domingo, 14 de octubre de 2012

'Spin': el planeta en la burbuja... temporal



En su novela La cúpula, Stephen King parte de la siguiente idea (según las malas lenguas, sugerida por la película de Los Simpson): un buen día un pueblo norteamericano aparece cubierto por una cúpula transparente, de manera que nadie puede salir ni entrar. A partir de ahí, el escritor explora todas las posibilidades que ofrece esta situación.

Pues bien, el autor de ciencia ficción Robert Charles Wilson va mucho más lejos en Spin: aquí es todo el planeta Tierra el que es envuelto por una enigmática membrana (el spin del título), que para empezar se carga toda la comunicación vía satélite y oscurece el cielo, aunque la luz del sol sigue llegando como antes. Pero la clave de la historia es que dicha membrana ralentiza el tiempo en nuestro planeta, de manera que mientras aquí pasa un año, en el universo transcurren mil millones de años. Primera consecuencia: en unas pocas décadas terrestres el sol nos engullirá, siguiendo el proceso que todos sabemos que ocurrirá en el futuro, pero dentro de miles de millones de años.

Charles Wilson, pues, no se anda con tonterías, y la escala de su historia es brutal, centrándose en cómo reacciona la humanidad ante esta fecha de caducidad. Y lo hace, principalmente, a través de tres personajes: Tyler Dupree y los gemelos Diane y Jason Lawton, a quienes seguimos en su periplo vital desde que siendo adolescentes asisten a la parición del spin.

Jason se convertirá en un científico, un genio que dedicará su vida por completo a entender el spin, su funcionamiento, su objetivo y descubrir quien lo ha creado, los misteriosos hipotéticos. Mientras, Diane abrazará uno de los numerosos cultos religiosos surgidos a raíz del spin, que para muchos es la manifestación de Dios.

¿Y Tyler? Pues se convertirá en médico y tratará de ayudar a su mejor amigo, mientras busca en otras mujeres lo que no puede obtener de Diane, de la que está enamorado desde niño, sin que sus sentimientos sean correspondidos. La trama romántica es una de las mejores partes del libro, premio Hugo 2006, y se desarrolla de manera paralela a las sucesivas revelaciones sobre el spin y sus efectos en toda la humanidad.

La novela, narrada en primera persona por Tyler, alterna el presente, en el que Tyler y Diane, sin que quede muy claro si ya son pareja o aún amigos, huyen sin que sepamos todavía exactamente los motivos ni a donde, con los hechos del pasado, que abarcan varias décadas, desde la noche del spin y hasta el momento de la huida.

También tienen su protagonismo el padre autoritario y la madre alcohólica de los gemelos, así como la madre de Tyler. Aquí hay que precisar que los tres niños se hacen amigos salvando las diferencias de clase, puesto que los Lawton son millonarios y en cambio la madre de Tyler es su limpiadora… solo que el fallecido marido de esta era el mejor amigo del padre de los gemelos. De ahí las sospechas sobre que Tyler pueda ser en realidad, hermano de estos...

Spin es el primer capítulo de una trilogía, aunque puede leerse perfectamente de manera independiente, puesto que su final es bastante cerrado y resuelve la mayoría de enigmas propuestos, aunque dejando la puerta abierta a lo que depare el futuro.

El autor se luce especialmente a la hora de plasmar las relaciones entre los tres protagonistas, donde Jason abraza la ciencia, Diane la fe y Tyler se mantiene escéptico, como reflejo de una sociedad que no tiene motivos para seguir avanzando dado que sabe que en unos pocos años todos morirán.

Charles Wilson también destaca a la hora de explicar las cuestiones científicas de la trama, incluyendo la terraformación de Marte, primer intento de eludir el spin mediante la creación de una colonia humana en el planeta rojo, otro de los puntos fuertes del libro.

Pero sobre todo me quedo con el ejemplo que pone el autor, en boca de Jason, para explicar la diferente escala temporal del universo y del ser humano: ponte de pie y estira los brazos por completo a ambos lados. La distancia de una mano a la otra es la edad del universo. ¿La edad del ser humano? El blanco de una uña. Solo entendiendo esto se vislumbran las posibilidades del argumento planteado por Charles Wilson, al que logra sacarle bastante partido. 

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