miércoles, 2 de enero de 2013

Lo que nos dejó el 2012


Espero que haya ido bien el cambio de año. Por mi parte, empezamos el 2013 con el tradicional repaso a lo mejor del 2012. Vamos sin más dilación, y arrancamos con los estrenos cinematográficos del año:


CINE

CINE ESPAÑOL: Si incluimos la argentina Todos tenemos un plan, este año he visto tres cintas españolas, una más que el pasado año, algo es algo. Pero no ha sido la película protagonizada por Viggo Mortensen, un tanto decepcionante, lo más destacable, sino Eva, original propuesta de ciencia ficción a cargo de Kike Maíllo y protagonizada por Daniel Brühl, que hizo doblete en The Pelayos, una fresca mezcla de comedia, drama e intriga que funcionó bastante bien.

CINE USA: Sin discusión, en otro año de vacas flacas (hablamos de calidad) para Hollywood, Spielberg regresó a lo grande con War horse, recordando al mejor John Ford. A la espera de que el cineasta se supere de nuevo con Lincoln, cerramos el año con La vida de Pi, una fábula sobre la vida en la que Ang Lee muestra un buen pulso. Y si hablamos de comedias, Woody Allen reverdeció laureles con su mágica Medianoche en París, muy superior a la última ganadora del Oscar, The Artist.

CINE PALOMITERO: Ha sido sin duda el año de los superhéroes, con un empate técnico entre dos propuestas igualmente válidas: la oscuridad y realismo del cierre de la trilogía de Batman a cargo de Christopher Nolan, únicamente lastrada por las gigantescas expectativas tras las dos impresionantes primeras entregas, y la espectacularidad de Los Vengadores, puro cine de palomitas con un Joss Whedon sensacional a los mandos, que ha demostrado que la visión de Nolan no es la única posible. Con Spiderman regresando con un más que apreciable reboot y los Men in black manteniendo el humor desenfadado de siempre, el tercer puesto se lo ha llevado de calle John Carter, incomprendida adaptación de la obra de Burroughs, que Disney no ha sabido vender pero que sin duda ha sido, salvando las distancias, el Avatar del 2012, puro espectáculo de aventuras para todas las edades, con sus dosis idóneas de humor y drama. Del resto de blockbusters, Los juegos del hambre se defendió bastante bien, lo mismo que el reboot, sin novedad alguna, de Bourne. Bond también salió airoso de su 50 aniversario, si olvidamos que Skyfall no es una película protagonizada por el agente 007 sino por Batman, y Ridley Scott, este sí, se hundió con todo el equipo con Prometheus, el despropósito del año.

ANIMACIÓN: Mucho me temo que la decepcionante secuela de Cars anunció en el 2011 un 2012 más bien flojo en cuanto a animación. Solo me arrastró al cine la cuarta entrega de Ice Age, que sirvió para dejar claro que harían bien en ir cerrando ya la saga, cuyos últimos capítulos son tan disfrutables como olvidables.


EN CASA

Seguimos con las películas que he visto por primera vez en televisión o vía dvd:

CINE ESPAÑOL: De lejos, Salvador, que aún tenía pendiente, fue lo mejor del año, junto a las lecciones interpretativas (y van) de Federico Luppi en la sobria El viento, Ricardo Darín en Un cuento chino (aunque no sea de lo mejor del argentino) y José Sacristán en Madrid, 1987, mano a mano aquí con una MaríaValverde que demuestra que es más que una cara bonita. Y para decepción, No habrá paz para los malvados: Buena factura y escasa originalidad.

CINE USA: Por una vez, la penúltima cosecha de Oscar hizo honor a su nombre: El discurso del rey, impecable aunque tal vez demasiado teatral, y The fighter, una historia hecha para gustar a los académicos, que lo tiene todo y un reparto que se sale. Para interpretación a recordar, la de Geoffrey Rush en Llámame Peter, ¿quién si no podía salir airoso del reto de encarnar a Peter Sellers? El western Sin piedad nos mostró a un John Cusack en plena forma, en un film sobre la ley y la justicia, y puestos a redescubrir clásicos, El león en invierno, apoteósico duelo entre Katherine Hepburn y Peter O’Toole (como siempre, ella se llevó el Oscar, él no), cuyo guión hubiera firmado Shakespeare. Por último, el documental Inside job, brutal exposición de cómo hemos llegado a la crisis actual… y cómo sus responsables siguen gobernando el mundo.

CINE PALOMITERO: Debe ser que para comer palomitas, nada como el cine, así que año flojo en casa. Tan solo destacan la cuarta entrega de Scream (de la que ya hablaremos), que mantiene las virtudes de la saga con bastante solvencia, y Kick Ass, salvaje parodia del cine de superhéroes. Ya puestos a hablar de comedias, Ted, sin tirar cohetes, aportó cierta frescura, con un punto de acidez.

ANIMACIÓN: La divertida Gru, mi villano favorito, se desmarcó de las habituales comedias dulzonas de animación, aportando originalidad y desparpajo. Pero lo mejor volvieron a ser las series de animación japonesa, como la extraordinaria saga de ciencia ficción Last Exile, y la revisión de todo un clásico, la fantasía medieval Record of Lodoss War.


