Pues sí, el señor Spielberg se ha marcado una nueva obra maestra. Tal como
preveíamos, supera el nivel de War horse, un peldaño por debajo, y como hiciera
en La lista de Schlinder o Munich, vuelve a tratar temas mayores y a ofrecer un
trabajo redondo, digno del gran cineasta que es: cine con mayúsculas.
Pero, ojo, para empezar, el director norteamericano deja patente de nuevo
que, en la gran tradición de Hollywood, sabe ser un buen artesano, llevando el
film con mano firme pero sin que apenas se note su autoría. Tiene un soberbio
guión y probablemente al mejor reparto que ha dirigido, así que salvo en
contadas ocasiones, y no precisamente brillantes, deja que sean los demás quienes
se luzcan.
Tanto es así que pueden llevarse a casa nuevos Oscar Daniel Day-Lewis,
Tommy Lee Jones y Sally Field, sin que desmerezcan en absoluto el resto del
reparto, desde un eficaz David Strathairn (lástima que hayan cancelado Alphas) a un Hal Holbrook que sigue en la
brecha, etc, etc.
De Daniel Day-Lewis, simplemente decir que habrá que juzgar plenamente su
actuación cuando se vea la versión original. No dudo de que su doblador realiza
una gran labor, pero, por ejemplo, nos perdemos saber si el actor ha calcado el
acento de Lincoln, a quien parece clavar físicamente, ayudado por el
maquillaje, y en sus movimientos. No es el Day-Lewis de Gangs of New York ni el
de There will be blood (olvidémonos de Nine), más visceral, sino un actor mucho
más contenido, que sobresale en la labor de dar vida a un personaje real hasta el punto de mimetizarse con él.
Tommy Lee Jones se lleva buena parte de los mejores momentos del film, y una extraordinaria Sally Field protagoniza algunos de los momentos más dramáticos interpretando a
la esposa de Lincoln. Y es que, si algo deja claro la película, es que no fue
fácil ser Abraham Lincoln ni estar a su lado, ya fueras un familiar directo o
un aliado político.
Pero el gran mensaje de Lincoln viene a ser que, a veces, los fines
justifican los medios. Y es que si estáis esperando un panegírico inmaculado
sobre el presidente norteamericano, sobre su infalibilidad y la perfección de
sus obras, id olvidándoos. La película se centra en la votación de la enmienda
a la Constitución norteamericana que prohibió la esclavitud, al tiempo que la
guerra de secesión daba los últimos coletazos.
Militarmente el norte había ganado la guerra y podía ponerle fin en
cualquier momento, pero eso haría imposible, ya en época de paz, tener un
argumento de peso para poner fin a la esclavitud. Y Lincoln tenía claro que era
ahora o nunca, que debía acabar con la mayor inmoralidad del ser humano (una de
tantas, ojo al momento en el que un político, al ponerse en lo peor, dice: ¿Y
después de darle el voto a los negros qué haremos, dejar votar a las mujeres?)…
aún a costa de prolongar la guerra.
Ese fue parte del alto precio que hubo que pagar por el final de la
esclavitud: prolongar innecesariamente la guerra y con ello las muertes de
soldados. Por no hablar de las sucias maniobras para lograr la aprobación de la
enmienda, con la compra y soborno de congresistas que nos recuerdan que, por lo
visto, la corrupción política ha existido siempre y en todas partes. Pero lo que sabía Lincoln es que un hombre no podía esclavizar a otro hombre, su igual. ¿Qué es la esclavitud? Una fotografía en la que se dice que dos niños valen 200 dólares.
Spielberg, obviamente, corre el riesgo de filmar un tostón político, pero,
al margen de que pueda haber público al que le parezca que así ha sido, muestra
una extraordinaria habilidad, la que ha tenido siempre, para no incurrir en
ningún momento en el aburrimiento. Así, son habituales los ligeros toques de
humor, que no desentonan nunca con la gravedad de los hechos narrados, tanto
con las famosas anécdotas de Lincoln, como con las peripecias de los
‘compradores de votos’. Y literalmente se sale en la votación final, donde más
corría el peligro de envararse, y que discurre de la manera más amena y
emocionante... pese a que sabemos cómo acabará.
Y junto con la política, el retrato de un hombre marcado por el dolor, al
igual que sus seres más queridos, lo que deja algunas de las mejores escenas
del film, en los diálogos entre Lincoln y su esposa, y también su hijo mayor,
encarnado por Joseph Gordon-Levitt.
Tal vez, probablemente, al film le sobra el epílogo sobre el asesinato de
Lincoln, y es que a menudo Spielberg no sabe cuando cerrar sus películas. Pero
ha vuelto a dejarnos una obra mayor, que tiene todos los números para hacerse
con una gran cosecha de Oscars. Porque, no lo olvidemos, en Estados Unidos, Lincoln es Lincoln. (Y dicho sea de paso, al menos, Lincoln es muy superior a La vida de Pi, y no digamos a Los Miserables).