jueves, 31 de enero de 2013

'Lincoln': Cuando el fin justifica los medios



Pues sí, el señor Spielberg se ha marcado una nueva obra maestra. Tal como preveíamos, supera el nivel de War horse, un peldaño por debajo, y como hiciera en La lista de Schlinder o Munich, vuelve a tratar temas mayores y a ofrecer un trabajo redondo, digno del gran cineasta que es: cine con mayúsculas.

Pero, ojo, para empezar, el director norteamericano deja patente de nuevo que, en la gran tradición de Hollywood, sabe ser un buen artesano, llevando el film con mano firme pero sin que apenas se note su autoría. Tiene un soberbio guión y probablemente al mejor reparto que ha dirigido, así que salvo en contadas ocasiones, y no precisamente brillantes, deja que sean los demás quienes se luzcan.

Tanto es así que pueden llevarse a casa nuevos Oscar Daniel Day-Lewis, Tommy Lee Jones y Sally Field, sin que desmerezcan en absoluto el resto del reparto, desde un eficaz David Strathairn (lástima que hayan cancelado Alphas) a un Hal Holbrook que sigue en la brecha, etc, etc.

De Daniel Day-Lewis, simplemente decir que habrá que juzgar plenamente su actuación cuando se vea la versión original. No dudo de que su doblador realiza una gran labor, pero, por ejemplo, nos perdemos saber si el actor ha calcado el acento de Lincoln, a quien parece clavar físicamente, ayudado por el maquillaje, y en sus movimientos. No es el Day-Lewis de Gangs of New York ni el de There will be blood (olvidémonos de Nine), más visceral, sino un actor mucho más contenido, que sobresale en la labor de dar vida a un personaje real hasta el punto de mimetizarse con él.

Tommy Lee Jones se lleva buena parte de los mejores momentos del film, y una extraordinaria Sally Field protagoniza algunos de los momentos más dramáticos interpretando a la esposa de Lincoln. Y es que, si algo deja claro la película, es que no fue fácil ser Abraham Lincoln ni estar a su lado, ya fueras un familiar directo o un aliado político.


Pero el gran mensaje de Lincoln viene a ser que, a veces, los fines justifican los medios. Y es que si estáis esperando un panegírico inmaculado sobre el presidente norteamericano, sobre su infalibilidad y la perfección de sus obras, id olvidándoos. La película se centra en la votación de la enmienda a la Constitución norteamericana que prohibió la esclavitud, al tiempo que la guerra de secesión daba los últimos coletazos.

Militarmente el norte había ganado la guerra y podía ponerle fin en cualquier momento, pero eso haría imposible, ya en época de paz, tener un argumento de peso para poner fin a la esclavitud. Y Lincoln tenía claro que era ahora o nunca, que debía acabar con la mayor inmoralidad del ser humano (una de tantas, ojo al momento en el que un político, al ponerse en lo peor, dice: ¿Y después de darle el voto a los negros qué haremos, dejar votar a las mujeres?)… aún a costa de prolongar la guerra.

Ese fue parte del alto precio que hubo que pagar por el final de la esclavitud: prolongar innecesariamente la guerra y con ello las muertes de soldados. Por no hablar de las sucias maniobras para lograr la aprobación de la enmienda, con la compra y soborno de congresistas que nos recuerdan que, por lo visto, la corrupción política ha existido siempre y en todas partes. Pero lo que sabía Lincoln es que un hombre no podía esclavizar a otro hombre, su igual. ¿Qué es la esclavitud? Una fotografía en la que se dice que dos niños valen 200 dólares.

Spielberg, obviamente, corre el riesgo de filmar un tostón político, pero, al margen de que pueda haber público al que le parezca que así ha sido, muestra una extraordinaria habilidad, la que ha tenido siempre, para no incurrir en ningún momento en el aburrimiento. Así, son habituales los ligeros toques de humor, que no desentonan nunca con la gravedad de los hechos narrados, tanto con las famosas anécdotas de Lincoln, como con las peripecias de los ‘compradores de votos’. Y literalmente se sale en la votación final, donde más corría el peligro de envararse, y que discurre de la manera más amena y emocionante... pese a que sabemos cómo acabará.

Y junto con la política, el retrato de un hombre marcado por el dolor, al igual que sus seres más queridos, lo que deja algunas de las mejores escenas del film, en los diálogos entre Lincoln y su esposa, y también su hijo mayor, encarnado por Joseph Gordon-Levitt.

Tal vez, probablemente, al film le sobra el epílogo sobre el asesinato de Lincoln, y es que a menudo Spielberg no sabe cuando cerrar sus películas. Pero ha vuelto a dejarnos una obra mayor, que tiene todos los números para hacerse con una gran cosecha de Oscars. Porque, no lo olvidemos, en Estados Unidos, Lincoln es Lincoln. (Y dicho sea de paso, al menos, Lincoln es muy superior a La vida de Pi, y no digamos a Los Miserables).

domingo, 27 de enero de 2013

The walking dead 26-30: Y aquí está el Gobernador



Retomamos el repaso a la versión en cómic de The walking dead, ahora que La Sexta repone la segunda temporada televisiva como preludio del estreno de la tercera, esa en la que todos dicen que la serie alcanza su mejor etapa… con la aparición del Gobernador, entre otros factores.

Se trata de uno de los personajes, al parecer, emblemáticos del cómic, que hace su aparición precisamente en el arco que nos ocupa, La mejor defensa, el cual abarca la primera mitad del tercer año de la colección, números 26 al 30. Lo cierto es que es el arco más flojo de cuantos he leído hasta ahora. En los tres primeros números apenas pasa nada, con los protagonistas tratando de descubrir qué ha pasado con un helicóptero que han visto.

A partir de ahí, hace su entrada el Gobernador, un personaje con el que Robert Kirkman se pasa tres pueblos, convirtiéndole en un malo de opereta poco creíble. La verdad es que estaba convencido de que en la versión televisiva no se atreverían a llegar tan lejos como en el cómic con el sadismo de este personaje, pero parece que lo han trasladado tal cual, así que avisados estáis. Y es que lo que no baja es el nivel de dureza y violencia del cómic.

Eso sí, con el Gobernador, y la aparición de Michonne, con la que se cerraba la segunda temporada de la serie y a la que ya teníamos en danza antes de llegar a los números que nos ocupan, las tramas de The walking dead toman nuevos rumbos, mientras los personajes habituales empiezan a perder interés.

Confiemos en que Kirkman retome pronto el rumbo.

SPOILERS

Rick, Michonne y Glenn forman una expedición para buscar un helicóptero que han visto sobrevolando los alrededores de la cárcel. Cuando lo encuentran está vacío pero acaban llegando a una especie de ciudad fortificada, donde se oculta de los zombis un grupo de personas, lideradas por el Gobernador. Allí tienen una vida segura, pero su dirigente tiene ciertas costumbres... despiadadas.

Para empezar, la gente tiene que entretenerse con algo, así que al modo del circo romano, se montan peleas de humanos en una jaula llena de zombis. Y quienes pelean son algunos de los locales… pero también los forasteros a los que capturan y sirven de alimento para los zombis, como la gente del helicóptero.

El Gobernador le deja bien claritas las cosas a Rick cortándole una mano y luego se dedica a torturar y violar a Michonne una y otra vez, dejando que Glenn se acojone. Pero el tío es inteligente, y será de una manera mucho más retorcida como descubrirá que Rick tiene toda una cárcel para ocultar a los suyos. Ahora solo falta averiguar donde está, así que se avecinan malos tiempos para nuestros protagonistas.

Ah, se me olvidaba. El Gobernador tiene en casita una enooorme colección de urnas con las cabezas de sus víctimas… y una niña-zombie a la que trata como su hija-mascota. Ya he dicho que Kirkman se pasa tres pueblos, aunque la pregunta es… ¿será su hija de verdad? Porque eso le daría otro aire al personaje, que de momento, ya ha perdido una oreja. Y es que, menuda es Michonne.

Por lo que respecta a los personajes ya clásicos, lo que decía: si lo más interesante es que una de las mujeres le declara primero su amor a la esposa de Rick y luego, ante su rechazo, le propone un matrimonio de tres… pues eso.

sábado, 26 de enero de 2013

El estreno: Shakespeare según Ralph Fiennes


Nada fácil ha resultado elegir el estreno de la semana, ya que estamos ante los últimos coletazos de los estrenos Oscar, y las propuestas interesantes se multiplican. Así que vamos de una en una. Para empezar, Bestias del sur salvaje, tal vez la mayor sorpresa en las nominaciones, incluyendo mejor película, director (Benh Zeitlin) y actriz (la jovencísima Quvenzhané Wallis), en una nueva apuesta por el cine independiente.

También aspira de nuevo al Oscar al mejor actor Denzel Washington, que vuelve con su mejor interpretación en mucho tiempo en El vuelo, que supone además el regreso de su director, Robert Zemeckis, a la imagen real, tras los sucesivos fracasos en taquilla de sus cintas de animación. Ojo al argumento: Washington es un piloto que salva a los pasajeros de un avión con un aterrizaje milagroso... pero en la investigación se descubre que iba borracho hasta las cejas. Baste decir que el tráiler es uno de los más potentes del año.

Pero si hablamos de Oscar, la que cuenta con más nominaciones es El lado bueno de las cosas (otra traducción infumable, del original Silver Linings Playbook). David O. Russell, tras su estupenda The Fighter, adapta el libro de Matthew Quick, regalando nominaciones a la mayor parte del reparto, incluidos Bradley Cooper, Jennifer Lawrence y un veterano Robert de Niro. Historia sobre redenciones personales, de las que tanto gustan en los USA (y si no, que se lo pregunten a Lance Armstrong).

Pero aún tenemos más. El debut en la dirección de Dustin Hoffman, El cuarteto, donde al menos se asegura un reparto de veteranos y excelentes actores, encabezados por Maggie Smith y Michael Gambon. También vuelve el director español Fernando Colomo con La banda Picasso, y en Movie 43 encontramos una comedia coral en la que está el todo Hollywood, tanto en la dirección (James Gunn, Peter Farrelly, Griffin Dunne, Elizabeth Banks, Brett Ratner, Bob Odenkirk, Steven Brill, Steve Carr, Rusty Cundieff, James Duffy y Patrik Forsberg) como ante las cámaras: Naomi Watts, Hugh Jackman, Kristen Bell, Halle Berry, Chloë Grace Moretz, Kate Winslet, Gerard Butler, Emma Stone, Johnny Knoxville, Uma Thurman, Elizabeth Banks, Stephen Merchant, Richard Gere, Kate Bosworth, Christopher Mintz-Plasse, Liev Schreiber, Seann William Scott, Josh Duhamel, Anna Faris, Tony Shalhoub, Jason Sudeikis, Chris Pratt, Justin Long, Leslie Bibb, Kieran Culkin, Jack McBrayer, Patrick Warburton y Matt Walsh.

Pero el estreno de la semana es Coriolanus. ¿Por qué? Ralph Fiennes y William Shakespeare. El primero, uno de mis actores favoritos, adapta como director y actor una obra del segundo, trasladándola de época y acompañándose por nada menos que Gerard Butler, Brian Cox, Vanessa Redgrave y una de las actrices del momento, Jessica Chastain. Así que, esa es mi apuesta, y mira que había competencia. Pero Shakespeare es Shakespeare, y Fiennes es Fiennes.

Ah, ¿he mencionado que el guión es de John Logan, el mismo de Gladiator y The Last Samurai?


miércoles, 23 de enero de 2013

Lincoln, abogado (o John Ford también hacía malas películas)



Aprovechando el reciente estreno del Lincoln de Spielberg, le he echado un vistazo a El joven Lincoln, film sobre los primeros años del presidente norteamericano dirigido por el maestro John Ford, uno de los modelos de Spielberg, como se pudo apreciar sin ir más lejos en su anterior trabajo, War Horse. Y, amigos, El joven Lincoln prueba que Ford también era capaz de hacer malas películas.

