sábado, 25 de mayo de 2013

Baz Luhrmann factura un Gatsby light o Coppola es mucho Coppola


Empezaré aclarando que no voy a entrar en la mayor o menor fidelidad a la obra de Fitzgerald de las adaptaciones de El gran Gatsby realizadas por Jack Clayton en 1974 y por Baz Luhrmann, ahora mismo en los cines, dado que hace mucho que leí la novela y no la tengo demasiado fresca en la memoria. Pero en cuanto a versión cinematográfica, la de Clayton, protagonizada por Robert Redford y Mia Farrow, la más famosa de las que se han realizado hasta el momento, me parece bastante superior a la de Luhrmann.

Y eso que, pese a ser la película más floja del director de Moulin Rouge (2001) o Australia (2008), tampoco es que desmerezca tanto en comparación con la de Clayton, especialmente si nos centramos exclusivamente en la labor de dirección. Donde Clayton se ocultaba, con una narración tal vez demasiado plana y dejando que el silencio se adueñase de la pantalla en muchos momentos del film, Luhrmann se esfuerza por imprimir su sello y convierte parte de su versión en un festival de música, color y luz. Nada que objetar, cada uno tiene su estilo, y Luhrmann alterna aciertos con errores.

Entre los primeros, la escena en casa de la querida de Tom, donde transmite con gran fidelidad la sensación de embriaguez, de emborracharse tal como hacían todo el tiempo los protagonistas de El gran Gatsby, y ya puestos, tanto Fitzgerald como su mujer, Zelda. Claro que acometer una escena así en 1974… era otra historia.

Y entre los errores, el bochornoso reencuentro entre Gatsby y Daisy, más propio de una vulgar comedia para adolescentes, que por desgracia parece el público en el que pensó Luhrman a la hora de acometer este proyecto.

El director australiano simplifica en exceso la obra de Fitzgerald –por mucho que insista en leernos párrafos enteros de la misma, incluido el magistral final-, incluso eliminando tramas y personajes. Así ocurre con la amiga de Daisy, Jordan, que tras cumplir su papel en el arranque ya no aparece hasta la parte final, con lo que desaparece su historia de amor con el narrador, Nick, que sí estaba presente en la versión de Clayton.

Otro tanto ocurre con la querida de Tom y el marido de esta, que en la nueva adaptación solo aparecen al inicio y al final, de modo que este carece de la misma fuerza que en la versión de Clayton, en la que se mantienen en pantalla todo el tiempo. En la nueva versión no pasa de ser un ligue más de Tom, en tanto que en la anterior nos creemos que la amaba y nos impacta de verdad lo que ocurre en el desenlace.



Luhrmann también toma un par de decisiones, a mi modo de ver erróneas. Para empezar, hace que Nick narre la historia desde el futuro, mientras se recupera en un psiquiátrico. Como dije, esto le sirve de excusa para abusar en la lectura de párrafos de la novela, y solo consigue dos cosas negativas: que nos distanciemos más de la historia central, y que el espectador pueda distraerse tratando de imaginar qué acontecimientos han llevado a Nick al psiquiátrico.

El otro error es recurrir al flashback para narrar el pasado de Gatsby y Daisy, mientras que Clayton optaba por diálogos entre los protagonistas, distribuyendo la información de manera más uniforme en el metraje, y logrando escenas de una gran intensidad emocional.

Y es que donde realmente la versión de Clayton le gana la partida a la actual es en el portentoso guión de Coppola, lleno de pequeñas escenas, diálogos y frases, multitud de detalles que la llevan mucho más lejos que la adaptación superficial y atropellada que ha escrito Luhrmann en compañía de Craig Pearce. De hecho, el mayor error de Clayton fue no sacarle todo el partido al texto de Coppola, al dirigirlo de una manera demasiado convencional.

En cuanto al reparto, lo cierto es que Leonardo di Caprio, sin realizar una de sus mejores interpretaciones, es quien mejor aguanta la comparación con su predecesor en la versión del 74, nada menos que Robert Redford. Cada uno defiende a Gatsby con sus propias armas y ambos salen más que airosos de un reto de tal magnitud. Por cierto, Di Caprio nació precisamente en el 74, por lo que ha rodado su Gatsby a la misma edad que lo hizo Redford, con 38 años.

Otra cosa es Carey Mulligan, a quien hasta ahora solo había visto en un capítulo de Doctor Who en el que estaba maravillosa, pero que aquí decepciona, y mucho, convertida en una simple muñeca llorosa y aparentemente drogada todo el tiempo. Cierto es que la interpretación de Mia Farrow en la versión del 74 es sencillamente portentosa, tal vez su mejor trabajo, pero es que la Mulligan naufraga considerablemente, y el guión tampoco la ayuda en absoluto. Y por cierto, ambas interpretaron a Daisy con una edad similar, 29 años la Farrow y 27 Mulligan.

Por su parte, Joel Edgerton convierte a Tom en un simple bruto, sin los matices de Bruce Dern, que hacía que incluso pudieras llegar a identificarte con su conducta, y Tobey Maguire cumple mientras se le exige parecer un tonto, pero no llega a la intensidad de Sam Waterston en los momentos más dramáticos, en los que era capaz de transmitir lo que sentía su personaje, la esencia de la novela de Fitzgerald, sin decir una sola palabra.

Y el resto del reparto, simplemente, como ya he comentado, ve reducida su presencia en pantalla, aunque, francamente, Isla Fisher no tiene nada que hacer con Karen Black. Y mención especial para el mecánico, aquí otro bruto sin personalidad, muy lejos de la excepcional interpretación que realizaba en la versión del 74 Scott Wilson, a quien los seguidores de la serie The walking dead reconocerán como el granjero Hershel con casi 40 años menos.

Luhrmann sale airoso al recrear las fiestas y el ambiente en el que vivía Gatsby –aunque me temo que los coches de la época no alcanzaban los 100 kms/hora- pero naufraga estrepitosamente al abordar la historia de amor entre Gatsby y Daisy. Clayton, además, tiñe el film con un tono sombrío, de manera que en todo momento el espectador tiene la sensación de que la historia acabará en tragedia.



SPOILERS

Todo está en los detalles. En la versión de Clayton resulta magistral la aparición de la hija de Daisy en la reunión que abre la recta final. El plano del rostro de Gatsby mientras la niña no deja de llamar papá a Tom deja claro que, por primera vez, Gatsby empieza a entender con horror que no hay vuelta atrás, que no podrá recuperar a Daisy.

La explicación del pasado real de Gatsby resulta mucho más satisfactoria en la versión de Clayton, donde se elimina la parte en la que salva a un millonario de naufragar, demasiado fantasiosa, y se potencia la trama mafiosa, que para eso hablamos de Coppola. Además, a diferencia de Luhrmann, Coppola no elimina el epílogo de la novela en el que el padre de Gatsby acude al entierro, un magnífico cierre a la historia.

Y hablando de cierres, en la versión actual Nick no consigue hablar con Daisy tras la muerte de Gatsby, mientras que en la de Clayton sí se encuentran cara a cara, momento en el que Nick puede reprocharle su cinismo y frialdad. Escena de gran intensidad que Luhrmann obvia, evitando también un momento de lucimiento para Mulligan y Maguire… y así todo el tiempo.


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