domingo, 9 de septiembre de 2012

Un golpe de 'Guante blanco' casi maestro


Guante blanco es una de esas series que nos recuerdan el cuidado con el que La 1 ha abordado históricamente la ficción televisiva, logrando obras maestras que están en el recuerdo de todos. La que nos ocupa no llega a ese nivel, pero sí logra situarse por encima de la calidad media del panorama nacional, aunque podía haber dado un poco más de sí.

Realizada en 2008, su premisa recuerda mucho al Heat de Michael Mann, no en sus escenas de acción ni estilo desde luego, pero sí a la hora de mostrar de manera paralela las andanzas de una banda de ladrones y las de los policías que los persiguen, incidiendo tanto en la parte de intriga como en las relaciones familiares de los protagonistas. Así, tanto unos como otros tienen que lidiar no solo con los problemas de sus ocupaciones 'laborales', sino con todo tipo de crisis familiares.

Guante blanco mantiene la duración habitual de en torno a una hora y 20 minutos por capítulo, pero se las ingenia para sortear esta garantía de aburrimiento que aqueja a la mayoría de series españolas. Y es que en realidad tenemos dos capítulos: por un lado seguimos las peripecias de la banda especializada en golpes de guante blanco siguiendo paso a paso la preparación del próximo golpe, en el que, invariablemente, siempre tendrán que improvisar un segundo plan tras complicarse las cosas, con esos momentos tipo House, en los que al líder de la banda, Mario Pastor, se le ocurre una idea genial. Y por otro, el inspector Bernardo Valle dirige la investigación del último golpe, estrechando cada vez más el cerco en torno a la banda. El primer capítulo, una película de hora y media, arranca de hecho con un largo prólogo en el que asistimos al primer golpe, de manera que a continuación se prepara el segundo mientras la policía investiga el primero.

Capítulo a capítulo vamos conociendo mejor a los protagonistas, mientras el juego del ratón y el gato se vuelve más apasionante. Por un lado, tenemos al inspector Valle, que acaba de trasladarse a Madrid con sus hijos, un adolescente y una niña, tras enviudar. A su cargo estarán los subinspectores Roberto Cortés, con el que choca por su aparente desaliño y una manera descuidada de trabajar, y Rebeca Mendoza, que tiene cierto problema familiar. Por el otro, Mario Pastor ha hecho de su 'trabajo' un arte, aunque tiene la sombra de su padre, que también se dedicaba al negocio. Más problemas le dan su mujer, periodista, la única que sabe a qué se dedica, un hijo de corta edad y una hija adolescente que acaba de quedarse embarazada. La banda se completa con César Ferrer, todo un veterano en el negocio; Sara, una joven especializada en disfraces, y Jorge, ludópata y sinvergüenza, siempre tirándole los tejos a Sara.

La serie se compone únicamente de 8 episodios, que parece que va a ser la nueva duración habitual de cada temporada aquí en España, como consecuencia de la crisis. En este caso, se suponía que iban a ser 13 pero la baja audiencia llevó a TVE no solo a recortarla sino a suspender su emisión y finalizar la misma directamente en internet. Supongo que no jugó a su favor el excesivo academicismo de la propuesta, impecable formalmente, pero en la que se echa en falta cierta chispa y algo más de imaginación, sobre todo en estos tiempos 'tarantinianos'. 

La reducción de episodios impidió desarrollar algunas tramas y personajes, como el romance incipiente entre Jorge y Sara, que nunca se explicase por qué esta última eligió el crimen siendo hija de juez, el chantaje sexual al que somete a la mujer de Pastor su nuevo jefe en el periódico, etc. Y sobre todo, perjudicó al desenlace, que queda muy por debajo del nivel de la serie. En este sentido, hay que tener en cuenta que cada capítulo arranca con el interrogatorio al que es sometido el inspector Valle varios años después de los hechos que se narran (con un pésimo maquillaje, por cierto), y donde se nos van dando pistas sobre cómo acabó la caza del grupo de Pastor... solo que dicha resolución llega de manera demasiado abrupta e insatisfactoria.

A pesar de ello Guante blanco es un producto más que sólido, a lo que contribuyen los milimétricos guiones y un estilo visual muy ágil, además de un tema musical de lo más pegadizo. Y sobre todo, por el extraordinario reparto, que casi ha repetido Garci en su versión de Sherlock Holmes. Carlos Hipólito asume con su habitual credibilidad a Valle tras haber protagonizado la exitosa Desaparecida, mientras que en el otro lado tenemos a José Luis García-Pérez, otro que tampoco es santo de mi devoción, en uno de sus mejores trabajos. En el lado de la ley también tenemos a Jorge Roelas, para la parte, digamos cómica, y a Leticia Dolera, aportando toda su belleza y profesionalidad, como hace en el bando contrario Pilar Punzano. También tenemos a Eloy Azorín con todo su desparpajo para interpretar al guapo caradura, y sobre todo a José Ángel Egido, que borda uno de sus mejores personajes, sin olvidar a Ana Risueño como la mujer de Pastor. El elenco de secundarios episódicos tampoco se queda lejos, y entre los habituales sobresale Jordi Dauder, sensacional como el hombre que encarga los trabajos a Pastor. Incluso tenemos una breve pero clave aparición del recientemente fallecido Carlos Larrañaga.

Y en cuanto a los golpes, desde clásicos como robar un Van Gogh o un Stradivarius, a una colección de vinos cotizadísimos, un huevo de Fabergé o un incunable... e incluso un cadáver, sin que falte un golpe en un casino. Pastor siempre halla la manera de sortear todas las trabas, frustrando a Valle, que siempre parece ir un paso por detrás. Si queréis volver a disfrutar con una de policías y ladrones como los de antes, esta es la vuestra.

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