Y no es que hablemos de un Ford primerizo, ya que dirigió este film en 1939, cuando en nuestro país daba los últimos coletazos una guerra civil. El director llevaba pues dos décadas tras las cámaras, y de hecho hablamos del mismo año en el que dirigió su primera gran obra, La diligencia, a la que le seguirían, por ejemplo, Las uvas de la ira en 1940 y Qué verde era mi valle en 1941.

En un blanco y negro inmaculado, El joven Lincoln tiene ese tono de aquellas biografías de santos de nuestra niñez (que uno ya va para los 40), mostrando a un personaje al que todo se le daba bien, desde tocar la armónica (o algo parecido) a las leyes o los discursos, pasando por cualquier tipo de actividad que requiriese fuerza u otras destrezas físicas. Un Lincoln campechano, con una curiosa afición por poner los pies sobre cualquier mesa o superficie, y al que no se le daba muy bien ser juez en concursos de tartas.


Sin embargo, el film debería haberse titulado Lincoln, abogado, y es que más que narrar los inicios de la carrera política del futuro presidente, Ford se centra tras los primeros compases de la película en su primer caso (ignoro si verídico) como abogado. Esto es, tras mostrar cómo Lincoln carecía por completo de estudios, incluidos de leyes, y que su formación fue totalmente autodidacta, leyendo todo lo que cayese en sus manos.

Con ese bagaje Lincoln abre, con un socio, su bufete de abogados, una decisión en la que son claves el azar y el recuerdo de su primer gran amor, que le fue arrebatado por una temprana muerte. A partir de ahí, la mayor parte del film viene a ser un capítulo de Perry Mason, impecablemente llevado por Ford, eso sí, en la mejor tradición del cine de juicios norteamericano, con Lincoln defendiendo un caso que parece imposible, y que acaba con una resolución un tanto cogida por los pelos.

El otro gran nombre de la cinta es Henry Fonda, al que empieza a intuírsele el talento que pronto derrochará a raudales, pero que aquí aparece un tanto envarado y artificial, con un maquillaje y vestuario que, aun sin la mítica barba del Lincoln maduro, parece querer asemejarse más a la imagen que conocemos del presidente que a la de su aspecto de joven.

De escaso interés para quien quiera conocer los inicios políticos de Lincoln (desde luego no hay nada que justifique su inclusión en la colección Momentos que cambiaron la historia de El Mundo), tiene, eso sí, una gran escena: aquella en la que el futuro presidente, solo con su prodigiosa labia, hace frente a la multitud que pretende linchar a dos hombres y les hace desistir de su idea. Una escena que recuerda, aunque sin llegar a ser tan memorable, al portentoso discurso de Marlon Brando como Marco Antonio en el Julio César (1953) de Mankiewicz. Esa sí es una obra maestra.

domingo, 20 de enero de 2013

Tom Hooper desluce 'Los Miserables'



Los Miserables es un musical fabuloso, uno de los grandes de la historia de Broadway. Eso, y el espectacular reparto, salvan un film que, digámoslo ya, no llega a la categoría de gran película gracias a los errores que encadena su director, Tom Hooper, aunque la magia del musical brilla en cada fotograma.

Visto el resultado, parece evidente que Hooper no era el más adecuado para esta adaptación de Los Miserables, la primera en la que el musical se traslada a la gran pantalla. Supongo que el Oscar al mejor director por El discurso del rey, que también obtuvo el de mejor película, ha pesado lo suyo, pero ya comenté en su momento que lo más flojo de dicho film era el apartado visual: gran historia, grandes interpretaciones, pero más teatro filmado que otra cosa, por lo que no pasará a la historia del séptimo arte.

Hooper, a quien también disfruté en la divertida y mordaz The damned United, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en televisión, y ese es uno de los lastres que acarrea Los Miserables. Advirtamos primero que este no es un musical con números de baile ni con diálogo. Los personajes lo dicen todo cantando, de modo que uno de los principales escollos a los que se enfrenta la adaptación son los monólogos con un único personaje cantando en el escenario o los duetos. La opción de Hooper es cerrar el plano sobre el rostro del actor, lo que puede servir para ganar intimismo y darle mayor énfasis a la interpretación.

El problema es que Hooper abusa una y otra vez de este recurso, creando una atmósfera opresiva y restándole épica al film, que bien podría haberse realizado sin decorados ni vestuario, como en el Dogville de Lars von Trier, habida cuenta del escaso partido que les saca. El resultado es que, más que soslayar el origen teatral de la película, lo magnifica, convirtiéndola en una sucesión de primeros planos casi insoportable, de no ser por la categoría de los temas musicales y de los intérpretes, al tiempo que echa a perder todas las posibilidades cinematográficas, incluso en las escenas de batalla y multitudes, poco aprovechadas.

El director también abusa de los picados y contrapicados, que sirven al principio para reforzar la sensación de ‘historia más grande que la vida’, pero que cansan por su repetición. El ejemplo más claro de esta reiteración es Javert: magistral su presentación, dejando claro que él está por encima de los delincuentes, les vigila desde arriba... pero a la tercera o cuarta vez que Javert se pasea por las azoteas declamando sus sentimientos, ya ni le prestas atención. Más hábil se muestra Hooper en las escenas en las que incluso tres o más personajes cantan a la vez en distintas ubicaciones, con un montaje simultáneo que, eso sí, acaba pareciendo más un tráiler que otra cosa.

El director, pues, lo fía todo a sus actores, y al menos ahí, no hay sorpresas. Hugh Jackman se echa la mayor parte del film a sus espaldas, inmenso como Jean Valjean, y nos recuerda que ya ha hecho sus pinitos en Broadway. Galán, cantante, bailarín, con talento para el drama y la comedia, Jackman es el auténtico artista total del Hollywood actual, y desde luego se ha ganado sobradamente su primera nominación al Oscar como mejor actor, mientras resulta evidente por qué no han nominado a Hooper.

