Lo del titular no va por la situación política actual en España, sino por
el último trabajo de George Clooney tras las cámaras, Los idus de marzo (2011), en el
que vuelve a mostrar sus inquietudes políticas (que es cuando da lo mejor de sí como director) en un film que le acerca a
Haneke. Y es que resulta imposible no verse afectado por el demoledor final,
ese último plano de Ryan Gosling, impecable durante todo el metraje, que
refleja la aniquilación de un sueño.
Con la precisión de un cirujano, Clooney adapta magistralmente la obra
teatral Farraguth North y no deja títere con cabeza. Nadie se salva en una
película que empieza narrándonos con la eficaz maestría de los buenos artesanos
de Hollywood las interioridades de las campañas electorales, en este caso la de
los dos finalistas a ser el candidato demócrata a las presidenciales.
Clooney, perfecto, interpreta a uno de los candidatos, que tiene como jefe
de prensa al personaje encarnado por Philip Seymour Hoffman, veterano y curtido
en mil batallas, y como segundo al joven interpretado por Gosling, protagonista
del film, idealista y convencido de que su candidato encarna realmente todos
los valores con los que se identifica y puede cambiar el mundo para bien si es elegido presidente de Estados Unidos.
Todo cambiará después de que Gosling reciba una propuesta del director de
campaña del otro candidato, encarnado por Paul Giamatti, y de que inicie una relación con una becaria, personaje a cargo de Evan Rachel Wood, que
se está haciendo con una filmografía de oro a pesar de su juventud.
Los hechos se irán encadenando de manera diabólica hasta dar lugar a la
tragedia y a que todos revelen su escasa -o nula- moralidad. La última víctima será la
inocencia, la de quien aún no se había corrompido y la de Gosling, que verá
caer como un castillo de naipes todos sus ideales y conocerá el oscuro corazón de
la política, asumiendo que todo aquello en lo que creía era irreal.
Clooney triunfa a la hora de trasladar el texto del escenario a la pantalla
y en la selección del reparto, sencillamente portentoso, que se completa con Marisa Tomei como una periodista y Jeffrey Wright como un senador al que los
dos candidatos tratan de atraer. La duración del film, poco más de hora y
media, también contribuye a que no haya un segundo de más y la trama avance al
ritmo justo hacia su desolador desenlace, en el que Gosling descubre, como
suele ocurrir con Haneke, que el horror está en nosotros.
El detalle: Como curiosidad, el cartel que se publicó en algunos países, como Italia u Holanda, bastante peor que el original, es clavado al de Buenas noches y buena suerte (2005), el film mejor acogido de cuantos ha dirigido Clooney.
El detalle 2: Los fans de 24 descubrirán a Gregory Itzin, el presidente Charles Logan, en un breve papel como el padre de la becaria.
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