Es lo que tiene ser
crítico de cine, a veces tienes que perder dos horas de tu vida de la manera
más tonta. Es lo que me pasó el otro viernes, cuando decidí darle una
oportunidad a Crepúsculo (2008), la primera entrega de la saga, a pesar de todas las
críticas negativas. Y perdí el tiempo. De qué manera.
Mira que me cuesta
ponerle un cero a cualquier película, y siempre suelo encontrar algo bueno en
cada una de ellas, pero estamos ante uno de los mayores despropósitos
cinematográficos que haya visto. Lo único salvable, y eso solo aumenta mi
indignación, es el derroche de presupuesto para darle cierto empaque visual y
una cuidada fotografía que se te atraganta desde el primer fotograma, dándole a
la película ese aire gélido y artificial, por no hablar del maquillaje que hace
que parezcan cadáveres andantes tanto los vampiros como los humanos.
Aunque, para empezar,
habrá que dejar claro que Crepúsculo no es una película de terror, ni mucho
menos de vampiros. La protagonista, Bella, más parece que se enamore de
Spiderman, y la elección de este superhéroe en concreto no es aleatoria, ya que
a su pareja, Edward, le encanta subirse a los árboles, algo más propio de Tarzán que
de Drácula. Y encima se saltan varias reglas de toda la vida, porque estos
vampiros sí se ven en los espejos (para ver lo monos que son) y la luz del sol
no les mata sino que… los hace brillar como diamantes ¿?
Pero lo del vampirismo
solo es la, muy simple, excusa para revestir el típico rollete de instituto con
un toque sobrenatural y hacer imposible el amor entre los protagonistas. Una
historia romántica en la que también naufraga la película, ya que no hay quien
se la crea, empezando por las pésimas interpretaciones de su pareja
protagonista, que son de lo peor que he visto en una pantalla en mucho, pero
mucho tiempo.
El film apenas tiene
argumento, y después de que Bella llegue a su nuevo instituto, se integre en la
pandilla de frikis y aparezca la aún más friki familia de Edward, el ‘romance’
avanza de cualquier manera hasta llegar a un bochornoso partido de béisbol,
ridículo a más no poder, que hace que los partidos de quidditch de Harry Potter
parezcan una escena de El Padrino.
Solo entonces llega la
‘acción’, reducida a una simple cacería en la que otro vampiro se encapricha de
Bella y a una pelea de medio minuto. La nada.
El único consuelo es
que, o mucho me equivoco, o estamos ante la peor entrega de la saga, cuyos
próximos derroteros se empiezan a
insinuar en las últimas escenas a través de dos personajes que apenas
intervienen en este primer capítulo: el amigo indio que convertirá la pareja en triángulo
y servirá para introducir a los hombres lobo, y Victoria, que apunta a futura
némesis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario