domingo, 26 de mayo de 2013

'Fringe IV': Reescribiendo la historia


Los guionistas de Fringe se encontraron con un complicado panorama a la hora de abordar la cuarta temporada. ¿Cómo seguir adelante si ya habían contado la historia que querían contar? La historia de los dos universos paralelos, del Walter bueno y el Walter malo, la Olivia buena y la Olivia mala, etc., etc., había quedado finiquitada tras el desenlace de la tercera temporada, en la que Peter Bishop consigue que los dos bandos firmen la paz. ¿Y ahora qué?

Lo que nos encontramos en esta cuarta temporada es que el pasado ha cambiado. Lo que hizo Peter ha modificado la línea temporal, de manera que tanto en nuestro universo como en el otro, las cosas no ocurrieron como se nos habían contado hasta ahora. El motivo principal es que, tras el sacrificio de Peter, es como si este nunca hubiera existido, como si hubiera muerto en el lago helado sin ser salvado por el Observador. Y si Peter no existió… todo cambia.

Esto sirve a los guionistas como excusa para poner en pie toda una serie de versiones alternativas de lo ya visto, con resurrecciones de varios personajes y nuevas variaciones sobre el rumbo que tomó la serie en el pasado. El mejor ejemplo es el capítulo 12, Un ser humano mejor, cuyo prólogo es exactamente igual al de uno de los capítulos de la primera temporada, aquella a la que más se remite la que nos ocupa.

Peter no tarda en reaparecer pese a que la máquina lo había eliminado de la corriente temporal, pero se encuentra con que nadie le recuerda y sus seres queridos parecen pertenecer a otro universo o corriente temporal (y es que esta temporada ya apenas justifica nada y todo ocurre porque sí). A Walter, que vive en su laboratorio, solo le sacó del psiquiátrico Olivia, y esta, que en el universo original tenía hermana y sobrina, y en el alternativo no tenía hermana pero aún vivía su madre, ahora tiene una hermana con la que no se habla –y que sigue casada- y ambas fueron criadas… por Nina Sharpe. Un universo… en el que nunca se estrenó Los cazafantasmas.

La nueva situación nos muestra a los departamentos Fringe de ambos universos colaborando, aunque siguen recelando el uno del otro, y el Lincoln de nuestro universo, ya presentado en un episodio de la anterior temporada, se incorpora al equipo, inicialmente como ‘sustituto’ de Peter, para complicar aún más la trama romántica. Con ambos universos en paz, será un nuevo y enigmático enemigo el que les llevará a todos de cabeza, y cuya identidad hay que buscar en los cambios experimentados por esta nueva línea temporal.

Por un lado, la serie ha aprendido de sus errores en el pasado, y la mayor parte de episodios tocan la trama central, en la que los observadores también van ocupando un lugar cada vez más importante, especialmente Septiembre, y en la que Olivia va erigiéndose en el factor clave, como Peter lo fue en la anterior temporada.

Por otro, a pesar de los buenos momentos, del carisma de los personajes y de un nivel de calidad que se mantiene, al espectador no le abandona la sensación de que lo que está viendo no es realmente Fringe, que la historia acabó al final de la tercera temporada y esto es una especie de anexo innecesario en el que se dan vueltas y más vueltas a lo ya visto para aportar más bien poco. De hecho, si el fuerte de la serie han sido siempre los personajes, aquí se pierde cierta conexión ante los constantes cambios en los protagonistas, que ya no son los que conocíamos sino versiones alternativas… o vaya usted a saber. Aunque, tranquilos, Walter sigue deleitándose con tartas de limón… rellenas de sesos de mono, y continúa sin recordar el nombre de Astrid. Eso sí, ahora que los dos universos han firmado la paz, las relaciones entre las dos versiones de los protagonistas van a dar bastante juego.

Mención especial para el capítulo 19, Cartas en tránsito, en el que antes de meter la directa con los tres últimos episodios, incluido el díptico final Brave new world -algo decepcionante-, volvemos a tener uno de esos capítulos especiales, fuera de toda continuidad, en el que viajamos a un posible futuro donde los Observadores han dominado la Tierra y hay una pequeña resistencia de la que forman parte Henry Ian Cusick, el Desmond de Perdidos y una joven rubia de gran parecido con Olivia, quienes hallan a Walter conservado en ámbar. Un episodio que tal vez, a tenor de la última escena de la temporada, augura lo que nos espera en la quinta y última entrega de la serie.

El detalle: Suma y sigue, ya son 6 las cortinillas iniciales de la serie. A las de los dos universos, el pasado y el futuro, se suman la de color naranja para la nueva corriente temporal, y la del nuevo futuro en el episodio 19.


SPOILERS


La reaparición de David Robert Jones (sí, el auténtico nombre de DavidBowie) me parece una gran idea, recuperando así al gran primer villano de la serie, de nuevo encarnado magistralmente por Jared Harris. Eso sí, la sorpresa final con la reaparición de William Bell (anticipada en el episodio 19), le resta mucho carisma a Jones, que queda como mero lacayo de Bell.

sábado, 25 de mayo de 2013

Baz Luhrmann factura un Gatsby light o Coppola es mucho Coppola


Empezaré aclarando que no voy a entrar en la mayor o menor fidelidad a la obra de Fitzgerald de las adaptaciones de El gran Gatsby realizadas por Jack Clayton en 1974 y por Baz Luhrmann, ahora mismo en los cines, dado que hace mucho que leí la novela y no la tengo demasiado fresca en la memoria. Pero en cuanto a versión cinematográfica, la de Clayton, protagonizada por Robert Redford y Mia Farrow, la más famosa de las que se han realizado hasta el momento, me parece bastante superior a la de Luhrmann.

Y eso que, pese a ser la película más floja del director de Moulin Rouge (2001) o Australia (2008), tampoco es que desmerezca tanto en comparación con la de Clayton, especialmente si nos centramos exclusivamente en la labor de dirección. Donde Clayton se ocultaba, con una narración tal vez demasiado plana y dejando que el silencio se adueñase de la pantalla en muchos momentos del film, Luhrmann se esfuerza por imprimir su sello y convierte parte de su versión en un festival de música, color y luz. Nada que objetar, cada uno tiene su estilo, y Luhrmann alterna aciertos con errores.

Entre los primeros, la escena en casa de la querida de Tom, donde transmite con gran fidelidad la sensación de embriaguez, de emborracharse tal como hacían todo el tiempo los protagonistas de El gran Gatsby, y ya puestos, tanto Fitzgerald como su mujer, Zelda. Claro que acometer una escena así en 1974… era otra historia.

Y entre los errores, el bochornoso reencuentro entre Gatsby y Daisy, más propio de una vulgar comedia para adolescentes, que por desgracia parece el público en el que pensó Luhrman a la hora de acometer este proyecto.

El director australiano simplifica en exceso la obra de Fitzgerald –por mucho que insista en leernos párrafos enteros de la misma, incluido el magistral final-, incluso eliminando tramas y personajes. Así ocurre con la amiga de Daisy, Jordan, que tras cumplir su papel en el arranque ya no aparece hasta la parte final, con lo que desaparece su historia de amor con el narrador, Nick, que sí estaba presente en la versión de Clayton.

Otro tanto ocurre con la querida de Tom y el marido de esta, que en la nueva adaptación solo aparecen al inicio y al final, de modo que este carece de la misma fuerza que en la versión de Clayton, en la que se mantienen en pantalla todo el tiempo. En la nueva versión no pasa de ser un ligue más de Tom, en tanto que en la anterior nos creemos que la amaba y nos impacta de verdad lo que ocurre en el desenlace.



Luhrmann también toma un par de decisiones, a mi modo de ver erróneas. Para empezar, hace que Nick narre la historia desde el futuro, mientras se recupera en un psiquiátrico. Como dije, esto le sirve de excusa para abusar en la lectura de párrafos de la novela, y solo consigue dos cosas negativas: que nos distanciemos más de la historia central, y que el espectador pueda distraerse tratando de imaginar qué acontecimientos han llevado a Nick al psiquiátrico.

El otro error es recurrir al flashback para narrar el pasado de Gatsby y Daisy, mientras que Clayton optaba por diálogos entre los protagonistas, distribuyendo la información de manera más uniforme en el metraje, y logrando escenas de una gran intensidad emocional.

Y es que donde realmente la versión de Clayton le gana la partida a la actual es en el portentoso guión de Coppola, lleno de pequeñas escenas, diálogos y frases, multitud de detalles que la llevan mucho más lejos que la adaptación superficial y atropellada que ha escrito Luhrmann en compañía de Craig Pearce. De hecho, el mayor error de Clayton fue no sacarle todo el partido al texto de Coppola, al dirigirlo de una manera demasiado convencional.

En cuanto al reparto, lo cierto es que Leonardo di Caprio, sin realizar una de sus mejores interpretaciones, es quien mejor aguanta la comparación con su predecesor en la versión del 74, nada menos que Robert Redford. Cada uno defiende a Gatsby con sus propias armas y ambos salen más que airosos de un reto de tal magnitud. Por cierto, Di Caprio nació precisamente en el 74, por lo que ha rodado su Gatsby a la misma edad que lo hizo Redford, con 38 años.

Otra cosa es Carey Mulligan, a quien hasta ahora solo había visto en un capítulo de Doctor Who en el que estaba maravillosa, pero que aquí decepciona, y mucho, convertida en una simple muñeca llorosa y aparentemente drogada todo el tiempo. Cierto es que la interpretación de Mia Farrow en la versión del 74 es sencillamente portentosa, tal vez su mejor trabajo, pero es que la Mulligan naufraga considerablemente, y el guión tampoco la ayuda en absoluto. Y por cierto, ambas interpretaron a Daisy con una edad similar, 29 años la Farrow y 27 Mulligan.

