viernes, 30 de abril de 2010

Cleopatra: La épica de alcoba


De cuando en cuando uno dispone de 4 horitas libres y puede regalarse un espectáculo como el que ofrece ‘Cleopatra’. Joseph L. Mankiewicz, que brilló con menores presupuestos en filmes como 'La huella', también demuestra en esta cinta que se sentía mejor en las distancias cortas, no en vano las numerosas escenas de cámara entre Cleopatra y Julio César, primero, y después con Marco Antonio, resultan tan o incluso más épicas que la batalla de Actium.

El film reduce la historia de Roma y Egipto a lo que ocurría en la alcoba de Cleopatra, dando lugar a dos films en uno. Las aproximadamente dos primeras horas (o lo que es igual, el primero de los dos dvds de la edición de lujo) recogen el romance entre César y Cleopatra, cómo ésta se convierte en reina de Egipto y su famosa entrada en Roma, concluyendo con la muerte de César. La segunda se centra en la relación entre Cleopatra y Marco Antonio, lo que entre otras cosas, permite comparar a dos tipos de actores tan distintos como Rex Harrison (César) y Richard Burton (Marco Antonio). Donde el primero luce sobriedad y presencia, saber estar en todo momento, el segundo se muestra más histriónico y atormentado, luciéndose con unos diálogos que recuerdan los textos shakesperianos.

Entre ambos, Elizabeth Taylor brilla más que nunca, como si hubiera nacido para interpretar este papel. Otra historia es tratar de dilucidar cuánto de real tenían sus discusiones con Burton en la pantalla (¡esa secuencia en la que se dan de bofetadas!) habida cuenta de su tormentosa relación en la vida real.

Junto a las tres estrellas también hay que prestar atención a las apariciones a lo largo del extenso metraje de Roddy McDowall (que empezó al igual que la Taylor como estrella infantil) en el rol de Augusto (hay que ver lo que logra este hombre con un papel demasiado plano, en el que se pinta a Augusto como el malo malísimo) y Martin Landau (que triunfaría con la serie ‘Misión: Impossible’ y lograría el Oscar como el Bela Lugosi del ‘Ed Wood’ de Tim Burton), como el fiel soldado de César y Marco Antonio.

El detalle cinéfilo: En este caso más bien es el ‘detalle de mal gusto’. La escena en la que Augusto atraviesa con una lanza a Sisógenes, el enviado de Cleopatra para evitar la guerra con Roma, es tan deplorable (e impropia de Mankiewicz) que no se entiende cómo no desapareció de la sala de montaje.


martes, 27 de abril de 2010

Una Alicia preciosa pero hueca (y van dos)


Mi segunda experiencia con las 3D ha seguido los pasos de la primera. Como ya ocurriera con ‘Avatar’, la ‘Alicia en el país de las maravillas’ de Tim Burton ofrece un espectáculo visual deslumbrante pero hueco, en el que luce mucho más la factura estética que el guión.

Si en el film de James Cameron sólo se echaba en falta una mayor profundidad en el argumento, aquí éste resulta de lo más esquemático, pudiéndose reducir (no hay peligro de spoilers) a: Alicia cae por un agujero; encuentra al conejo, la oruga y el sombrerero; visita el castillo de la reina Roja y el castillo de la reina Blanca; batalla final. No hay más.

Eso sí, el envoltorio es magnífico. Tim Burton deja poco de sí mismo en este film, en el que parece trabajar más que nunca al dictado de Disney, pero aún así lo convierte en un festival visual, a lo que contribuye el 3D (lo mejor, de lejos, el gato de Cheshire), de modo que si uno se deja llevar por las imágenes logra pasar un buen rato. Nada que ver, por supuesto, con cómo disfruté con la ‘Alicia’ de Lewis Carroll, uno de los libros que mejores ratos me ha proporcionado, desbordante de humor y fantasía.

