martes, 13 de abril de 2010

Hitchcock también hacía malas películas


Pues sí, que no se escandalice nadie, hasta un genio como Alfred Hitchcock firmó en ocasiones, no ya obras menores, sino más que mediocres. Un claro ejemplo de ello es ‘El proceso Paradine’, que acabo de ver por primera vez, y que no resulta demasiado recomendable, salvo para ver cómo, a veces, los genios dejan de serlo.

Uno de los aspectos más negativos de esta película es que pierde por goleada al ser comparada con 'Testigo de cargo', una de las obras maestras de otro genio, Billy Wilder, que estaba en plena forma cuando firmó la mejor adaptación de Agatha Christie, cuya trama guarda muchas similitudes con 'El proceso Paradine'.

En ambos casos todo gira en torno a un juicio, el acusado (una mujer en 'El proceso Paradine' y un hombre en 'Testigo de cargo') parece inocente pero guarda más de una sorpresa, e incluso repite el extraordinario Charles Laughton. Y por ahí empieza a perder la cinta que nos ocupa, en la que Laughton, protagonista absoluto de la película de Wilder, no pasa de secundario con escasas líneas de diálogo, que pese a ello son lo único destacable del film.

La trama de 'El proceso Paradine' se convierte en su principal defecto, demasiado plana y previsible, al igual que los personajes, carentes de vida. Nada que ver con los constantes golpes de efecto de ‘Testigo de cargo’, sus personajes complejos y creíbles, y una tensión que se mantiene en toda la cinta. Por no hablar de la extraordinaria labor de Elsa Lanchester, una de las mejores secundarias del séptimo arte. En cambio, en ‘El proceso Paradine’, ni el esfuerzo de Gregory Peck, algo perdido en esta ocasión, hace que el film llegue a buen puerto.

El detalle cinéfilo: ‘El proceso Paradine’ sí destaca por su iluminación, que en todo momento tiene un objetivo claro. Esto queda especialmente de manifiesto durante el juicio, en el que los protagonistas son iluminados como si fuesen figuras de santos, y el resto de actores quedan oscurecidos, con el propósito de que los primeros resulten más atractivos e impactantes para el público. Una técnica que hoy resulta demasiado obvia e incluso molesta a la hora de disfrutar del film.

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