viernes, 9 de abril de 2010

Nunca ha dejado de ser un cómico


Los de mi generación (ya contamos 36…) hemos disfrutado con todas las facetas de Emilio Aragón. Lo conocimos, cuando aún no teníamos uso de razón, con el nombre de Milikito, y luego lo vimos como humorista (aquel rompedor ‘Ni en vivo ni en directo’ en TVE), presentador (esas zapatillas de 'VIP Noche' en los inicios de Tele 5), actor (‘Médico de familia’, que batió todos los récords televisivos) e incluso compositor (convertir a Tamara Rojo en ‘Blancanieves’ le ha asegurado un lugar a este hombre en el Cielo).

Pues ahora le toca estrenarse como guionista y director de cine, y lo hace con un auténtico regalo, ‘Pájaros de papel’. Un regalo para nosotros, y sobre todo para su padre, Miliki, al que obsequia una de las escenas más conmovedoras que se hayan visto en una pantalla. El debut cinematográfico de Milikito supone un homenaje a aquellos cómicos que se vieron obligados a sobrevivir de cualquier modo durante la posguerra civil, muchos de los cuales tuvieron que acabar emigrando a otros países como Argentina.

El gran referente de ‘Pájaros de papel’ no es otro que ‘El viaje a ninguna parte’, la obra maestra (y me quedo corto) de Fernando Fernán Gómez, con la que resiste las comparaciones. No cuenta la misma historia (eso hubiera sido un error), aunque son dos cintas hermanas en su homenaje a aquellos cómicos que sólo trataban de sobrevivir un día más, y mientras tanto hacían sonreír a muchos en una época en la que esto era lo que más costaba.

Las fechas en las que se ha estrenado pueden ser un serio contratiempo a la hora de que ‘Pájaros de papel’ se vea recompensada con algún Goya, pero vaya por delante que Imanol Arias firma una de sus mejores actuaciones (y eso es mucho decir…), que el próximo Goya al Mejor Actor Secundario debería de tener ya inscrito el nombre de Lluís Homar, y que el niño Roger Príncep es el alma de la película.

La labor del trío protagonista y de uno de los mejores planteles de secundarios que se hayan visto en una cinta española (inolvidables los números musicales de Carmen Machi) facilita que Emilio Aragón salga airoso en este primer film, en el que a mi entender brilla más como guionista que como director, ya que en esta última faceta se limita a ilustrar un magnífico libreto.

El detalle cinéfilo: Soberbia la banda sonora, también firmada por Emilio Aragón, en la que su pasión por la música clásica da lugar a una partitura que subraya de manera perfecta cada una de las secuencias, al tiempo que puede escucharse de manera independiente sin que ello le reste un ápice de brillantez.


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