Con respecto al reparto, todos están perfectos, aunque cada uno en su papel, ya que, por ejemplo, Helena Bonham Carter y Anne Hathaway hacen de reina mala y buena, respectivamente, como cabría esperar. Johnny Depp divierte y emociona, y por cierto, disiento de las críticas que había leído antes de ver el film, que coincidían en la pobre actuación de Mia Wasikowska como Alicia. Sencillamente, sin ella no habría película, es quien le inyecta vida en cada plano y muestra en todo momento que ha captado a la perfección la esencia del personaje.

En cuanto al análisis técnico, el 3D de ‘Avatar’ resulta mucho más logrado que el de ‘Alicia’, bastante desaprovechado y menos nítido visualmente. Creo que a diferencia de Cameron, Burton rodó su película en 2D y luego la pasó a 3D, lo que podría explicar esta diferencia. No sé si es por eso por lo que en el cine al que acudí, las gafas que me dieron para las dos cintas eran distintas. Estamos en el inicio de una nueva tecnología, y eso se paga.


sábado, 24 de abril de 2010

'Pelham 1,2,3': El original siempre gana







Hoy toca comparativa, y como suele pasar, el original siempre gana. Anoche vi ‘Pelham 1,2,3’, pero la primera versión, la que dirigió Joseph Sargent en 1974 con Walter Matthau y Robert Shaw en los papeles principales, es decir, los que en el remake dirigido por Tony Scott el pasado año interpretaban, Denzel Washington y John Travolta, respectivamente.

Vaya por delante que no me considero un anti-Tony Scott, aunque tampoco lo tengo en los altares, pero en esta ocasión se cubre de gloria. Su actualización del concepto ‘Pelham 1,2,3’ (un grupo de delincuentes secuestra un vagón del metro de Nueva York) mantiene el ritmo frenético en tiempo real, que actualmente asociamos a la serie ‘24’, pero simplifica de manera notable el modelo original.

Scott reduce el argumento a un duelo entre los dos protagonistas, y cuando uno de ellos (Travolta) firma una actuación lamentable (ni vamos a comparar con la interpretación de Shaw, sencillamente perfecta), la película se hunde sin remedio. En cambio, la película del 74 contaba con un gran reparto coral que incluía a un buen número de los mejores secundarios de la época (Martin Balsam, Héctor Elizondo, Dick O’Neill...), lo que hacía ganar en interés al film. Como ejemplo, en el film de Sargent cada uno de los 4 asaltantes tiene una personalidad definida y los roces entre ellos son uno de los puntos fuertes de la cinta, mientras que en el de Scott sólo existe un sobreactuado Travolta.

Otra trama que desaparece en la versión actual es la del policía infiltrado en el vagón, del que desconocemos su identidad, lo que suma más tensión e intriga al desarrollo del film. Por no hablar del cambio del final, donde también sale perdiendo la nueva versión.

Por descontado, en el remake sólo se salva Washington, que luce su habitual profesionalidad y se beneficia de un personaje más trabajado que el de Matthau, quien, eso sí, encajaba a la perfección en la apuesta de Sargent por rebajar la tensión en determinados momentos con ligeros y eficaces toques de humor, ausentes por completo en una cinta que Scott podría haberse ahorrado.

El detalle cinéfilo: Los cuatro asaltantes se llaman entre sí por colores (Mr. Green=Señor Verde) para evitar ser identificados, tal como ocurriría en cintas posteriores como el ‘Reservoir Dogs’ de Tarantino.



jueves, 22 de abril de 2010

'Amarás al prójimo como a ti mismo'


Harían bien todos aquellos que han atacado a los homosexuales de un modo u otro en tener bien presente este mandamiento de la Biblia y lo que significa, porque no distingue entre un tipo de prójimo u otro. Una mujer lo cita en una de las mejores escenas de ‘Milk’, la película de Gus Van Sant, para reprochar a ciertos sectores católicos su vergonzosa persecución de los homosexuales.