La antítesis de Jackman en el film, Russell Crowe, por el contrario, canta por primera vez, y aunque cumple con su voz ronca, va justito en los monólogos. Pero Crowe, que carece del talento innato de Jackman, es una bestia interpretativa, y la potencia de su mirada le convierte en uno de los mejores Javert cinematográficos, al tiempo que firma una de sus mejores actuaciones.

En el apartado femenino, difícil será que se le escape el Oscar a la mejor secundaria a Anne Hathaway, simplemente maravillosa como Fantine. Ya hizo el papel en Broadway, y su madre fue además la suplente de la primera actriz que interpretó el papel. Poco tiempo en pantalla, pero su tema, I dreamed a dream, es la escena más sublime del film.

Por lo que respecta los Denardier, Helena Bonham Carter y Sasha BaronCohen, protagonizan con gran brillantez su ‘historia dentro de la historia’, repitiendo bastante sus papeles en Sweeney Todd (donde Burton estuvo bastante más acertado que Hooper), y aportando la cuota de humor del film, aunque chirría un tanto, a excepción de su monumental número de presentación.

Las sorpresas vienen con un par de actores que roban la función y protagonizan los momentos más inspirados, donde el musical realmente alcanza su techo. Por un lado, Eddie Redmayne, que confirma el gran futuro que tiene por delante, y que, por ahora, es la primera gran injusticia de los Oscar: injustificable que no esté entre los candidatos al mejor secundario, sobre todo dado que todos los nominados ya tienen uno o incluso dos premios en su haber. Redmayne es, de lejos, quien más brilla en Los Miserables.

La otra revelación es Isabelle Allen, quien se hace cargo de Eponine tras haberla interpretado en los escenarios. Es la única del reparto sin experiencia en el cine, pero supera por mucho a Amanda Seyfried, y eso que esta sigue cantando como los ángeles, como ya hiciera en Mamma Mia. Pero es que, sencillamente, el personaje de Eponine y cada una de sus apariciones, tienen más fuerza (hablo de guión) que las de Cosette… y muy especialmente la última.

Y hablando de robaplanos, ojo al chaval que interpreta a Gavroche, porque se adueña de la pantalla en cada una de sus escenas.

Supongo que la mejor manera de ver un musical es en un teatro. Para los que no podamos, puede servir esta versión de Los Miserables. Lástima que Hooper no se la haya currado más.


El detalle 1: Lo de que el libro es mejor que la película aquí está fuera de duda. Como musical que es, esta versión es más bien una selección de los grandes momentos de la inmortal novela de Víctor Hugo, de modo que hay cierta sensación de que todo va deprisa, aunque aquí Hooper ha estado más hábil. Si queréis vivir al máximo la historia de Jean Valjean, Javert, Cosette, Marius y tantos otros, os recomiendo el libro, por muy tocho que sea. El musical es un primer paso para acceder a él, y si lo veis después lo disfrutaréis todo mucho más. Es uno de esos libros que hay que leer, sí o sí.

El detalle 2: Gente que se queda en la miseria cuando la despiden de su trabajo de manera arbitraria, hambre en las calles, los poderosos haciendo oídos sordos a las penas del pueblo... Salvando las distancias (Los Miserables tiene lugar en las décadas posteriores a la revolución francesa), las cosas no han cambiado tanto, y la vigencia de la historia de Víctor Hugo, por desgracia, sigue siendo absoluta.

viernes, 18 de enero de 2013

El estreno: Lincoln, ¿la película del año?


Semana de estrenos de Oscar a tutiplén, y a falta de un peso pesado, pues dos, que se suman a los que han ido cayendo en las últimas semanas. Llega lo último de Quentin Tarantino, Django desencadenado, que podría ser el estreno de la semana, de no ser porque hablamos de quien hablamos, y por tanto bien pudiera ser 'la última mamarrachada de Tarantino', otro de los cineastas más sobrevalorados de Hollywood, junto a los Coen, Tim Burton y otros.

No tengo dudas de que Tarantino podría ser, pero de verdad, uno de los grandes. El problema es que hasta ahora el Tarantino director ha estado muy por encima del Tarantino guionista, y no ha hecho nada que sea realmente digno de mención desde su obra maestra, Jackie Brown, en la que por supuesto se basaba en un texto ajeno. Ahora vuelve con otra cinta de género. Si en la anterior, Malditos bastardos (donde como de costumbre las escenas extraordinarias se alternaban con otras directamente ridículas), le tocó el turno al cine bélico, ahora Tarantino nos ofrece 'su' western, con un esclavo renegado, el Django del título, encarnado por Jamie Foxx, que sigue a un cazarrecompensas para recuperar a su esposa. El cazarrecompensas es Christoph Waltz, que sin duda estará al gran nivel de Malditos bastardos, que le valió el Oscar al mejor secundario. Ahora ya lleva un Globo de Oro, arrebatado a Leonardo DiCaprio, que por primera vez hace de malo, y no me cabe duda de que será su peor interpretación, rompiendo una magnífica racha. Lo dicho, cosas de Tarantino... que a mí no me saca los cuartos hasta que espabile.

Pese a todo, lo único que impide que Django desencadenado sea el estreno de la película es, mira tú por donde, otro film que aborda la esclavitud, pero de una manera mucho más seria. En Lincoln Steven Spielberg va a por todas, a por su tercer Oscar, con otro film de temática más que seria, la etapa crucial en la vida del presidente más venerado por Estados Unidos, los cuatro meses en los que abolió la esclavitud y concluyó la guerra civil norteamericana. Todo apunta a que, a diferencia de los Globos de Oro, donde han ganado Los Miserables y Argo (sin olvidar, en lo televisivo, Homeland 2 y Girls), en los Oscar arrasará, y es que en los USA Lincoln es mucho Lincoln, y Spielberg es mucho Spielberg. Y por si no os convence el interminable elenco de secundarios, o el carácter más que político del film, que gira en torno a la votación de una moción, ahí está Daniel Day Lewis, dispuesto a brindar otra interpretación memorable (tras el lapsus de Nine). Veremos si es la película del año.

miércoles, 16 de enero de 2013

No es la película, es el actor



La semana pasada pude ver por la tele un par de esas películas (en un caso por primera vez y en el otro por segunda) que no serían lo mismo sin su actor protagonista: Training day (2001) y The blind side (2009), protagonizadas respectivamente por Denzel Washington y Sandra Bullock, que se llevaron un Oscar a casita por sus interpretaciones.