Por su parte, Joel Edgerton convierte a Tom en un simple bruto, sin los matices de Bruce Dern, que hacía que incluso pudieras llegar a identificarte con su conducta, y Tobey Maguire cumple mientras se le exige parecer un tonto, pero no llega a la intensidad de Sam Waterston en los momentos más dramáticos, en los que era capaz de transmitir lo que sentía su personaje, la esencia de la novela de Fitzgerald, sin decir una sola palabra.

Y el resto del reparto, simplemente, como ya he comentado, ve reducida su presencia en pantalla, aunque, francamente, Isla Fisher no tiene nada que hacer con Karen Black. Y mención especial para el mecánico, aquí otro bruto sin personalidad, muy lejos de la excepcional interpretación que realizaba en la versión del 74 Scott Wilson, a quien los seguidores de la serie The walking dead reconocerán como el granjero Hershel con casi 40 años menos.

Luhrmann sale airoso al recrear las fiestas y el ambiente en el que vivía Gatsby –aunque me temo que los coches de la época no alcanzaban los 100 kms/hora- pero naufraga estrepitosamente al abordar la historia de amor entre Gatsby y Daisy. Clayton, además, tiñe el film con un tono sombrío, de manera que en todo momento el espectador tiene la sensación de que la historia acabará en tragedia.



SPOILERS

Todo está en los detalles. En la versión de Clayton resulta magistral la aparición de la hija de Daisy en la reunión que abre la recta final. El plano del rostro de Gatsby mientras la niña no deja de llamar papá a Tom deja claro que, por primera vez, Gatsby empieza a entender con horror que no hay vuelta atrás, que no podrá recuperar a Daisy.

La explicación del pasado real de Gatsby resulta mucho más satisfactoria en la versión de Clayton, donde se elimina la parte en la que salva a un millonario de naufragar, demasiado fantasiosa, y se potencia la trama mafiosa, que para eso hablamos de Coppola. Además, a diferencia de Luhrmann, Coppola no elimina el epílogo de la novela en el que el padre de Gatsby acude al entierro, un magnífico cierre a la historia.

Y hablando de cierres, en la versión actual Nick no consigue hablar con Daisy tras la muerte de Gatsby, mientras que en la de Clayton sí se encuentran cara a cara, momento en el que Nick puede reprocharle su cinismo y frialdad. Escena de gran intensidad que Luhrmann obvia, evitando también un momento de lucimiento para Mulligan y Maguire… y así todo el tiempo.


viernes, 24 de mayo de 2013

El estreno: Los robots son para la tercera edad


Semana cargada de lo que podríamos denominar 'rarezas', con la ¡sexta! entrega de la saga automovilística Fast & furious como gran reclamo hollywoodiense para la taquilla. También de los USA nos llega precisamente el debut en Hollywood del director de la versión sueca de Los hombres que no amaban a las mujeres, Niels Arden, que en Dead man down confía de nuevo en Noomi Rapace y ahora en Colin Farrell.

No falta el estreno español, con Carmen Machi e Ingrid Rubio liderando el reparto de La estrella, mezcla de drama y comedia. También tenemos a Isabelle Huppert en otra comedia, en este caso de Corea del Sur, En otro país, y el duro drama italiano Maternity blues, acerca de tres mujeres internas en un psiquiátrico por haber matado a sus hijos.

Entre tan variopintas propuestas, me quedo con Un amigo para Frank, otra curiosidad que cuenta con un brillante reparto, formado por Frank Langella, James Marsden, Liv Tyler o Susan Sarandon, para una curiosa combinación de ciencia ficción y comedia que se llevó el premio del público en Sitges. Un robot es asignado para cuidar de un anciano, que descubre de nuevo las ganas de vivir... y de volver a ser un ladrón de joyas.

sábado, 18 de mayo de 2013

El estreno: Gatsby según Luhrmann


Pocas dudas esta semana sobre el estreno más esperado, aunque tenemos bastante donde elegir. El cine español presenta hasta tres propuestas de lo más variado: Ali, con Nadia de Santiago como protagonista absoluta encarnando a una joven que ve cómo cambia su vida al enamorarse; El cosmonauta, intrigante ciencia ficción sobre la desaparición del primer cosmonauta ruso que llegó a la Luna, y La última isla, orientada a los más jóvenes, al igual que la holandesa Kauwboy.

De Francia nos llega el documental Indignados sobre este movimiento social, y de los USA lo más flojo del fin de semana: Marea letal, thriller con la pareja en la vida real formada por Halle Berry y Olivier Martinez, y la terrorífica The lords of Salem, a cargo de Rob Zombie.

Así que lo ha tenido fácil la nueva versión de El gran Gatsby de Baz Luhrmann, que se reencuentra con Leonardo DiCaprio después de su adaptación de Romeo y Julieta (1996). A primera vista el espectáculo visual es deslumbrante, y parece que, muy en su línea, Luhrmann ha convertido la novela de Fitzgerald en una especie de musical, donde Tobey Maguire y Carey Mulligan secundan a DiCaprio. Todo apunta a que la cinta está más próxima a Moulin Rouge (2001) que a Australia (2008), después de que esta última no lograse la acogida esperada, pese a su notable calidad. Como siempre, Luhrmann no deja indiferente a nadie, así que habrá que verla... y recuperar la anterior versión (1974), con Robert Redford como Gatsby.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Darín pone rostro al drama de los accidentes de tráfico



Carancho (2010) abre la fructífera colaboración entre el director Pablo Trapero y el actor Ricardo Darín, que continuó en Elefante blanco (2012). Ambos films cuentan también con la actriz Martina Gusman como coprotagonista y se caracterizan por denunciar algunas de las realidades más sangrantes de Argentina.

En el caso que nos ocupa, las alarmantes cifras de accidentes de tráfico y el negocio, no siempre legal, que se mueve en torno a las indemnizaciones. Luján es una joven doctora que empieza a trabajar en el turno de ambulancias. Así conoce al carancho del título, Sosa, que tras perder la licencia de abogado malvive trabajando para un bufete especializado en accidentes, dirigido como si de una banda mafiosa se tratara.

El bufete, como el ave de rapiña que da título al film, va a la caza y captura de quienes han sufrido accidentes de tráfico y, sin que lo sepan los clientes, se queda con la mayor parte de las indemnizaciones. Pero aún van más allá, provocando accidentes para cobrar el seguro.

El film aborda la historia de amor entre los dos protagonistas, que tratan de sostener algo bueno entre todo el caos y el horror en el que viven, pero no lo van a tener nada fácil. Película poco amable con el espectador, a ratos versión ultrarealista de Urgencias, se sustenta en el gran trabajo de sus dos intérpretes principales, aunque tal vez patina un tanto en el desenlace.

Valores cinematográficos aparte, lo mejor de Carancho es que reavivó el debate sobre la problemática que denuncia y consiguió cambios en las leyes al respecto.

domingo, 12 de mayo de 2013

Los últimos días de Robin y Marian



Os conozco bien. Vosotros coméis carne y nosotros pan y queso, a vosotros no os alcanza la ley y a nosotros nos sacáis los ojos si cazamos un venado.
Robin Hood a un noble.

Toda una lección de cine. Así puede definirse la que, muy posiblemente, sea la mejor versión cinematográfica de Robin Hood, Robin y Marian (1976), de Richard Lester, y al tiempo la obra cumbre del director británico, justo entre sus recreaciones de Los 3 mosqueteros y Superman. 

El cineasta muestra su mejor pulso en esta lectura crepuscular y lo más realista posible del mito, donde encontramos un Robin ya maduro que regresa por fin de las cruzadas tras la muerte de Ricardo Corazón de León y vuelve al bosque de Sherwood 20 años después de su partida, para reencontrarse con sus viejos compañeros de aventuras, su enemigo de siempre, el sheriff de Nottingham, y su gran amor, Marian, convertida ahora en monja.

El mayor acierto de Lester es combinar a la perfección, como solo pueden los grandes maestros, el tono ligero y desenfadado de buena parte del film, con los momentos dramáticos, donde alcanzamos a ver toda la profundidad de los personajes. Tras 20 años de luchas y batallas, Robin ve que no ha conseguido nada, ni en Tierra Santa ni en Nottingham, donde los poderosos siguen sojuzgando a los débiles. Pero tampoco sabe hacer otra cosa que seguir peleando hasta el final, aunque le pesen los años y esté abocado a una derrota que nunca ha conocido.

Y Marian, que incluso trató de suicidarse tras la marcha de su amado, acaba cayendo de nuevo en sus brazos, aunque no está dispuesta a verle morir otra vez.

También destacan Little John, siempre fiel a Robin, y el sheriff, que a diferencia del nuevo hombre enviado por el rey Juan Sin Tierra para acabar con el arquero de Sherwood, respeta a su adversario y sabe de qué es capaz. Y también sabe que, tarde o temprano, se enfrentarán de nuevo, quien sabe si por última vez.

Con una factura impecable y una sensación de veracidad pocas veces vista en esta historia, el film avanza sin que el espectador pueda intuir el desenlace, ya que nos encontramos, tal vez, ante la última aventura del arquero.

Lester, eso sí, cuenta con un extraordinario reparto, encabezado por Sean Connery, que brinda otra de sus grandes interpretaciones de madurez como Robin, mostrando todo su repertorio, y Audrey Hepburn, que regresaba al cine para dar vida como solo ella podía hacer a esta madura Marian. Una Hepburn que no había actuado desde 1967, cuando protagonizó Dos en la carretera y Sola en la oscuridad, y que solo rodaría tres films más, el último de ellos Always (1989), a las órdenes de Spielberg, interpretando... a un ángel.

Y junto a ellos un impecable Robert Shaw como el sheriff, y NicolWilliamson, el Merlin de Excalibur (1981), como Little John. Sin olvidarnos de la poderosa intervención de Richard Harris como Ricardo Corazón de León, en unas escenas iniciales que muestran las peculiares relaciones entre un rey y aquel que le trataba como un igual, la presencia como Will Scarlet de Denholm Elliott, con quien Connery volvería a coincidir en… Indiana Jones y la última cruzada (1989), y las breves apariciones de Ian Holm como Juan Sin Tierra… y una jovencísima Victoria Abril, en un fugaz papel.

