Los guionistas de Fringe se encontraron con un complicado panorama a la
hora de abordar la cuarta temporada. ¿Cómo seguir adelante si ya habían contado
la historia que querían contar? La historia de los dos universos paralelos, del
Walter bueno y el Walter malo, la Olivia buena y la Olivia mala, etc., etc.,
había quedado finiquitada tras el desenlace de la tercera temporada, en la que
Peter Bishop consigue que los dos bandos firmen la paz. ¿Y ahora qué?
Lo que nos encontramos en esta cuarta temporada es que el pasado ha
cambiado. Lo que hizo Peter ha modificado la línea temporal, de manera que
tanto en nuestro universo como en el otro, las cosas no ocurrieron como se nos
habían contado hasta ahora. El motivo principal es que, tras el sacrificio de Peter,
es como si este nunca hubiera existido, como si hubiera muerto en el lago
helado sin ser salvado por el Observador. Y si Peter no existió… todo cambia.
Esto sirve a los guionistas como excusa para poner en pie toda una serie de
versiones alternativas de lo ya visto, con resurrecciones de varios personajes
y nuevas variaciones sobre el rumbo que tomó la serie en el pasado. El mejor
ejemplo es el capítulo 12, Un ser humano mejor, cuyo prólogo es exactamente
igual al de uno de los capítulos de la primera temporada, aquella a la que más se
remite la que nos ocupa.
Peter no tarda en reaparecer pese a que la máquina lo había eliminado de la
corriente temporal, pero se encuentra con que nadie le recuerda y sus seres
queridos parecen pertenecer a otro universo o corriente temporal (y es que esta
temporada ya apenas justifica nada y todo ocurre porque sí). A Walter, que vive
en su laboratorio, solo le sacó del psiquiátrico Olivia, y esta, que en el
universo original tenía hermana y sobrina, y en el alternativo no tenía hermana
pero aún vivía su madre, ahora tiene una hermana con la que no se habla –y que
sigue casada- y ambas fueron criadas… por Nina Sharpe. Un universo… en el que
nunca se estrenó Los cazafantasmas.
La nueva situación nos muestra a los departamentos Fringe de ambos
universos colaborando, aunque siguen recelando el uno del otro, y el Lincoln de
nuestro universo, ya presentado en un episodio de la anterior temporada, se
incorpora al equipo, inicialmente como ‘sustituto’ de Peter, para complicar aún
más la trama romántica. Con ambos universos en paz, será un nuevo y enigmático enemigo el que les
llevará a todos de cabeza, y cuya identidad hay que buscar en los cambios experimentados por esta nueva línea temporal.
Por un lado, la serie ha aprendido de sus errores en el pasado, y la mayor
parte de episodios tocan la trama central, en la que los observadores también
van ocupando un lugar cada vez más importante, especialmente Septiembre, y en
la que Olivia va erigiéndose en el factor clave, como Peter lo fue en la anterior
temporada.
Por otro, a pesar de los buenos momentos, del carisma de los personajes y de un nivel
de calidad que se mantiene, al espectador no le abandona la sensación de que lo
que está viendo no es realmente Fringe, que la historia acabó al final de la
tercera temporada y esto es una especie de anexo innecesario en el que se dan
vueltas y más vueltas a lo ya visto para aportar más bien poco. De hecho, si el
fuerte de la serie han sido siempre los personajes, aquí se pierde cierta
conexión ante los constantes cambios en los protagonistas, que ya no son los
que conocíamos sino versiones alternativas… o vaya usted a saber. Aunque,
tranquilos, Walter sigue deleitándose con tartas de limón… rellenas de sesos de
mono, y continúa sin recordar el nombre de Astrid. Eso sí, ahora que los dos universos han firmado la paz, las relaciones
entre las dos versiones de los protagonistas van a dar bastante juego.
Mención especial para el capítulo 19, Cartas en tránsito, en el que antes
de meter la directa con los tres últimos episodios, incluido el díptico final
Brave new world -algo decepcionante-, volvemos a tener uno de esos capítulos especiales, fuera de
toda continuidad, en el que viajamos a un posible futuro donde los
Observadores han dominado la Tierra y hay una pequeña resistencia de la que
forman parte Henry Ian Cusick, el Desmond de Perdidos y una joven rubia de gran parecido con
Olivia, quienes hallan a Walter conservado en ámbar. Un episodio que tal vez, a
tenor de la última escena de la temporada, augura lo que nos espera en la
quinta y última entrega de la serie.
El detalle: Suma y sigue, ya son 6 las cortinillas iniciales de la serie. A las de los dos universos, el pasado y el futuro, se suman la de color naranja para la nueva corriente temporal, y la del nuevo futuro en el episodio 19.
SPOILERS
La reaparición de David Robert Jones (sí, el auténtico nombre de DavidBowie) me parece una gran idea, recuperando así al gran primer villano de la
serie, de nuevo encarnado magistralmente por Jared Harris. Eso sí, la sorpresa final
con la reaparición de William Bell (anticipada en el episodio 19), le resta
mucho carisma a Jones, que queda como mero lacayo de Bell.