La primera de ellas, la más ‘antigua’ y la que tuve la oportunidad de revisar, aún siendo de lo mejorcito de su director, Antoine Fuqua, que ha mostrado talento y oficio en cintas como esta o El rey Arturo, no deja de ser un thriller más o menos efectivo, más o menos tramposo en ciertos giros argumentales y su resolución final, con una acertada estructura en torno al primer día de un policía, interpretado por Ethan Hawke, en el departamento antidrogas.

Lo que convierte el film en todo un hallazgo es el personaje del compañero de Hawke, el veterano que va a enseñarle cómo sobrevivir en la calle, un policía curtido en mil batallas y corrompido hasta la médula. Ojo a la frase publicitaria, que aparece en la parte inferior del cartel: Lo único más peligroso que cruzar la línea es el policía que la cruzó.

Al igual que ocurre con la interpretación de la Bullock en The blind side, tal vez nunca sepamos hasta donde el Oscar es mérito del guión o del actor. Washington se luce como pocas veces mostrando las mil y una caras de un personaje que asquea tanto al público como a ratos se identifica con él, cuando deja traslucir que un día fue tan limpio como su nuevo compañero, pero tuvo que ir transigiendo para hacer su trabajo, hasta que perdió por completo las nociones del bien y el mal.

Que el guión juegue hasta el último momento a despistar, mientras el espectador trata de descubrir cual es la impostura en el personaje de Washington, si es bueno o malo, cuando en realidad es las dos cosas, aquí no hay blanco ni negro, sino mucho gris, es lo de menos. Lo que importa es disfrutar con el recital de un actor que aquí da lo mejor de sí mismo, aunque por una vez haga de malo.


¿Quién iba a decir que Sandra Bullock acabaría recibiendo un Oscar a la mejor actriz? ¿Fue justo? De lo que no hay duda es de la nefasta traducción del título original, The blind side, por el anodino (es poco) Un sueño posible. El título original, tanto del film como del libro en que se basa, queda explicado en el arranque de la cinta, cuando la Bullock nos cuenta cómo en un partido real de rugby americano, un defensor bloqueó al quarterback, el jugador más importante del equipo, saltando sobre él desde su lado ciego (the blind side), provocándole una grave lesión. A partir de ese momento se creó un tipo de jugador cuya misión es vigilar el lado ciego del quarterback, convirtiéndose en el segundo jugador más importante. Como dice la Bullock, ese día no solo cambió la historia del rugby, sino también la de su personaje.

Un personaje que es el alma de una película que apenas supera el nivel de cualquier telefilm de sobremesa, con una familia modelo del sur norteamericano que adopta, con todas las de la ley, a un crecidito y musculoso afroamericano que acabará convirtiéndose en estrella del rugby. Por supuesto, todo basado en hechos reales.

Pero ahí está la Bullock para apropiarse de un personaje bombón, de esos que el espectador no olvida. Una animadora casada con el mejor jugador de baloncesto de su pueblo, ya superados los 40, con una hija animadora (la hija de Phil Collins, Lily, a quien precisamente le llaman en este film Collins), y un chaval, S. J. (Sean Junior), que con sus disparatadas salidas es la otra estrella del film.

Con magníficas frases cargadas de ironía como Hay que ver, tenemos un hijo negro y una profesora particular demócrata o Soy de la Asociación del Rifle y siempre voy armada (no olvidemos que esto es Memphis), Sandra Bullock se adueña de la pantalla como nunca, no solo en los momentos más, digamos, sensibleros, donde da la talla como pocas veces, sino en cada línea de diálogo.

Que en aquella edición de los Oscar los papeles buenos para mujeres brillasen por su ausencia y la Bullock no tuviese demasiada competencia, no quita para que su actuación (tal vez no de Oscar, lo mismo que su carrera) sea excelente, y, por una vez, inalcanzable para actrices fuera de serie como KateWinslet, que me temo no serviría para este papel, entre otros motivos por su edad. En cambio, imagino que Amy Adams, dentro de unos años, lo hubiera hecho igual de bien, y por supuesto, no es que Julia Roberts pudiera igualar a la Bullock: ya interpretó ese papel, aunque bajo el nombre de Erin Brockovich (salvando las, no tantas, distancias).

Y es que a veces, una película mediocre se salva por una interpretación fuera de serie. Sí, supongo que el guión era formidable, pero una actuación lamentable puede cargarse el mejor guión (o no?).



El detalle: Y siguiendo a vueltas con la traducción, en el tráiler de arriba podéis ver cómo, en el original, uno de los mejores diálogos de The blind side va así:

Sandra Bullock (a su marido): Tienes razón.

Marido: ¿Tienes razón? ¿A qué supieron esas palabras saliendo de tu boca?

Sandra Bullock: A vinagre.

Bueno, ahí va la traducción en la versión doblada, manteniendo el sentido a la perfección:

Marido: ¿Tienes razón? ¿Cómo han salido esas palabras de tu boca?

Sandra Bullock: Con esfuerzo.

domingo, 13 de enero de 2013

'Scream 4': la nueva generación no da para más


Uno de los principales males que aquejan al Hollywood actual es la falta de ideas, o más bien la obsesión de los productores por asegurarse el éxito en taquilla, lo que se traduce en estirar sagas de éxito con más y más secuelas, además de nuevas versiones de antiguos éxitos, los tradicionales remakes, y los ahora llamados reboots, consistentes en volver a presentar a un personaje ya conocido pero desde un nuevo punto de vista.