Tal vez el mejor complemento a este film sea el Robin de Errol Flynn, para recordar aquellos tiempos felices en los que todo era posible, y que encuentran aquí su reverso desencantado, pero sin arrepentirse de nada.

sábado, 11 de mayo de 2013

'The walking dead 3': Glen Mazzara se dispara al pie



Ningún jefe de estado soporta de buen grado la existencia de un enemigo organizado a sus puertas.
Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar

A quienes solo disfrutáis de la versión televisiva de The walking dead sin seguir los avatares de su producción, tal vez el nombre de Glen Mazzara no os diga demasiado, pero para bien o para mal, toda la tercera temporada es responsabilidad suya.

Mazzara es el showrunner de la serie, quien se encarga, además de escribir algún capítulo o dirigirlo, de diseñar las líneas maestras de cada temporada. Cargo en el que relevó a Frank Darabont, el director de la mítica Cadena perpetua (1994), mediada la segunda temporada. Darabont fue el impulsor de la serie, pero la excesiva ‘lentitud’ achacada a los primeros capítulos de la segunda entrega hicieron que fuese sustituido por Mazzara, quien por cierto no va a continuar en la cuarta, al parecer también por diferencias artísticas.

¿Ha sido positivo el cambio? Pues, francamente, opino que no, aunque muchos no opinarán igual. La principal diferencia entre estas dos etapas  ha sido lo que podríamos denominar compresión argumental. Hablando en cristiano, si Darabont nos ofreció una versión corregida y extendida del cómic original en el que se basa la serie, convirtiendo un par de números en seis capítulos y explotando a fondo toda la trama de la granja de Hershel como Kirkman no lo había hecho en el comic, Mazzara opta por todo lo contrario: adaptar los tebeos a velocidad de vértigo y cepillarse un montón de números en unos pocos episodios, comprimiendo en escaso metraje lo que en el cómic ocupaba páginas y páginas, de manera que los acontecimientos se suceden con mayor rapidez y atropellamiento.

Resultado: pérdida de profundidad argumental en favor de mayores dosis de acción y entretenimiento. En la etapa de Mazzara parece que pasen más cosas que durante la estancia en la granja, pero aunque estamos ante la temporada más extensa, con 16 capítulos por los 6 de la primera y los 13 de la segunda, tampoco es que la trama avance en exceso. De hecho, volvemos a tener un único escenario, dos a lo sumo, y una sola trama que se estira y se estira, como ocurría con la granja, pero aquí de manera más artificial, recurriendo a mayores dosis de violencia y casquería, con las ‘imprescindibles’ masacres de zombis que ya cansan… y mucho.

Donde Darabont profundizaba en los personajes y en la reflexión sobre lo que les ocurre, desarrollando por completo las ideas apuntadas en los cómics, Mazzara simplifica y resta interés a todo. Su apresuramiento, por ejemplo, hace que la caída en la locura de Rick no esté tan justificada como en el cómic, donde se desarrollaba mucho más paso a paso, al igual que el debate sobre si la ‘dictadura’ de Rick debe dar paso a una democracia en la que todos decidan.

En lo que no le anda demasiado a la zaga la serie al cómic es en el grado de dureza de las imágenes. El cómic, obviamente, sigue varios pasos por delante, y si no que se lo digan al Gobernador, pero ahí está cierta escena del capítulo 5 para echarnos el ánimo por el suelo.


La temporada, sin revelar demasiado, se centra en el enfrentamiento entre el grupo de Rick, que se refugia en una cárcel, con el del Gobernador, quien como Rick se ha erigido en el líder de otro grupo de supervivientes que han convertido el pueblo de Woodbury en una especie de colonia aparentemente idílica.

El problema es que, aún con sus momentos de introspección, Mazzara tira de superficialidad y anécdotas en lugar de explotar a fondo todas las posibilidades. El ejemplo más claro es el del Gobernador: podría convertirse en otra alternativa, otra manera de dirigir las cosas, el reverso tenebroso de Rick, o más bien aquello en lo que puede llegar a convertirse para proteger a los suyos (y en ese camino está su hijo, que apunta ya a asesino sin remordimientos, en una de las tramas a desarrollar en la próxima temporada), de no ser porque, simple y llanamente, el Gobernador está como una cabra… y ahí pierde todo interés como personaje, convirtiéndose en un malo de tebeo, lo que, de hecho, también es en el cómic original (al menos hasta el número 36, hasta donde he llegado). Una lástima, porque entonces el episodio 13, una conversación entre ambos, contraponiendo sus visiones del liderazgo, hubiera sido otra cosa.

