jueves, 28 de febrero de 2013

La génesis del mal, según Haneke



Uno de los Oscar más cantados del pasado domingo fue el de mejor película extranjera, que fue a parar a Amor, de Michael Haneke. Hollywood reconocía así, por fin, a uno de los grandes del cine europeo, que al igual que Almodóvar ha tenido que esperar más de lo que hubiera sido normal para alzarse con la estatuilla. Curiosamente (o más bien no), el premio a Haneke (que sabe a poco, dado que la cinta también estaba nominada a mejor película, director, guión y actriz), llega con una película que, por lo que parece, se aleja bastante de lo que nos tiene acostumbrados su director.

Sirva esto de introducción para el análisis de La cinta blanca (2009), precisamente el anterior trabajo de Haneke, Palma de Oro en Cannes entre muchos otros premios, y que también estuvo nominada a los Oscar, pero se quedó con la miel en los labios. No sé si los Oscar han tenido algo que ver, pero la echaron en La 2 este lunes y aproveché para verla, el tercer film de Haneke en mi cuenta particular, después del remake de Funny Games (2007) y Caché (2005), la obra anterior a La cinta blanca.

Aquí sí hablamos de las constantes de Haneke, películas difíciles de ver, por cuanto no ahorran malos tragos al espectador, dado que el objetivo del director es precisamente remover conciencias y huir de la estructura clásica hollywoodiense, en la que se da todo mascado y todo se resuelve felizmente. Pero el cine de Haneke no es de evasión, sino de revolución.

Y en La cinta blanca, lo mejor que he visto de Haneke, el director se muestra más ambicioso que nunca, puesto que busca no solo explicar los orígenes del nazismo, sino de la maldad humana. Para ello nos sitúa en un pueblo alemán en los albores de la Primera Guerra Mundial, aunque el film acaba teniendo vocación universal y lo que ocurre allí podría haber ocurrido en cualquier parte.

Haneke presenta una pequeña comunidad rural aparentemente idílica (pronto veremos que de eso nada), donde una serie de incidentes de creciente magnitud van dinamitando esa paz social lenta pero inexorablemente. Como suele ocurrir con Haneke, pese a que el film tiene una trama de misterio, no esperéis que os resuelva todas las incógnitas, o más bien ninguna. Lo suyo es dar que pensar al espectador, y ahí La cinta blanca da en el clavo, y es una de esas películas a la que le seguiréis dando vueltas en la cabeza. 

Porque como en toda obra maestra que se precie, cada vez que la veais, descubriréis algo que se os había pasado por alto, un nuevo mensaje del autor, una nueva interpretación, todas ellas válidas. Y como ocurría en Caché, el plano final encierra buena parte del mensaje del autor, no siempre claro, pero contundente.

Más allá del guión del propio Haneke, donde se puede debatir si hay lagunas más o menos involuntarias y algún que otro error, la dirección es modélica, y es donde el cineasta alcanza su cumbre como artista. Con un blanco y negro inmaculado, una fotografía e iluminación portentosas (pocas películas he visto que alcancen tal belleza visual), y sin apenas banda sonora, Haneke logra que el espectador se meta en esa comunidad tan particular y siga todos sus avatares, de manera confiada al principio, y recibiendo después impactos cada vez más perturbadores. Desde luego, estamos ante una película para ver completamente a oscuras, sumergiéndonos en el blanco y negro y en la peculiar cadencia de las imágenes.

La dirección de actores también es sencillamente perfecta, con un amplísimo reparto en el que todos y cada uno de los intérpretes, entre ellos muchos niños, alcanzan un nivel impresionante.

Y volviendo al principio, La cinta blanca es una de las películas más brutales de Haneke, que sin embargo, apenas muestra escena alguna de violencia. Cada vez que esta se manifiesta, con un castigo o una paliza, queda fuera de plano: sabemos lo que ocurre, aunque no lo veamos, lo que perturba aún más.

El director sí se recrea en la violencia verbal sin medida, y de la peor clase: la que ejercen los hombres sobre las mujeres, habitualmente sus esposas, y los padres sobre los hijos. Aunque también hay una violencia invisible y sorda pero asfixiante, porque cuando eres un trabajador y el pan de cada día depende del patrón, ni siquiera puedes plantearte que él sea el culpable de la muerte de tu mujer. En resumen: la intimidación del poderoso sobre el débil.

Y en medio de tanto horror, el director inserta como desahogo para el espectador una historia de amor, aparentemente inocente, pero que también apunta detalles oscuros.

En última instancia, Haneke nos muestra cómo una educación represora y cruel engendra monstruos capaces de superar en sadismo a sus verdugos. Otra cuestión es si el director está obsesionado con el sexo, tal como ocurre con la práctica totalidad del reparto masculino del film, empeñado de puertas afuera en presentar el sexo como algo sucio que ha de evitarse, y de puertas adentro buscando siempre la manera de dar rienda suelta a sus apetitos.

Soy el primero en reconocer que tras esta primera visión de La cinta blanca se me escapan muchas cosas, pero también esa es una virtud de un film que te captura con imágenes desasosegantes y la constatación de que el ser humano es capaz de lo peor.


SPOILERS

Esclarecer las incógnitas que ofrece La cinta blanca da para mucho, y como he comentado, no basta con un solo visionado del film, dejando al margen que el propio Haneke no da todas las respuestas, y por tanto hay mucho que debatir.

Baste, pues, con señalar que, sean o no los niños los culpables de todos los incidentes, la moraleja final, una de tantas es que es tan culpable quien comete un crimen como quien lo encubre. Y ahí, tanto el pastor como el propio narrador, de quien conviene desconfiar, acaban echando tierra al asunto, cada uno por sus propios motivos.

De ahí la imagen final, en la que todos se reúnen felices en la iglesia como si nada hubiera ocurrido. Y es que mientras no se rompa el equilibrio, el orden social establecido, mientras eso no se cuestione, el resto no importa, parece querer decirnos Haneke.

En cuanto a momentos cumbre del film, destacan por supuesto la escena de la ruptura entre el doctor y la comadrona (al parecer copiada del film Los comulgantes) o aquella en la que el pastor le dice a su hijo que morirá de la manera más horrible si sigue masturbándose, antes de atarlo a la cama para evitarlo.

En mi caso, destacaría la visita de Eva al maestro tras ser despedida, o aquella en la que el hijo del doctor descubre que este abusa de su propia hija, en las que el uso de la iluminación es sencillamente magistral.

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