En esta línea parecía inscribirse la decisión del director Wes Craven de retomar su saga más exitosa, Scream, con una cuarta entrega que llegaba en el año 2011, 15 años después de la película que abrió la serie y, más importante aún, una década después del que había sido el último film de la franquicia, el que cerraba una trilogía bastante redonda que sirvió para relanzar el cine de terror juvenil. ¿Estaría la nueva entrega a la altura?

Craven volvió a contar, inicialmente, con Kevin Williamson, guionista de las dos primeras películas, pero que finalmente dejó la producción, de manera que el texto fue reescrito por Ehren Kruger, que ya se había encargado del guión del tercer film. La acción, pues, se sitúa una década después de aquel, y uno de los alicientes es ver qué ha sido de los protagonistas que sobrevivieron a la trilogía original, y que como podéis ver en el cartel son la protagonista principal, Sidney Prescott, encarnada por una Neve Campbell cuya carrera había ido perdiendo fuelle, y la pareja formada por el sheriff Dewey y la reportera Gale Weathers, a quienes encontramos felizmente casados, y de nuevo interpretados por la entonces pareja en la vida real formada por David Arquette y Courtney Cox, esta última en su mayor éxito cinematográfico.

Junto a ellos encontramos a la que podemos llamar 'segunda generación' de Scream, un montón de jóvenes de instituto que sustituyen a los protagonistas originales en este apartado. Aquí Craven ha priorizado el reparto femenino, en el que encontramos desde la sobrina de Julia Roberts, Emma, a la animadora de Héroes, Hayden Panettiere. También tenemos jóvenes geeks, en una nueva generación adicta a las redes sociales, lo que abre nuevas posibilidades al asesino de la máscara, bastante bien explotadas en el film.

El director, que lo tenía francamente difícil para superar el nivel de los prólogos de las tres entregas anteriores, recurre a autoparodiarse, con hasta una triple apertura de cine dentro del cine, donde de nuevo tiene la complicidad de un extenso plantel de jóvenes actrices, en su mayor parte televisivas, dispuestas a ser las nuevas reinas del grito, siguiendo el camino marcado por Drew Barrymore en el imprescindible inicio del film original. A destacar Anna Paquin y Kristen Bell, en uno de los prólogos más inspirados.

A partir de ahí, Craven va mostrando posibles sospechosos para la nueva cadena de muertes, más prolífica y brutal que en las anteriores entregas, tal y como corresponde a los nuevos tiempos cinematográficos, según expone uno de los personajes en el propio film en una nueva escena marca de la casa, donde se ponen al día las normas de este subgénero como ya se hiciera en la película original. ¿Será el asesino la siniestra tía de Sidney, que parece bastante zumbada, o el novio de la prima de la protagonista, que parece estar reviviendo la historia original? ¿O la nueva ayudante del sheriff, que parece obsesionada con Sidney?

Al final, Scream 4, con su mezcla de secuela y reboot, ofrece diversión, humor, terror y la sensación de volver a estar en casa para los fans de la saga, tal como ocurre con El hobbit, de la que hablábamos hace poco. Pero al igual que ocurría con esta última, no esperéis ninguna originalidad. Ese es el principal lastre de esta cuarta entrega de la saga, que sortea con habilidad la falta de ideas para lograr una aceptable actualización del concepto original, que muy posiblemente guste más a quienes vieron la anterior trilogía que a quienes descubran por primera vez a Ghostface. El problema es que la historia ya ha dado todo lo que podía dar de sí y no parece que la nueva generación esté a la altura de la precedente, por lo que este debería ser el definitivo capítulo final, so pena de arruinar el recuerdo de una saga que ha pasado por derecho propio a la historia del cine de terror. La aventura ha sido fantástica, pero ya no da para más.

sábado, 12 de enero de 2013

El estreno: Cruise busca nueva franquicia


Semana con algunos estrenos potentes, aunque ya vaticino que no van a tener demasiada taquilla, ¿o sí? La interrogación viene por Amor, lo último de Michael Haneke, tal vez el mejor director europeo de los últimos tiempos, que por una vez no nos habla de la maldad del ser humano, sino del mejor sentimiento que este es capaz de experimentar. Pero esto no es Tres metros sobre el cielo, sino la historia de un matrimonio anciano, encarnado por los veteranos Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva. El personaje de ella tiene una grave enfermedad, por lo que lo que propone Haneke es ver cómo la persona amada se va derrumbando ante quien la ama. La película está coleccionado premios, y ha arrasado en las nominaciones a los Oscar, incluyendo candidaturas para el propio Haneke y la actriz protagonista. Así que habrá que ver cómo funciona el boca-oreja.

También supongo que tendrá un estreno reducido El muerto y ser feliz, que salvo sorpresa mayúscula, le valdrá un Goya a José Sacristán, que se lo tiene más que ganado por su trayectoria. Aquí es el protagonista absoluto de la última cinta de Javier Rebollo, cineasta bastante experimental.

No nos olvidamos de Volver a nacer, cinta italiana con la que Penélope Cruz, de nuevo a las órdenes de Sergio Castellito, y compartiendo pantalla con Emile Hirsch, se ha ganado una nueva nominación a los Goya, en una de esas historias que pretenden ser más grandes que la vida.

Pero la película de la semana es Jack Reacher, basada en las novelas (17) de Lee Child, con un personaje hasta cierto punto similar al que dará vida Denzel Washington en The Equalizer. Tom Cruise quiere asegurarse una nueva franquicia, y lo hace apostando por el guionista de Sospechosos habituales y Valquiria, Christopher McQuarrie, que aquí escribe y dirige. Junto a Cruise, Rosamund Pike, Richard Jenkins y Robert Duvall, en una cinta de acción que tal vez no ha elegido el momento para estrenarse, al coincidir con la época de películas oscarizables.

