domingo, 30 de enero de 2011

¡Protesto!

No, no es que me haya puesto reivindicativo. Hoy toca estrenar sección con el primer videojuego que pasa por este blog. Y el elegido es ‘Phoenix Wright. Ace Attorney’, el mejor al que he jugado en la Nintendo DS (y el único que me he pasado, dicho sea de paso). Un juego del que había oído hablar mucho, pero que no veía nada claro: ¿cómo se juega a ser abogado? Y desde el primer momento me enganchó, pero bien.

En realidad, ‘Phoenix Wright’ no deja de ser una aventura gráfica a la antigua usanza: diálogos y pistas o rompecabezas. Aquí tomamos el papel del protagonista del título, un abogado novato que se enfrenta a sus primeros casos, siempre defendiendo a acusados de asesinato. Salvo el primero de ellos, que funciona como tutorial, el resto son bastante largos y alternan tres fases de investigación, en las que hablamos con sospechosos y buscamos pistas, con tres sesiones de juicio en las que tomamos declaración a los testigos y presentamos pruebas. Aquí es donde la palabra más repetida por Phoenix no es otra que ¡Protesto!

A veces uno tiene la sensación de asistir a una película, pero el juego también sabe poner a prueba nuestra atención a la hora de atar cabos y relacionar pistas y declaraciones para extraer la verdad del asunto, encontrar al asesino y lograr la declaración de inocencia para nuestro cliente.

Y en cualquier caso, la película es muy buena. El juego destaca por plantear casos muy enrevesados, en los que al principio todo, absolutamente todo, apunta a la culpabilidad de nuestro defendido, que incluso en ocasiones admite que cometió el crimen. Por supuesto siempre son inocentes, pero la verdad se oculta tras una serie de complejas tramas en las que la clave siempre reside en algo ocurrido en el pasado. De hecho, uno de los principales aciertos del juego es que hay una trama general, de modo que, tras el prólogo, los casos uno y tres hunden sus raíces en el mismo suceso del pasado, 15 años atrás, cuando los protagonistas eran apenas unos niños.

No faltan los golpes de efecto, cargados de sorpresas. Sin desvelar demasiado la trama, en el primer caso defendemos a la hermana pequeña de nuestra jefa en el bufete de abogados, precisamente acusada de matar a esta última… y Phoenix acabará defendiéndose a sí mismo de dicha acusación. El segundo caso es el más autónomo y en el tercero descubriremos toda la verdad sobre aquel antiguo caso del que ya supimos en la primera aventura, mientras defendemos a quien hasta entonces ha ejercido de fiscal, Miles Edgeworth.


Pero ‘Phoenix Wright’ no sólo cuenta con sólidas tramas de intriga, de aquellas que te impulsan a querer avanzar más y más en el juego, y en las que el verdadero asesino parece invencible, sino un divertido sentido del humor, lleno de personajes con los que te acabas encariñando, como ese juez que nunca parece enterarse de nada, el inspector Gumshoe o la pizpireta Maya.

Ah, y como regalo, cuando acaban los títulos de crédito llega un nuevo caso, aún más complejo que el resto, el más difícil, repleto de nuevas maneras de investigar, como buscar huellas dactilares o examinar objetos. Un caso cargado de nuevos personajes y en el que están implicados hasta el fondo los más altos cargos de la Fiscalía y de la Policía, por lo que al final tendremos que unir esfuerzos con el fiscal Edgeworth.

Lo mejor es que este juego ha dado pie a toda una saga, por lo que hay ‘Phoenix Wright’ para rato. Habrá que ver si las siguientes entregas están a la altura de su magnífico debut.

PD: Alguna pega tenía que tener. Ni se os ocurra poner el sonido.

miércoles, 26 de enero de 2011

Perdidos en Jericho con zombis

Y aquí estamos de nuevo con los zombis, perdón, los ‘caminantes’ de ‘The walking dead’, ahora sí, en su versión televisiva. Lo del titular viene a cuento de que las dos series a las que más recuerda lo nuevo de Frank Darabont en cuanto al punto de partida son ‘Perdidos’ y ‘Jericho’. En ambos casos tenemos a un grupo de personas, desconocidos en el caso de la isla y de los zombis, y vecinos de un pueblo en ‘Jericho’, que tratan de salir adelante en un escenario completamente distinto al de su vida cotidiana, ya sea una isla en la que han quedado aislados del mundo, un pueblo aislado del mundo (si es que hay mundo) tras lo que parece un atentado nuclear, o un planeta devastado por los zombis.

