domingo, 8 de mayo de 2011

Sting en el laberinto


Llámenme rarito si quieren, pero ‘Songs from the labyrinth’ es de lejos el disco de Sting que más me ha interesado desde los tiempos de ‘Ten summoner’s tales’. Y es que este trabajo inauguró su colaboración con el prestigioso sello de música clásica Deutsche Grammophon con un proyecto tan original como curioso, y sobre todo apartado de la trayectoria musical que había seguido el cantante hasta el momento: interpretar las melodías compuestas por John Dowland, músico inglés que vivió entre los siglos XVI y XVII.

La especialidad de Dowland eran las canciones melancólicas que componía musicando poemas anónimos. A la tarea de reinterpretarlas en pleno siglo XXI se aplica Sting con la complicidad del laudista bosnio Edin Karamazov, y ambos salen más que airosos. El disco alterna pasajes musicales con las canciones más reconocidas de Dowland e incluso la sobria voz de Sting dando lectura a pasajes de una carta del compositor inglés.

Reconvertido en trovador desde la inicial ‘Can she excuse my wrongs’, Sting se adapta a la perfección a lo que requieren las composiciones de Dowland. Los temas musicales hacen que viajemos al medievo con solo cerrar los ojos, meciéndonos en las cuerdas del laúd hasta sentir que nos hallamos en un palacio o catedral escuchando a los músicos de la corte.




Pero donde el disco alcanza sus momentos de mayor emotividad es en las canciones de Dowland, llenas de melancolía, desde el impresionante ‘Flow my tears (Lachrimae)’ hasta la sobrecogedora ‘In darkness let me dwell’ que cierra este trabajo, pasando por ‘Weep you no more, sad fountains’. En todas ellas se deja ver la capacidad de Dowland para tejer tristes melodías románticas, aunque también encontramos en ‘Songs from the labyrinth’ composiciones más luminosas e incluso humorísticas, como ‘Fine knacs for ladies’ o ‘Clear o cloudy’, donde Sting se permite soltarse un poco más, especialmente en ‘Come again’.

El ex de Police supera el reto con nota y logra que este disco suponga un viaje musical repleto de matices, en el que podemos descubrir unas composiciones de gran belleza. Siempre que uno tenga claro qué es lo que va a escuchar, claro.


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