La presencia de Russell Crowe al frente de un reparto suele ser una
garantía bastante alta de que la película valdrá la pena… aunque no siempre es así.
Vamos con un par de ejemplos, el primero de cuando da en el clavo, y el
siguiente de cuando la cosa está más bien lejos de lo que uno espera.
La sombra del poder (2009)
Este film supuso una de las primeras ocasiones, cada vez
más frecuentes, en las que Hollywood, ya sea en la gran o en la pequeña
pantalla, echa mano de la producción cinematográfica y sobre todo televisiva
(digamos, BBC) británica para inspirarse. Adaptación de una serie, que imagino
bastante superior, la película norteamericana resulta bastante irreprochable,
convirtiéndose en un eficaz film de intriga que se maneja mejor en el misterio
que en la acción.
Entre sus aciertos, el abordar una cuestión que también hemos visto en las
series 24 y Jericho, por ejemplo, sobre el peligro de la privatización, no ya
de la educación o la sanidad (¿nos suena de algo?) sino de la propia seguridad
de un país, con el creciente poder de los ejércitos privados que van
camino de sustituir a las fuerzas armadas tradicionales, con el peligro que
ello conlleva.
Ocurre que La sombra del poder va mucho más lejos, y tras arrancar con un
par de muertes aparentemente inconexas, nos sirve también una reflexión sobre
el periodismo actual, con el enfrentamiento entre el papel e internet (léase el
periodismo reflexivo y de investigación frente a la inmediatez y la opinión no
siempre contrastada), a través del clásico periodista avezado en mil batallas
que sigue su intuición (precisamente un Russell Crowe en plena forma) y una
joven e inexperta periodista de redes sociales dispuesta a todo por lograr la
gran noticia, encarnada por una Rachel McAdams que pedía a gritos ser elegida como la nueva Lois Lane.
Aún más, el film acaba mostrando la corrupción que anida en la política, en
este caso norteamericana, hasta en los lugares más insospechados. Rutinaria en
su inicio, tan eficaz como vista mil veces, la trama se va creciendo, atrapando
al espectador mientras se revela más oscura y compleja de lo que se
preveía, hasta un final, tal vez tramposo, pero más que sorprendente y perturbador. Y lo
mejor, ese plano final de los dos periodistas abandonando la redacción del periódico
a oscuras tras cumplir con su labor, mientras vemos cómo se imprime una edición
más.
El film, que adolece de una dirección demasiado anodina, se beneficia de un
reparto plagado de secundarios de lujo: Helen Mirren como la directora que
todos querríamos tener en nuestro periódico; RobinWright como la sufrida esposa de un congresista; Jeff Daniels como
político, y Jason Bateman en un breve pero agradecido papel.
Crowe se echa a la espalda la mayor parte del film, eso sí, como
protagonista indiscutible, interpretando a ese periodista que busca la verdad
pero también exculpar a su mejor amigo, papel que recae en Ben Affleck. Y ahí
tenemos el gran error de casting de la película. No solo, por edad, no acaba de
cuadrar que Affleck pueda ser compañero de estudios de Crowe y marido de
Wright, sino que el joven actor naufraga por completo en un personaje que se
revela con muchos más matices de los que parece en un primer momento,
haciéndole un flaco favor a un más que digno film de intriga política, que nos recuerda a los clásicos del género.
Los próximos tres días (2010)
Russell Crowe también es el gran reclamo de Los próximos tres días, tercer
film como director de Paul Haggis, quien ha dilapidado todo su prestigio a velocidad
de vértigo. Guionista habitual de Clint Eastwood en películas como Million
Dollar Baby o Cartas desde Iwojima, debutó de manera espectacular con Crash, que ganó muy
inmerecidamente un Oscar a la mejor película, simplemente por ser la película
menos políticamente incorrecta de aquel año, para luego dirigir la mediocre En
el valle de Elah y por último este despropósito.
El punto de partida está entre lo original y el telefilm de toda la vida:
una mujer es encarcelada por un asesinato que el espectador no sabe si ha
cometido y su marido está dispuesto a todo para evitarle la cárcel… incluso a
organizar su fuga.
Cierto, tenemos a Elizabeth Banks como la esposa, aunque se tira más de
media película sin aparecer en pantalla dado que está en la cárcel; a Liam Neeson en una única y breve escena, e incluso a Olivia Wilde como una vecina
que no acaba desempeñando ningún papel de relevancia en la historia, pero es
Crowe quien de nuevo se echa a la espalda todo el film… solo que aquí va con el
piloto automático, sin trasladar al espectador todo lo que pasa por la cabeza
de su personaje.
Tampoco es que el actor tenga toda la culpa de que el film no tenga pies ni
cabeza. Haggis se tira demasiado metraje preparando la fuga y luego va a cien
por hora cuando toca mostrar la huida, sin que en ningún momento se vea qué
quiere contar con esta historia. Ni siquiera le saca partido a la posibilidad
de que la esposa sea realmente culpable de asesinato.
Y es que, al final, el mensaje de Los próximos tres días parece ser: si la
justicia no funciona, estamos legitimados para escapar a las Bahamas y no cumplir
la pena.
El detalle: Eso sí, vale la pena ver Los próximos tres días por las breves
apariciones de Brian Dennehy, en las que apenas suelta palabra pero expresa más
que con un largo discurso. Un gran actor de la vieja escuela.
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