La temporada arranca con brío, con Rick conquistando la prisión en los dos primeros capítulos, para ceder todo el protagonismo a Andrea y el estreno de Michonne, que son quienes descubren Woodbury en un acierto de planificación. Se recuperan además un par de personajes de la primera temporada que todos sabíamos que volverían: el hermano de Daryl, lo que abre una de las tramas más interesantes, con un final por todo lo alto en el cierre del penúltimo capítulo (por cierto, horroroso el cambio de doblador de Daryl en el último episodio: se han cargado el personaje), y en el capítulo 12 reaparece el hombre que salvaba a Rick en el primer episodio de la serie, en el que nuestro protagonista ve claramente cual puede ser su futuro, y no es precisamente agradable.

Mazzara, por otra parte, se despide haciéndose cargo del último episodio, el más flojo de la temporada, en el que encadena despropósito tras despropósito, para encima acabar casi con la sensación de que no ha pasado nada.

En cuanto a los personajes, obviamente, dada la apuesta de Mazzara, pocos se salvan y realmente avanzan en la temporada. Curiosamente los mejor parados son los que no existían en el cómic, los dos hermanos con su difícil relación, ganando la partida Merle, más humano de lo que recordábamos, o una Andrea que asume un protagonismo inédito en el cómic. Incluso destacan el Gobernador, o mejor su intérprete, David Morrissey, antes de mostrar toda su locura, y su reverso ‘bondadoso’.

Por lo que respecta al resto, Rick tan pronto está lúcido como majareta, Hershel se convierte definitivamente en el patriarca, Carol apenas avanza, el único interés de Maggie y Glen se centra en las consecuencias de su ‘visita’ a Woodbury, la hermana de Maggie apenas aporta los momentos musicales y Michonne no ha explicado nada de su pasado en 16 capítulos. Bien, Mazzara, bien.

Habrá que ver si el próximo show runner recupera el buen tono de Darabont o tira por la versión más exitosa, pero superficial, de Mazzara. Mientras, seguiremos leyendo a Kirkman, que por cierto, sigue guionizando algunos episodios de la serie, y por tanto, comparte aciertos y errores con Mazzara.


SPOILERS (de la serie y el cómic)

A Mazzara parece que solo le va desmembrar zombis, porque Rick no pierde su mano, lo que nos priva de una de las escenas más impactantes del comic, y de la posibilidad de que hubiera sido Merle quien se cobrara así venganza. No hablemos ya del Gobernador, que solo pierde un ojo en su choque con Michonne, a la que tampoco viola ni tortura.

Buen golpe de efecto lo de que la niña zombi sea la hija del Gobernador, algo que en el cómic aún no sé si se repite. Y es que, como digo, Mazzara ha adelantado multitud de hechos, con graves consecuencias para Rick.

Entre los errores garrafales de Mazzara, cepillarse un año de prisión en dos episodios, y de paso a todos los presos que había en la cárcel, haciendo que Rick se convierta en un asesino de un día para otro, aunque con mayor coartada que en el cómic, donde toma la decisión con mucha más sangre fría. y es que por lo visto había que sacar Woodbury cuanto antes.

Otro acierto, en cambio, lo de hacer que le corten el pie a Hershel en lugar de a otro personaje, que por cierto moría en el cómic.

En cuanto al último episodio, haciendo recuento, tenemos:

- una escaramuza de tres al cuarto en la cárcel, en lugar de la gran batalla que esperábamos desde el principio.

- ya sabemos que el Gobernador ha perdido la chaveta (y tan normalito que parecía al principio), pero ¿cargarse a todos los vecinos de Woodbury? Y encima, el Gobernador sigue vivito y coleando… para seguir dando guerra. Pereza...

- la muerte gratuita (y tonta) de Andrea, personaje que podría haber dado para más. La verdad, huele a petición de aumento de sueldo rechazada.

- Rick, recuperando de golpe la cordura (aunque parece que el crítico televisivo de El Mundo, Alberto Rey, no se enteró… o vio lo que quiso ver).

- Y al final, pues nada, todos juntitos y contentos en la cárcel. Rick no quería dejar entrar a nadie, y deja entrar a media Woodbury sin problemas.

 Como para (casi) echar por tierra una temporada, eso sí, más que digna, solo que inferior a lo que nos acostumbró Darabont, y ya puestos, el propio Mazzara en determinados momentos.

viernes, 10 de mayo de 2013

El estreno: Más vale tarde que nunca


O mucho me equivoco, o entramos de lleno en época de vacas flacas a la espera de los blockbusters veraniegos. Poco donde elegir, aunque siempre queda algo. De los USA precisamente nos llega una única propuesta, Objetivo: La Casa Blanca, la primera de las dos cintas que nos proponen... pues lo que dice el título, que era bastante más poético en su versión original: Olimpo ha caído. En este caso con el director de Training Day (2001) y El rey Arturo (2004), Antoine Fuqua, y con un potente reparto encabezado por Gerard Butler en versión action hero, y Aaron Eckhart como el presi, junto a Morgan Freeman, Melissa Leo, Ashley Judd, Radha Mitchell, etc. A la espera de la siguiente versión, me quedo con la que ya vimos en la séptima temporada de 24, serie que ha restado interés a buena parte del cine de acción de los últimos tiempos.

Nada que ver con Rebelde, la cinta canadiense nominada a los últimos Oscar como película de habla no inglesa, sobre la guerra en el África subsahariana, o Stoker, original film de terror con el que debuta en los USA el coreano Park Chan-wook, con Mia Wasikowska alejándose de su dulce imagen de Alicia y acompañada por una inquietante Nicole Kidman.

A punto ha estado de ser la película de la semana, dadas las buenas críticas que ha recibido, pero la elegida es La mula, el último trabajo de Michael Radford, el director de El cartero y Pablo Neruda (1994), que estaba pendiente de estreno desde el 2010 debido a una larga polémica entre Radford y los productores. Toca ver si la espera ha merecido la pena, y como curiosidad, aquí tenemos el primer trabajo en común de la pareja estrella del cine español, Mario Casas y María Valverde, en una trama tragicómica ambientada en la guerra civil española.

jueves, 9 de mayo de 2013

Alfredo Landa: Se va mucho más que el landismo


Desde su debut cinematográfico en Atraco a las 3 (1962) hasta sus últimas colaboraciones con José Luis Garci, como Luz de domingo (2007), Alfredo Landa supo labrarse a lo largo de más de un centenar de películas una de las carreras actorales más sólidas y versátiles de nuestro país. 

Tras unos inicios vinculados a la comedia, el cine del destape de los 70 le haría tan popular que acabaría acuñándose el término landismo para referirse a aquellas películas repletas de extranjeras en bikini, y que sirven para hacer una radiografía de cómo era o quería ser la España de la época.

A diferencia de otros compañeros de profesión, Landa logró superar aquella imagen y ganar prestigio con trabajos más 'serios' en los 80, aunque nunca se quitaría por completo la sombra del landismo, que él llevaba a mucha honra.

También prolongaría su éxito en la pequeña pantalla, con series como Lleno, por favor, concebidas para su lucimiento, o breves apariciones, como las que protagonizó en Los Serrano.


Su mejor interpretación será siempre, para todos, Los santos inocentes (1984), junto a su inseparable Paco Rabal, en un papel tan alejado como pueda imaginarse del landismo. Aunque para mí siempre será el bandido Fendetestas de El bosque animado (1987), uno de esos papeles que permiten el lucimiento total de quien, como el norteamericano Jack Lemmon, por bien que pueda actuar cuando se pone 'serio', siempre llega más al corazón cuando saca el comediante que lleva dentro.

Y no me olvido de Tristeza de amor (1986), extraordinaria serie de tv, en la que interpretaba a un locutor de radio, eterno perdedor, de la que guardo un recuerdo imborrable. Toda una lección.

Descanse en paz.

domingo, 5 de mayo de 2013

'Al borde del abismo': Eficaz entretenimiento en tiempo real



Al borde del abismo (2012) parte de una premisa bastante atractiva: un hombre, interpretado por Sam Worthington en pleno salto al estrellato, amenaza con saltar desde lo alto de un edificio. A partir de ahí, el film deviene un cruce entre Ultima llamada y Plan oculto, en el que ese escenario único, la cornisa de un hotel, con los policías que tratan de evitar que salte y el público que mira desde abajo, se combina con una trama más compleja, ya que el intento de suicidio no es sino un truco para distraer de lo que está ocurriendo en el edificio de enfrente.

Un flashback nada más arrancar la película nos muestra que el suicida es un ex policía que acaba de fugarse de la cárcel, donde cumplía condena por un crimen que dice no haber cometido. De ahí pasamos a la cornisa, donde el protagonista clama por su inocencia.

La trama se desarrolla en tiempo real, también muy a lo 24, y aunque en la recta final se multiplican las trampas en el guión para llegar al desenlace deseado, Al borde del abismo está desarrollada con eficacia y resulta un producto más que efectivo, aunque sin llegar a las cotas de excelencia de Plan oculto, mucho más redonda.

Y es que el principal defecto del film que nos ocupa es que desaprovecha a buena parte de su reparto. Si en Plan oculto sus tres protagonistas principales, Denzel Washington, Jodie Foster y Clive Owen, realizaban un trabajo extraordinario, incluso Christopher Plummer como secundario de lujo, todos ellos a las órdenes de Spike Lee, aquí tanto Edward Burns como policía, como Kyra Segdwick como periodista, están totalmente desaprovechados, sin que sus personajes pasen de ser meros apuntes.

Ed Harris sobreactúa como nunca para despertar nuestra antipatía, mientras Worthington y Jamie Bell cumplen. Pero quienes realmente brillan son Génesis Rodríguez, la hija de El Puma, la gran revelación del film como bomba sexual con gran desparpajo, y sobre todo Elizabeth Banks, que como la psiquiatra que trata de disuadir al protagonista de que salte acaba ofreciendo la interpretación más lograda de la película.