Otra de las lecciones que nos da este film es que, tal como dice el protagonista, Harvey Milk –primer concejal elegido en EEUU tras declararse abiertamente gay- se daría un gran paso para la aceptación de los homosexuales si estos no ocultasen su condición: ‘si os conocen, sabrán que no sois enfermos ni pervertidos’. Posiblemente lo peor de esta película sea constatar que tres décadas después del asesinato de Milk en 1978, la homosexualidad tiene todavía muchas barreras que superar.

En cuanto a los valores cinematográficos del film, cabe destacar que Gus Van Sant se aleja de las experimentaciones a las que es tan dado, y opta por una narración clásica para firmar tal vez su obra mayor, y una de las mejores cintas de 2008, cuyo tono semidocumental le acerca a buena parte de la filmografía de Oliver Stone, en concreto sus obras políticas, como ‘JFK’o ‘Nixon’. Su recreación de los 70 también la emparenta con otras películas recientes, como el ‘Zodiac’ de David Fincher, logrando una factura visual que hace creer que fueron rodadas en aquella época, imitando a la perfección la imagen de títulos como ‘Todos los hombres del presidente’.

Pero la principal baza de ‘Milk’ no es otra que su protagonista, Sean Penn, quien de nuevo firma una interpretación superlativa. Por lo que a mí respecta, después de ‘Mystic River’ Penn se había echado a perder progresivamente, acusando una creciente sobreactuación, ya apreciable en títulos como ‘La intérprete’ y sobre todo ‘El asesinato de Richard Nixon’. Sin embargo, aquí recupera su mejor nivel, y lo hace, curiosamente, interpretando de nuevo a un político, al igual que en su anterior ‘Todos los hombres del rey’. Si en aquella firmaba una de sus mayores sobreactuaciones, en esta su interpretación resulta inmensa y llena de matices, desde la primera hasta la última escena, además de retratar a un político que no se parece en nada al de aquella película.



martes, 20 de abril de 2010

El día que murió Superman


Hoy toca comic, la primera reseña referente al noveno arte. Y qué mejor manera de empezar que con el primer superhéroe, Superman. La obra que nos ocupa, y que desde luego merece ese calificativo, es ‘All Star Superman’. La línea All Star de DC Comics (la editorial de Batman y Superman) se creó para contar historias al margen de la continuidad oficial, a cargo de los mejores autores del panorama comiquero, en este caso el guionista británico Grant Morrison y el dibujante Frank Quitely.

Y en efecto, ambos hacen honor a su fama y firman una de las mejores series del hombre de acero, un total de 12 números recopilados en España en un solo tomo de lectura imprescindible. Lo que se propone Morrison es rendir el mayor homenaje a Superman, partiendo de una impactante premisa: su archienemigo, Lex Luthor, ha logrado asesinarle con un envenenamiento masivo por radiación solar, precisamente la fuente de los poderes de Superman, al que le quedan unos días o semanas de vida.

Durante este periodo el mayor superhéroe de todos los tiempos se despedirá de sus seres queridos y ajustará cuentas con algún que otro enemigo, para dejarlo todo atado y bien atado antes de su deceso. Morrison repasa toda la historia de Superman sin que falte nadie: Lois Lane, Jimmy Olsen, los Kent, Bizarro, Krypton… y por supuesto, Luthor. Todos ellos tienen su momento de protagonismo en una obra que, como el propio Superman, acaba siendo bigger tan life.

Y todo ello realzado de manera incomparable por los lápices de Quitely, más inspirado que nunca (es lo que tiene emplear tres años en culminar 12 números que normalmente se publicarían en un solo año, trabajando pues más a la manera europea que norteamericana) a la hora de plasmar el universo de Superman en papel, con un estilo gráfico también más cercano a la línea gráfica europea.

Tanto si os gusta Superman como si no (que es más bien mi caso), vale la pena asomarse a estas páginas, cuya moraleja final es que su humanidad es el mayor valor del hombre de acero, cuya confianza en el ser humano es mucho mayor que la de éste en sí mismo.

domingo, 18 de abril de 2010

'Tan ligera como una pluma'



El título de una de las canciones de ‘The fall’, último disco de la cantante norteamericana Norah Jones, define a la perfección la voz de esta joven, que ha sabido ganarse un hueco en el corazón de los amantes del jazz con sus dos primeros trabajos. No puedo hablar de ellos porque en mi caso la he descubierto en esta tercera entrega, al parecer la primera en la que también transita por los senderos del pop, y con la que abro este blog a cuestiones ajenas al séptimo arte, ya que no sólo de cine vive este cinéfilo.