Puntos de partida distintos para un mismo fin: reflexionar sobre las relaciones humanas en situaciones límite. Ese es el principal valor de ‘The walking dead’, donde los muertos vivientes aparecen de cuando en cuando para lucir el alto presupuesto de los escasos seis capítulos de esta primera temporada (habrá segunda de 13, y se empieza a rumorear que en verano podemos tenerla en España). Lo importante son los humanos, y pese a los zombis, seguimos teniendo maridos que maltratan a sus mujeres, racistas e individuos que todo lo arreglan con violencia.

Lo que mejor ha sabido captar Darabont del cómic en el que se basa la serie es esa humanidad de que sobre todo hace gala el protagonista, Rick, que sigue tratando de comportarse como una persona en un mundo en el que ya no parece haber reglas e impera la ley de la supervivencia. Su compasión, incluso para quienes se han convertido en meras carcasas sedientas de sangre, ha sido trasladada a la pantalla a la perfección, y no es ajeno a ello el actor Andrew Lincoln, que probablemente acaba de ganar la popularidad y prestigio que ya se estaba mereciendo con sus anteriores actuaciones.

La primera temporada respeta además, casi escrupulosamente, el primer arco argumental del cómic, los seis primeros números, de los que no es sino una versión ampliada y en espectacular 3D, convirtiéndose en lo mejorcito que ha dado el género zombie hasta la fecha. Darabont se luce al trasladar el cómic a la pantalla, y valga como ejemplo la portentosa secuencia en la que Rick recorre el hospital tras despertar: cada plano es un detalle que permite al espectador tratar de recrear qué ocurrió allí (y lo veremos en el prólogo del último episodio). Pero lo mejor es cuando sale y ve cientos de bolsas de cadáveres y los tanques abandonados por el ejército, un escenario de pesadilla que le hace preguntarse si aún está en coma y lo ha soñado todo.

Y a partir de aquí, entramos en profundidad en la comparativa con el cómic, o sea, algún que otro SPOILER.



Como acabo de decir, a grandes rasgos los cinco primeros capítulos de la serie adaptan el arco ‘Días pasados’, que narra cómo Rick despierta del coma y viaja a Atlanta, donde se encuentra con su mujer y su hijo en un campamento de supervivientes, la mayoría de los cuales son los mismos del cómic. El primer gran cambio se produce en el segundo capítulo, ya que en las viñetas Rick sólo encuentra a Glenn, mientras que en la serie aparecen más supervivientes del campamento y todo el episodio se centra en la huida de la ciudad. Y sí, toda la parte del hombre al que dejan esposado en la azotea es nueva, al igual que la trama posterior del asilo de ancianos (de lo mejorcito de la serie: no hay que fiarse de las apariencias).

No es idea de Darabont sino del guionista del cómic, Robert Kirkman (también guionista de algún episodio de la serie) lo de embadurnarse de vísceras para pasar desapercibidos entre los zombis, pero la escena se adelanta en la televisión y se utiliza de otra manera. Por supuesto, también se profundiza mucho más en los personajes, como es el caso de la relación entre las dos hermanas, apenas esbozada en el cómic.

Pero los cambios más drásticos llegan al final. Primero, con el personaje del amigo de Rick, que en el cómic ya no les acompaña cuando parten de Atlanta porque para entonces ya ha explotado el triángulo entre ambos y la mujer de Rick… con consecuencias fatales. A partir de ahí, todo el último capítulo es cosa de Darabont (aún no he pasado del octavo número del cómic, pero no parece que las cosas vayan a ir por ahí), que da una cierta explicación a la plaga zombi, sin desvelarlo todo, con la aparición de un personaje que recuerda al protagonista de la mítica ‘Soy leyenda’. Un capítulo en el que cualquier esperanza parece desvanecerse, pero al final, la mayoría de protagonistas deciden seguir tratando de sobrevivir. Habrá que seguirles los pasos.

viernes, 21 de enero de 2011

Velilla se nos pone gamberro

Y ahora sí, la crítica de ‘Que se mueran los feos’. La verdad, la cosa ya pintaba distinta desde el tráiler. El de ‘Fuera de carta’ sigue dándome ganas de ver la película, pero en este caso más bien me echaba para atrás. Y no iba mal desencaminado, ya que en su segundo film, Nacho G. Velilla renuncia a lo políticamente correcto y en lugar de firmar otra cinta para toda la familia, como ocurría en su debut en la gran pantalla, apuesta por una comedia gamberra de humor más salvaje.

