El
hombre de negro huía a través del desierto, y el pistolero iba en pos de él.
Resulta
difícil imaginar un inicio más impactante para una novela. Aunque, claro,
reducir La Torre Oscura a una mera novela es quedarse muy lejos. A Stephen King
le llevó 34 años completar su obra magna, y parece que aún no ha dicho la
última palabra al respecto, puesto que acaba de volver a este universo con un
nuevo libro que no es una continuación de los siete precedentes, sino una
historia –o más bien dos- autoconclusiva, ambientada en el mismo, El viento por la cerradura (2012).
Más
aún, puede decirse que, en realidad, Stephen King no ha escrito otra cosa que
La Torre Oscura, ya que en esta saga está condensada buena parte de su obra,
incluyendo la aparición de personajes de otras novelas, como el reverendo
Callahan de Salem’s Lot (1975) o el protagonista de Corazones en la Atlántida (1979).
Más
aún, en La Torre Oscura encontramos las sneetches de Harry Potter y la Ciudad
Esmeralda de Oz, ademá de referencias al rey Arturo y Merlín, por citar solo
algunas de las múltiples referencias de la literatura popular que King utiliza a su antojo. Aunque si hablamos de
influencias, esta ambiciosa historia podría definirse como un cruce entre los
westerns de Sergio Leone y El Señor de los Anillos, no en vano también
encontramos los silmarils y un villano que, físicamente, recuerda mucho a
Sauron.
A
simple vista puede parecer todo un galimatías, y en realidad lo es, con el
eterno peregrinaje del carismático protagonista, Roland Deschain –el último
pistolero- en busca de La Torre Oscura, el nexo entre mundos. Y es que una de
las claves de esta insólita propuesta literaria es que hay muchos mundos,
incluyendo el nuestro y todos aquellos que han brotado de la pluma de King,
quien incluso llega a aparecer como uno de los personajes en los últimos volúmenes.
La
Torre Oscura dista mucho de ser una obra redonda dado su particular proceso de
escritura. El primer volumen, muy en la línea de Fundación de Asimov, no se publicó
hasta 1982 y es en realidad la recopilación de cinco relatos, apenas lineales,
que King empezó a escribir en 1970, inspirado por las obras de Tolkien y Leone
–la segunda línea es El desierto era
inmenso, la apoteosis de todos los desiertos- y llevado de la desmedida
ambición que siente todo joven escritor.
En estos
primeros relatos ya aparecen la impresionante figura de Roland, la estrella
indiscutible de esta saga –y que iba a ser interpretado por Bardem en una
versión cinematógrafica que ahora está en punto muerto, aunque un joven Eastwood sería la mejor opción-, y algunos personajes
claves como uno de sus principales
antagonistas, el Hombre de Negro –también villano de otras obras de King como
Apocalipsis (1990)- y el joven Jake, con quien el pistolero formará un vínculo muy
especial. Y en ellos ya tenemos esa ambientación propia del western, pero en lo
que parece también un futuro postapocalíptico de un universo similar al
nuestro, pero cambiado, en el que
permanecen algunos vestigios del pasado como la canción Hey Jude de los Beatles.
Con
el paso de los años, King acabaría volviendo al universo de La Torre Oscura una
y otra vez, empezando por un segundo volumen en el que se presentan los otros
dos personajes que formarán el ka-tet de Roland: Eddie, un yonqui procedente
del Nueva York de los 80, y Susannah, una joven de color que perdió las piernas
en un ‘accidente’ en el metro, con trastorno de personalidad múltiple y
procedente de la época en la que Kennedy vivía. Y es que aquí se introducen ya
los viajes en el tiempo a través de unas puertas muy especiales.
Este
segundo volumen es uno de los más caóticos y que ponen a prueba la suspensión
de incredulidad, pero presenta a dos personajes, los citados Eddie y Susannah,
que como Roland y Jake acaban siendo para el lector tan reales como cualquier
persona, y que derrochan carisma por los cuatro costados. Encontramos además la
soberbia capacidad de fabulación de King, capaz de hacer que el lector sienta
el mismo frío que sus personajes y hasta oler
el polvo y sentir el crujido del cuero, como él mismo dice en su despedida
tras los siete volúmenes y miles de páginas –solo el cuarto y séptimo volúmenes
tienen un millar cada uno- escritos.
La
historia se va volviendo más grande y abrumadora a medida que avanza, aunque el
punto clave fue el brutal accidente que el escritor sufrió en 1999, cuando una furgoneta lo atropelló y estuvo a punto de morir.
Es entonces cuando decidió afrontar la conclusión de la saga y escribió de una
tacada los tres últimos volúmenes, además de revisar los anteriores e incluso
cambiar los títulos, tratando de darle una mayor cohesión a su obra.
Por
lo que a mí respecta, mis favoritos son sin duda los volúmenes cuarto y quinto,
Mago y Cristal (antes titulado La bola de Cristal), y Lobos del Calla. Es aquí
donde tenemos los pasajes que evocan más el farwest, primero con un flashback
en el que el pistolero narra a sus compañeros un momento muy especial de su
pasado, aquel en el que la arrogancia de la juventud le costó la vida de su
amada, y después con una impecable versión de Los siete magníficos.
A
partir de ahí, la cosa empieza a perder fuelle. El penúltimo volumen, Canción
de Susannah, es el menos autónomo de la serie, y parece claro que su única
razón de existir era dividir en dos partes el extensísimo volumen final,
mientras que el épico desenlace tiene posiblemente todo lo que podría
pedírsele, incluidas muchas muertes de personajes claves y muchas despedidas,
además de un final inevitablemente polémico, pero desde luego original y más
que adecuado.
Al
final, como dice el propio King en su despedida, siempre hay que recordar que
lo importante no es lo que encontramos al final del camino sino el viaje –seguro
que Paulo Coelho estaría de acuerdo- y yendo hacia la Torre Oscura ha habido momentos inolvidables como el duelo de adivinanzas con Blaine el Mono –el superordenador
que controla un monorraíl a velocidad de vértigo-, las maldades de la bruja
Rhea de Cos, el duelo en el que Roland demostró su hombría utilizando como arma…
un halcón, cierta hoguera con carne humana como combustible, la batalla
definitiva del padre Callahan contra los vampiros, y tantas otras que el lector
siempre recordará, además de unos personajes que ya son inmortales.
Y
sobre todo, Roland, el pistolero, siempre en pos de la Torre Oscura. Cueste lo que cueste.
PD:
Tal vez porque King es el paradigma moderno de escritor popular, la crítica no
suele tenerle excesiva estima. Pero quien haya leído It (1986) o La Torre Oscura sabe
que estamos, sin duda, ante uno de los mejores autores de las últimas décadas,
un fabulador nato y mucho más que un simple 'escritor de terror'. Y a diferencia de otros, tal vez ahora mejor considerados,
me temo que King quedará para los restos. Ahí está para echar una mano su
perpetuo idilio con el cine y la televisión, cuyos últimos frutos son el
inminente remake de Carrie, el título que lo empezó todo en 1974, y el bombazo
veraniego de La Cúpula, de la que hablaremos próximamente.
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