Y el descubrimiento no puede resultar más delicioso. Trece temas componen el disco, y todos ellos, desde el juguetón ‘Chasing pirates’ que sirve de apertura, hasta el susurrante ‘Man of the hour’ que lo cierra, son oportunidades únicas para paladear la versatilidad de una cantante capaz de moldear su voz hasta convertirla en una suave caricia y hacer que escuchar una de sus canciones resulte una experiencia sumamente placentera. A ver si resulta que me he enamorado…

El detalle cinéfilo: Curiosamente descubrí primero a Norah Jones en su faceta de actriz, como protagonista de ‘My blueberry nights’, la aventura americana de Wong Kar-Wai. Y curiosamente en toda la película no escuché su voz, cosas del doblaje, aunque su presencia llenaba cada secuencia en la que aparecía. Sí, va a ser que me he enamorado…

viernes, 16 de abril de 2010

'Sólo quiero volver a casa'


El problema es cuando ya no hay un hogar al que volver. Mira tú por dónde, los vástagos de David Bowie (Duncan Jones a la dirección) y Alan Parker (Nathan Parker en el guión, basado en una idea de Jones), nos dieron una de las pequeñas joyas independientes del pasado año, ‘Moon’, que demuestra que la ciencia ficción puede seguir aportando obras mayores a poco que uno se estruje la sesera, y sin necesidad de recurrir a espectaculares efectos especiales.

De hecho, aquí el efecto especial no es otro que la prodigiosa interpretación de Sam Rockwell, posiblemente uno de los ausentes en las últimas nominaciones a los Oscar, que sigue labrándose una carrera más que sólida (‘Los timadores’ de Ridley Scott o ‘El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford’, imprescindibles en su filmografía, que pronto incluirá ‘Iron Man 2’).

Rockwell interpreta al único operario de una estación industrial en la Luna, que está a punto de regresar a la Tierra con su mujer y su hija tras una estancia de 3 años. Pero todo va a complicarse tras un accidente y la aparición de un invitado inesperado, poniendo en marcha los acontecimientos que llevarán al descubrimiento de la horrible verdad.

La cinta reflexiona sobre los efectos de la soledad prolongada y utiliza con habilidad las influencias de sus dos principales referentes, ‘2001’, de la que es directa heredera en el aspecto visual, y ‘Blade Runner’. La interpretación de Rockwell se pone al servicio de un guión milimétrico, dando como resultado un film impactante, tanto por el desarrollo de su argumento como por la belleza de los planos espaciales que de vez en cuando nos regala Jones, cuyos pasos habrá que seguir de cerca.

El detalle cinéfilo: En la versión doblada nos perdemos el lujo de escuchar a Kevin Spacey, voz original de Gerty, el ordenador que controla la estación lunar, que nos recuerda al Hal de ‘2001’, haciéndonos dudar sobre si está a favor o en contra del ¿único? ocupante de la base.


martes, 13 de abril de 2010

Hitchcock también hacía malas películas


Pues sí, que no se escandalice nadie, hasta un genio como Alfred Hitchcock firmó en ocasiones, no ya obras menores, sino más que mediocres. Un claro ejemplo de ello es ‘El proceso Paradine’, que acabo de ver por primera vez, y que no resulta demasiado recomendable, salvo para ver cómo, a veces, los genios dejan de serlo.

Uno de los aspectos más negativos de esta película es que pierde por goleada al ser comparada con 'Testigo de cargo', una de las obras maestras de otro genio, Billy Wilder, que estaba en plena forma cuando firmó la mejor adaptación de Agatha Christie, cuya trama guarda muchas similitudes con 'El proceso Paradine'.

