viernes, 14 de mayo de 2010

Auster a la luz de la Luna


No se me ocurre mejor manera de iniciar las reseñas de libros (a este cinéfilo también le gusta la lectura, y no olvidemos que muchas películas están basadas en obras literarias) que con la última gran historia que he leído, ‘El Palacio de la Luna’, una de las primeras piezas de una de mis plumas preferidas, el norteamericano Paul Auster.

Narrada en primera persona, como es habitual en Auster, esta novela es, por resumir a lo bestia, la historia de tres hombres cuyas voces se entrecruzan en un prodigio de estructura, algo también muy propio de Auster. Tres hombres cuya auténtica relación no es la que parece a primera vista, y cuyas peripecias influirán mutuamente en el destino de los tres, y sobre todo del protagonista, Marco Fogg.

Cronológicamente, y tras un somero avance de lo que ocurrirá en las siguientes páginas y capítulos, el libro arranca en el verano en el que el hombre pisó la Luna por primera vez. Marco Fogg (como el Phileas Fogg de ‘La vuelta al mundo en 80 días’ de Julio Verne) vive en un apartamento con mil libros regalados por su tío Víctor, quien tocaba en el grupo Moonlight (Luz de Luna) Moods, y desde su ventana se ve el letrero ‘Palacio de la Luna’ de un restaurante chino cercano. Muchas casualidades a las que seguirán muchas otras, con el azar como maestro de ceremonias, una de las constantes en la escritura de Auster.

A partir de ahí el lector hallará amores y desamores, tragedia, comedia, aventuras y unos personajes con los que se emocionará hasta la última línea, en una historia llena de historias y de sorpresas, de idas y venidas por Nueva York y el oeste americano durante un periodo que abarca más de un siglo. Y todo ello con la maestría de Auster, que firma una de sus obras más redondas, de aquellas que nunca quieres que acaben.

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