Pero Jack Reacher promete acción e intriga de primera, a la antigua usanza, y uno tiene debilidad por McQuarrie. En realidad, el estreno de la semana es Amor, pero es evidente que en pantalla grande lucirá más la peli de Cruise, así que Amor tendrá que esperar al estreno en dvd.

miércoles, 9 de enero de 2013

'Yojimbo': El remake del remake



La filmografía de Akira Kurosawa se convirtió en fuente de inspiración para revitalizar el western. Si Los siete magníficos (1960) adaptó Los siete samuráis (1954), Yojimbo (1961) tuvo su remake en Por un puñado de dólares (1965), que sirvió para inaugurar el spaguetti-western. No acabó ahí la cosa, ya que habría una tercera versión, mucho más reciente: El último hombre (Last man standing en el original, lo que viene a ser El último que queda en pie), de Walter Hill, que traslada la acción a la época de la ley seca y las guerras entre gangsters.

Un yojimbo es un samurái sin amo, que por tanto vende sus servicios al mejor postor. La historia que nos cuenta Kurosawa es la de un yojimbo, de nombre anónimo, que llega a una ciudad, en realidad apenas una calle, dominada por dos bandas rivales en perpetua lucha a muerte, lo que ha ahuyentado al resto de vecinos. El protagonista, curtido en mil batallas, decide jugar con ambos bandos para sacar provecho económico, trabajando a la vez para los dos clanes y en realidad solo en su provecho. En la foto superior lo tenéis divirtiéndose mientras mira cómo luchan los dos bandos.

Las dos primeras versiones de la historia son dos obras maestras. En cuanto a la adaptación de Walter Hill, está rodada con oficio, pero carece de ese toque genial que hace únicas a las dos anteriores. Eso sí, al menos en los títulos de crédito reconoce que adapta la historia de Kurosawa, como guionista y director, algo que no hacía, si no me equivoco, Sergio Leone en su versión. No hay más que ver el arranque, en el que tanto en la primera como en la tercera versión es el azar lo que guía los pasos del protagonista, que ‘echa una moneda al aire’ para decidir en qué dirección seguir, y es la suerte lo que le lleva al escenario del film, un elemento que desaparece en la versión de Leone.

Sin embargo, en realidad Hill da forma a un híbrido de las dos versiones precedentes. Así, por un lado su película resulta casi tan teatral como la primera, con esa única calle como gran escenario, y los personajes entrando y saliendo de las casas. En cambio, Leone le daba mayor empaque cinematográfico recurriendo a las cabalgadas de los protagonistas hacia algún pueblo vecino. Hill también recurre a la principal novedad introducida por Leone con respecto a la historia original, una masacre provocada por uno de los bandos al poco de iniciarse el film, que tiene consecuencias especialmente en Por un puñado de dólares.

La principal aportación de Hill es la voz en off del protagonista que va narrando todo lo que ocurre, lo que le da un tono más pulp a la película, aunque en realidad aporta poco. La otra novedad es el aumento de la cuota femenina en pantalla. Para ello, además de introducir a una prostituta que aparece más bien poco, convierte a la esposa del líder de uno de los clanes (que tenía un gran protagonismo en la versión de Kurosawa) en otra prostituta que puede convertirse en posible interés amoroso del protagonista.

Un héroe que si en la versión de Leone directamente no tenía nombre, en la de Hill responde al anónimo John Smith, como un Juan López español, demasiado común, y en la original el yojimbo recurre a lo que hay plantado en el campo que tiene ante sus ojos para ‘bautizarse’.

Por lo que respecta al protagonista, Bruce Willis da el pego, pero tiene que lidiar con el recuerdo de dos monstruos como son Toshiro Mifune y ClintEastwood, auténticos iconos. Del resto del reparto, en las tres versiones destaca la mano derecha de una de las dos bandas, el único pistolero capaz de rivalizar con el protagonista. En la historia original no deja de ser un asesino estrafalario, el único que además de espada utiliza también un revólver, y que se luce especialmente en el desenlace. Gian Maria Volonté, en la segunda, es quien más se luce, convirtiéndose en la auténtica némesis del protagonista. Y en la tercera, Hill le saca aún más provecho al recurso de hablar mucho de este personaje antes de que aparezca en pantalla, pero aunque tiene la sombría fachada de Christopher Walken, no acaba de funcionar al máximo.

Hill, por otra parte, prescinde del personaje del sepulturero, clave en las dos primeras versiones, y lo reemplaza por un sheriff corrupto, encarnado con sobriedad por Bruce Dern, que se suma al posadero, el espectador clave de toda la trama, al que eso sí, Hill no le saca tanto partido como en las dos anteriores entregas.

La versión de Kurosawa, además de la más teatral, es la que logra una atmósfera más potente, sobre todo en las escenas con lluvia, trasladando al espectador por completo a ese pueblo fantasmal. Es la más dura, con ese arranque en el que al llegar el yojimbo al pueblo ve a un perro que lleva en la boca la mano de un hombre, y tiene los apuntes más críticos y mordaces, como la escena en la que el matrimonio que dirige uno de los clanes 'instruye' a su hijo con frases como Nunca podrás ser rico si no te llaman ladrón y asesino o Da igual matar a uno que a 100, solo pueden colgarte una vez.

Leone cambió las espadas por pistolas y consiguió una versión con un ritmo más occidental, ya que lo único que se le puede reprochar a Kurosawa es su morosidad a la hora de contar la historia. De hecho, su película es la más larga de las tres, cercana a las dos horas mientras que las otras dos apenas duran una hora y media, y sin embargo es en la que pasan menos cosas, especialmente al no tener la parte de la masacre inicial.

Pero, en realidad, la principal aportación de Por un puñado de dólares fue la banda sonora de Ennio Morricone, mucho más eficaz a la hora de crear atmósfera que la voz en off de El último hombre. Donde brilla Hill es en los tiroteos, brutales, y que hacen desear que este hombre dirija una adaptación de La Sombra, aunque al final se vuelven repetitivos.

Hill prescinde además del sentido del humor, al que recurren bastante Kurosawa y Leone para quitar hierro al asunto. Abajo tenéis una pequeña muestra de esto en Por un puñado de dólaresY para el resto de la comparación, vamos con los SPOILERS


La mujer, siempre la mujer. Esa es la perdición del protagonista, que acaba siendo apaleado por los rufianes en pago a su única buena acción. Pero es ahí donde reside una de las principales diferencias entre las tres películas. Kurosawa se guarda a la mujer como su as bajo la manga. El espectador no tiene idea de su existencia hasta su primera aparición mediada la película, en una doble y magistral escena, que hará que el protagonista cambie su manera de actuar.