En ambos casos todo gira en torno a un juicio, el acusado (una mujer en 'El proceso Paradine' y un hombre en 'Testigo de cargo') parece inocente pero guarda más de una sorpresa, e incluso repite el extraordinario Charles Laughton. Y por ahí empieza a perder la cinta que nos ocupa, en la que Laughton, protagonista absoluto de la película de Wilder, no pasa de secundario con escasas líneas de diálogo, que pese a ello son lo único destacable del film.

La trama de 'El proceso Paradine' se convierte en su principal defecto, demasiado plana y previsible, al igual que los personajes, carentes de vida. Nada que ver con los constantes golpes de efecto de ‘Testigo de cargo’, sus personajes complejos y creíbles, y una tensión que se mantiene en toda la cinta. Por no hablar de la extraordinaria labor de Elsa Lanchester, una de las mejores secundarias del séptimo arte. En cambio, en ‘El proceso Paradine’, ni el esfuerzo de Gregory Peck, algo perdido en esta ocasión, hace que el film llegue a buen puerto.

El detalle cinéfilo: ‘El proceso Paradine’ sí destaca por su iluminación, que en todo momento tiene un objetivo claro. Esto queda especialmente de manifiesto durante el juicio, en el que los protagonistas son iluminados como si fuesen figuras de santos, y el resto de actores quedan oscurecidos, con el propósito de que los primeros resulten más atractivos e impactantes para el público. Una técnica que hoy resulta demasiado obvia e incluso molesta a la hora de disfrutar del film.

viernes, 9 de abril de 2010

Nunca ha dejado de ser un cómico


Los de mi generación (ya contamos 36…) hemos disfrutado con todas las facetas de Emilio Aragón. Lo conocimos, cuando aún no teníamos uso de razón, con el nombre de Milikito, y luego lo vimos como humorista (aquel rompedor ‘Ni en vivo ni en directo’ en TVE), presentador (esas zapatillas de 'VIP Noche' en los inicios de Tele 5), actor (‘Médico de familia’, que batió todos los récords televisivos) e incluso compositor (convertir a Tamara Rojo en ‘Blancanieves’ le ha asegurado un lugar a este hombre en el Cielo).

Pues ahora le toca estrenarse como guionista y director de cine, y lo hace con un auténtico regalo, ‘Pájaros de papel’. Un regalo para nosotros, y sobre todo para su padre, Miliki, al que obsequia una de las escenas más conmovedoras que se hayan visto en una pantalla. El debut cinematográfico de Milikito supone un homenaje a aquellos cómicos que se vieron obligados a sobrevivir de cualquier modo durante la posguerra civil, muchos de los cuales tuvieron que acabar emigrando a otros países como Argentina.

El gran referente de ‘Pájaros de papel’ no es otro que ‘El viaje a ninguna parte’, la obra maestra (y me quedo corto) de Fernando Fernán Gómez, con la que resiste las comparaciones. No cuenta la misma historia (eso hubiera sido un error), aunque son dos cintas hermanas en su homenaje a aquellos cómicos que sólo trataban de sobrevivir un día más, y mientras tanto hacían sonreír a muchos en una época en la que esto era lo que más costaba.

Las fechas en las que se ha estrenado pueden ser un serio contratiempo a la hora de que ‘Pájaros de papel’ se vea recompensada con algún Goya, pero vaya por delante que Imanol Arias firma una de sus mejores actuaciones (y eso es mucho decir…), que el próximo Goya al Mejor Actor Secundario debería de tener ya inscrito el nombre de Lluís Homar, y que el niño Roger Príncep es el alma de la película.

La labor del trío protagonista y de uno de los mejores planteles de secundarios que se hayan visto en una cinta española (inolvidables los números musicales de Carmen Machi) facilita que Emilio Aragón salga airoso en este primer film, en el que a mi entender brilla más como guionista que como director, ya que en esta última faceta se limita a ilustrar un magnífico libreto.

El detalle cinéfilo: Soberbia la banda sonora, también firmada por Emilio Aragón, en la que su pasión por la música clásica da lugar a una partitura que subraya de manera perfecta cada una de las secuencias, al tiempo que puede escucharse de manera independiente sin que ello le reste un ápice de brillantez.


miércoles, 7 de abril de 2010

Cuando el sueño de la infancia se torna pesadilla


‘A veces creo que los tres subimos a ese coche y que todo es un sueño’.

Con esa frase el policía Sean (Kevin Bacon) da la clave de ‘Mystic River’, uno de los clásicos que nos ha dado Clint Eastwood desde que decidiera ponerse tras las cámaras, en este caso adaptando una novela de Dennis Lehane, también autor de ‘Adios, pequeña, adiós’ o ‘Shutter Island’. Un coche al que Dave (Tim Robbins) se subió de niño, para acabar víctima de dos pederastas. Y años después sube a otro coche (el paralelismo queda subrayado en la pantalla) para otro viaje que le acarreará graves consecuencias. Quizás sólo tuvo mala suerte.

Éste es uno de esos filmes que se crecen en la segunda visión, en la que afloran todos los matices y reflexiones sobre la pérdida de la infancia, las consecuencias del abuso infantil, la amistad, el amor, la justicia y la venganza, todo ello tratado con habilidad y maestría en el marco de una impecable trama de intriga a la que no le falta ni el desenlace sorpresa. Una resolución que no llega con un rebuscado giro del guión falto de credibilidad, sino en una doble secuencia devastadora, en la que cada una de ellas impacta por su crudeza.

Al final, lo que empezó con un juego de niños acaba con otro, dejando por el camino amargura, sueños rotos y acciones que no pueden quedar sin castigo. Y unas cuantas lecciones de interpretación (imprescindible VOS, me voy a hacer muy pesado con esto…), encabezadas por Sean Penn (como Jimmy) y Tim Robbins. Decir que sus Oscar (actor principal y secundario, respectivamente) eran merecidos es quedarse corto.

También quedan para el recuerdo muchos momentos (la historia de amor de Sean y su mujer a través de llamadas telefónicas sin diálogo) y muchas frases. Por citar una de ellas, de esas que no se olvidan, aquella en la que la mujer de Jimmy, ya al final, le dice a éste: ‘Les he contado a nuestras hijas que su padre es un rey, que sabe lo que hay que hacer y lo hace. Tú podrías ser el amo de esta ciudad’. Ella sabe el terrible acto que acaba de cometer su marido, y no sólo lo aprueba, sino que parece empujarle de nuevo por el mal camino, del que sólo lo había apartado su hija, Katie, cuyo asesinato es el arranque del film. Pocas películas tienen un final tan amargo como ésta.

El detalle cinéfilo: En una secuencia la policía interroga al dueño de una tienda, interpretado por el veteranísimo Eli Wallach, quien en su día acompañara a Eastwood en ‘El bueno, el feo y el malo’ de Sergio Leone. Por su puesto, él era el feo, en un papel que por sí solo justifica una carrera cinematográfica.


martes, 6 de abril de 2010

La madre de todas las batallas


Vaya por delante que cualquier juicio al nuevo film de John Woo ‘Acantilado Rojo’ va a quedar en suspenso hasta que uno pueda ver la versión original china, de 4 horas y media, y no la versión mutilada que nos ha llegado a España, reducida a la mitad de metraje. Lo que sí se puede garantizar es que si os gustan las películas de batallas, no vais a salir defraudados de la sala.

‘Épico’ es el adjetivo que mejor define la obra más ambiciosa de John Woo, que nos ofrece batallas y más batallas sin cuartel (a pie, a caballo, en el mar, asedios…), casi sin momentos de descanso. El lado negativo de esta apuesta es que se reduce en gran medida la profundidad de la historia y de los personajes, quedándonos con la duda de si en la versión completa persiste este defecto, patente sobre todo en un inicio demasiado apresurado, en el que el espectador tiene la sensación de que le están metiendo de golpe en el frente de batalla sin apenas explicaciones sobre los motivos de los contendientes.