Quizás tampoco hay tanta diferencia entre las dos películas en cuestión, pero, por poner un ejemplo, en ‘Fuera de carta’ habría quedado más fuera de lugar el personaje del retrasado mental, que ya parece un recurso habitual del humor patrio (y si no mirad al cocinero de la recién estrenada ‘El barco’, sin ir más lejos). El caso es que, encarnado por uno de los actores de ‘Muchachada Nui’, este personaje va bastante a su bola y acaba provocando algunos de los momentos más hilarantes de la función.

Aquí ya no hay trama seria que valga y los personajes, en su mayoría, son casi caricaturas, como el ligón machista que interpreta otra estrella televisiva, Hugo Silva, y que sucede a Luis Varela, en este caso con sus chistes de lesbianas. Las tramas secundarias, como la de la lesbiana que busca a quien le engendre un hijo, aportan bien poco, aunque en este caso supone todo un cambio de registro por parte de Ingrid Rubio.

Velilla busca aquí descaradamente la carcajada, y para eso tiene a sus dos estrellas principales, los protagonistas de sus dos series, Javier Cámara (‘Siete Vidas’) y Carmen Machi (‘Aída’), un reclamo que ha vuelto a funcionar de perlas en la taquilla. El primero se luce de nuevo, esta vez con un personaje un tanto antipático, al que le saca lo mejor en los escasos momentos en que muestra la desesperación porque su fealdad le impide formar una familia. Por su parte, Carmen Machi sorprende poco en un papel que recuerda bastante a ‘Aída’.

‘Que se mueran los feos’ resulta, pues, un Velilla pasado por ‘Muchachada Nui’, una película válida para pasar un buen rato riéndose a gusto, sin buscar más, y donde la principal baza acaba siendo el largo elenco de secundarios, entre los que sobresale, cómo no, un Juan Diego que muestra su vena cómica y se pasa todo el metraje leyendo libros sobre la muerte.

La escena: Nunca el celebérrimo ‘Eres tú’ de Mocedades ha sonado igual…


jueves, 20 de enero de 2011

Un menú bien equilibrado

Hace unos días vi la tercera película española más taquillera de este 2010, ‘Que se mueran los feos’, así que toca comentar. Pero antes, para ponernos en situación, toca ‘remembering’ del anterior film dirigido por Nacho G. Velilla, ‘Fuera de carta’, que supuso su debut en el cine tras una carrera televisiva vinculada especialmente a la mítica ‘Siete vidas’.

En su momento ‘Fuera de carta’ arrasó en la taquilla, algo a lo que no fue ajena la presencia en su reparto de Javier Cámara, uno de los protagonistas de la mentada ‘Siete vidas’, y de Fernando Tejero, lanzado al estrellato por otro producto televisivo ya legendario, ‘Aquí no hay quien viva’. Así que de nada valieron las críticas furibundas lanzadas desde la prensa conservadora (¿sería por dar una visión absolutamente normal de la homosexualidad y por el modelo de familia poco tradicional con el que se cierra el film?).

Polémicas aparte, yo me lo pasé en grande cuando la vi en el cine y también en la primera revisión. De hecho, si por mi fuera la pondría como modelo de lo que debe ser una comedia española. Entre otras cosas, risas sin parar, pero sin recurrir a ‘caca-culo-pedo-pis’ ni faltarse con nadie. Una comedia que también tiene su componente dramático, pero sin pasarnos, es decir, con una trama que le da más consistencia y la habilidad de guionista y director para que nada chirríe cuando la cosa se pone seria. En este caso, principalmente, con la problemática relación del protagonista con su hijo mayor, y un Javier Cámara que está perfecto cuando toca reír, pero también cuando toca llorar.

Pero lo que mejor funciona en esta película es la comedia, y a eso contribuyen especialmente un Tejero que brilla en su faceta más caradura, y por encima de todo el ajustado reparto, una Lola Dueñas que se sale desde su espectacular primera aparición. Esta actriz puede bordar cualquier actuación dramática, pero su vis cómica no tiene precio. Ah, y no nos olvidemos de Luis Varela (‘Camera Café’ merece un monumento sólo por haber dado a este actorazo la popularidad que siempre ha merecido) y sus chistes de ‘mariquitas’.

