domingo, 24 de julio de 2011

Rowling aprueba, Yates suspende

Y llegamos al final del camino. Ocho películas de Harry Potter en las que hemos tenido un poco de todo, en una historia que tal vez se ha estirado demasiado para lo que había que contar. Centrándonos en este último capítulo, la sensación es que no estamos ante el gran final que cabía esperar después de tan largo viaje... al menos en la versión para la gran pantalla.

Y es que J. K. Rowling sí puso en la versión literaria el broche de oro a su magna obra con el mejor libro de toda la saga, en el que ata todos los cabos, da mayor profundidad a todos los personajes y ofrece varias revelaciones que cambian muchas de las cosas que dábamos por sentadas. El séptimo volumen avanza poco a poco, demorándose cuando tiene que hacerlo y acelerando cuando hace falta, dedicando las páginas necesarias a cada personaje y haciendo que todo encaje y que hasta la última página (bueno, el epílogo igual sobraba...) no decaiga el interés.

En la versión fílmica... como era de esperar, se han introducido varias escenas que no aparecían en el libro para dar más espectacularidad, incluyendo algunos momentos, trolls incluidos, que parecen una copia de 'El señor de los anillos'. Una copia deslucida, a excepción de la banda sonora, porque a ratos da la impresión de que, ¿para qué gastarnos más dinero en efectos especiales, si la gente va a ir igual al cine?

Por contra, vuelven a escamotearnos algunos de los pasajes más interesantes del libro, como toda la parte en la que se desvela el oscuro pasado de Dumbledore, que apenas se menciona en el film, igual que con anterioridad desaparecieron la mayoría de flashbacks sobre los padres de Harry, restándole profundidad a las películas. Por fortuna no se saltan el flashback más decisivo para el desenlace, aunque queda un tanto acelerado y no explica las cosas tan bien como el libro, al igual que ocurre con la última revelación sobre la peculiar relación entre Harry y Voldemort, que tampoco se explica con tanto detalle como en el libro.

Lo más grave es que David Yates naufraga por completo en la dirección, limitándose a ilustrar pasajes del libro, pero sin darle el tono épico que requiere el final de la saga. Pese a su buen debut con 'Harry Potter y la Orden del Fénix', ha acabado filmando las dos entregas más flojas y en ésta apenas le salva la mayor intensidad y dramatismo de lo que ocurre, y que en ningún momento sabe cómo reflejar. Ya puede morir quien sea o reaparecer quien sea, que apenas logra emocionar.

En cuanto al reparto, al margen de la aparición de casi todo el elenco de personajes de la saga, tanto Hermione (clave en la entrega anterior) como Ron pierden todo protagonismo. De hecho, Yates los introduce, como mero decorado, en escenas en las que no intervienen en el libro, ya que Harry ha de afrontar solo su destino. Y en cuanto a Voldemort, es la peor interpretación de toda la carrera de Ralph Fiennes, que nunca ha sabido darle una apariencia realmente amenazadora a su personaje.

J. K. Rowling ha sabido crear un universo alrededor de Harry Potter, aunque un tanto limitado y repetitivo, y darle el final que tocaba, con una gran sorpresa incluida (y he de decir, que al final, yo siempre había estado en lo cierto...). En cuanto a la versión fílmica, posiblemente Chris Columbus fue quien mejor supo entender el personaje, con dos sensacionales primeras entregas, en las que captó el tono del libro y lo convirtió en imágenes, pero además mejorándolo, cosa que nadie ha vuelto a hacer, y contando con nada menos que Richard Harris como Dumbledore (aunque Michael Gambon supo mantener el tipo). Luego vino Alfonso Cuarón, que naufragó por completo (pese a lo que digan sus palmeros) y no supo en ningún momento qué tenía entre manos. Mike Newell, ese hombre que vale para un roto y para un descosido (desde las magníficas 'Cuatro bodas y un funeral' y 'Donnie Brasco', a las más comerciales y rutinarias 'Prince of Persia' o su versión de 'El amor en los tiempos del cólera'), convirtió 'Harry Potter y el cáliz de fuego' en un gran espectáculo, eliminando las partes más farragosas del libro. Y finalmente David Yates se convirtió en el director oficial de la saga, poniéndole más oficio que inspiración.

En fin, pueden guardar sus varitas mágicas.

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