sábado, 11 de mayo de 2013

'The walking dead 3': Glen Mazzara se dispara al pie



Ningún jefe de estado soporta de buen grado la existencia de un enemigo organizado a sus puertas.
Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar

A quienes solo disfrutáis de la versión televisiva de The walking dead sin seguir los avatares de su producción, tal vez el nombre de Glen Mazzara no os diga demasiado, pero para bien o para mal, toda la tercera temporada es responsabilidad suya.

Mazzara es el showrunner de la serie, quien se encarga, además de escribir algún capítulo o dirigirlo, de diseñar las líneas maestras de cada temporada. Cargo en el que relevó a Frank Darabont, el director de la mítica Cadena perpetua (1994), mediada la segunda temporada. Darabont fue el impulsor de la serie, pero la excesiva ‘lentitud’ achacada a los primeros capítulos de la segunda entrega hicieron que fuese sustituido por Mazzara, quien por cierto no va a continuar en la cuarta, al parecer también por diferencias artísticas.

¿Ha sido positivo el cambio? Pues, francamente, opino que no, aunque muchos no opinarán igual. La principal diferencia entre estas dos etapas  ha sido lo que podríamos denominar compresión argumental. Hablando en cristiano, si Darabont nos ofreció una versión corregida y extendida del cómic original en el que se basa la serie, convirtiendo un par de números en seis capítulos y explotando a fondo toda la trama de la granja de Hershel como Kirkman no lo había hecho en el comic, Mazzara opta por todo lo contrario: adaptar los tebeos a velocidad de vértigo y cepillarse un montón de números en unos pocos episodios, comprimiendo en escaso metraje lo que en el cómic ocupaba páginas y páginas, de manera que los acontecimientos se suceden con mayor rapidez y atropellamiento.

Resultado: pérdida de profundidad argumental en favor de mayores dosis de acción y entretenimiento. En la etapa de Mazzara parece que pasen más cosas que durante la estancia en la granja, pero aunque estamos ante la temporada más extensa, con 16 capítulos por los 6 de la primera y los 13 de la segunda, tampoco es que la trama avance en exceso. De hecho, volvemos a tener un único escenario, dos a lo sumo, y una sola trama que se estira y se estira, como ocurría con la granja, pero aquí de manera más artificial, recurriendo a mayores dosis de violencia y casquería, con las ‘imprescindibles’ masacres de zombis que ya cansan… y mucho.

Donde Darabont profundizaba en los personajes y en la reflexión sobre lo que les ocurre, desarrollando por completo las ideas apuntadas en los cómics, Mazzara simplifica y resta interés a todo. Su apresuramiento, por ejemplo, hace que la caída en la locura de Rick no esté tan justificada como en el cómic, donde se desarrollaba mucho más paso a paso, al igual que el debate sobre si la ‘dictadura’ de Rick debe dar paso a una democracia en la que todos decidan.

En lo que no le anda demasiado a la zaga la serie al cómic es en el grado de dureza de las imágenes. El cómic, obviamente, sigue varios pasos por delante, y si no que se lo digan al Gobernador, pero ahí está cierta escena del capítulo 5 para echarnos el ánimo por el suelo.


La temporada, sin revelar demasiado, se centra en el enfrentamiento entre el grupo de Rick, que se refugia en una cárcel, con el del Gobernador, quien como Rick se ha erigido en el líder de otro grupo de supervivientes que han convertido el pueblo de Woodbury en una especie de colonia aparentemente idílica.

El problema es que, aún con sus momentos de introspección, Mazzara tira de superficialidad y anécdotas en lugar de explotar a fondo todas las posibilidades. El ejemplo más claro es el del Gobernador: podría convertirse en otra alternativa, otra manera de dirigir las cosas, el reverso tenebroso de Rick, o más bien aquello en lo que puede llegar a convertirse para proteger a los suyos (y en ese camino está su hijo, que apunta ya a asesino sin remordimientos, en una de las tramas a desarrollar en la próxima temporada), de no ser porque, simple y llanamente, el Gobernador está como una cabra… y ahí pierde todo interés como personaje, convirtiéndose en un malo de tebeo, lo que, de hecho, también es en el cómic original (al menos hasta el número 36, hasta donde he llegado). Una lástima, porque entonces el episodio 13, una conversación entre ambos, contraponiendo sus visiones del liderazgo, hubiera sido otra cosa.

La temporada arranca con brío, con Rick conquistando la prisión en los dos primeros capítulos, para ceder todo el protagonismo a Andrea y el estreno de Michonne, que son quienes descubren Woodbury en un acierto de planificación. Se recuperan además un par de personajes de la primera temporada que todos sabíamos que volverían: el hermano de Daryl, lo que abre una de las tramas más interesantes, con un final por todo lo alto en el cierre del penúltimo capítulo (por cierto, horroroso el cambio de doblador de Daryl en el último episodio: se han cargado el personaje), y en el capítulo 12 reaparece el hombre que salvaba a Rick en el primer episodio de la serie, en el que nuestro protagonista ve claramente cual puede ser su futuro, y no es precisamente agradable.

Mazzara, por otra parte, se despide haciéndose cargo del último episodio, el más flojo de la temporada, en el que encadena despropósito tras despropósito, para encima acabar casi con la sensación de que no ha pasado nada.

En cuanto a los personajes, obviamente, dada la apuesta de Mazzara, pocos se salvan y realmente avanzan en la temporada. Curiosamente los mejor parados son los que no existían en el cómic, los dos hermanos con su difícil relación, ganando la partida Merle, más humano de lo que recordábamos, o una Andrea que asume un protagonismo inédito en el cómic. Incluso destacan el Gobernador, o mejor su intérprete, David Morrissey, antes de mostrar toda su locura, y su reverso ‘bondadoso’.

Por lo que respecta al resto, Rick tan pronto está lúcido como majareta, Hershel se convierte definitivamente en el patriarca, Carol apenas avanza, el único interés de Maggie y Glen se centra en las consecuencias de su ‘visita’ a Woodbury, la hermana de Maggie apenas aporta los momentos musicales y Michonne no ha explicado nada de su pasado en 16 capítulos. Bien, Mazzara, bien.

Habrá que ver si el próximo show runner recupera el buen tono de Darabont o tira por la versión más exitosa, pero superficial, de Mazzara. Mientras, seguiremos leyendo a Kirkman, que por cierto, sigue guionizando algunos episodios de la serie, y por tanto, comparte aciertos y errores con Mazzara.


SPOILERS (de la serie y el cómic)

A Mazzara parece que solo le va desmembrar zombis, porque Rick no pierde su mano, lo que nos priva de una de las escenas más impactantes del comic, y de la posibilidad de que hubiera sido Merle quien se cobrara así venganza. No hablemos ya del Gobernador, que solo pierde un ojo en su choque con Michonne, a la que tampoco viola ni tortura.

Buen golpe de efecto lo de que la niña zombi sea la hija del Gobernador, algo que en el cómic aún no sé si se repite. Y es que, como digo, Mazzara ha adelantado multitud de hechos, con graves consecuencias para Rick.

Entre los errores garrafales de Mazzara, cepillarse un año de prisión en dos episodios, y de paso a todos los presos que había en la cárcel, haciendo que Rick se convierta en un asesino de un día para otro, aunque con mayor coartada que en el cómic, donde toma la decisión con mucha más sangre fría. y es que por lo visto había que sacar Woodbury cuanto antes.

Otro acierto, en cambio, lo de hacer que le corten el pie a Hershel en lugar de a otro personaje, que por cierto moría en el cómic.

En cuanto al último episodio, haciendo recuento, tenemos:

- una escaramuza de tres al cuarto en la cárcel, en lugar de la gran batalla que esperábamos desde el principio.

- ya sabemos que el Gobernador ha perdido la chaveta (y tan normalito que parecía al principio), pero ¿cargarse a todos los vecinos de Woodbury? Y encima, el Gobernador sigue vivito y coleando… para seguir dando guerra. Pereza...

- la muerte gratuita (y tonta) de Andrea, personaje que podría haber dado para más. La verdad, huele a petición de aumento de sueldo rechazada.

- Rick, recuperando de golpe la cordura (aunque parece que el crítico televisivo de El Mundo, Alberto Rey, no se enteró… o vio lo que quiso ver).

- Y al final, pues nada, todos juntitos y contentos en la cárcel. Rick no quería dejar entrar a nadie, y deja entrar a media Woodbury sin problemas.

 Como para (casi) echar por tierra una temporada, eso sí, más que digna, solo que inferior a lo que nos acostumbró Darabont, y ya puestos, el propio Mazzara en determinados momentos.

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