennon, que por entonces rodaba una película en Almería. Puro Trueba (David, claro).