No sé exactamente si fue Love
actually (2003) la película que inició la moda de comedias románticas en las que
diversas historias se entrelazan, un género que ha proliferado bastante en los
últimos años. Paris, je t’aime (2006), sin
embargo, es una propuesta un tanto diferente, ya que en realidad se trata de
una colección de 18 cortos, cada uno de ellos ambientado en una zona de la
capital francesa y a cargo de un director.
A diferencia de lo que pudiera pensarse, el nivel de calidad de la mayoría
de historias es muy similar, y la inevitable irregularidad del film se debe más
a la gran variedad de estilos y propuestas de los diferentes realizadores. Y ya
puestos, vamos en orden.
El inicio de la película no es precisamente alentador, ya que los tres
primeros cortos son, tal vez, los más previsibles, con tres historias que nos
muestran cómo surge el amor, ya sea entre parejas maduras, jóvenes u
homosexuales, esta última, inevitablemente, a cargo de Gus Van Sant.
Hay que esperar al cuarto corto para encontrarnos con la primera joya,
donde los hermanos Coen, en uno de sus mejores trabajos en los últimos tiempos,
facturan una desternillante comedia, teniendo como cómplice a un Steve Buscemi
que no dispara palabra. Cambio de tercio con el brasileño Walter Salles y
Daniela Thomas, que en unos pocos minutos, y con una Catalina Sandino
extraordinaria (que tan solo canta una nana), muestran el drama de quien tiene
que dejar a su hijo en una guardería todo el día para ganarse el pan… cuidando
del hijo de otra familia que tiene dinero para pagarse una niñera particular.
El corto más conciso y efectivo del film.
El británico Christopher Doyle se marca luego el corto más ‘experimental’,
muy disfrutable si uno se deja llevar por las imágenes sin buscarle sentido,
para dar paso a una Isabel Coixet muy literaria que dirige a un reparto internacional de lujo
con Sergio Castellitto, Miranda Richardson y minúsculas apariciones de LeonorWatling y Javier Cámara.
Juliette Binoche, a las órdenes de Nobuhiro Suwa, recupera su faceta más
dramática para dar vida a una mujer que acaba de perder a su hijo. La aparición
más inesperada de Willem Dafoe completa un corto tras el cual la comedia vuelve
a campar a sus anchas con un corto de Sylvain Chomet a la sombra de la torre
Eiffel que bien podría titularse Un mimo en el país de Amelie.
A continuación Alfonso Cuarón lo fía todo a Nick Nolte, con un desmitificador final, y Olivier Assayas nos presenta a Maggie Gyllenhaal en una historia de
cine dentro de cine, aunque de lo más flojo del film.
Oliver Schmit abunda en las historias de amor que no pudieron ser, con un magnífico
uso del flashback, y Richard LaGravanese depara un duelo entre Bob Hoskins y
Fanny Ardant, soberbios.
Llegan los maestros del terror, Vincenzo Natali y Wes Craven. El primero con
un cuento cómico de vampiros, de nuevo sin palabras, con Elijah Wood y OlgaKurylenko, y el segundo, con un corto a lo Woody Allen en el que brilla OscarWilde como invitado especial.
Tom Tykwer ensaya para El atlas de las nubes con uno de los mejores cortos,
en el que Natalie Portman realiza tal vez la mejor interpretación del film, en
el que asistimos al inicio de una historia de amor, a su desarrollo y su
¿final?
Gerard Depardieu interviene y dirige, junto a Frederic Auburtin, el
penúltimo corto, otro duelo de veteranos a cargo, nada más y nada menos, que de
Ben Gazzara y Gena Rowlands, antes de que Alexander Payne cierre de manera
magistral un film que vale mucho la pena ver, logrando capturar la esencia de
París, y tal vez, de la vida. Nada más y nada menos.