Por cierto 1: ¿Sólo a mí me parece que esta película se podría convertir con unos ligeros retoques en la típica serie televisiva tipo 'Siete vidas'?

Por cierto 2: El día que quieran hacer una película sobre el futbolista Leo Messi, ya tienen actor. Y si no, fijaos en Benjamín Vicuña, que interpreta al ex futbolista de ‘Fuera de carta’, porque hay planos en los que se le parece un montón.


domingo, 16 de enero de 2011

La vida frente al cine

Toca analizar una de las películas españolas del año, una de las favoritas para los premios Goya y la que opta a ser nominada al Oscar. Icíar Bollaín se recupera de su anterior traspiés, 'Mataharis' (personalmente me decepcionó bastante pese al buen trabajo de todas sus actrices), y ofrece su mejor film hasta la fecha, junto a 'Te doy mis ojos'.

Buena culpa la tiene el guión de su marido, Paul Laverty, que abunda en temas mucho más habituales en la filmografía de Ken Loach, para el que ha escrito varios libretos. Su gran acierto es combinar el rodaje en Bolivia de una película que reivindica la figura de fray Bartolomé de las Casas, con las protestas contra la privatización del agua que ocurrieron en el año 2000. Una empresa privada con capital internacional pretendía, con la complicidad del gobierno local, obligar a los campesinos a pagar incluso por el agua de lluvia que pudiesen recoger, de ahí el título del film.

El slogan de 'También la lluvia' apunta claramente la clave del film: 'Algunos quieren cambiar el mundo. Pocos quieren cambiarse a sí mismos'. No deja de ser irónico que la película que se está filmando denuncie la explotación de los indios por parte de Colón y los españoles, mientras el mismo productor del film, encarnado por Luis Tosar, paga una miseria a los extras locales que participan en el rodaje. Esa es la principal clave de la película, cómo reaccionan ante la lucha por el agua los actores españoles y todos aquellos que participan en el rodaje. Es cuando el conflicto se vuelve violento cuando se ve quien se llena la boca defendiendo los derechos de los demás para escurrir el bulto a la hora de la verdad, y quien trata de aportar lo que puede.

Ahí mi escena favorita es la última de Karra Elejalde, cuando pasa entre los soldados del Gobierno para ofrecer una cerveza a los manifestantes que han sido detenidos. Siempre se puede hacer algo, por poco que sea. Elejalde borda su papel de actor estrella, al que intuimos peleado con su mujer y sin poder ver a sus hijos, dándole sin parar a la botella 'porque siempre tengo sed'. Pero cuando interpreta a Colón, se transfigura. De hecho, cada vez que uno de los actores recita uno de sus parlamentos en el film, el resultado es impresionante, porque el espectador está acostumbrados a verlos como son en realidad, y entonces interpretan, mientras que lo habitual es que en una película sólo se vea la interpretación.

También destacan en el reparto Juan Carlos Aduviri, que seguramente se llevará el Goya al Actor Revelación por su interpretación del indígena al que eligen para interpretar al líder de las revueltas contra Colón y que también acaba liderando las protestas contra la privatización del agua. Tosar no tiene entre manos uno de sus mejores papeles pero borda todas las aristas de ese productor que se cuestiona su manera de actuar y acaba tomando partido. También hubiera merecido alguna nominación Gael García Bernal, que transmite más con la mirada que con las palabras a la hora de dar vida a un director para el que 'lo más importante siempre es la película'.

Por su parte, Icíar Bollaín brilla especialmente a la hora de recrear los disturbios en el tramo final del film, así como el rodaje en la selva, y Alberto Iglesias firma otra partitura especialmente inspirada. Pese a todo, para mí la mejor película de este último año continúa siendo 'Pájaros de papel', y echo en falta unas cuantas nominaciones más en los Goya, especialmente para Lluís Homar y Carmen Machi como secundarios, además de como película.

'También la lluvia', en definitiva, se pregunta sobre qué es más importante, si el rodaje de una película o la lucha por la vida, y vuelve a mostrarnos que, para demasiadas personas, sobrevivir continúa siendo la única aspiración.

La escena: Una de las escenas más impresionantes de la película que filma el director interpretado por García Bernal es aquella en la que los indígenas huyen de los soldados de Colón y las mujeres no tienen otra opción que abandonar a sus bebés. Sabiendo que serán devorados por los perros de los soldados, los ahogan en el río. El director trata de explicar a las extras locales que sólo deben entrar en el río y luego sus bebés serán cambiados por muñecos, pero ellas se niegan. El actor que encarna Aduviri le explica al director que es imposible que hagan la escena, porque ni pueden imaginarse dejar un momento solos a sus hijos: 'Hay cosas más importantes que tu película'.

domingo, 9 de enero de 2011

Llegan los zombis más reales

El próximo martes La Sexta estrena ‘The walking dead’ (‘Los muertos vivientes’), así que para poneros en antecedentes, vamos con el primer arco argumental del cómic en el que se basa esta serie, ‘Días pasados’.

Robert Kirkman creó en 2003 el cómic mensual ‘The walking dead’ para la editorial norteamericana Image y desde entonces se ha covertido en uno de los superventas, tanto al otro lado del charco como aquí en España, además de uno de los favoritos de la crítica. Lleva ya publicándose siete años y su popularidad ha experimentado ahora un nuevo espaldarazo tras la adaptación televisiva, que por ahora cuenta con una primera temporada de seis capítulos.

Seis son también los números de la edición original que recoge cada volumen de la española, empezando por ‘Días pasados’. Este primer arco argumental sirve para que Kirkman prepare el escenario en el que se desarrollará la serie. El protagonista, Rick Grimes, un policía norteamericano, resulta herido en un tiroteo y entra en estado de coma. Cuando despierta, en una escena calcada a la del inicio del film ’28 días después’, descubre que está solo en un hospital invadido por zombis.

Este primer número ya deja patente uno de los méritos de Kirkman. En una época en la que cada vez cuesta menos tiempo leer un cómic debido al uso excesivo de páginas-viñeta (cuando no dobles-páginas) y en el que a menudo parece que en un único número de 24 páginas no ocurre nada, en ‘The walking dead’ encontramos largos diálogos y multitud de situaciones en un solo número.

Así, en la primera entrega de la serie Rick conoce a un padre y un hijo que le ponen en antecedentes. Nadie sabe cómo ocurrió, pero la plaga de zombis se ha extendido y los medios de comunicación han dejado de emitir. La gente se agrupa en las grandes ciudades y la única manera de acabar con los zombis es golpearles la cabeza. Tras asumir la situación, Rick coge un coche de policía y se marcha a Atlanta, donde viven sus suegros, ya que cree que su mujer y su hijo habrán acudido allí. Antes, sin embargo, en la mejor escena del primer número, vuelve a donde encontró a un zombi, casi un esqueleto, incapaz de moverse del suelo, pero también incapaz de morir, para matarle y poner fin a su sufrimiento.

En el segundo número Rick sustituye el coche, una vez que se queda sin gasolina, por un caballo, y tiene lugar la escena que ya estaréis cansados de ver en las promociones televisivas, en la que llega a caballo hasta una ciudad desierta infestada de zombis. Logrará salir con vida gracias a la ayuda de Glenn, un joven que le explica que el Gobierno reunió a la gente en las grandes ciudades, pensando que sería más fácil protegerles. Pero lo que consiguieron fue llevar ‘la comida’ de los zombis a un mismo sitio, y en pocas semanas todos eran zombis.

Glenn le lleva al campamento donde viven varios supervivientes, entre los que encontrará a su mujer y su hijo. A partir de ahí el cómic se centra en las relaciones entre este grupo de personas, marcadas por todos los cambios que supone para la vida cotidiana la invasión de zombis. Ahí es donde Kirkman se luce, logrando que este mundo de muertos vivientes parezca más real que ningún otro gracias a tener en cuenta todos los aspectos que se verían afectados por este nuevo escenario. También consigue que la aparición de cada zombi resulte sobrecogedora, a pesar de que ya estamos hartos de ver muertos vivientes en multitud de películas, debido a que su apuesta es una narración dramática, no humorística ni de aventuras, donde, por ejemplo, Rick siente asco y miedo, pero también piedad y compasión, al ver en qué se han convertido quienes unos días antes eran personas como él.

