Carancho (2010) abre la fructífera colaboración entre el director Pablo Trapero y
el actor Ricardo Darín, que continuó en Elefante blanco (2012). Ambos films cuentan también
con la actriz Martina Gusman como coprotagonista y se caracterizan por denunciar algunas de
las realidades más sangrantes de Argentina.
En el caso que nos ocupa, las alarmantes cifras de accidentes de tráfico y
el negocio, no siempre legal, que se mueve en torno a las indemnizaciones. Luján es una joven doctora que empieza a trabajar en el turno de ambulancias. Así
conoce al carancho del título, Sosa, que tras perder la licencia de abogado
malvive trabajando para un bufete especializado en accidentes, dirigido como si
de una banda mafiosa se tratara.
El bufete, como el ave de rapiña que da título al film, va a la caza y captura de quienes han sufrido accidentes de
tráfico y, sin que lo sepan los clientes, se queda con la mayor parte de las
indemnizaciones. Pero aún van más allá, provocando accidentes para cobrar el
seguro.
El film aborda la historia de amor entre los dos protagonistas, que tratan
de sostener algo bueno entre todo el caos y el horror en el que viven, pero no
lo van a tener nada fácil. Película poco amable con el espectador, a ratos
versión ultrarealista de Urgencias, se sustenta en el gran trabajo de sus dos
intérpretes principales, aunque tal vez patina un tanto en el desenlace.
Valores cinematográficos aparte, lo mejor de Carancho es que reavivó el
debate sobre la problemática que denuncia y consiguió cambios en las leyes al
respecto.
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