Leone, en cambio, presenta a la mujer y a su hijo en la primera escena, hasta el punto de que remediar esa situación puede ser la auténtica motivación de todas las acciones del protagonista. También aquí el director se luce a la hora de desvelar por completo el secreto de la mujer en la escena del intercambio de rehenes.

Por su parte, Hill muestra a la mujer casi en el primer plano, pero guarda su secreto para más adelante. Es la única de las tres películas en la que no aparecen ni el marido ni el hijo, lo que le resta fuerza a esa trama. Y es que, en esta versión, el protagonista actúa en realidad por un sentimiento de culpa, debido a lo que le ocurre al final a la prostituta liada con uno de los jefes mafiosos debido a los manejos de John Smith. Es entonces cuando, para saldar esa cuenta, decide ayudar a la mujer.

En cuanto al duelo final, en Por un puñado de dólares Leone recurre al truco del ‘chaleco blindado’ para ser más realista que Kurosawa, quien sí se atrevió a enfrentar a su yojimbo espada en mano contra el pistolero rival. Por su parte, Hill ofrece primero un enfrentamiento a cubierto entre el protagonista y toda una banda rival dentro de un edificio, escena bastante más inspirada que el enfrentamiento final, bastante descafeinado.

domingo, 6 de enero de 2013

Peter Jackson engrandece 'El hobbit'



Tras el fiasco de The lovely bones, Peter Jackson ha vuelto a demostrar en El hobbit que parece haber nacido para adaptar a Tolkien. Si ya dio sobradas muestras de ello en El señor de los anillos, lo que hace en esta precuela está a un nivel muy superior, en cuanto a adaptación se refiere.

Entendámonos. El hobbit. Un viaje inesperado es la primera entrega de una nueva trilogía, lo que, para cualquiera que haya leído esta obra, se antoja absolutamente excesivo, máxime dado que el metraje de esta primera entrega es de unas 2 horas y 40 minutos. ¿Da para tanto El hobbit? A priori no, pero es que esta primera parte apenas adapta los seis primeros capítulos de un total de 19, unas 120 páginas de 360, por tanto, la tercera parte exacta.

Lo que ofrece Jackson es una versión ampliada, en la que casi no falta nada del libro pero enriquece la obra con cosecha propia. Así, el director recupera, aunque brevemente, a personajes ya vistos en la trilogía, pero ausentes en El hobbit original, como Galadriel y Saruman, de nuevo encarnados por Cate Blanchett y el inmortal Christopher Lee. Y se saca de la manga personajes como el Mago Pardo o un rey orco que actúa como némesis de los protagonistas (y ojo a su mirada, porque es imposible no reconocer la intensidad azul de Benedict Cumberbatch, el Sherlock de la BBC).

Jackson llega a un punto en el que le gana la partida al creador de la Tierra Media. Y es que si en la trilogía anterior, por fabuloso que pueda parecer el trabajo del director y por más magnífica que sea la traslación a la pantalla grande, como suele ocurrir, el libro es aún mejor, aquí, sin embargo, al menos en esta primera parte, Jackson nos cuenta la historia mejor de lo que lo hizo Tolkien. Y es que, al fin y al cabo, si El señor de los anillos es una de las mejores novelas de todos los tiempos, El hobbit no pasa de ser un libro de fantasía para niños del montón.

El hobbit. Un viaje inesperado queda por debajo de cualquiera de las anteriores entregas cinematográficas sobre la Tierra Media, dado que, obviamente, la historia no está a la misma altura, a pesar de lo cual Jackson logra que las 2 horas y 40 minutos pasen volando y que casi veamos su nuevo trabajo con el mismo asombro y disfrute que las anteriores.

Eso sí, no busquéis ninguna originalidad, a excepción de la brutal escena de los gigantes de piedra. La sensación que deja esta película, que desde luego es la cinta de estas navidades, es la del confortable regreso al hogar, a esa Tierra Media que Jackson plasma como nadie, a una escala épica muy imitada en los últimos años pero nunca igualada (salvo por Juego de Tronos, precisamente por no copiar). Volvemos a la Comarca, a Rivendel… y vuelve Gollum, que de nuevo protagoniza el mejor tramo del film, sobre todo con el duelo de acertijos homenajeado por Stephen King en el arranque del cuarto volumen de La Torre Oscura, inspirada al fin y al cabo en la obra de Tolkien.

Ian McKellen vuelve a estar ahí como Gandalf, el personaje por el que pasará al imaginario colectivo, y Martin Freeman es un perfecto Bilbo Bolsón, que vuelve a estar interpretado por Ian Holm en su versión anciana. Y es que si algo hace a la perfección Jackson es enlazar El hobbit con su trilogía anterior (pero posterior en la narración), así como meter flashbacks de lo más épico cuando se necesita.

El director hasta se permite un doble homenaje a En busca del Arca Perdida e Indiana Jones y el Templo Maldito en la vertiginosa escena de la huida del cubil de los trasgos, en la que además se homenajea a sí mismo, recordando el paso de los protagonistas por las Minas de Moria en La Comunidad del Anillo, y ya puestos, a su King Kong.

Por último, para reforzar esa sensación de regreso a casa, la banda sonora retoma buena parte de los temas principales de las tres cintas anteriores, ampliándolos con los temas dedicados a los enanos, en los que Howard Shore vuelve a dar en el clavo. Lástima que aquí hayan doblado al castellano las canciones, porque no se han esmerado demasiado y están muy lejos de la versión original.

En fin, Jackson puede contar conmigo para seguir viajando por la Tierra Media.

El detalle: A los telespectadores españolitos de cierta edad les va a ser imposible ver la escena de los trolls y no acordarse de David, el gnomo. Clavadita, clavadita a la mítica serie de dibujos animados. Solo faltaba que apareciera David y empezara a cantar aquello de ‘Soy un gnomo…”.