Las bazas del film no son otras, pues, que la espectacularidad en los combates, que, eso sí, no resultan meros encontronazos de miles de soldados (el ‘malo’ del film tiene a su disposición nada menos que 800.000 hombres y 2.000 barcos para asaltar el Acantilado Rojo y derrotar a sus dos rivales, que se han aliado para la ocasión) sino verdaderos duelos de estrategas que recurren a todo tipo de tácticas para sorprender a su oponente. Impagables las dos claves que determinan la victoria final de uno de los dos bandos (la inteligencia se impone a la fuerza bruta, aunque ésta ayuda) y el truco que utiliza uno de ellos para aumentar sus mermadas reservas de flechas, sin olvidar un interesante episodio de ‘guerra bacteriológica’.

En estos tiempos de incipiente 3D, a John Woo no le hacen falta estos recursos tecnológicos para firmar una de las batallas más espectaculares de la historia del cine, aunque el argumento acabe remitiendo una vez más a la belleza de una mujer como causante del conflicto bélico (Troya una vez más). Así que a la espera de la versión integral, y de un film de carácter más antibélico y que ha recibido mejores críticas, como es el caso de la también china ‘City of life and death’, sólo cabe recomendar ‘Acantilado Rojo’ a quienes disfrutan con una buena batalla en pantalla grande.


jueves, 1 de abril de 2010

'El Everest de las casas encantadas'


Tal como avisé, no sólo de la más rabiosa actualidad vive este cinéfilo. El primer clásico que propongo redescubrir no es otro que ‘La leyenda de la casa del infierno’. Hoy nos toca una de terror, y del bueno, del que se preocupa más por crear una atmósfera inquietante con sólidos argumentos que de competir a la hora de mostrar un mayor número de vísceras.

Tal vez el público actual, amamantado con sutilezas como la serie ‘Saw’ (y eso que la primera entrega al menos tenía originalidad), no le vea la gracia a películas como la que reseñamos en esta ocasión, pero pese a que ‘La leyenda de la casa del infierno’ data de 1973 y el paso del tiempo ha mermado algunos de sus atractivos, lo cierto es que puede considerarse la obra más emblemática del género de las casas encantadas, junto a la imprescindible ‘El resplandor’ del maestro Kubrick.

Buena parte de la culpa la tiene su guionista y autor de la novela en la que se basa, ‘Hell house’, nada menos que Richard Matheson. Hay que ponerse en pie cuando hablamos de este autor, a cuya pluma debemos hitos del fantasy-terror como ‘El increíble hombre menguante’, ‘Soy leyenda’, ‘El diablo sobre ruedas’ de Spielberg, buena parte de los guiones de la serie televisiva ‘The twilight zone’ y las adaptaciones que realizara Roger Corman de las obras de Poe.

Y si en ‘El resplandor’ Kubrick encontraba un perfecto cómplice en Jack Nicholson, aquí hay que quitarse el sombrero ante Roddy Mcdowall, otra de mis debilidades (nada, un hombre que sólo aparece en peliculillas como ‘Qué verde era mi valle’, ‘El planeta de los simios’ o ‘Cleopatra’, y que siempre me ha caído bien, cosas de la vida). Mcdowall encarna al único superviviente del último grupo de científicos/espiritistas que trataron de resolver el misterio de la ‘Mansión del infierno’, y que ahora vuelve, no queda muy claro si en sus cabales, lo que hace que el público no le pierda de vista en ningún momento.

No le va a la zaga el resto del reparto (mención especial para la jovencísima Pamela Franklin, sobre todo en VOS, en otro papel para lucirse), ni un director, John Hough, al que puede reprochársele que no le sacara aún más provecho al original de Matheson, pero que al menos mantiene en todo un momento un pulso narrativo que ya quisieran la mayoría de películas (perdón, remakes) de terror USA actuales, y logra que el interés del film no decaiga hasta el último plano… al que tal vez no lleguen con vida todos los protagonistas.