Buen cine de palomitas, si uno renuncia a pedir que todo sea creíble y los cabos estén bien atados, pequeña pieza de artesanía en tiempo real que atrapa al espectador de principio a fin.

sábado, 4 de mayo de 2013

El estreno: Un tango entre barrotes


Semana raquítica de estrenos, y eso que se adelantaron al miércoles por el festivo del 1 de mayo. De los USA nos llega el reestreno en 3D de una de las joyas de Pixar, Buscando a Nemo, y dos comedias: la innecesaria quinta entrega de Scary Movie, la serie de parodias del cine de terror, y La gran boda, con Amanda Seyfried y Katherine Heigl acompañadas por un extraordinario reparto de estrellas maduras -en horas bajas, me temo- que incluye nada menos que a Robert de Niro, Diane Keaton, Susan Sarandon y un recuperado Robin Williams.

Así que hay que buscar otras cinematografías para encontrar algo interesante. De latinoamérica nos llegan dos propuestas bien diferentes: la comedia argentina sobre intercambio de parejas Dos más dos, que fue la película más taquillera del pasado año en dicho país, y el thriller paraguayo 7 cajas, sobre un repartidor de mercado que acepta transportar por un alto precio unas cajas sin conocer su contenido.

La francesa Tomboy a punto ha estado de ser el estreno de la semana, con la historia de una niña de 10 años que se hace pasar por niño, pero la elegida es la belga Tango libre, una muestra de cine carcelario con un planteamiento original: un guardia de prisiones conoce a una mujer en su clase de tango, y al día siguiente la ve visitando no a un preso, sino a dos (incluyendo a nuestro Sergi López), ya que es pareja de ambos y les sigue con su  hijo de prisión en prisión. Las normas prohíben a los guardias socializar con los familiares de los presos, pero el protagonista decide saltárselas.

miércoles, 1 de mayo de 2013

'Iron Man 3': Y Tony Stark salva el día (por los pelos)


James Rhodes: ¿Este es el Mandarín?
Tony Stark: Pues sí.
James Rhodes: Es lamentable.

El diálogo anterior sintetiza a la perfección lo que puede sentir el fan de los cómics de Iron Man tras ver la tercera entrega cinematográfica del personaje, que, vaya por delante, me ha parecido la más floja de las tres, aunque una vez más el espectáculo está garantizado. Sin embargo, lo que han hecho con el Mandarín, es imperdonable. 

Debo decir que no he leído ningún cómic con el Mandarín, por lo que no conozco a fondo el personaje, pero estamos ante la némesis de Iron Man, su enemigo mortal, el Joker de Batman. Así que, si bien es cierto que la idea es realmente muy buena, e incluso da pie a ciertas reflexiones más que interesantes, la verdad es que podrían haber cogido otro personaje para ello. Y sin desvelar nada del argumento, parece increíble que un actor de la talla de Ben Kingsley se preste a esto, aunque desde luego parece que se lo ha pasado en grande. En fin.

Olvidando este 'pequeño' detalle, en Iron Man 3 no se echa de menos al director de las anteriores entregas, Jon Favreau, que sigue apareciendo como intérprete, y al que reemplaza a la perfección Shane Black, que no dirigía desde su ópera prima, Kiss, kiss, bang, bang (2005), policíaco de culto en el que ya interviniera Robert Downey Jr. Aquí los problemas vienen del guión.

Al estilo Batman-Nolan, sobre todo la tercera parte, y después de que Tony Stark viera la muerte de cerca en el final de Los Vengadores, tenemos a un protagonista algo más oscuro que de costumbre, que se replantea su vida. Eso no impide que el film abunde tanto en ese humor ligero y desenfadado al que nos tiene acostumbrados, y que por contra naufrague en ese replanteamiento, casi reducido a unos ataques de ansiedad poco menos que ridículos.

Y eso que la trama personal de Stark acaba siendo de lo mejor de un film, en el que el principal problema viene de las motivaciones del villano de turno, en la parte menos trabajada y más tópica del guión... que por cierto adapta la saga Extremis... y no podemos decir nada más.

El film está cargado de acción, aunque tiene el hándicap de que es muy, muy difícil igualar el clímax de Los Vengadores. Pero curiosamente, Tony Stark gana, y mucho, en metraje a Iron Man, y tal vez la mejor parte de la película sea aquella en la que Tony ejerce de investigador, demostrando que no le hace falta la armadura para ser un héroe... acompañado, por cierto, de un nuevo 'ayudante' muy especial.

Al final, entre la rutina y la espectacularidad, Robert Downey Jr vuelve a ser la mejor baza de la franquicia,  ya que no interpreta, es Tony Stark, junto a una Gwyneth Paltrow que cada día está más radiante, y que aquí tiene la competencia de la siempre eficaz Rebecca Hall. Don Cheadle cumple como James Rhodes en esos momentos en los que el film parece una buddy movie, y Guy Pearce da vida con intensidad al enésimo malo de opereta (ese prólogo...)... aunque tenga un sorprendente secreto...

Y el final nos deja algunas novedades, que veremos cómo evolucionan. Buen pasatiempo, pero habrá que empezar a cambiar las cosas si la franquicia no quiere morir de repetirse a sí misma. Primer toque de atención.

PD: Y sí, esta es una de esas películas que no están a la altura de su tráiler.