OTRAS FILIAS

LIBROS: Sin duda, el libro del año fue It, la obra maestra por excelencia de Stephen King, relato definitivo sobre la amistad y el horror, imperdible.

COMICS: Por lo que respecta al noveno arte, lo más destacado fue el desenlace de dos series que he seguido durante unos cuantos años: 20th Century Boys, que sería la obra maestra del japonés Naoki Urasawa de no ser porque la precedió su portentoso Monster (imperdible), y que tiene bastantes puntos en común con It, con la historia de unos niños que juegan a idear un plan para destruir el mundo... que años después empieza a hacerse realidad punto por punto. La otra fue el Bone de Jeff Smith, una especie de cruce entre El señor de los anillos y el ratón Mickey (y es simplificar mucho), que presenta una escalada épica de principio a fin sin perder sus dosis de humor. Otro imperdible, y que sigue extrañándome que aún no haya sido llevado a la gran pantalla. También completé en el 2012 la más breve, pero igualmente impecable, Secret Warriors, soberbia actualización de las aventuras de Nick Furia, que deja absolutamente en nada la versión cinematográfica del personaje, por mucho Samuel L. Jackson. Soberbia trama de espías a cargo de Jonathan Hickman, uno de los grandes autores de Mavel en la actualidad. Y si hablamos de Marvel, Brian Michael Bendis dirigió una más que estimable Edad Heroica, lo que es igual, un año de series vengadoras entre Asedio y Fear Itself, penúltimas macrosagas de la casa. En DC, lo mejor de su Brightest Day fue el regreso de la Justice League de Booster Gold, enfrentada en Generation Lost a un temible enemigo al que nadie recuerda. Lucifer y The Walking Dead continuaron con un segundo año más que recomendable, volví a Neil Gaiman con Los Eternos, su homenaje a los personajes de Jack Kirby, y disfruté el primer año de Planetary, al final del cual las piezas empiezan a encajar y hay muchas, pero que muchas ganas de saber cómo sigue la cosa.


SERIES TV: Ha sido el año de la BBC, con la soberbia recreación de Sherlock en sus dos primeras temporadas, y los capítulos independientes de Black Mirror, a vueltas con ese espejo oscuro que es la televisión. Oscuras han sido también las mejores series USA: la terrorífica y casi surrealista American Horror Story, y la realista e implacable The killing. Juego de tronos, con su mundo de fantasía medieval que no tiene nada que envidiar a El señor de los anillos, y por fin propone algo distinto a la obra de Tolkien, completa el podio, sin olvidar la revisión de la primera temporada de Twin Peaks. Y en un año en el que Miénteme se despidió con una tercera temporada breve y un tanto decepcionante, David Tennant se entonó como Dr. Who en su segunda temporada, la tercera de la era moderna, y empalmé las temporadas 7 y 8 de Anatomía de Grey, que aguanta el tipo aunque lejos de su época de mayor gloria. Fringe, en su tercera temporada, por fin despegó con la colisión de los dos universos paralelos. Sigue siendo mi serie favorita ahora mismo, gracias a sus tres protagonistas. El año dio para mucho, y ahí están la revelación inesperada de Alphas, la mejor adaptación apócrifa de la Patrulla X; Érase una vez, con su reinterpretación, a veces inspirada, a veces ñoña, de los cuentos de hadas, y el potente western Hell on wheels. Alcatraz hizo aguas, y House se despidió en su octava temporada sin estridencias, pero dejando buen sabor. Tal vez Grey debería tomar nota.

En España acabaron Los protegidos, con una tercera temporada que desmereció de las anteriores, y Buenagente concluyó abruptamente en medio de la segunda temporada, pese a haber sido la mejor comedia televisiva desde Cuestión de sexo. Pero lo mejor del año, de lejos, fue Crematorio, con un inmenso Pepe Sancho y dejando patente que aquí se pueden hacer series de primera. Menos actual, pero igual de solvente, Guante blanco, si acaso demasiado breve, sorteó a la perfección la excesiva duración de las series españolas.

DISCOS: Kylie Minogue se superó a sí misma con Aphrodyte, su mejor disco, y una gira sencillamente espectacular, Les Folies. Neil Young dejó una nueva muestra de su perenne calidad en Chrome Dreams II y Keane nos dejó en Night Train un breve pero intenso aperitivo de lo que está por llegar.

TEATRO Y CONCIERTOS: No hay como el directo, y aunque hubo poco, fue extraordinario. Ver (y escuchar) los monólogos (nada que ver con El club de la comedia) de Rafael Álvarez El Brujo siempre es un placer, y El testigo, no fue una excepción. Y de inolvidable puede calificarse el concierto que se marcó en Castellón Loreena McKennitt para cerrar su última gira. No es lo mismo, vaya que no, pero en casa puede disfrutar con el inmenso recital que dio Adele en el Royal Albert Hall y con la revisión de Secret World, la última gran gira de Peter Gabriel. Sin olvidar el documental sobre lo que pudo haber sido la última gira de Michael Jackson: This is it.

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