miércoles, 7 de noviembre de 2012

'Infierno sobre ruedas': la dura historia del ferrocarril



Infierno sobre ruedas es la primera obra en la que ejerce como autor John Shiban, forjado como guionista en series como Expediente X o Breaking Bad. En su primera creación propia ha apostado por el western, que en los últimos tiempos ha dado seriales tan interesantes en la pequeña pantalla como Deadwood o Justified.

Aquí la historia se centra en Infierno sobre ruedas, el poblado móvil de los trabajadores del ferrocarril, en una época en la que la civilización trataba de llegar al farwest. Derroche de medios en los escasos 10 capítulos de la primera temporada, a la que le ha seguido una segunda y ya hay confirmada una tercera, mientras las intenciones de Shiban son que alcance las cinco.

Los protagonistas principales son Cullen Bohannon y Lily Bell, dos personas heridas que arrastran importantes pérdidas personales. Ambos son viudos y poco a poco se sentirán inevitablemente atraídos (se ve desde el principio), a medida que vayan viendo lo equivocada que era la primera impresión que tuvieron el uno del otro.

Bohannon arrastra además el pesimismo del sureño que luchó y perdió la guerra civil, para encontrarse al regreso con su mujer e hijo asesinados por los yanquis. Su búsqueda de los asesinos le lleva hasta el ferrocarril, donde un giro inesperado le convertirá en el capataz.

Lily pierde a su marido, el ingeniero del ferrocarril, en el primer episodio al ser atacados por los indios y mostrará ser mucho más dura de lo que parece indicar su frágil apariencia. También será cortejada, de manera mucho más directa, por el dueño de la empresa de ferrocarril, Thomas C. Durant, interpretado por Colm Meaney, que es la gran baza de la serie. Un hombre forjado a sí mismo, carente de escrúpulos, cuyo carácter queda perfectamente definido en secuencias como cuando desecha que el ferrocarril vaya del punto A al punto B por el trayecto más corto, dado que el Gobierno le paga a tanto el tramo de vía. Gran personaje, y Meaney sabe lo que tiene entre manos, así que le saca todo el partido.

A su alrededor giran personajes de toda condición: el exesclavo negro que ve como las cosas no han cambiado demasiado; los irlandeses que tratan de ganarse la vida con un cine y acaban inventando el porno; un predicador pirado y su protegido, un indio convertido; una joven raptada de niña y marcada por los indios que acaba ganándose la vida como prostituta; y un matón sueco demasiado caricaturesco, que es uno de los escasos puntos débiles de la serie por poco creíble.

En 10 capítulos tenemos de todo: ataques de los indios, descarrilamientos, intentos de linchamiento, tiroteos, un tremendo combate de boxeo, la estrecha conexión entre política y negocios… y un desenlace hasta cierto punto cerrado, con el ferrocarril llegando hasta una de sus metas antes de continuar más allá.

Si acaso le falta algo a la serie es un toque de humor, tal vez tomarse un poco menos en serio a sí misma, pero está claro que para John Shiban los tiempos del farwest eran tiempos duros, así que en Hell on wheels no hay concesiones y hasta las sonrisas andan escasas. Lo que sí ha logrado esta serie es recuperar el sabor del mejor western y dejarme con ganas de ver qué rumbo toman los habitantes de Infierno sobre ruedas en la segunda temporada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario