jueves, 17 de marzo de 2011

Y los jueves, toca milagro (según Berlanga)

Tenía pendiente rendirle el debido homenaje a Luis García Berlanga desde su fallecimiento, y al final he cumplido con mi primer visionado de una de las joyas de su periodo dorado, ‘Los jueves, milagro’, que subo al blog en plena semana fallera. Obra un tanto menor en comparación con las dos cumbres de su carrera, ‘Bienvenido, míster Marshall’ y ‘El verdugo’, coincide con ambas en la intervención del irrepetible Pepe Isbert, si bien este, como la película, está magnífico, pero lejos de sus interpretaciones en los dos films ya mencionados.

Pieza central del inspirado quinteto que empieza y acaba con dichas películas y se completa con ‘Calabuch’ y ‘Plácido’, la cinta a la que más recuerda la que nos ocupa es la primera de todas ellas, con un pequeño pueblo olvidado convertido en escenario y la mayor parte de sus vecinos en personajes. También es similar el arranque, con los preparativos, en un caso del recibimiento a los americanos, y en el otro de un milagro artificial.

Y por supuesto también tenemos un extenso reparto coral, e incluso multinacional, en el que junto a Isbert brillan en papeles secundarios unos jovencísimos José Luis López Vazquez (aún sin su sonsonete característico) y Manuel Alexandre, de lo mejorcito del film.


‘Los jueves, milagro’ se divide en dos partes claramente diferenciadas. En la primera, la más cómica, asistimos a un sainete en el que los empresarios de una pequeña población escenifican un falso milagro para que el balneario local, antiguo motor económico, recupere notoriedad y vuelva a hacerles ricos. Esta parte evidencia el talento de Berlanga para este tipo de comedia, en la que la agilidad de los diálogos y la categoría de los intérpretes resultan decisivos.


La segunda parte arranca con la aparición de un nuevo y misterioso personaje que conoce el secreto del falso milagro y empieza a manipular a sus autores sin que estén claros sus fines. Este tramo del film mantiene, sobre todo al principio, el tono de comedia, pero va virando poco a poco hasta un desenlace cada vez más dramático, convirtiéndose en una fábula en la que el cineasta aprovecha para reflexionar sobre el poder de la fe y alertar de las consecuencias que puede tener aprovecharse de ella… o de aquellos a quienes se hace creer en algo.


No resulta extraño que la película, pese a su apariencia de juguete cómico, molestase a la Iglesia católica en pleno franquismo, y que la censura rechazase los dos siguientes guiones de Berlanga, que tardó cuatro años en volver a dirigir… y ser nominado al Oscar a la Mejor Película Extranjera con ‘Plácido’.

El detalle cinéfilo: Dejando de lado las evidentes influencias de la cinta italiana ‘Milagro en Milán’, no ya en este film, sino en buena parte de la filmografía berlanguiana, resulta impagable ver a ‘Luisito’ Varela, el ‘dire’ de ‘Camera Café’, a quien su archiconocido ‘¡A la p**a calle!’ le ha dado la popularidad que siempre ha merecido, como un crío de 10 ó 12 años, pero con la misma cara que tiene ahora.


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