Cierto es que, poniéndonos severos, este primer arco argumental no es nada del otro mundo, pero sirve para ponernos en situación, presentar personajes y preparar el terreno para abordar tramas más ambiciosas. Eso sí, Kirkman ya toma la costumbre de cerrar cada número con un golpe de efecto que deja al lector con la boca abierta, y tiene la suerte de contar a los lápices con Tony Moore, que convierte sus dibujos en blanco y negro de estilo realista en lo mejor del arranque de esta serie.

Para acabar, la trama principal de ‘Días pasados’ es el triángulo amoroso entre el protagonista, su mujer y otro policía, compañero de Rick, que llevó a ésta a Atlanta. Ambos iniciaron un romance, convencidos de que Rick había muerto, y su regreso acabará teniendo graves consecuencias…


jueves, 6 de enero de 2011

Cada vez mientes mejor

Como regalo de Reyes os dejo el post de la segunda temporada de ‘Miénteme’, la serie protagonizada por Tim Roth en el papel de Cal Lightman, un investigador que se dedica a determinar si alguien miente basándose en pruebas científicas. Ya mencioné en el balance de 2010 que ha sido la revelación en cuanto a nuevas series, primero con una temporada inicial de 13 episodios, y aún más con la segunda, esta vez de 22.

No se puede negar que la temporada empieza fuerte. En el primer capítulo una joven con personalidad múltiple cree haber presenciado un asesinato, todo un reto para Cal, y en el segundo episodio tenemos a un joven acusado de violar a una menor… un joven de color, con lo que el racismo entra en escena, mientras el resto del equipo tiene que comprobar si el líder de una secta retiene contra su voluntad a sus discípulos. Dos temas complejos que dan para mucho, aunque con resoluciones no demasiado satisfactorias.

A diferencia de lo que vaticinaba al final de la primera temporada, la ex mujer de Cal no se convierte en personaje habitual, sino que volverá a aparecer sólo en contadas ocasiones. En cambio la hija de ambos, Emily, sí interviene en la mayoría de episodios, como en el tercero, en el que acompaña a papá a un viaje a México, donde tendrán que resolver un caso en el que de nuevo nada es lo que parece, una de las marcas de la casa. Al mismo tiempo la socia de Cal, Gillian Foster, tendrá que resolver otro caso con la colaboración de un rival de Lightman.

A partir de ahí los episodios con dos tramas, la mayoría en la primera temporada, casi pasan a la historia y lo habitual será un único caso, como el del cuarto capítulo, en el que un hombre que presuntamente ha matado a su mujer retiene a Cal como rehén en sus oficinas, una situación ya vista en ‘Urgencias’ o ‘House’, siempre con buenos resultados. Los dos posteriores episodios sirven para conocer un poco mejor el pasado de Cal y del agente Reynolds, con el regreso del mejor amigo del primero y un episodio especialmente oscuro de la biografía del segundo.

Después vendrán un viajecito de Cal a Afganistán en plenas navidades y otro a Las Vegas, donde le fue prohibida la entrada por utilizar sus habilidades científicas para ganar al poker. Pero lo mejor viene a continuación, con otro de esos episodios al nivel de las mejores películas de acción y suspense, en el que un hombre amenaza con volar un edificio aunque no es seguro que realmente tenga una bomba… y como siempre, nada es lo que parece.




De manera increíble, la serie se sigue superando episodio tras episodio, y así, se suceden un impresionante enfrentamiento entre Cal y un 'Hannibal Lecter' de 26 años, y a continuación uno de los mejores capítulos, en el que a Cal vuelve a perseguirle el pasado, concretamente su etapa en el Pentágono, lo que da lugar a una trama en el más puro estilo ‘24’ que arranca con un coche bomba que casi se lleva por delante a Loker, uno de los ayudantes de Cal, y además nos permite descubrir cómo se conocieron Cal y Gillian, cuya relación es puesta a prueba por un secreto que ella le ha estado ocultando durante siete años.

Luego viene la participación de Cal como testigo en un juicio en el que la abogada de la defensa es su ex. Cal se lo pasa en grande, luciéndose Tim Roth con su faceta más cómica, en un capítulo que recuerda a ‘El jurado’ de Grisham, y cómo no, con un desenlace imposible de adivinar. Más adelante descubriremos que Rhea Torres, la otra ayudante de Cal, tiene una hermana, y la complicada relación entre ambas tendrá más interés que la trama de misterio, con un final impresionante. Corrupción policial, un asesinato en plena campaña electoral o peleas callejeras, serán otros de los problemas que tendrá que afrontar el Grupo Lightman, entre los que destaca el capítulo 19, en el que uno de los primeros casos de Cal y su entonces mujer reaparecerá poniéndolos a todos a prueba.

Esta temporada tiene un final algo más flojo que la precedente, no en vano aquella se cerraba con los dos mejores episodios hasta ese momento. Esta vez no se llega a ese nivel, aunque se queda cerca, primero con el caso de una joven actriz porno obsesionada con huir de su padre, y después con el asesinato de una amiga de Cal en el que parece implicado un concejal.

La única pega que le veo a esta segunda temporada es que las relaciones entre los protagonistas apenas avanzan y se echa un poco en falta alguna trama general que vaya desarrollándose a lo largo de los capítulos. Sin embargo, el elevado nivel de cada argumento hace que siga enganchado a ‘Miénteme’ como hacía tiempo que no me pasaba con una serie de capítulos autoconclusivos (ya hablaremos de ‘Fringe’…) y que mi admiración por los guionistas crezca capítulo a capítulo. Habrá que ver la tercera temporada.

Y tras el tráiler del capítulo 19, los SPOILERS, referentes a las relaciones entre los protagonistas.


Aunque parece evidente que Cal y Gillian sienten algo el uno por el otro, sobre todo él, este romance parece que tendrá esperar. Cada uno se echa pareja en esta segunda entrega, y en ambos casos la pareja va a dar mucho juego...

Quien se queda pronto sin pareja es Rhea. El policía con el que salía al final de la primera temporada desaparece sin ninguna explicación y poco a poco se va produciendo un acercamiento entre ella y Loker, que culmina en la recta final de la temporada… y promete dar que hablar en la tercera.

En cuanto al agente Reynolds, va perdiendo protagonismo a medida que pasan los capítulos, sin que los guionistas (casi el único pero a su labor) parezcan saber qué hacer con él… y después de lo que ocurre en el último episodio de la temporada no está muy claro que vaya a seguir formando parte del reparto…

domingo, 2 de enero de 2011

Abba: 10 points. Hollywood: regular

Tanta fiesta, tanta fiesta, era normal que empezáramos el año con una película que es precisamente eso, más una fiesta que una película. Y si no hay ganas de fiesta, mejor no verla. Tampoco es nada recomendable para aquellos a los que no les gusten los musicales porque los protagonistas están hablando y de repente se ponen a cantar y a bailar. Aquí, encima, aparece un montón de gente de no se sabe dónde y sigue a los protagonistas cuando se ponen a cantar.

Todo sea por las canciones de Abba, pero esta versión hollywodiense llega a saturar a ratos por muy predispuesto que se esté a disfrutar viendo al personal cantar y bailar, dos cosas en las que tampoco se luce especialmente el reparto seleccionado para la ocasión.

Empecemos dejando claro que Meryl Streep es una de las candidatas a mejor actriz de todos los tiempos, y desde luego de la era moderna. Pero cantar, cantar, no es especialmente lo suyo. Sale del paso con soltura, e incluso se luce en los dos últimos temas, pero la única del reparto que brilla en los números musicales es Amanda Seyfried (la próxima Caperucita Roja) en el personaje de la chica que trata de descubrir quien es su padre. En cuanto a Pierce Brosnan, el único de los tres candidatos a padre de la protagonista y pareja de su madre que canta algo, también saca un aprobado justito en estas labores.

Lo cierto es que quienes se llevan el gato al agua son las dos amigas de Meryl Streep, interpretadas por Julie Walters y Christine Baranski, que gracias a su vis cómica roban cada secuencia y número musical en el que intervienen. Mención especial para lo que ocurre cuando suenan 'Chiquitita' y 'Take a chance on me': imposible no reír.

En cambio, el número basado en 'The winner takes it all', empieza ofreciendo a la mejor Meryl Streep como cantante, y acaba con la directora, Phyllida Lloyd, naufragando una vez más, incapaz de apartar la cámara de Streep y Brosnan por muchos minutos que pasen, de modo que la secuencia pierde toda su credibilidad.

Pero, en fin, todo sea por volver a escuchar hits como 'Dancing queen' o 'Gimme Gimme' (los mejores momentos del film), que van a perdurar para siempre.