domingo, 10 de febrero de 2013

Russell Crowe, bueno; Russell Crowe, malo



La presencia de Russell Crowe al frente de un reparto suele ser una garantía bastante alta de que la película valdrá la pena… aunque no siempre es así. Vamos con un par de ejemplos, el primero de cuando da en el clavo, y el siguiente de cuando la cosa está más bien lejos de lo que uno espera.


La sombra del poder (2009)

Este film supuso una de las primeras ocasiones, cada vez más frecuentes, en las que Hollywood, ya sea en la gran o en la pequeña pantalla, echa mano de la producción cinematográfica y sobre todo televisiva (digamos, BBC) británica para inspirarse. Adaptación de una serie, que imagino bastante superior, la película norteamericana resulta bastante irreprochable, convirtiéndose en un eficaz film de intriga que se maneja mejor en el misterio que en la acción.

Entre sus aciertos, el abordar una cuestión que también hemos visto en las series 24 y Jericho, por ejemplo, sobre el peligro de la privatización, no ya de la educación o la sanidad (¿nos suena de algo?) sino de la propia seguridad de un país, con el creciente poder de los ejércitos privados que van camino de sustituir a las fuerzas armadas tradicionales, con el peligro que ello conlleva.

Ocurre que La sombra del poder va mucho más lejos, y tras arrancar con un par de muertes aparentemente inconexas, nos sirve también una reflexión sobre el periodismo actual, con el enfrentamiento entre el papel e internet (léase el periodismo reflexivo y de investigación frente a la inmediatez y la opinión no siempre contrastada), a través del clásico periodista avezado en mil batallas que sigue su intuición (precisamente un Russell Crowe en plena forma) y una joven e inexperta periodista de redes sociales dispuesta a todo por lograr la gran noticia, encarnada por una Rachel McAdams que pedía a gritos ser elegida como la nueva Lois Lane.

Aún más, el film acaba mostrando la corrupción que anida en la política, en este caso norteamericana, hasta en los lugares más insospechados. Rutinaria en su inicio, tan eficaz como vista mil veces, la trama se va creciendo, atrapando al espectador mientras se revela más oscura y compleja de lo que se preveía, hasta un final, tal vez tramposo, pero más que sorprendente y perturbador. Y lo mejor, ese plano final de los dos periodistas abandonando la redacción del periódico a oscuras tras cumplir con su labor, mientras vemos cómo se imprime una edición más.

El film, que adolece de una dirección demasiado anodina, se beneficia de un reparto plagado de secundarios de lujo: Helen Mirren como la directora que todos querríamos tener en nuestro periódico; RobinWright como la sufrida esposa de un congresista; Jeff Daniels como político, y Jason Bateman en un breve pero agradecido papel.

Crowe se echa a la espalda la mayor parte del film, eso sí, como protagonista indiscutible, interpretando a ese periodista que busca la verdad pero también exculpar a su mejor amigo, papel que recae en Ben Affleck. Y ahí tenemos el gran error de casting de la película. No solo, por edad, no acaba de cuadrar que Affleck pueda ser compañero de estudios de Crowe y marido de Wright, sino que el joven actor naufraga por completo en un personaje que se revela con muchos más matices de los que parece en un primer momento, haciéndole un flaco favor a un más que digno film de intriga política, que nos recuerda a los clásicos del género. 



Los próximos tres días (2010)

Russell Crowe también es el gran reclamo de Los próximos tres días, tercer film como director de Paul Haggis, quien ha dilapidado todo su prestigio a velocidad de vértigo. Guionista habitual de Clint Eastwood en películas como Million Dollar Baby o Cartas desde Iwojima, debutó de manera espectacular con Crash, que ganó muy inmerecidamente un Oscar a la mejor película, simplemente por ser la película menos políticamente incorrecta de aquel año, para luego dirigir la mediocre En el valle de Elah y por último este despropósito.

El punto de partida está entre lo original y el telefilm de toda la vida: una mujer es encarcelada por un asesinato que el espectador no sabe si ha cometido y su marido está dispuesto a todo para evitarle la cárcel… incluso a organizar su fuga.

Cierto, tenemos a Elizabeth Banks como la esposa, aunque se tira más de media película sin aparecer en pantalla dado que está en la cárcel; a Liam Neeson en una única y breve escena, e incluso a Olivia Wilde como una vecina que no acaba desempeñando ningún papel de relevancia en la historia, pero es Crowe quien de nuevo se echa a la espalda todo el film… solo que aquí va con el piloto automático, sin trasladar al espectador todo lo que pasa por la cabeza de su personaje.

Tampoco es que el actor tenga toda la culpa de que el film no tenga pies ni cabeza. Haggis se tira demasiado metraje preparando la fuga y luego va a cien por hora cuando toca mostrar la huida, sin que en ningún momento se vea qué quiere contar con esta historia. Ni siquiera le saca partido a la posibilidad de que la esposa sea realmente culpable de asesinato.

Y es que, al final, el mensaje de Los próximos tres días parece ser: si la justicia no funciona, estamos legitimados para escapar a las Bahamas y no cumplir la pena.

El detalle: Eso sí, vale la pena ver Los próximos tres días por las breves apariciones de Brian Dennehy, en las que apenas suelta palabra pero expresa más que con un largo discurso. Un gran actor de la vieja escuela.

No hay comentarios:

Publicar un comentario