La mayoría de críticas
abordan la nueva entrega de El hobbit con la misma desgana y aburrimiento que
al parecer produce la cinta en cuestión en quienes realizan dichos análisis. ¿Ha
tocado fondo Peter Jackson? ¿Se repite más que el ajo?
Bien, desde luego la
nueva visita a la Tierra Media deja cierta sensación de deja vu… la misma que
si uno ve una y otra vez El Padrino, o la trilogía de El Señor de los Anillos,
ya puestos. La falta de novedades es el principal defecto de La desolación de
Smaug, aunque resulta lógica dado que estamos ante la quinta entrega de la
saga. En cuanto a si el director ha perdido su toque mágico, más bien no. Lo
único que ocurre es que El hobbit ha sido llevada a la gran pantalla después de
El Señor de los Anillos. Si hubiera sido al revés, diríamos que con cada
película Jackson se supera, pero, y esto lo sabemos todos los que hemos leído
los originales literarios, El hobbit no es, ni de lejos, la obra cumbre de Tolkien,
así que es imposible que esta trilogía esté a la altura de su predecesora.
Otra cosa que sabe todo
buen conocedor de la obra de Tolkien es que El hobbit, anterior a la trilogía,
fue concebido más como un cuento para niños que otra cosa, y eso se nota bastante
en la adaptación de Jackson, dando lugar a un film mucho más simple y lineal que la trilogía, y que
seguramente disfrutará más un público infantil que quienes ya han visto El
Señor de los Anillos.
Todo esto resulta aún
más evidente al optar el director por convertir un libro de unas 300 páginas en
una nueva trilogía, lo que le lleva a estirar todas las situaciones. Algo en lo
que se dio muy buena maña en la primera entrega, pero de lo que ha salido menos
airoso en esta nueva ocasión. A diferencia del
arranque de la trilogía, Un viaje inesperado, aquí no hay inicio ni desenlace. Lo primero Jackson trata de subsanarlo con el flashback con el que arranca la película, pero el final no puede ser más abrupto, un continuará en toda regla, más propio de una serie televisiva semanal que de una trilogía que no finalizará hasta dentro de un año. En cualquier caso, se trata de la consecuencia lógica de trocear en tres partes una única historia.
Y para estirar el
metraje, que alcanza las dos horas y media, Jackson recurre a dar mayor protagonismo a personajes como Bardo, y sobre todo a introducir
personajes inexistentes en el original, como la reaparición de Legolas,
encarnado por un Orlando Bloom que parece más viejo –digamos maduro- que en la anterior
trilogía, a pesar de que la acción de la misma es posterior a El hobbit. Es lo
que tiene rodarlas en el orden inverso. Poco aporta el elfo a la historia,
aunque si en El Señor de los Anillos pusisteis el grito en el cielo por sus ‘superheroicas’
habilidades, aquí vais a alucinar.
Pero el mayor cambio es
la incorporación de un nuevo personaje, una elfa guerrera encarnada por Evangeline Lilly, la
Kate de Perdidos, que cumple dos funciones: ser una auténtica máquina de matar
orcos -im-pre-sio-nan-te-, y crear un triángulo amoroso entre el propio Legolas y uno de los
enanos.
Esto ayuda a hacer más
llevadero un film en el que, a diferencia de su predecesor, sí hay momentos en
los que el aburrimiento está cerca, fruto de la irregularidad de una cinta que
no acaba de despegar hasta que los protagonistas llegan hasta la ciudad del
lago, tras una vertiginosa secuencia de acción pensada para deleite del 3D.
En la ciudad es donde
Jackson muestra su mejor pulso, y donde incluso encontramos una reivindicación
de la democracia frente al cacique de turno, aquí incorporado por un Stephen Fry al que apenas dan bola. La película, por fortuna, va de menos a más, y ahí
está Smaug, digámoslo ya, la auténtica estrella de la función en todos los
frentes. No solo es el mejor dragón que se haya visto en el cine, tras
continuas decepciones, sino que es también el más parlanchín, dando la
oportunidad de que el omnipresente Benedict –Sherlock- Cumberbatch, se luzca y
acapare los mejores momentos del film, y sin que por una vez desmerezca el
doblaje.
Claro que, lo mejor, realmente lo mejor, queda para la tercera entrega, en la que a Jackson le queda por adaptar el último tercio de El hobbit, apenas 100 páginas… Confiemos en que continúe como hasta hora, puesto que, sin duda, su Hobbit está superando al original. En los spoilers encontraréis una muestra, y simplemente, para hacer justicia a esta segunda trilogía, baste recordar que El Señor de los Anillos es una de las mejores películas de la historia del cine en tanto que El hobbit quedará como cine de entrenimiento, menor si se quiere, pero con mayúsculas.
Claro que, lo mejor, realmente lo mejor, queda para la tercera entrega, en la que a Jackson le queda por adaptar el último tercio de El hobbit, apenas 100 páginas… Confiemos en que continúe como hasta hora, puesto que, sin duda, su Hobbit está superando al original. En los spoilers encontraréis una muestra, y simplemente, para hacer justicia a esta segunda trilogía, baste recordar que El Señor de los Anillos es una de las mejores películas de la historia del cine en tanto que El hobbit quedará como cine de entrenimiento, menor si se quiere, pero con mayúsculas.
SPOILERS
Jackson no solo introduce nuevos personajes en la historia o adelanta la aparición de Bardo, que de haberse mantenido el director fiel al original no habría aparecido en esta segunda entrega. En el libro, la puerta del cubil de Smaug aparece con el último rayo de sol. La idea de usar la luna es única y exclusiva del guionista del film, superando una vez más la obra literaria de Tolkien, lejos por entonces de su cima narrativa.
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