miércoles, 18 de septiembre de 2013

A Danny Boyle le ciega el sol


Película inmediatamente anterior a la oscarizada Slumdog Millionaire (2008) en la filmografía de su director,Danny Boyle, Sunshine (2007) es un fallido film de ciencia ficción que empieza con cierta vocación a lo 2001 pero acaba convirtiéndose en la enésima copia de Alien.

La acción nos sitúa a bordo de una nave espacial que se dirige hacia el Sol –ahí reside principalmente la escasa originalidad de la cinta- para hacer detonar una bomba y reactivar la estrella que está apagándose y convirtiendo la Tierra en un planeta helado. Pero esta nave es la segunda que parte con dicho objetivo, tras el fracaso de la primera… de la que nunca se supo.

Ahí es por donde el film empieza pronto a ir por caminos trillados, con la misión de rescate al encontrar la primera nave en su recta final hacia el sol. Lo que ocurre ahí, por no desvelar demasiado, nos recuerda a Horizonte Final, magnífico ejercicio de cine de terror, en el que en lugar de una casa encantada teníamos una nave encantada, y donde Paul W. S. Anderson firmó su mejor trabajo, antes de dedicar sus esfuerzos a la saga Resident Evil.

A partir de ahí, la última media hora del film se convierte en un continuo despropósito en el que, mira tú por donde, es fácil adivinar quien será el próximo tripulante en perder la vida, dado que se sigue la máxima de que cuando más conocido es el actor, más minutos sobrevive en pantalla. Ocho son los tripulantes, pero si Alien era el octavo pasajero, aquí también habrá un noveno.

Así, tras una primera parte en la que lo mejor son los espectaculares planos del sol y la obsesión de ciertos tripulantes por contemplar la estrella aún a costa de su visión e incluso de su propia vida, Sunshine, correcto e inspirado ejercicio de ciencia ficción hasta ese momento, se va volviendo cada vez más previsible y rutinaria hasta un desenlace sin pies ni cabeza, en el que se multiplican las incongruencias a la misma velocidad a la que Boyle pierde incluso los papeles como director, con efectos de cámara que solo hacen que confundir aún más.

El guión, por cierto, corre a cargo de Alex Garland, habitual en la filmografía de Boyle, para el que adaptó su propia novela La playa (1996) y también escribió 28 días después (2002), tal vez su trabajo más inspirado.

Y vamos con los SPOILERS



Como acabamos de decir, el final está lleno de incongruencias. Para empezar, resulta de una nula credibilidad que hubiesen puesto controles en la bomba para detonarla ¡manualmente! mientras se dirige hacia el Sol ya desenganchada de la nave en la que va la tripulación. Entre otras cosas no tiene credibilidad porque tampoco haría falta ningún mecanismo de detonación: ya la habría hecho explosionar el propio calor del astro rey.

Por otra parte, desde el momento en el que descubrimos que el capitán de la primera nave era Mark Strong, pues bueno, siempre hace de malo, así que había pocas dudas de lo que iba a pasar. Por cierto, ninguna explicación a la supervivencia del capitán de la Icarus I, al que se le da cierto aire sobrenatural, como tampoco explican cómo es capaz el personaje de Chris Evans de aguantar dentro del tanque de agua helada, cuando al meter la mano durante apenas unos segundos al inicio del film casi se le congela por completo.

Tampoco vemos el final del personaje de Rose Byrne, pero ya hemos dicho que a partir de cierto momento, guionista y director pierden los papeles, y Sunshine todo interés.

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