Tras el fiasco de The lovely bones,
Peter Jackson ha vuelto a demostrar en El
hobbit que parece haber nacido para adaptar a Tolkien. Si ya dio sobradas
muestras de ello en El señor de los
anillos, lo que hace en esta precuela está a un nivel muy superior, en
cuanto a adaptación se refiere.
Entendámonos. El hobbit. Un viaje
inesperado es la primera entrega de una nueva trilogía, lo que, para cualquiera
que haya leído esta obra, se antoja absolutamente excesivo, máxime dado que el
metraje de esta primera entrega es de unas 2 horas y 40 minutos. ¿Da para tanto
El hobbit? A priori no, pero es que
esta primera parte apenas adapta los seis primeros capítulos de un total de 19, unas 120
páginas de 360, por tanto, la tercera parte exacta.
Lo que ofrece Jackson es una versión ampliada, en la que casi no falta nada
del libro pero enriquece la obra con cosecha propia. Así, el director recupera,
aunque brevemente, a personajes ya vistos en la trilogía, pero ausentes en El hobbit original, como Galadriel y
Saruman, de nuevo encarnados por Cate Blanchett y el inmortal Christopher Lee.
Y se saca de la manga personajes como el Mago Pardo o un rey orco que actúa
como némesis de los protagonistas (y ojo a su mirada, porque es imposible no
reconocer la intensidad azul de Benedict Cumberbatch, el Sherlock de la BBC).
Jackson llega a un punto en el que le gana la partida al creador de la
Tierra Media. Y es que si en la trilogía anterior, por fabuloso que pueda
parecer el trabajo del director y por más magnífica que sea la traslación a la
pantalla grande, como suele ocurrir, el libro es aún mejor, aquí, sin embargo,
al menos en esta primera parte, Jackson nos cuenta la historia mejor de lo que
lo hizo Tolkien. Y es que, al fin y al cabo, si El señor de los anillos es una de las mejores novelas de todos los
tiempos, El hobbit no pasa de ser un
libro de fantasía para niños del montón.
El hobbit. Un viaje inesperado queda por debajo de cualquiera de las anteriores
entregas cinematográficas sobre la Tierra Media, dado que, obviamente, la
historia no está a la misma altura, a pesar de lo cual Jackson logra que las 2
horas y 40 minutos pasen volando y que casi veamos su nuevo trabajo con el
mismo asombro y disfrute que las anteriores.
Eso sí, no busquéis ninguna originalidad, a excepción de la brutal escena
de los gigantes de piedra. La sensación que deja esta película, que desde luego
es la cinta de estas navidades, es la del confortable regreso al hogar, a esa
Tierra Media que Jackson plasma como nadie, a una escala épica muy imitada en
los últimos años pero nunca igualada (salvo por Juego de Tronos, precisamente por no copiar). Volvemos a la
Comarca, a Rivendel… y vuelve Gollum, que de nuevo protagoniza el mejor tramo
del film, sobre todo con el duelo de acertijos homenajeado por Stephen King en
el arranque del cuarto volumen de La
Torre Oscura, inspirada al fin y al cabo en la obra de Tolkien.
Ian McKellen vuelve a estar ahí como Gandalf, el personaje por el que
pasará al imaginario colectivo, y Martin Freeman es un perfecto Bilbo Bolsón, que vuelve a
estar interpretado por Ian Holm en su versión anciana. Y es que si algo hace a
la perfección Jackson es enlazar El
hobbit con su trilogía anterior (pero posterior en la narración), así como
meter flashbacks de lo más épico
cuando se necesita.
El director hasta se permite un doble homenaje a En busca del Arca Perdida e Indiana
Jones y el Templo Maldito en la vertiginosa escena de la huida del cubil de
los trasgos, en la que además se homenajea a sí mismo, recordando el paso de
los protagonistas por las Minas de Moria en La Comunidad del Anillo, y ya puestos, a su King Kong.
Por último, para reforzar esa sensación de regreso a casa, la banda sonora
retoma buena parte de los temas principales de las tres cintas anteriores,
ampliándolos con los temas dedicados a los enanos, en los que Howard Shore vuelve a dar
en el clavo. Lástima que aquí hayan doblado al castellano las canciones, porque
no se han esmerado demasiado y están muy lejos de la versión original.
En fin, Jackson puede contar conmigo para seguir viajando por la Tierra
Media.
El detalle: A los telespectadores españolitos de cierta edad les va
a ser imposible ver la escena de los trolls y no acordarse de David, el gnomo. Clavadita, clavadita a
la mítica serie de dibujos animados. Solo faltaba que apareciera David y
empezara a cantar aquello de ‘Soy un
gnomo…”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario